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Primera santa piel roja: Kateri Tekakwitha

«En esta época, cuando el principio del placer que domina nuestra sociedad, y cuando la gente gasta todo tipo de tiempo, esfuerzo y energía para eliminar la cruz del cristianismo y para escapar de las realidades a veces duras y responsabilidades de la vida cristiana madura, Kateri Tekakwitha se erige como un ejemplo heroico de cómo integrar el misterio de la cruz con el misterio de la resurrección de una manera que da honor y gloria a Dios y que garantiza un servicio de amor a su pueblo» (Monseñor Howard J. Hubbard, DD, Obispo de Albany, Nueva York)

Me llena de satisfacción la noticia de la próxima canonización de la beata Kateri Tekakwitha anunciada por el Santo Padre, Benedicto XVI, para el próximo 21 de octubre. Más aún cuando esta coincide con el comienzo de la celebración del Año de la Fe.

Conocí de su existencia hace poco más de dos años. Uno de mis hijos pasó unos meses en Milwoky y la familia que le acogió, con una generosidad fuera de lo habitual, le regaló una reliquia de esta beata india, hija de una algonquína cristiana capturada por los iroqueses y un jefe de la tribu Mohak.

Al principio pensé que era un presente cuanto menos original. Llena de curiosidad empecé a buscar documentación sobre esta joven aborigen de la tribu de los iroqueses. Y he de confesar que la vida del ««Lirio –o flor de pascua–, de los Mohawks», como así la llaman, me fascino desde el primer instante.

En primer lugar, porque como bien señala La Hermana Kateri Mitchell, directora ejecutiva de la Conferencia Nacional Tekakwitha, del mismo clan Turtle de la nación mohawk, «la vida de la beata Kateri fue el vínculo de las dos tradiciones culturales – las formas tradicionales (americana nativa) y el catolicismo (…) Ambas tradiciones me han hecho personalmente más fuerte. Tenemos nuestros valores tradicionales y nuestros valores cristianos, y encuentro que los dos son compatibles en mi vida para caminar por el sendero en forma más fuerte y con mayor dedicación». (1)

En segundo lugar, porque la vida de Kateri no fue fácil pero si extraordinaria. Es más, si la repasamos con atención nos tropezamos con una mujer tenaz y valiente que no dudó en abrazar la fe aún consciente de que esta decisión le provocaría el rechazo y el desprecio de su pueblo. El Padre John Paret, jesuita y miembro del personal del Santuario de Nuestra Señora de los Mártires en Auriesville, Nueva York, y uno de los vicepostuladores de la causa de Kateri, señala que «en esos días, el que una niña india no se casara era simplemente fuera de lo común, pero ella dijo: ‘No, quiero ser esposa de Cristo’ y nadie pudo quitarle eso de su cabeza». Es más, Kateri Tekakwitha se erige como un ejemplo heroico de cómo integrar el misterio de la cruz con el misterio de la resurrección de una manera que da honor y gloria a Dios y que garantiza un servicio de amor a su pueblo». (2)

Su espíritu de mortificación– en algunas ocasiones por el afán de expiar los excesos carnales de su pueblo, en otras como «actos de amor y agradecimiento» a Cristo y a la Santísima Virgen– , la llevo incluso a colocar brasas encendidas entre los dedos de los pies, hacer la oración de rodillas en la nieve, o dormir en un lecho de espinas como San Luis Gonzaga.

Además, me sorprende –por lo novedoso e inusual para la época–, como encontraba a Dios en las tareas ordinarias de su vida, como señalaba su director espiritual, el Padre Pierre Cholene , recogidas en la Positio de la causa de beatificación: «Ella logró, sin ningún otro maestro que el Espíritu Santo, un don sublime de la oración,(…) No lo hizo, sin embargo, a la exclusión de las realidades y los deberes de su vida, y de hecho tenía la sensación de que toda la realidad era el lugar donde podía ser buscada y encontrada(…)Al unirse a sí misma a Dios ella se adjunta al trabajo, como a un medio muy adecuado de la unión con Él, así como para conservar durante todo el día las buenas inspiraciones que había recibido en el por la mañana al pie del altar».

