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Camino de Perfección (VI)

Capítulo 31

Que prosigue en la misma materia. -Declara qué es oración de quietud. -Pone algunos avisos para los que la tienen. -Es mucho de notar.

1. Pues todavía quiero, hijas, declarar -como lo he oído platicar, o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os lo diga- esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor, como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

2. Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos. Porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo al junto Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso Niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con El que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mismo Niño a entender. Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende, más de que se ve en el reino, al menos cabe el Rey que se le ha de dar, y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir. Es como un amortecimiento interior y exteriormente, que no querría el hombre exterior (digo) el cuerpo, porque mejor me entendáis), que no se querría bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino descansa para poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello.

3. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma. Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta. No le parece hay más que desear. Las potencias sosegadas, que no querrían bullirse, todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La voluntad es aquí la.cautiva, y si alguna pena puede tener estando así es de ver que ha de tornar a tener libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más. Aquí ven que ésta sola es necesaria y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir. Dales pena el hablar; en decir «Padre nuestro» una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino. No parece están en el mundo ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios. No les da pena nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y deleite que en sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan que hay más que desear, sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor, hagamos aquí tres moradas».

4. Algunas veces en esta oración de quietud hace Dios otra merced bien dificultosa de entender si no hay gran experiencia; mas si hay alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha consolación saber qué es, y creo muchas veces hace Dios esta merced junto con estotra. Cuando es grande y por mucho tiempo esta quietud, paréceme a mí que si la voluntad no estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en aquella paz; porque acaece andar un día o dos que nos vemos con esta satisfacción y no nos entendemos -digo los que la tienen- y verdaderamente ven que no están enteros en lo que hacen, sino que les falta lo mejor, que es la voluntad, que, a mi parecer, está unida con su Dios y deja las otras potencias libres para que entiendan en cosas de su servicio. Y para esto tienen entonces mucha más habilidad; mas para tratar cosas del mundo están torpes y como embobados a veces.

5. Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente; porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su contemplación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que ella y María andan juntas.

Yo sé de una persona que la ponía el Señor aquí muchas veces, y no se sabía entender, y preguntólo a un gran contemplativo, y dijo que era muy posible, que a él le acaecía. Así que pienso que, pues el alma está tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más continuo debe estar unida la potencia de la voluntad con el que solo puede satisfacerla

6. Paréceme será bien dar aquí algunos avisos para las que de vosotras, hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que sé que son algunas.

El primero es, que como se ven en aquel contento y no saben cómo les vino, al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales esta tentación: que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer. No es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más detendremos esta merced, es con entender claro que no podemos quitar ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano.

7. Bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a Su Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viere que se ha muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más de matarla, a mi parecer. Digo que sea suave el soplo, porque por concertar muchas palabras con el entendimiento no ocupe la voluntad.

8. Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero decir, porque os veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos potencias: que acaece estar el alma con grandísima quietud, y andar el entendimiento tan remontado, que no parece es en su casa aquello que pasa; y así lo parece entonces que no está sino como en casa ajena por huésped y buscando otras posadas adonde estar, que aquélla no le contenta, porque sabe poco estar en un ser.

Por ventura es sólo el mío, y no deben ser así otros. Conmigo hablo, que algunas veces me deseo morir, de que no puedo remediar esta variedad del entendimiento. Otras parece hace asiento en su casa y acompaña a la voluntad, que cuando todas tres potencias se conciertan, es una gloria. Como dos casados, que si se aman, que el uno quiere lo que el otro; mas si uno es malcasado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer. Así que la voluntad, cuando se ve en esta quietud, no haga caso del entendimiento más que de un loco; porque si le quiere traer consigo, forzado se ha de ocupar e inquietar algo. Y en este punto de oración todo será trabajar y no ganar más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún trabajo suyo

9. Y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadra mucho: está el alma como un niño que aún mama cuando está a los pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle. Así es acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la voluntad, y quiere el Señor que, sin pensarlo, entienda que está con El y que sólo trague la leche que Su Majestad le pone en la boca y goce de aquella suavidad; que conozca le está el Señor haciendo aquella merced y se goce de gozarla; mas no que quiera entender cómo la goza y qué es lo que goza, sino descuídese entonces de sí, que quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no puede a todo; forzado dejará caer la leche de la boca y pierde aquel mantenimiento divino.

