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Hacia un mundo diferente. Esto es más que una crisis
Buena parte de las personas que han votado al Partido Popular y propiciado el necesario cambio de gobierno, esperan, de forma más o menos expresa, que las medidas que tomen nos retrotraigan a un momento anterior al nefasto 2004 y a la situación de bonanza económica y pleno empleo de los años de Aznar.
Pero el tiempo nunca retrocede y el futuro que nos espera no está escrito en ningún sitio. Nuestro mundo occidental ha estado demasiado tiempo manteniendo el estado de bienestar a base de crear dinero de la nada, siguiendo los consejos de Keynes y la ideología socialdemócrata. A ver por qué todos resultan endeudados: pues sencillamente porque han gastado más de lo que tenían y no podía seguir funcionando la máquina de hacer billetes.
La situación no se va a resolver con recortes, aunque sean imprescindibles, sino con un nuevo modelo económico que no sabemos aún cómo será. ¿Cómo hablar de estabilidad presupuestaria? Por lo pronto no podemos mantener tantas y tan costosas administraciones, ni un sistema productivo ineficiente, ni tantas obras públicas inútiles, ni unas subvenciones generalizadas a partidos, sindicatos, manifestaciones culturales, organizaciones afines de propaganda, cadenas de televisión, etc. etc.
Tenemos que ser conscientes de que el mundo entero ha cambiado en estos últimos años. Los Estados Unidos han renunciado a liderar el mundo y no sabemos quién va a sustituirlos. La Comunidad Europea está muy lejos de la Europa que proyectaron Adenauer y Schuman y se debate por encontrar solución al problema de su liderazgo y de su moneda, aunque su más grave dolencia es su progresivo envejecimiento, aunque de ello se hable menos que del Banco Central Europeo.
Crece imparable China, emerge con fuerza Brasil, India, los países del sureste asiático y Turquía quiere entrar en Europa. Al mismo tiempo que bulle el mundo islámico como una amenaza más que probable, que tenemos a nuestras puertas o mejor dicho dentro de nuestras fronteras. La progresía disolvente propone el «multiculturalismo» en el que, alegando respeto a las creencias y costumbres de los que llegan, están destruyendo las propias. Quitamos los crucifijos y cedemos terrenos gratis para construir mezquitas. Nos plegamos a sus exigencias mientras se ataca a las confesiones cristianas, especialmente la católica.
Sobre el mismo entramado desde el que si difundían las ideas marxistas, una vez hundido el mundo de las repúblicas socialistas, se difunde ahora la ideología de género, la propaganda gay o el control de la natalidad por cualquier medio. Los países pobres, necesitados de ayuda no la recibirán si no reconocen como derechos el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
No sabemos cómo ni cuándo podrá alcanzarse cierta estabilidad, ni cómo se van a desarrollar las relaciones internacionales en el futuro, ni siquiera si tendremos unos gobernantes a la altura de las circunstancias.
Tampoco sabemos si hay una sociedad dispuesta a defender los valores necesarios para regenerar la política, pero debemos esforzarnos y trabajar para que exista. ¿Qué puedo hacer yo?
Del director
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