Masonería

La pertenencia a la masonería cuestiona los fundamentos cristianos

Sería una necia pretensión querer abarcar en cinco páginas toda la intrincada problemática y todos los matices de una reliada tan compleja como la masonería. Sí se puede, en cambio, intentar un acercamiento periodístico, divulgativo al mismo tiempo que sereno y responsable y tratar de responder a algunas cuestiones: ¿pero todavía hay masones?; ¿cuántos y quiénes son?; ¿qué hay de cierto en eso de que, instalados en los centros de poder y de influencia, controlan grandes sectores sociales, culturales, políticos, mediáticos, económicos?; ¿se puede ser cristiano y masón?; ¿qué dice la Iglesia de la masonería? Éstas y otras preguntas están en la calle constantemente, y dentro de poco lo van a estar más todavía, cuando el próximo mes de mayo (NdE: mayo de 2001) tenga lugar en Madrid la V Conferencia Mundial de Grandes Logias

Algunos medios de comunicación ya se han hecho eco de la noticia, y han publicado reportajes y entrevistas con motivo de dicho acontecimiento. La masonería, con sus leyendas, su historia, y el recelo y, a la vez, la curiosidad que suscita, ha sido protagonista de estudios, ensayos, libros, investigaciones y polémica desbordante. Enemigos y simpatizantes, persecuciones y contradicciones, secretismo, conveniencia, poder, política… Tantas palabras vienen a la mente cuando se nombra a la masonería.

Internet se ha convertido hoy en un buen soporte que permite hacer circular las tesis sobre las que se sustenta la masonería. En la misma página web de La Gran Logia de España, el Gran Maestro, don Tomás Sarobe, da la bienvenida a los internautas que se acerquen hasta su sitio, y en pocas líneas traza un perfil de la masonería según la propia institución: La Gran Logia de España es una orden iniciática, cuyos orígenes se remontan a la lejana antigüedad. Pertenecemos a esa Hermandad Universal de hombres libres que tanto han servido a la sociedad a través de los siglos y que desea seguir sirviéndola con un único lema: "Mejórate a ti mismo y mejorarás así la sociedad que te acoge". Explica a su vez que, para el no iniciado, resultará extraño encontrarse expresiones, lugares o vestimentas no usuales o arcaicas, y que, con la mejor intención y absoluta transparencia, la masonería se abre al visitante. (…) En nuestras logias no cabe la intriga, mucho menos la conspiración ni el sectarismo, no consintiendo ninguna discriminación por credo, raza o condición social. Está prohibida expresamente toda discusión política o religiosa. La Gran Logia de España, como todas las obediencias masónicas regulares del mundo, exige de sus miembros la obligatoriedad de ser "Creyente, libre y de buenas costumbres", como reza nuestro tradicional Código de Conducta Masónica.

Ésa es la definición que los masones hacen de sí mismos. Algunos expertos sobre el tema han hablado para Alfa y Omega, y las conclusiones son, por lo menos, sorprendentes.

¿PERO QUÉ ES LA MASONERÍA?

El profesor don Ricardo de la Cierva, historiador e investigador, ha dedicado muchos años de su vida al estudio de la masonería. Sus argumentos son tan sólidos como los documentos que presenta como pruebas irrefutables. Viajes al extranjero, sobre todo a Francia e Inglaterra, los dos países con mayor tradición masónica, y el rastreo por las bibliotecas han dado lugar a libros como El triple secreto de la masonería; o Los signos del Anticristo, entre muchos otros, donde las investigaciones y los documentos hallados, algunos de ellos inéditos en España, han dejado casi sin respuesta a la propia masonería, o a sus defensores.

Afirma que la masonería tiene una tesis fundamental: su esencia sólo puede ser comprendida por un masón. Esta tesis tiene un precedente en el siglo I después de Cristo, en los gnósticos, que buscaban la gnosis, el conocimiento profundo, y que afirmaban poder alcanzarlo sólo ellos. Ya el Papa León XIII, en su encíclica "In eminenti", explicaba que "la masonería es la actualización del paganismo antiguo y el gnosticismo". El gnosticismo nació como una reacción pagana contra el cristianismo, y se ha venido reproduciendo a lo largo de la Historia hasta hoy. Se puede afirmar que la masonería es una organización que tiene como fin fundamental acabar con el cristianismo, implantar la secularización en la sociedad, y esto se puede ver en la lectura de los rituales masónicos.

