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Mi cardenal favorito

En 2009, los obispos de trece países de Europa Central y del Este que anteriormente estuvieron tras el Telón de Acero consideraron que es muy importante recuperar la memoria de los mártires del comunismo, para que las nuevas generaciones conozcan la historia reciente: En los años de la persecución comunista y de falta de libertad para la iglesia se nos dieron mártires y profetas… con su sacrificio, unido a los sufrimientos de Cristo, han ofrecido un testimonio extraordinario, que con el paso del tiempo no pierde su elocuencia, sino que sigue irradiando luz e infundiendo esperanza.

Aún conservo el suplemento de la revista «Life» de 94 páginas, titulado En honor del pueblo húngaro, tras su levantamiento en contra de los bolcheviques en 1956. Impreso que fue cuidadosamente guardado por mi familia. Lo hojeo cada cierto tiempo, para rememorar los hechos que recoge con estremecedoras fotografías. Así, muy tempranamente comencé a admirar a un gran pastor, el arzobispo de Esztergom, cardenal Jòzsef Mindszenty símbolo de la libertad de Hungría. Años más tarde, un misionero austriaco me obsequió las Memorias del Cardenal Mindszenty, publicadas en octubre de 1974.

El Cardenal Mindszenty, ha sido sin duda alguna una de las figuras más dramáticas del siglo XX, junto a otros obispos de la talla del hoy Beato Alojzije Stepinac, arzobispo de Zagrev, Croacia, (que fue envenenado, sufriendo por lo tanto martirio cruento), el cardenal polaco Stefan Wyszynski, y el cardenal ucraniano Josef Slipij, íconos fehacientes de muchos pastores insignes que escribieron con el testimonio de sus vidas, páginas elocuentes del mandato evangélico de que el Buen Pastor debe dar la vida por sus ovejas (Jn 10, 11-18).

Como cardenal de la Santa Iglesia, cuyo color es el rojo, que significa estar dispuesto a derramar la propia sangre por la fe, la paz, la libertad y la extensión de la Iglesia, el purpurado sufrió vejaciones interminables en el ejercicio de su misión pastoral defendiendo a su rebaño de las atrocidades, primero de los nazis y posteriormente del sistema comunista.

Llegado al poder, ese oprobioso sistema infiltró seminarios, parroquias y diócesis, rehusando el cardenal convertirse en colaboracionista del mismo, en fidelidad a su ministerio pastoral.

Durante los primeros años de la ocupación soviética de Hungría, la figura del cardenal Mindszenty se agigantó en un enfrentamiento con las autoridades comunistas del país, personificando una gesta en defensa de las libertades de la Iglesia y de la tradición espiritual del pueblo húngaro. Junto a miles, fue reprimido por oponerse tenazmente a la nacionalización de las escuelas católicas, y detenido, sufriendo a manos de los comunistas torturas durante treinta días y noches consecutivos, consistentes en privación de sueño, administración de drogas, forzamiento de declaraciones y falsas acusaciones, y juzgado en un proceso totalmente injusto en el que la corte lo encontró culpable de traición condenándolo a cadena perpetua.

Persecución que supuso también el encarcelamiento de otros obispos, el fin de la educación religiosa y la disolución de las órdenes religiosas. Fue encarcelado durante 8 años hasta 1956 con la memorable revolución húngara anticomunista. En esa circunstancia fue liberado y llevado a Budapest, donde realizó varias alocuciones públicas y radiales en favor de la libertad de Hungría.

Fracasada la revolución el cardenal Mindszenty se vio obligado a auto exiliarse en la embajada de los Estados Unidos de Norteamérica, donde recibió asilo político, permaneciendo ahí quince años. Agentes comunistas lo esperaban día y noche en las afueras de la embajada. Llegó a erigirse en un símbolo apreciado y respetado por los húngaros contemporáneos, independientemente de su confesión religiosa católica o protestante, dejándonos este santo pastor el testimonio más elocuente de integridad.

Una de las lecciones que podemos sacar de las «Memorias» del cardenal Mindszenty, es que cuando los totalitarios empiezan a apoderarse de un país, se valen de una eficaz fórmula desarrollada en tres movimientos:

  1. Un acercamiento de simpatía por aliviar a las gentes oprimidas de las tribulaciones que las agobian y que, asombradas y agradecidas ante el noble gesto de librarlas de sus problemas, le abren sus puertas.
  2. Una vez que, sirviéndose de ese engaño, se apoderan del mando, empiezan a apretar los tornillos. Imponen gradualmente a sus subordinados restricciones cada vez más tiránicas. La situación que antes ya era mala, se convierte ahora en peor.
  3. Tan pronto como se afirma en el poder, desaparece la oposición. Todo adversario queda segregado automáticamente y condenado sistemáticamente a la esclavitud, a la brutalidad y hasta a la misma muerte.

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