10. En esto diferencia esta oración de cuando está toda el alma unida con Dios: porque entonces aun sólo este tragar el mantenimiento no hace; dentro de sí, sin entender cómo, le pone el Señor. Aquí parece que quiere trabaje un poquito, aunque es con tanto descanso que casi no se siente. Quien la atormenta es el entendimiento; lo que no hace cuando es unión de todas tres potencias, porque las suspende el que las crió; porque con el gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo ni poderlo entender.

Así que, como digo, en sintiendo en sí esta oración, que es un contento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior de la voluntad -que otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos- . Pues cuando se viere en este tan subido grado de oración (que) es, como he dicho ya, muy conocidamente sobrenatural), si el entendimiento -o pensamiento, por más me declarar- a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí es señora y poderosa la voluntad, ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él, que viene de comer y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno ni el otro ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho, que con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.

11. Ahora, pues, concluyamos con que puesta el alma en esta oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle acá su reino. ¡Oh dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin entenderlo! ¡Dichosa manera de pedir! Por eso quiero yo, hermanas, que miremos cómo rezamos esta oración del Paternóster y todas las demás vocales. Porque hecha Dios esta merced, descuidarnos hemos de las cosas del mundo; porque llegando el Señor de él, todo lo echa fuera. No digo que todos los que la tuvieren, por fuerza estén desasidos del todo del mundo; al menos querría que entiendan lo que les falta y se humillen y procuren irse desasiendo del todo, porque si no, quedarse ha aquí.

Y alma a quien Dios le da tales prendas es señal que la quiere para mucho: si no es por su culpa, irá muy adelante. Mas si ve que poniéndola el reino del cielo en su casa se torna a la tierra, no sólo no la mostrará los secretos que hay en su reino, mas serán pocas veces las que le hagaeste favor, y breve espacio.

12. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas véolo y sé que pasa así, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales; porque, como no responden en los servicios conforme a tan gran merced, con no tornar a aparejarse a recibirla, sino sacar al Señor de las manos la voluntad que ya tiene por suya y ponerla en cosas bajas, vase a buscar adonde le quieran para dar más, aunque no del todo quita lo dado cuando se vive con limpia conciencia.

Mas hay personas, y yo he sido una de ellas, que está el Señor enterneciéndolas y dándolas inspiraciones santas y luz de lo que es todo, y, en fin, dándoles este reino y poniéndolos en esta oración de quietud, y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de decir muchas oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere acabar su tarea, como tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque, -como digo- les ponga el Señor su reino en las manos, no lo admiten; sino que ellos con su rezar piensan que hacen mejor, y se divierten

13. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso cuando el Señor os hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro y que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Paternóster, que con decirle muchas veces aprisa. Está muy junto a quien pedís, no os dejará de oír. Y creed que aquí es el verdadero alabar y santificar de su nombre, porque ya, como cosa de su casa, glorificáis al Señor y alabáisle con más afección y deseo, y parece no podéis dejarle de servir.

Capítulo 32

Que trata de estas palabras del Paternóster: «Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra», y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda determinación, y cuán bien se lo paga el Señor.

1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre y qué le ofrece por nosotros y qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes mercedes. ¡Oh buen Jesús, que tampoco dais poco de nuestra parte como pedís para nosotros! Dejado que ello en sí es nonada para adonde tanto se debe y para tan gran Señor, mas cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y que damos todo lo que podemos; si lo damos como lo decimos, digo.

2. «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra».

Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la petición pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque, cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo, será posible hacerse en mí vuestra voluntad.

Mas sin esto, y en tierra tan ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis.

3. Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego. No.hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos; aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos.

Querría preguntar a los que por temor no los piden de que luego se los han de dar, lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien. Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.

4. Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas: ello se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra; creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud. ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os todas las cosas.

Sea glorificado vuestro nombre por siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra.

¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!

5. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo entendisteis. No sea como algunas religiosas que no hacemos sino prometer, y como no lo cumplimos, hay este reparo de decir que no se entendió lo que se prometía. Y ya puede ser, porque decir que dejamos nuestra voluntad en otra parece muy fácil, hasta que, probándose, se entiende es la cosa más recia que se puede hacer, si se cumple como se ha de cumplir. Mas no todas veces nos llevan con rigor los prelados de que nos ven flacos; y a las veces flacos y fuertes llevan de una suerte. Acá no es así, que sabe el Señor lo que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir en él su voluntad.

6. Pues quiéroos avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le.dais y quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aún viviendo.

¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? -Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del Huerto. Como fue dicho con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en El en lo que le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz.

7. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio; por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere.

Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a guardar muy bien.

8. No son estas burlas para con quien le hicieron tantas por nosotros. Aunque no hubiera otra cosa, no es razón burlemos ya tantas veces, que no son pocas las que se lo decimos en el Paternóster. Démosle ya una vez la joya del todo, de cuantas acometemos a dársela; es verdad que no nos da primero, para que se la demos. Los del mundo harto harán si tienen de verdad determinación de cumplirlo. Vosotras, hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos; sino que a las veces no sólo acometemos a dar la joya, sino ponémossela en la mano, y tornámossela a tomar. Somos francos de presto, y después tan escasos, que valdría en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar.

9. Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre.

Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente.que queda dicha. Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja beber de ella.

Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os escribiese.

10. Y en esto -como ya tengo escrito- ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más, porque todo lo demás estorba e impide de decir «fiat voluntas tua»: cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforme a vuestra voluntad.

11. ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas y si tenéis buen Maestro, que, como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su Padre, enséñanos a cómo y con qué le hemos de servir.

12. Y mientras más se va entendiendo por las obras que no son palabras de cumplimiento, más más nos llega el Señor a sí y la levanta de todas las cosas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir grandes mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le tiene, que ya nosotros no sabemos qué nos pedir, y Su Majestad nunca se cansa de dar. Porque no contento con tener hecha esta alma una cosa consigo por haberla ya unido a sí mismo, comienza a regalarse con ella, a descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y que conozca algo de lo que la tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos exteriores, porque no se la ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces -como dicen- y cumplir El lo que ella le pide, como ella hace lo que El la manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de querer

13. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den. Y ésta es su mayor riqueza: quedar mientras más sirve, más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes y embarazos y atadura como trae el estar en la cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe. Y es harto boba de fatigarse; porque, aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que, como digo, no tenemos qué dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto que podemos, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente? Todo lo demás, para el alma que el Señor ha llegado aquí, le embaraza y hace daño y no provecho, porque sola humildad es la que puede algo, y ésta no adquirida por el entendimiento, sino con una clara verdad que comprende en un momento lo que en mucho tiempo no pudiera alcanzar trabajando la imaginación, de lo muy nonada que somos y lo muy mucho que es Dios.

14. Doos un aviso: que no penséis por fuerza vuestra ni diligencia llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción, quedaréis frías; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba todo,decir: «fiat voluntas tua».

Capítulo 33

En que trata la gran necesidad que tenemos de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas palabras del Paternóster: «Panem nostrum quotidianum da nobis hodie».

1. Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra flaqueza y que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor -como somos flacos y El tan piadoso-, y que era menester medio, porque dejar de dar lo dado vio que en ninguna manera nos conviene, porque está en ello toda nuestra ganancia; pues cumplirlo vio ser dificultoso, porque decir a un regalado y rico que es la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto, sino a su propósito; pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia ni basta razón para que lo entienda; pues decir a un.religioso que está mostrado a libertad y a regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo y que mire que ya no son solas palabras con las que ha de cumplir cuando dice esta palabra, sino que lo ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que cumpla sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin rodeos, que esto es lo que el Señor quiere; no hay remedio aun ahora de quererlo algunos, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra que por nosotros dijo al Padre, de «fiat voluntas tua».

Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos pidió esta petición: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor».

Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y tened en muy poco lo que habéis dado pues tanto habéis de recibir.

