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La Invención de Hugo

La Invención de Hugo

Título Original: Hugo Cabret
Año de producción: 2011
País: EE.UU.
Dirección: Martin Scorsese
Intérpretes: Asa Butterfield, Chloe Moretz, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Christopher Lee, Emily Mortimer, Ray Winstone, Helen McCrory, Michael Stuhlbarg, Richard Griffiths, Jude Law
Argumento: Brian Selznick (libro)
Guión: John Logan
Música: Howard Shore
Fotografía: Robert Richardson
Distribuye en Cine: Paramount
Duración: 126 min.
Género: Aventuras, Thriller
Fecha de estreno en España: 24 de febrero de 2011

Sinopsis

París, tras la Primera Guerra Mundial. El pequeño Hugo Cabret, que ha heredado de su padre el gusto por los inventos, se ha quedado huérfano. Y tras desaparecer su viejo tío borrachín, que se ocupaba del mantenimiento del reloj de la estación de tren, vive solo en la torre, junto a la complicada maquinaria que ayuda a marcar las horas, sin que nadie lo sepa. Toda su ilusión es poner en marcha un autómata que andaba reparando su padre, y que cree que le ayudará a dar un sentido a su vida. Le ayudará Isabelle, que siempre ha deseado vivir una ventura, y se encuentra bajo la tutela de sus padrinos Georges y Jeanne. El viejo Georges regenta una tienda de juguetes mecánicos, de la que de vez en cuando Hugo birla piezas, y está amargado por algún suceso indeterminado del pasado.

Críticas

[Ana María Pérez-Guerrero - Colaboradora de Cinemanet]

Hugo Cabret es un huérfano que vive en una torre de la estación de trenes de París, en donde se dedica al mantenimiento de los relojes de la terminal. Actividad que ejerce en secreto y que hace compatible con la reparación de un autómata, que su padre dejara inconclusa, debido a su trágica muerte. Hugo piensa que si consigue este cometido, es posible que el androide le revele un mensaje de su progenitor que le ayude afrontar el futuro. Pero las cosas se complican cuando el dueño de una juguetería de la estación se hace con la libreta donde el padre de Hugo deja algunas directrices para el arreglo del muñeco. Así, el pequeño protagonista, con la ayuda de Isabelle, la nieta del juguetero, intenta recuperar su cuaderno, así como desvelar el misterio que parece unir el destino del muchacho con el del anciano.

Estamos ante una película atípica en la filmografía de Martin Scorsese, más por tratarse de una cinta familiar que por la altísima calidad de la cinta. En ella se vuelve a demostrar el buen hacer de este director, así como su amor por el Séptimo arte. Para quien escribe, este film es un regalo por tres razones. La primera, porque es una demostración más de que el cine familiar no tiene porque ser una categoría menor entre las producciones que se estrenan en las salas, algo que también han dejado claro títulos de directores como Spielberg o Lucas, así como los realizados por Pixar, y que, en el caso que nos ocupa, ha sido reconocido por los miembros de la Academia de Hollywood, quienes han nominado a La invención de Hugo en once categorías, entre las que se incluye la de mejor película del año. En segundo lugar, porque es un sentido homenaje al cine, concretamente a uno de sus pioneros, George Méliès, cuya figura actualiza para las nuevas generaciones y la audiencia en general. Y, por último, porque emplea el 3D con verdadero sentido artístico. Un rasgo no tan común entre los estrenos que se promocionan con el uso de este recurso.

Como se deduce de lo anterior, el apartado técnico de esta película es brillante y consigue comunicar ese halo mágico que se desprende de la creación cinematográfica, de la labor de aquellos que son capaces de crear ilusiones y de materializar los sueños. Las interpretaciones están bien conseguidas, en especial, la del joven Asa Butterfield (La niñera mágica, El niño del pijama de rayas) en el papel de Hugo, así como la de Ben Kingsley, Christopher Lee, o las actuaciones de Emily Mortimer y Sacha Baron Cohen, Frances de la Tour y Richard Griffiths.