Por esta razón, no es de extrañar que Juan Pablo II, el 22 de junio de 1980, en la Beatificación de cinco nuevos beatos entre los que se encontraba esta joven virgen piel roja, nos recordara que: «esta dulce, frágil y fuerte figura de una joven, muerta a los 24 años de edad: Catalina Tekakwitha, el «lirio de los Mohawks», la primera virgen iroquesa,(…) es gentil, dócil, laboriosa y pasa el tiempo trabajando, rezando y meditando. A los 20 años recibe el bautismo. Incluso en las temporadas de caza, siguiendo a su propia tribu, continúa sus ejercicios de piedad, que realiza ante una tosca cruz, que ella misma ha tallado en la selva. Invitada por su familia al matrimonio, responde con mucha serenidad y firmeza que tiene a Jesús como único esposo; tal decisión, consideradas las condiciones sociales de la mujer en las tribus indias de aquel tiempo, supone para Catalina el riesgo de vivir marginada y en la miseria. Es un gesto valeroso, contracorriente, profético: el 25 de marzo de 1679, a los 23 años, Catalina, con el consentimiento de su director espiritual, hace voto de perpetua virginidad, el primero conocido, de esa índole, entre los indios de Norteamérica.

Los últimos meses de su vida son una manifestación cada vez mayor de su fe sólida, de su límpida humildad, de su serena resignación, de su gozo luminoso, aun en medio de atroces sufrimientos. Sus últimas palabras, sencillas y sublimes, susurradas en trance de muerte, sintetizan, como cántico altísimo, una vida de purísima caridad: «Jesús, te amo».(3)

SU VIDA

En la (web site oficial del Santuario Nacional de la beata Kateri Tekakwitha http://www.katerishrine.com/ ) en Fonda (New York) encontramos esta pequeña biografía:

«Kateri Tekakwitha fue una joven Mohawk que vivió en el siglo XVII.La historia de su conversión al cristianismo, su coraje en la cara de sufrimiento y de su santidad extraordinaria es una inspiración para todos los cristianos. (…) Kateri nació en 1656 de una madre Algonquin y un jefe Mohawk en la aldea fortificada de Mohawk Canaouaga o Ossernenon (hoy en dia, Auriesville) en el estado de Nueva York. Cuando tenía sólo 4 años de edad sus padres y su hermano murieron de una epidemia de viruela. Kateri sobrevivió a la enfermedad, pero dejó su cara marcada y con una discapacidad grave en su vista.

Debido a su mala visión, Kateri fue nombrado «Tekakwitha«, que significa «la que se tropieza con las cosas». Kateri fue recogida por su tío, que se opuso duramente al cristianismo. Cuando tenía 8 años de edad, la familia de acogida de Kateri, de acuerdo con las costumbres iroquesas costumbre, la emparejó con un niño a la espera que se casarían. Sin embargo, Kateri quería dedicar su vida a Dios.Su tío desconfiaba de los colonos debido a la forma en que trataban a los indios y que fueron los responsables de la introducción de la viruela y otras enfermedades mortales en la comunidad indígena.

Cuando Kateri tenía diez años, en 1666, una partida de guerra compuesta por soldados franceses e indios hostiles de Canadá destruyó las fortalezas de Mohawk situados en la orilla sur del rio Mohawk, incluyendo Ossernenon. Los mohawks supervivientes se trasladaron a la parte norte del río y construyeron su pueblo fortificado cerca del actual pueblo de Fonda. Kateri vivido en Caughnawaga, sede del Santuario de la actualidad, durante sus siguientes diez años.