2. Paréceme ahora a mí -debajo de otro mejor parecer- que visto el buen Jesús lo que había dado por nosotros y cómo nos importa tanto darlo y la gran dificultad que había -como está dicho- por ser nosotros tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester ver el suyo para despertarnos, y no una vez, sino cada día, que aquí se debía determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave y de tanta importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre. Porque, aunque son una misma cosa, y sabía que lo que El hiciese en la tierra lo haría Dios en el cielo y lo tendría por bueno, pues su voluntad y la de su Padre era una, era tanta la humildad del buen Jesús que quiso como pedir licencia, porque ya sabía era amado del Padre y que se deleitaba en El. Bien entendió que pedía más en esto que ha pedido en lo demás, porque ya sabía la muerte que le habían de dar, y las deshonras y afrentas que había de padecer.

3. Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su hijo, y tal hijo, y parándole tal, quisiera consentir se quedara entre nosotros cada día a padecer? -Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro. Bien sabéis a quién pedís ¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque como había ya dicho «fiat voluntas tua», habíalo de cumplir como quien es. ¡Sí, que no es como nosotros! Pues como sabe la cumple con amarnos como a Sí, así andaba a buscar cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa, este mandamiento. Mas Vos, Padre Eterno, ¿cómo lo consentisteis? ¿Por qué queréis cada día ver en tan ruines manos a vuestro Hijo? Ya que una vez quisisteis lo estuviese y lo consentisteis, ya veis cómo le pararon.

¿Cómo puede vuestra piedad cada día, cada día, verle hacer injurias? ¡Y cuántas se deben hoy hacer a este Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le debe de ver el Padre! ¡Qué de desacatos de estos herejes!

4. ¡Oh Señor eterno! ¿Cómo aceptáis tal petición? ¿Cómo lo consentís? No miréis su amor, que a trueco de hacer cumplidamente vuestra voluntad y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Es vuestro de mirar, Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa delante, por qué ha de ser todo nuestro bien a su costa. ¿Porque calla a todo y no sabe hablar por sí sino por nosotros? Pues ¿no ha de haber quien hable por este amantísimo Cordero? He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice primero y pide que le deis este pan cada día, y torna a decir «dádnoslo hoy, Señor». Pone también delante a su Padre. Es como decirle que ya una vez nos le dio para que muriese por nosotros, que ya nuestro es, que no nos le torne a quitar hasta que se acabe el mundo; que le deje servir cada día. Esto os enternezca el corazón, hijas mías, para amar a vuestro Esposo, que no hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello.

5. ¡Oh Padre Eterno! ¡Qué mucho merece esta humildad! ¿Con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya sabemos que por treinta dineros; mas para comprarle no hay precio que baste. Como se hace aquí una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza y como señor de su voluntad, lo acuerda a su Padre, que pues es suya, que nos la puede dar. Y así dice: «pan nuestro». No hace diferencia de El a nosotros; mas hacémosla nosotros de El, para no nos dar cada día por Su Majestad.

Capítulo 34

Prosigue en la misma materia. -Es muy bueno para después de haber recibido el Santísimo Sacramento.

1. Pues en esta petición, «de cada día» parece que es «para siempre». Estando yo pensando por qué después de haber dicho el Señor «cada día», tornó a decir «dánoslo hoy, Señor», ser nuestro cada día, me parece a mí porque acá le poseemos en la tierra y le poseeremos también en el cielo, si nos aprovechamos bien de su compañía, pues no se queda para otra cosa con nosotros sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros.

2. El decir «hoy», me parece es para un día, que es mientras durare el mundo, no más. ¡Y bien un día! Y para los desventurados que se condenan, que no le gozarán en la otra, no es a su culpa si se dejan vencer, que El no los deja de animar hasta el fin de la batalla; no tendrán con qué se disculpar ni quejarse del Padre porque se le tomó al mejor tiempo. Y así le dice su Hijo que, pues no es más de un día, se le deje ya pasar en servidumbre; que pues Su Majestad ya nos le dio y envió al mundo por sola su voluntad, que El quiere ahora por la suya propia no desampararnos, sino estarse aquí con nosotros para más gloria de sus amigos y pena de sus enemigos; que no pide más de «hoy», ahora nuevamente; que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos. Su Majestad nos le dio -como he dicho- este mantenimiento y maná de la Humanidad, que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar de los suyos.

3. Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os deje «hoy» a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin El; que baste, para templar tan gran contento, que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para recibirle dignamente

4. De otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis dejado en la voluntad de Dios; digo en estos tiempos de oración, que tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros para que trabajéis y ganéis de comer. Mas con el cuidado no curéis gastar en eso el pensamiento en ningún tiempo; sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros, y descanse el alma. Dejad ese cuidado -como largamente queda dicho- a vuestro Esposo, que El le tendrá siempre.

5. Es como si entra un criado a servir; tiene cuenta con contentar a su señor en todo. Mas él está obligado a dar de comer al siervo mientras está en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre que no tiene para sí ni para él. Acá cesa esto; siempre es y será rico y poderoso. Pues no sería bien andar el criado pidiendo de comer, pues sabe tiene cuidado su amo de dárselo y le ha de tener. Con razón le dirá que se ocupe él en servirle y en cómo le contentar, que por andar ocupado el cuidado en lo que no le ha de tener no hace cosa a derechas.

Así que, hermanas, tenga quien quisiere cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a conocer, que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.

6. ¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santísimo manjar, y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que lo es, y conozco una persona de grandes enfermedades que, estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo. Esto muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían fingir, a mi parecer. Y porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en los que dignamente le reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?

7. Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los.ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrábase con El. Procuraba recoger los sentidos para que todos entendiesen tan gran bien, digo, no embarazasen al alma para conocerle. Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo. Y aunque no sintiese devoción, la fe la decía que estaba bien allí.

8. Porque, si no nos queremos hacer bobos y cegar el entendimiento, no hay que dudar; que esto no es representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte mas lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje.

9. Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad que no nos conviene, que es otra cosa verle glorificado, o cuando andaba por el mundo; no habría sujeto que lo sufriese, de nuestro flaco natural, ni habría mundo ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta verdad eterna, se vería ser mentira y burla todas las cosas de que acá hacemos caso. Y viendo tan gran majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla como yo, que tanto le ha ofendido, estar tan cerca de El? Debajo de aquel pan está tratable; porque si el rey se disfraza no parece se nos daría nada de conversar sin tantos miramientos y respetos con El; parece está obligado a sufrirlo, pues se disfrazó.

¡Quién osara llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con tantas imperfecciones!

10. ¡Oh, cómo no sabemos lo que pedimos, y cómo lo miró mejor su sabiduría! Porque a los que ve se han de aprovechar de su presencia, El se les descubre; que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma por grandes sentimientos interiores y por diferentes vías. Estaos vos con El de buena gana. No perdáis tan buena sazón de negociar como es la.hora después de haber comulgado. Si la obediencia os mandare, hermanas, otra cosa, procurad dejar el alma con el Señor; que si luego lleváis el pensamiento a otra y no hacéis caso ni tenéis cuenta con que está dentro de vos, ¿cómo se os ha de dar a conocer? Este, pues, es buen tiempo para que os enseñe nuestro Maestro, y que le oigamos y besemos los pies porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con vos.

11. Si esto habéis de pedir mirando una imagen de Cristo que estamos mirando, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el dibujo. ¿No lo sería, si tuviésemos un retrato de una persona que quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy bueno y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona, o quiere darnos a entender lo está con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A cada cabo que volviésemos los ojos, la querría ver. ¿En qué mejor cosa ni más gustosa a la vista la podemos emplear, que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí todos los bienes? Desventurados estos herejes que han perdido por su culpa esta consolación, con otras.

12. Mas acabando de recibir al Señor, pues tenéis la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo y muchas lo querría decir, que si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgareis, y procurad tener tal conciencia que os sea lícito gozar a menudo de este bien, que no viene tan disfrazado que, como he dicho, de muchas maneras no se dé a conocer, conforme al deseo que tenemos de verle. Y tanto lo podéis desear, que se os descubra del todo.