El guión de John Logan (Rango, El aviador), basado en la novela La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, evoca alguna de las obras de Charles Dickens como Oliver Twist. Los personajes están bien definidos y las emociones que suscita la historia son genuinas y relevantes. En ella se abordan temas como la búsqueda de un lugar en el mundo, el valor de la ilusión, el paso del tiempo y la importancia de conservar el sentido de propósito, pues como dice Hugo a Isabelle en un momento del relato: «si uno pierde su propósito es como si estuviese roto».

[decine21]

Arreglar lo que está roto

París, tras la Primera Guerra Mundial. El pequeño Hugo Cabret, que ha heredado de su padre el gusto por los inventos, se ha quedado huérfano. Y tras desaparecer su viejo tío borrachín, que se ocupaba del mantenimiento del reloj de la estación de tren, vive solo en la torre, junto a la complicada maquinaria que ayuda a marcar las horas, sin que nadie lo sepa. Toda su ilusión es poner en marcha un autómata que andaba reparando su padre, y que cree que le ayudará a dar un sentido a su vida. Le ayudará Isabelle, que siempre ha deseado vivir una ventura, y se encuentra bajo la tutela de sus padrinos Georges y Jeanne. El viejo Georges regenta una tienda de juguetes mecánicos, de la que de vez en cuando Hugo birla piezas, y está amargado por algún suceso indeterminado del pasado.

Imaginativa adaptación de un libro infantil de Brian Selznick -pariente del mítico productor David O. Selznick-, con guión de John Logan, que ya había colaborado con Martin Scorsese en El aviador. Por fin el director italoamericano entrega una película infantil disfrutable por pequeños y grandes -no nos parece que el «ladrillo» Kundun entre en las categorías de «infantil» y «disfrutable»-, su historia de un huérfano al que intenta capturar el lisiado y cuadriculado inspector de la estación, que trata de resolver un enigma atravesando mil aventuras en compañía de una amiga, con la moraleja de encontrar el propio sitio en el mundo, arreglando lo que está roto, está perfectamente servida. Nunca es ñoña y desprende emociones genuinas, tiene magia y el encanto de un relato de Charles Dickens.

Además Scorsese asume el reto de rodar una película en 3D, y lo hace con brillantez, sacando todo el partido al formato, de modo que la deslumbrante imaginería -maravilloso diseño de producción de Dante Ferretti- luce en todo su esplendor, el apartado visual del que es responsable el director de fotografía Robert Richardson resulta deslumbrante, y la música de Howard Shore acompaña muy bien. El cineasta se suma al selecto grupo de colegas -James Cameron, Wim Wenders, Werner Herzog…- que sí saben utilizar la tridimensionalidad en sus historias, lo suyo no es la simple excusa de otros para que la productora haga más «caja». Destaca el partido que se saca al tren que quiere salirse de la pantalla, guiño a los Lumière, pero también en los planos picados y contrapicados, e incluso en algunos primeros planos, y ello de un modo nada artificial, justificado por lo que se está contando. El ritmo es muy dinámico, no en balde colabora por enésima vez con Scorsese en el capítulo de montaje Thelma Schoonmaker.

Scorsese es un estudioso del cine, que ha publicado libros y hecho documentales para llamar la atención sobre los grandes maestros del Séptimo Arte, desconocidos con demasiada frecuencia por el gran público. Ahora suma a tal faceta este film que rescata a grandes genios del cine mudo del olvido, ahí está presente como personaje el gran mago y pionero del cine francés, Georges Méliès, a cuyos logros se rinde homenaje, pero también, aparte de los mentados hermanos Lumière, Harold Lloyd, Charles Chaplin, etc. Una magnífica pedagogía de los orígenes del cine, en forma de entrañable película familiar.

Acierta el director en el reparto. Los chavales protagonistas resultan encantadores, mientras que Ben Kingsley, que ya hizo a un eficaz Faggins en el Oliver Twist (2005) de Roman Polanski, encaja muy bien como el cascarrabias Georges. No es cuestión de hacer aquí el repaso completo de los actores secundarios, pero merece la pena destacar las composiciones de Sacha Baron Cohen y Emily Mortimer, su delicada historia de amor da pie a un par de escenas memorables.

Puestos a poner un «pero» al film, podemos decir que el secreto del estado de decaimiento de Georges no encuentra una explicación plenamente satisfactoria, uno esperaba algo de más calado. Pero en fin, como decía Billy Wilder, «nadie es perfecto».

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