Cuando Kateri tuvo 18 años de edad, comenzó las instrucciones de la fe católica en secreto. Su tío, finalmente cedió y dio su consentimiento para que Kateri se convirtiera al cristianismo, a condición de que ella no tratara de salir de la aldea india. Por unirse a la Iglesia Católica, Kateri fue ridiculizada y despreciada por los aldeanos. Fue sometida a acusaciones injustas y su vida se vio amenazada. Casi dos años después de su bautismo, en el lugar donde hoy se erige el Santuario de Kateri, se escapó a la Misión de San Francisco Javier, un asentamiento de indios cristianos en Canadá.

El pueblo en Canadá llamado Caughnawaga (Kahnawake). Aquí era conocida por su dulzura, amabilidad y buen humor. El día de Navidad 1677 Kateri hizo su primera comunión y en la Fiesta de la Anunciación en 1679 hizo voto de virginidad perpetua. Asimismo, se ofreció a la Santísima Madre para que la aceptara como una hija.

Durante su estancia en Canadá, Kateri enseñaba oraciones a los niños y trabajaba con los ancianos y enfermos. Ella solía ir a misa, tanto al amanecer como al atardecer. Ella era conocida por su gran devoción al Santísimo Sacramento y de la Cruz de Cristo.

Durante los últimos años de su vida, Kateri soportó un gran sufrimiento de una enfermedad grave. Ella murió el 17 de abril de 1680, poco antes de cumplir 24 años, y fue enterrado en Kahnawake, Quebec, Canadá.

Las últimas palabras de Kateri fueron:. «Jesos Konoronkwa», que significa: «Jesús, Te amo»

Los testigos informaron de que a los pocos minutos de su muerte, las marcas de viruela le desaparecieron por completo y su rostro resplandecía con encanto radiante.

Antes de su muerte, Kateri prometió a sus amigos que iba a seguir amando y orar por ellos en el cielo. Tanto los nativos americanos y los colonos, de inmediato, comenzaron a orar por su intercesión celestial. Varias personas, incluyendo a un sacerdote que asistió a Kateri durante su última enfermedad, informaron que Kateri se les había aparecido y muchos milagros de sanación fueron atribuidos a ella".

Novena a la Beata Kateri

Kateri, hija favorita, Flor de la algonquinos y lirio de los mohawks, venimos a buscar tu intercesión en nuestra necesidad actual: (mencionar aquí).

Admiramos las virtudes que adornaban tu alma: el amor a Dios y al prójimo, la humildad, la obediencia, la paciencia, la pureza y el espíritu de sacrificio.

Ayúdanos a imitar tu ejemplo en nuestra vida. A través de la bondad y la misericordia de Dios, que te bendijo con tantas gracias que te llevaron a la verdadera fe y con un alto grado de santidad, ruega a Dios por nosotros y ayúdanos.

Concédenos una devoción muy ferviente de la Sagrada Eucaristía para que podamos amar a la Santa Misa como tu lo hiciste y recibir la Santa Comunión con la frecuencia que nos sea posible. Enséñanos también a ser devotos como tú, de nuestro Salvador crucificado, que con gozo podamos llevar nuestras cruces de cada día por amor a El. Quien tanto ha sufrido por amor a nosotros. Más que todo te ruego que ores para que podamos evitar el pecado, llevar una vida santa y salva nuestras almas. Amén.

En acción de gracias a Dios por las gracias concedidas a Kateri: un Padre Nuestro, Avemaría y Gloria tres de Be. Kateri, la flor de los algonquinos y lirio de los mohawks, ruega por nosotros.(4)

Notas

(1)Tom Tracy escribe desde West Palm Beach, Florida

(2)Tres cualidades de Kateri Tekakwitha, el obispo Hubbard

(3)Juan Pablo II, Santa misa para la proclamación de cinco nuevos beatos,22 de junio de1980)

(4) Del libro del Padre Lovasik: Kateri de los mohawks

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