conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » §73.- Caracteres Generales de la Edad Moderna » III.- Lineas Basicas de la Actividad de la Iglesia

B.- Reconquista de la Cultura

1. La primera manifestación compacta de la cultura moderna fue el Renacimiento. La Iglesia participó intensamente en su preparación y luego en su nacimiento (Joaquín de Fiore, san Francisco, Dante, Aviñón, los papas del Renacimiento, partes importantes de la teología humanista). Pero, en el fondo, esta cultura no fue un producto eclesiástico, sino un producto marcadamente, a veces esencialmente, mundano. A pesar de las excelentes creaciones religiosas, el resultado no fue una santificación de lo mundano, sino una mundanización de la Iglesia en muchos aspectos. En su conjunto, la cultura fue, al menos de hecho, contraria a la doctrina cristiana de la cruz y acabó siendo enemiga de la Iglesia y apartándose de ella.

El viraje hacia la cultura dado por la Iglesia en la Edad Media (§ 34, IV) no había sido en el fondo más que una expresión del más entrañable deseo misionero de la Iglesia de someter toda la realidad al señorío de Cristo. Este programa pertenece a la esencia de la Iglesia. Por eso, como este deseo siguió vigente, muy pronto se hizo, dentro del proceso de purificación, el gran intento de reconquistar la cultura para la Iglesia. El intento subsistió, bajo distintas formas, a lo largo de una gran parte de la Edad Moderna. Sus protagonistas fueron principalmente los estados latinos, las zonas austríaca y sur-alemana del Imperio, la teología extraescolástica y algunos papas. En este aspecto se puede decir que el barroco constituyó un gran éxito. En cambio, resultó relativamente mal el intento de dar plenitud cristiana a las tendencias fundamentales de los siglos XVIII y XIX (la Ilustración y la democracia).

No podemos pasar por alto el hecho de que la inflexible reacción eclesiástica frente a la incipiente ciencia moderna (por ejemplo, en el caso de Galileo, § 97, V) contribuyó a la separación de la Iglesia y la cultura. Fue a partir de León XIII (después de la preparación del romanticismo) cuando la reconquista de la cultura volvió a ser una de las grandes tareas de la Iglesia. Las causas de esto fueron: la generalización de la nueva manera de entender la Edad Media y el barroco y, por parte de la Iglesia, la progresiva comprensión de las leyes propias de la vida no religiosa. Recientemente, y por la parte no eclesiástica, debe señalarse como factor decisivo un cierto resurgir del interés por la religión. Y el más importante, otra vez por parte de la Iglesia: la comprensión más adecuada de sus propias fuerzas, conseguida a base de una seria reflexión, y la conciencia -de ahí resultante- de su dimensión religiosa.

2. Es menester advertir que este esfuerzo de reconquista de la cultura tuvo, conscientemente, una orientación distinta de la de finales de la Edad Media y del Renacimiento. El esfuerzo fue acompañado de una importantísima reacción. La solución se buscó (por ejemplo, en el caso de san Francisco de Sales) en la entrega al servicio de la tarea religiosa, de la teología de la cruz: «Buscad primero el reino de Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). El elemento religioso fue reconocido como el núcleo inviolable de la Iglesia, quedó claramente definido y como tal se mantuvo con plena conciencia de su valor. Esto quiere decir que la Iglesia recuperó la idea pura de sí misma, reconociéndose como una institución espiritual, o sea, no espiritualista, pero sí primordialmente religiosa. (Decimos esto en cuanto a los principios, pero naturalmente no intentamos atribuir la pureza religiosa a todo el conjunto).

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