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«¿Soy yo el guardián de mi hermano?»

Al punto de iniciar su vida pública, Jesús fue objeto de un raro experimento; lo narra San Mateo (4, 12): «El Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo. Y después de estar sin comer durante cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre».

La Iglesia, da inicio al tiempo cuaresmal el Miércoles de Ceniza. Cuaresma tiene relación con la penitencia de Jesús en el desierto, puesto que es un vocablo que significa quadragessima (cuarenta días), y se refiere al hecho relatado por Mateo, a quien acompañan en el testimonio Lucas y Marcos, quienes complementan el motivo por el que Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto: «Vivía entre los animales salvajes, pero los ángeles le servían» (Mc 1, 12-13). Lucas completa el testimonio: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió de las orillas del Jordán y se dejó guiar por el Espíritu a través del desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo» (4, 1.4).

En su reciente Mensaje, Benedicto XVI ha fijado un lema orientador para la Cuaresma 2012 a la luz de una frase de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»(10, 24). Va al grano el Pontífice, y recuerda que un auténtico discipulado cristiano se afirma en las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. «Se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» de mantenernos firmes «en laesperanza que profesamos», con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras»(cf. Heb 10).

Tres puntos explana el Papa, a partir de Heb 10, 24:

1.- En el subtitulado: «Fijémonos»: la responsabilidad para con el hermano, afirma que «también hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9)».

El Papa nos pide «fijarnos» en el hermano, «que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad», por la atención al bien del otro y a todo su bien, su bien material y espiritual.

Nuestro Señor depende de nosotros para que lo conozcan aquellos que no le conocen. Sin el ministerio de los miembros de su Cuerpo -la Iglesia- él no se da a los demás, por lo que no puede justificarse la indiferencia y la inactividad nuestra.

Tenemos que amar evangélicamente a todos los hombres como a hermanos. Somos responsables de la salvación eterna de nuestros prójimos. Muchas veces nos encontramos con la paradoja de que en vez de que la Iglesia se ponga en estado de misión permanente, el espíritu de mundo parecería que ha invadido todas sus instancias paralizando la evangelización. Seguimos identificando el apostolado, como una tarea exclusiva de la jerarquía eclesiástica y de los religiosos, cuando es un deber de estado, de cada bautizado.

Benedicto XVI afirma que «frente al mal no hay que callar por respeto humano o por simple comodidad», tenemos que recuperar la dimensión de la caridad cristiana en «la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna». «Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros».

2.- «Los unos en los otros»: el don de la reciprocidad:«¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano?», pregunta el Santo Padre, y responde: «con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás».

Desde la Iglesia naciente, oración, ayuno y limosna forman el marco fundamental de la vida cristiana. La limosna «hace que el cristiano se vuelva al prójimo, le conozca, le ame, le escuche, le dé su tiempo y su atención, y le preste ayuda, consejo, presencia, dinero, casa, compañía, afecto».

La caridad no es filantropía, la caridad se manifiesta en la compasión, la generosidad, la benevolencia y la amistad.

3.- «Para estímulo de la caridad y las buenas obras»: caminar juntos en la santidad.«Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad», que hunde sus raíces en la radical novedad del bautismo que hemos recibido para pretender el seguimiento y la imitación de Jesucristo.

Un cristiano es santo en cuanto cumple la voluntad de Dios,y el Señor «no ha cambiado de idea, la liberación de los cristianos quiere hacerla hoy como siempre, por el camino de la penitencia, es decir, por el camino de la oración, el ayuno y la caridad».

La Cuaresma es un tiempo de vida cristiana más intensa, y el Papa nos pide vivirla en un espíritu de caridad intensa. O servimos al misterio del Reino de Dios o servimos al «misterio de la iniquidad».

 

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