conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Primera época.- Fidelidad a la Revelacion Desde 1450 Hasta la Ilustracion » Periodo tercero.- El Siglo de la Iglesia Galicana. Apogeo y Decadencia » §96.- Las Iglesias Nacionales

II.- Fuerzas Culturales y Religiosas

1. Que estos gravísimos condicionamientos de la vida cristiana y eclesiástica (el galicanismo, el enajenamiento del ser de la Iglesia, las costumbres escandalosamente inmorales y groseramente antisociales) no llegaron a aniquilar la vida de la Iglesia, no fue mérito de los papas. Como en los tiempos de Aviñón, también esta vez las pretensiones de Francia tropezaron con figuras en su mayoría insignificantes en la sede de Pedro.

Pero es que esta vez no fueron solamente la corte y su partido, con sus correspondientes círculos sociales, los que dominaron el campo político-eclesiástico. Por delante y por encima de estos círculos político-eclesiásticos y de las mencionadas debilidades religioso-morales también hubo una élite con una vigorosa y floreciente vida religiosa interior. Con muchas y dolorosas limitaciones (cf. más adelante), esta vida interior, siguiendo sus propias leyes cristianas y eclesiásticas, constituyó desde la perspectiva histórico-eclesiástica la fuerza principal. San Francisco de Sales, santa María Magdalena de Chantal, san Vicente de Paúl, Bourdaloue, Fénelon, una serie de místicos de talla y el mismo Pascal no solamente fueron destacadas figuras individuales de este tiempo, sino que expresaron el contenido histórico-eclesiástico fundamental de la época. La santidad, la piedad y la teología de entonces fueron para la vida de la Iglesia y su repercusión en el futuro, a pesar de todo, más importantes que el galicanismo. De todas formas, cuanto más nos acercamos al fin del «gran siglo» y descendemos de la santidad a la religiosidad media, tanto más advertimos el gran lastre del galicanismo.

2. Si de lo que se trata es de caracterizar sumariamente, desde el punto de vista de la historia del espíritu, la pluralidad de aspectos religiosos, espirituales y eclesiásticos que aquí aparecen, puede decirse que nos hallamos ante una conjunción de la piedad humanística y eclesiástica[5] con el espíritu francés, del cristianismo con la cultura secular de Francia. Esto vale tanto para los santos de la época como para los predicadores y los grandes creadores de la literatura francesa (Pascal, Corneille, Racine), vinculados al movimiento religioso. ¡Estamos ante un galicanismo religioso! La importancia de esta conjunción de lo eclesiástico y lo cultural, de esta conexión de la forma religiosa católica con una cultura sumamente refinada y desarrollada en lenguaje, literatura y vida de sociedad, fue extraordinariamente grande: ¡lo católico-religioso, incluso en forma de santidad, penetró en las clases más elevadas y selectas de la nación!

3. No faltaron, ciertamente, reacciones unilaterales en lo religioso y teológico, que se hicieron acreedoras de la censura de la Iglesia. Los factores que desencadenaron estas reacciones fueron, por una parte, las tensiones existentes en el un tanto extraño catolicismo de la Francia de entonces y, por otra, los esfuerzos de los católicos por solucionar el problema de la justificación, que no parecía suficientemente resuelto en la doctrina de los jesuitas (debido a su planteamiento contrarreformista). En contraste con la gran superficialidad de la cultura cortesana y el activismo religioso de los jesuitas, existió una mística con tendencias quietistas. Frente a la fuerte acentuación de la voluntad del hombre en la consecución de la salvación, se alzó el agustinismo de los jansenistas. Frente al efectivo relajamiento de la seriedad moral y religiosa en la frívola vida de la corte católica y frente a su aparente atenuamiento en el probabilismo de los jesuitas (y en la ascética «secularizada» de san Francisco de Sales), se levantó el rigorismo de los mismos jansenistas.

4. Como síntesis de las tensiones e implicaciones apuntadas, podemos trazar el siguiente esquema:

I. Un florecimiento religioso: un nuevo siglo de santos (§ 97).

II. Una serie de movimientos religioso-teológicos contrapuestos, alimentados de esa misma contraposición:

sus principales adversarios, los jesuitas.

1) agustinismo jansenista

2) rigorismo jansenista

3) quietismo

III. El movimiento político-eclesiástico del galicanismo contra el papado (§ 100).

Notas

[5] Humanismo en el sentido: a) de formación literaria clásica, y b) de devotio moderna mística. Sígase, por ejemplo, la trayectoria que une a Gerson y D'Ally por una parte y compárese con los místicos alemanes por otra. En éstos hallamos, a pesar de toda su interioridad, una gran aspereza, una mayor energía espiritual. La mística francesa, en cambio, tiene mayor carga de sentimiento; es el hijo legítimo de una época de tendencias más bien subjetivistas. Pero también aquí el humanismo moralista (§ 76, III)

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