Para don César Vidal, historiador y teólogo, autor de libros como El desafío de las sectas; El retorno del ocultismo; o Nuevo diccionario de sectas y ocultismo, la masonería es un grupo secreto cuyos miembros sólo se conocen entre sí, y de hecho, en teoría, buscan fines que son atractivos, como la libertad, la ilustración o la sabiduría, pero en la práctica están más cerca de otros fines ocultos. Dentro de ese grupo hay gente que va recibiendo una iniciación progresiva o un conocimiento cada vez mayor en ciencias ocultas, que en apariencia tienen una finalidad buena y, sin embargo, en la práctica pueden tener una finalidad que dista mucho de ser tan buena. En el caso de la masonería hay un elemento que me parece peculiar, y es que en general, dentro de todas las sociedades secretas e iniciáticas, las personas que están en los escalones inferiores desconocen el grado de iniciación de los escalones superiores. Es decir, que la gente que está en un grado de iniciación bajo no creería, seguramente, en muchas de las cosas que suceden en escalones superiores, sencillamente porque las desconocen, y como no forman parte del área de conocimiento en la que han sido iniciados, les parecen imposibles. En este sentido, César Vidal afirma que, si uno le dijera a una persona que pertenece a los grados inferiores de iniciación de la masonería, que ésta, en sus grados superiores, es diabólica, le parecería un disparate. Es posible, incluso, que esta persona identifique al Gran Arquitecto del Universo con el Dios de la religión de la que procede, que puede ser, por ejemplo, la católica, o la musulmana, etc. Sin embargo, para una persona iniciada en grados superiores de la masonería, sí que está muy claro que el Gran Arquitecto no es el Dios de otras religiones, sino que es Lucifer, y eso está comprobado porque aparece en algunos de los textos clásicos masones. En las obras de Pike, que fue patriarca de la masonería en Estados Unidos, aparece muy claro que la cosmovisión que tiene la masonería, o al menos en las obediencias masónicas en las que él estaba iniciado, era una cosmovisión diabólica. Lucifer para ellos no era un personaje negativo, sino positivo y caracterizado por transmitir la luz y el conocimiento último. Esa visión diabólica, que para la gente que ha sido iniciada en escalones superiores es muy clara, para la gente que está en escalones inferiores, si uno se lo comentara, pensaría que es una calumnia y una injuria para la masonería, porque diría que ésta sólo tiene valores que, en términos generales, son muy limpios.

El Código Moral Masónico, que la propia Gran Logia de España hace público, recoge 23 mandamientos: Venera al Gran Arquitecto del Universo. El verdadero culto que se da al Gran Arquitecto consiste principalmente en las buenas obras. Ten siempre tu alma en estado puro, para aparecer dignamente delante de tu conciencia. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Haz bien por amor al mismo bien… Son una muestra de este código moral, que contiene máximas, algunas de las cuales el lector habrá leído más de una vez…

A la pregunta: ¿Qué es la masonería?, Fernando José Vaquero, estudioso de la masonería, en un artículo para la revista electrónica Arbil, hace la siguiente reflexión: Es una difícil pregunta, pues, ante todo, lo que la caracteriza es el secreto. Aunque para algunos autores se trata de una sociedad cerrada, o simplemente discreta. Y es lógico que, dados sus ignotos fines, otros consideren que sólo sale a la luz pública aquello que interesa a los propios masones que así sea (…), pero en un asunto en el que el secreto todo lo vela, ¿dónde termina lo real y empieza la fantasía?

¿PUEDE SER UN CATÓLICO SER MASÓN?

A lo largo de su historia la Iglesia católica ha condenado y desaconsejado a sus fieles la pertenencia a asociaciones que se declaraban ateas y contra la religión, o que podían poner en peligro la fe. Entre estas asociaciones se encuentra la masonería. Actualmente, la legislación se rige por el Código de Derecho Canónico promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, que, en su canon 1374, señala: Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación ha de ser castigado con entredicho.

Esta nueva redacción supone dos novedades respecto al Código de 1917: la pena no es automática y no se menciona expresamente a la masonería como asociación que conspire contra la Iglesia. Previendo posibles confusiones, un día antes de que entrara en vigor la nueva ley eclesiástica del año 1983, fue publicada una declaración firmada por el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En ella se señala que el criterio de la Iglesia no ha variado en absoluto con respecto a las anteriores declaraciones, y la nominación expresa de la masonería se había omitido por incluirla junto a otras asociaciones. Se indica, además, que los principios de la masonería siguen siendo incompatibles con la doctrina de la Iglesia, y que los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas no pueden acceder a la Sagrada Comunión.