13. Mas si no hacemos caso de El, sino que en recibiéndole nos vamos de con El a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Hanos de traer por fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a conocer? No, que no le trataron tan bien cuando se dejó ver a todos al descubierto y les decía claro quién era, que muy pocos fueron los que le creyeron. Y así harta misericordia nos hace a todos, que quiere Su Majestad entendamos que es El el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho le desean, porque éstos son sus.verdaderos amigos. Que yo os digo que quien no le fuere y no llegare a recibirle como tal, habiendo hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa y procura echarle de sí. Así que este tal, con otros negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que lo más presto que puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.

Capítulo 35

Acaba la materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.

1. Heme alargado tanto en esto, aunque había hablado en la oración del recogimiento de lo mucho que importa este entrarnos a solas con Dios, por ser tan importante. Y cuando no comulgareis, hijas, y oyereis misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho, y hacer lo mismo de recogeros después en vos, que es mucho lo que se imprime el amor así de este Señor.

Porque aparejándonos a recibir, jamás por muchas maneras deja de dar que no entendemos. Es llegarnos al fuego que, aunque le haya muy grande, si estáis desviadas y escondéis las manos, mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar adonde no haya fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a El, que si el alma está dispuesta -digo que esté con deseo de perder el frío-y se está allí un rato, para muchas horas queda con calor.

2. Pues mirad, hermanas, que si a los principios no os hallareis bien (que) podrá ser, porque os pondrá el demonio apretamiento de corazón y congoja, porque sabe el daño grande que le viene de aquí), haraos entender que halláis más devoción en otras cosas y aquí menos. No dejéis este modo; aquí probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas almas que le acompañen y le sigan en los trabajos; pasemos por El algo, que Su Majestad os lo pagará. Y acordaos también qué de personas habrá que no sólo quieran no estar con El, sino que con descomedimiento le echen de sí. Pues algo hemos de pasar para que entienda le tenemos deseo de ver. Y pues todo lo sufre y sufrirá por hallar sola un alma que le reciba y tenga en sí con amor, sea ésta la vuestra. Porque, a no haber ninguna, con razón no le consintiera quedar el Padre Eterno con nosotros; sino que es tan amigo de amigos y tan señor de sus siervos, que, como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere.estorbar obra tan excelente y adonde tan cumplidamente muestra el amor que tiene a su Padre.

3. Pues, Padre santo que estás en los cielos, ya que lo queréis y lo aceptáis, y claro está no habíais de negar cosa que tan bien nos está a nosotros, alguien ha de haber -como dije al principio- que hable por vuestro Hijo, pues El nunca tornó de Sí. Seamos nosotras, hijas, aunque es atrevimiento siendo las que somos; mas confiadas en que nos manda el Señor que pidamos, llegadas a esta obediencia, en nombre del buen Jesús supliquemos a Su Majestad que, pues no le ha quedado por hacer ninguna cosa haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, que quiera su piedad y se sirva de poner remedio para que no sea tan maltratado. Y que pues su santo Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don para que no vaya adelante tan grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos.

4. Pues ¡qué es esto mi Señor y mi Dios! O dad fin al mundo, o poned remedio en tan gravísimos males; que no hay corazón que lo sufra, aun de los que somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos. Atajad este fuego, Señor, que si queréis podéis. Mirad que aún está en el mundo vuestro Hijo; por su acatamiento cesen cosas tan feas y abominables y sucias; por su hermosura y limpieza, no merece estar en cosa adonde hay cosas semejantes. No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro Hijo. Pues suplicaros que no esté con nosotros, no os lo osamos pedir: ¿qué sería de nosotros? Que si algo os aplaca, es tener acá tal prenda. Pues algún medio ha de haber, Señor mío, póngale Vuestra Majestad.

5. ¡Oh mi Dios! ¡quién pudiera importunaros mucho y haberos servido mucho para poderos pedir tan gran merced en pago de mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes por ventura soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan tantos males. Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan sacratísimo y, aunque nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros, por los méritos de vuestro Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya, Señor, ya ¡haced que se sosiegue este mar! No.ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos.

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