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V.- Hildegarda de Bingen

1. Al lado de Bernardo y de los canónigos regulares agustinos de san Víctor de París, la piedad mística de esta época tiene una tercera expresión, perfecta en su género, en la santa vidente Hildegarda († 1179), maestra del monasterio de Rupertsberg (Bingerbrück). Como Bernardo, aunque en menor escala, fue la guía espiritual de su época. Mantuvo importantes relaciones con príncipes, obispos y seglares (no con papas). En esta religiosa (que también ocupa un lugar eminente en la historia de las ciencias naturales) se ocultaba un reformador. Como para san Bernardo, también para ella la piedad valía más que cualquier otra cosa. Por ello se atrevió a aparecer en público y a predicar ante clero y pueblo contra los males que acechaban a la Iglesia y a exhortar a la penitencia. Como constantemente estuvo aquejada de enfermedades, toda su vida fue una continua penitencia.

Su obra Sci vias lucis (Conoce el camino de la luz, o sea, del Señor) es una vigorosa exposición profético-especulativo-visionaria de toda la esfera del ser, del Dios uno y trino, pasando por la creación, el pecado y la redención hasta el juicio final, expresada toda ella en una clara conciencia de misión. Si la ardiente piedad de Bernardo, tan interior y personalísima, se mezcla -no obstante su fuerza heroica- con una cierta dulzura, las visiones de esta santa mujer se caracterizan por su rigurosa y viril objetividad, que en parte despertó la asombrada admiración de sus contemporáneos. Su formación escolar fue muy elemental. Con mayor razón la totalidad de su producción literaria (que incluye también poemas espirituales y composiciones corales) es testimonio de unas fenomenales dotes naturales y de una sobrenatural iluminación de la fe.

2. Hildegarda, junto con otras religiosas de la época, también favorecidas por Dios (por ejemplo, Herrada de Landsperg († 1195], Isabel de Schönau († 1164]), es una clara muestra del notable mejoramiento de la situación espiritual de Occidente. Estamos muy lejos de los bárbaros de los primeros siglos del Medievo y muy lejos también de la primera fase del florecimiento de los monasterios de benedictinas, cuya actividad se reducía a la copia de manuscritos. Nos acercamos a la cima del desarrollo medieval, en el cual intervienen más a menudo las mujeres, para expresar en el marco de la vida religiosa y en el mundo de la cultura nuevas experiencias y opiniones y procurarse formas nuevas y propias de ocupación.

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