Don Ricardo de la Cierva afirma, en este sentido, que la Iglesia ha condenado siempre la masonería. En el siglo XVIII los Papas lo hicieron con mucha más fuerza, y en el XIX se mantuvieron. En el Código de Derecho Canónico de 1917 se excomulgaba a los católicos que dieran su nombre a la masonería, y en el de 1983 el canon de la excomunión desaparece, junto con la mención explícita de la masonería, lo que ha podido crear en algunos la falsa opinión de que la Iglesia poco menos que aprueba a la masonería.

Es difícil hallar un tema explica Federico R. Aznar Gil, en su ensayo La pertenencia de los católicos a las agrupaciones masónicas según la legislación canónica actual (1995) sobre el que las autoridades de la Iglesia católica se hayan pronunciado tan reiteradamente como en el de la masonería: desde 1738 a 1980 se conservan no menos de 371 documentos sobre la masonería, a los que hay que añadir las abundantes intervenciones de los dicasterios de la Curia Romana y, a partir sobre todo del Concilio Vaticano II, las no menos numerosas declaraciones de las Conferencias Episcopales y de los obispos de todo el mundo. Todo ello está indicando que nos encontramos ante una cuestión vivamente debatida, fuertemente sentida y cuya discusión no se puede considerar cerrada.

Casi desde su aparición, como explica Fernando José Vaquero, la masonería generó preocupaciones en la Iglesia. Clemente XII, en In eminenti, había condenado a la masonería. Más tarde, León XIII, en su encíclica Humanum genus, de 20 de abril de 1884, la calificaba de organización secreta, enemigo astuto y calculador, negadora de los principios fundamentales de la doctrina de la Iglesia…

En el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917 establecía que los que dan su nombre a la secta masónica, o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica.

El delito según Federico R. Aznar Gil consistía en primer lugar en dar el nombre o inscribirse en determinadas asociaciones (…) En segundo lugar, la inscripción se debía realizar en alguna asociación que maquinase contra la Iglesia: se entendía que maquinaba "aquella sociedad que, por su propio fin, ejerce una actividad rebelde y subversiva o las favorece, ya por la propia acción de los miembros, ya por la propagación de la doctrina subversiva; que, de forma oral o por escrito, actúa para destruir la Iglesia, esto es, su doctrina, autoridades en cuanto tales, derechos, o la legítima potestad civil" (…) En tercer lugar, las sociedades penalizadas eran la masonería y otras del mismo género, con lo cual el Código de Derecho Canónico establecía una clara distinción: mientras que el ingreso en la masonería era castigado automáticamente con la pena de excomunión, la pertenencia a otras asociaciones tenía que ser explícitamente declarada como delictiva por la autoridad eclesiástica en cada caso.

Los motivos que argumentaba la Iglesia católica para su condena a la masonería eran fundamentalmente: el carácter secreto de la organización, el juramento que garantizaba ese carácter oculto de sus actividades y los complots perturbadores que la masonería llevaba a cabo en contra de la Iglesia y los legítimos poderes civiles. La pena establecía directamente la excomunión, estableciéndose además una pena especial para los clérigos y los religiosos en el canon 2336, según escribe Federico R. Aznar Gil. También se recordaban las condiciones establecidas para proceder a la absolución de esta excomunión, que consistían en el alejamiento y la separación de la masonería, reparación del escándalo del mejor modo posible, y cumplimiento de la penitencia impuesta.

Las consecuencias de la excomunión incluían, por ejemplo, la privación de la sepultura eclesiástica y de cualquier misa exequial, de ser padrinos de bautismo, de confirmación, de no ser admitidos en el noviciado, y el consejo en este caso a las mujeres de no contraer matrimonio con masones, así como la prohibición al párroco de asistir a las nupcias sin consultar con el Ordinario.

A partir de la celebración del Concilio Vaticano II, un incipiente diálogo entre masones y católicos hizo que la situación comenzara a cambiar. Algunos Episcopados (de Francia, Países Escandinavos, Inglaterra, Brasil o Estados Unidos) empezaron a revisar la actitud ante la masonería; por un lado, revisando desde la Historia los motivos que llevaron a adoptar a la Iglesia su actitud condenatoria, tales como su moral racionalista masónica, el sincretismo, las medidas anticlericales promovidas y defendidas por masones; y, por otro lado, se cuestionó que pudiera entenderse a la masonería como un solo bloque, sin tener en cuenta la escisión entre masonería regular, ortodoxa y tradicional, religiosa y apolítica aparentemente, y la segunda, la irregular, irreligiosa, política, heterodoxa.

