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Introducción

La historia del cristianismo, la historia de la salvación, es comunicación. Comunicación entre las divinas personas, comunicación entre Dios y los hombres y comunicación entre los hombres mismos. Babel supuso el colapso de la comunicación humana y no será sino hasta Pentecostés y el don de lenguas que esa misma comunicación quedará sanada y reestablecida [1].

Y es que con la venida del Espíritu Santo y la redención universal queda superada la dificultad lingüística que detenía a los apóstoles para el cumplimiento de aquella consigna que se prolonga en eco hasta nuestros días: «Id a todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Hablar de medios de comunicación es hacer referencia a un emisor, a un receptor y a un mensaje. Para el cristiano la analogía es clara: el emisor es todo creyente, todo apóstol; el receptor es todo aquel que no conoce la Buena Nueva o la conoce mediocremente; y el Mensaje es, nada menos, Jesucristo mismo. Es de aquí de dónde nace el interés de la Iglesia por los medios de comunicación.

Cuando en 1957 Pío XII afirmaba que la Iglesia ve a los medios de comunicación como «dones de Dios» [2], no hacía sino confirmar el milenario interés de la Iglesia por esa área de la realidad humana. Años más tarde Pablo VI aseguró que la Iglesia se sentiría culpable de no utilizarlos y Juan Pablo II fue el primero en referirse a los medios de comunicación como el «primer areópago de los tiempos modernos» [3].

Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumentos informativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales [4]. El rápido desarrollo de las tecnologías en este campo es seguramente uno de los signos del progreso de la sociedad actual [5].

La Iglesia encuentra en los medios de comunicación «un excelente apoyo para difundir el Evangelio y los valores religiosos, para promover el diálogo y la cooperación ecuménica e interreligiosa, así como para defender los sólidos principios que son indispensables en la construcción de una sociedad respetuosa con la dignidad de la persona humana y del bien común. La Iglesia los utiliza también para difundir informaciones sobre ella misma y para ampliar los confines de la evangelización, de la catequesis y de la formación, considerando su uso como una respuesta al mandato del Señor: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva» (Mc 16, 15) [6]».

Internet es el último y, en muchos aspectos, el más poderoso de una serie de medios de comunicación que durante el último siglo y medio han eliminado progresivamente el tiempo y el espacio como obstáculo para las comunicaciones entre un gran número de personas [7]. Internet es importante para muchas actividades de la Iglesia: la evangelización, que incluye tanto la re-evangelización como la nueva evangelización y la tradicional labor misionera ad gentes; la catequesis y otros tipos de educación; las noticias y la información; la apologética, el gobierno y la administración; y algunas formas de asesoría pastoral y dirección espiritual [8].

Las características propias del Internet [9] (es instantáneo, inmediato, mundial, descentralizado, interactivo, capaz de extender ilimitadamente sus contenidos y su alcance, flexible y adaptable a modo notable [10]) propician el interés de la Iglesia hacia él como excelente campo de misión e instrumento para su labor evangelizadora.

Según The Washington Times, más del 20% de los navegantes de Internet han buscado información espiritual o religiosa. En Internet se han logrado reunir con éxito las características propias de muchos medios de comunicación como la prensa escrita, la radio, la televisión, las revistas especializadas, la telefonía móvil, etc. De 2002 para acá Internet ha conocido un gran estirón por parte de los portales católicos en los que, a excepción de la práctica sacramental, todo lo demás está al alcance de un clic.

El presente análisis presenta un repaso por buena parte de esos portales. Ciertamente no pretende ser el estudio más acabado en su género ni ofrecer juicios definitivos sobre páginas puntuales. Seguramente que con los años se podrán elaborar mejores investigaciones. Mi exploración se ha limitado a los portales en español por ser el idioma que nos interesa.

Al escribir sobre tal o cual sitio de Internet lo hago con la impronta de la caridad y el destello de una opinión fundada en el conocimiento, contacto y familiaridad con cada uno de ellos. A gran parte de los directores y jefes de redacción de cada portal me une una relación de amistad (la cual agradezco infinitamente) que no supeditará las ponderaciones. Lo aquí vertido queda respaldado por el bagaje de la opinión personal y la experiencia y estudios de varios años. Repito, no son juicios definitivos y esperan poder contribuir con el sentido eclesial de enriquecimiento mutuo.

El esquema general que trataremos será:

Notas

[1] Cfr. La Iglesia e Internet, no. 2, Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales [28 de febrero de 2002].

[2] Cfr. Carta Encíclica Miranda Prorsus. Posteriormente usarán la cita en Communio et progressio no. 2.

[3] Cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, no. 37.

[4] Cfr. Aetatis Novae, no. 1, Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales [22 febrero de 1992].

[5] Cfr. Juan Pablo II Carta apostólica El rápido desarrollo de los medios de comunicación social, no. 1, 24 de enero de 2004.

[6] Cfr. Juan Pablo II Carta apostólica El rápido…, no. 7.

[7] Cfr. Ética en internet, no. 2, Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales [2 de junio de 2002].

[8] La Iglesia e Internet, no. 5, Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales [28 de febrero de 2002].

[9] Este sistema se remonta a la década de los 60´s, los años de la guerra fría; fue concebido para frustrar un ataque nuclear, creando una red descentralizada de ordenadores que almacenaban datos vitales. La descentralización fue el esquema pues así la pérdida de uno o muchos no significaba la pérdida de los datos.

[10] Cfr. Ética en internet, no. 7, Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales [2 de junio de 2002].

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