Estos motivos y las más o menos constantes peticiones llegadas de varias partes del mundo a Roma, diálogos y debates, hicieron que, entre 1974 y 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe retomase los estudios sobre la masonería y publicase tres documentos que supusieron una nueva interpretación del canon 2335. En este ambiente de cambios, no extraña que el cardenal J. Krol, arzobispo de Filadelfia, preguntase a la Congregación para la Doctrina de la Santa Fe si la excomunión para los católicos que se afiliaban a la masonería seguía estando en vigor. La respuesta a su pregunta la dio la Congregación a través de su Prefecto, en una carta de 19 de julio de 1974. En ella se explica que, durante un amplio examen de la situación, se había hallado una gran divergencia en las opiniones, según los países. La Sede Apostólica no creía oportuno, consecuentemente, elaborar una modificación de la legislación vigente hasta que se promulgara el nuevo Código de Derecho Canónico. Se advertía, sin embargo, en la carta, que existían casos particulares, pero que continuaba la misma pena para aquellos católicos que diesen su nombre a asociaciones que realmente maquinasen contra la Iglesia. Mientras que para los clérigos, religiosos y miembros de institutos seculares la prohibición seguía siendo expresa para su afiliación a cualquiera de las asociaciones masónicas. La novedad en esta carta residía en la admisión, por parte de la Iglesia católica, de que podían existir asociaciones masónicas que no conspiraban en ningún sentido contra la Iglesia católica ni contra la fe de sus miembros.

Las dudas no tardaron en plantearse: ¿cuál era el criterio para verificar si una asociación masónica conspiraba o no contra la Iglesia?; y ¿qué sentido y extensión debía darse a la expresión conspirar contra la Iglesia?

El clima generalizado de acercamiento entre las tesis de algunos católicos y masones fue roto por la declaración del 28 de abril de 1980 de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la pertenencia de los católicos a la masonería. Como recoge Federico R. Aznar Gil, la declaración explicaba que, durante los años 1974 y 1980, se habían mantenido numerosos coloquios oficiales entre católicos y masones; que por parte católica se habían examinado los rituales masónicos de los tres primeros grados; y que los obispos católicos habían llegado a la conclusión de que había oposiciones fundamentales e insuperables entre ambas partes: "La masonería decían los obispos alemanes no ha cambiado en su esencia. La pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana" (&) Las principales razones alegadas para ello fueron las siguientes: la cosmología o visión del mundo de los masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva, y no se puede armonizar con la fe cristiana; el concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo que no es compatible con el concepto católico; también el concepto de religión es relativista (&) y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, el concepto de Dios, simbolizado a través del "Gran Arquitecto del Universo" es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción de Dios de los católicos (&)

El 17 de febrero de 1981, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una declaración en la que afirma de nuevo la excomunión para los católicos que den su nombre a la secta masónica y a otras asociaciones del mismo género, con lo cual, la actitud de la Iglesia permanece invariable, e invariable permanece aún en nuestros días.

LA MASONERÍA HOY

La revista Tiempo, en un reportaje sobre la masonería en España, titulado De las tinieblas a Internet. Los nuevos masones, publicado en abril del pasado año, calculaba en unos 3.000 los masones en España. En él, el Gran Maestro Regional de Castilla de la Gran Logia Española afirmaba que, en el último año, habían tenido un 15 por 100 más de ingresos, y la mayor parte gracias a Internet. Sus esfuerzos por introducirse en nuestra sociedad contrastan con su férreo sometimiento a tradiciones antiguas. Sin embargo, estos intentos de modernización se ven frustrados cuando se examinan las relaciones entre masonería y poder. El reportaje antes citado explica que uno de los defectos que critican los detractores de la masonería es su comportamiento excluyente, actuando como un clan riguroso que se apoya en la enorme telaraña internacional por donde se extienden. En los años 90, durante los Gobiernos del PSOE, más de una vez hubo que renunciar a la alta política diplomática y echar mano de las conexiones personales de masones españoles sobre algún influyente masón galo, para recabar de Francia mayor apoyo en la lucha antiterrorista contra ETA. Por esa época, el jefe de los servicios secretos franceses, la DSGSI, era Pierre Marion, un destacado masón galo, miembro de la Gran Logia Nacional Francesa.

Es un testimonio, pero muchos más intentan demostrar la avalancha de políticos y hombres de poder (en Estados Unidos, casi todos los Presidentes del país han sido masones) que han pertenecido a esta asociación, cuyas puertas volvieron a abrirse en España cuando se volvió a legalizar en 1977, tras la clandestinidad durante el franquismo.

En palabras de don Ricardo de la Cierva, en España hoy día la masonería es bastante discreta. No así en Francia como demuestra el último número de Le Figaro Magazine. Allí todo es ostentación, sus edificios modernos y costosos hablan por sí solos, al igual que en Inglaterra. Hay que tener claro que, para su finalidad principal, necesitan el poder. Yo hoy, lo que veo innegable es una conexión entre la masonería y la Internacional socialista. En el libro de Jacques Mitterrand, primo hermano del ex Presidente Mitterrand, masón y alto cargo del partido socialista de Francia, titulado "La política de los francmasones", publicado en 1975, decía que, "así como en el siglo XVIII la masonería equivalía a la igualdad, en el siglo XIX a la libertad, en el siglo XX la masonería equivale al socialismo de raíz marxista". Este libro desapareció de la venta a las pocas semanas.

ORIGEN DE LA MASONERÍA

Ríos de tinta han corrido ya, y correrán mares todavía, acerca de esta organización secreta. Antigua, atractiva por sus ritos, por sus tradiciones y por su carácter aparentemente filantrópico, entre otras muchas cosas. Los masones remontan sus orígenes a una leyenda que tiene lugar en la construcción del Templo de Salomón por Hiram de Tiro, un sabio arquitecto, que sería el primer masón de la Historia. Según esta leyenda, el arquitecto habría establecido jerarquías entre las constructores que tenía bajo sus órdenes, unos 153.000, a los que dividió en aprendices, compañeros y maestros, que eran conocedores de un santo y seña, palabra que mantenían en secreto. Hiram fue asesinado a manos de unos compañeros que deseaban conocer la palabra secreta. Los instrumentos bajo los cuales Hiram falleció eran la regla o compás, la escuadra y un mazo, que hoy en día son los símbolos que presiden las Logias o Asambleas de los masones.

Existe, no obstante, unanimidad al afirmar que el origen concreto de la masonería son las Hermandades profesionales de Constructores de catedrales y de otros templos en la Edad Media, que poseían secretos técnicos e iniciáticos.Estas Hermandades constituyen el período antiguo u operativo de la masonería. Según don Ricardo de la Cierva, la masonería nació cristiana en un principio. Era una asociación secreta de los gremios de constructores de la alta Edad Media, los siglos XI, XII y XIII. Al principio sólo se transmitían los secretos de su oficio. Lo que comenzó siendo estrictamente profesional e independiente, pues no estaban sometidos a ninguna autoridad, cambió al llegar la Baja Edad Media y la Edad Moderna.En las logias comenzaron a ser aceptados caballeros que no eran masones, y les llamaban "aceptados".Eran abogados, médicos, etc. y los ritos comenzaron a ser más simbólicos. A finales del siglo XVII en Inglaterra los masones aceptados eran ya mayores en número a los operativos y originales.

Existen dos grandes tendencias en la masonería: la regular, cercana a la Gran Logia Unida de Inglaterra, tradicional y creyente en el Gran Arquitecto del Universo; y la irregular o liberal, próxima al Gran Oriente de Francia y atea. Además, cuentan con una serie de ritos, de los cuales el más común y practicado es el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que consta de 33 grados, como explica Fernando José Vaquero. La Gran Logia de Londres tenía, en sus comienzos, 3 grados: aprendiz, compañero y maestro; y, según los grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la masonería se divide de esta manera: de los grados uno al tercero se trata de masonería simbólica; de los grados cuarto al número 30, masonería filosófica; y del 31 al 33 la masonería es sublime. Sin embargo, tal y como explica Fernando José Vaquero, tradicionalmente, el paso de un grado a otro se producía en una ceremonia de iniciación. Las más importantes correspondían a unos determinados grados, pero en la actualidad los masones consideran que se han desnaturalizado estas ceremonias y que la mayoría de los grados se conceden por comunicación, casi "por años de servicio".

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