conoZe.com » Leyendas Negras » Origen de la Leyenda Negra » Arbol de Odio » PARTE II.- Crecimiento de la Leyenda » Capítulo III

Judíos y españoles

En el curso del siglo anterior al choque anglo-español, se había producido un significativo grado de odio como resultado del conflicto entre cristianos y judíos en la misma España. La inquina de estos contra los españoles se mezcló con la de los musulmanes e italianos, y la combinación protestante de alemanes y holandeses. Y sus palabras y acciones contra España llegaron a ser una faceta de la posterior Leyenda Negra holandesa-inglesa-americana. Las inmediatas y mejor conocidas causas de esta antipatía fueron, por supuesto, la Inquisición española (1480) y el edicto de expulsión (1492). Sin embargo, la historia es mucho más compleja, aunque la mayoría de los escritores judíos y una sostenida creencia popular, han hecho perdurar una imagen antiespañola relativamente simple.

Admitamos que el asunto es delicado. El término «antisemitismo», engañoso de por sí, se emplea y agita en nuestros días tan arbitraria o tendenciosamente, que casi no tiene otro significado que el de ser una piedra adecuada para lanzar con rabia —pero que, como buena piedra, puede hacer bastante daño. Añadamos que el antagonismo judío contra España se ha agudizado recientemente por ciertos aspectos de la Guerra Civil española y de sus ecos a través de la Segunda Guerra Mundial. La llamada «culpabilidad-por-asociación » de España con Alemania e Italia antes y durante la Segunda Guerra Mundial, y el uso de este argumento por Israel para justificar su voto contra la entrada española en las Naciones Unidas, en 1950, forma una parte reveladora de esta historia [14].

Todo esto es perfectamente comprensible a la luz de las atrocidades cometidas contra el pueblo judío, pero sus propias apasionadas opiniones estorban el que la justicia y la imparcialidad presidan sus relatos sobre España. La emoción judaica cuando se la despierta con memorias históricas de la Inquisición española y la expulsión, exagera y deforma y echa con cajas destempladas cualquier simpatía hacia la causa hispano-cristiana. En este aspecto, los escritores judíos están apoyados por una opinión popular, en gran parte creada por ellos mismos, sobre la que, durante siglos, han ejercido su influencia escribiendo sobre estos temas. Tales autores, en especial en época reciente, han tenido mucha ventaja en el mundo occidental en la difusión de sus puntos de vista sobre la historia judeo-española.

Delicado o no, este tema debe ser estudiado y comentado, porque constituye una parte fundamental en el crecimiento y diseminación de la Leyenda Negra.

Mucho antes de que España intentase expulsar a sus judíos, y aún antes de que hubiera apreciables demostraciones antijudías, otros países, particularmente Inglaterra (1290) y Francia (1306), habían ya seguido tal camino. Esta persecución había empezado a ser fenómeno común y popular en Europa, y a ello debe agregarse y tenerse en cuenta el hecho de que el poder judío, su influencia y su número, eran en España, durante la Edad Media, muy superiores a los de cualquiera otra parte del continente. Ante tal situación, la España cristiana tiene derecho a cierto grado de reconocimiento por su singular moderación ante lo que otros europeos veían, sin duda, como una fuerte provocación. Durante los siglos medievales, los judíos residentes en la Península alcanzaron un nivel cultural, una prosperidad material y una influencia política, económica y religiosa, muy superiores, y que jamás podrían compararse a sus posibilidades de haberlos logrado en cualquier otra región de Europa. En suma, los judíos originaron una verdadera Edad de Oro durante el medioevo en España. El decreto de expulsión, publicado doce años después de que la Inquisición comenzara la búsqueda y castigo de los cripto- judíos, significó el término oficial de la época de mayor poder y bienestar conocido por ellos desde la Diáspora.

Califico solamente de «oficial» esta expulsión, pues debe recalcarse que muchos judíos continuaron viviendo en España y sus dominios, bien como auténticos cristianos o como cripto-judíos. Estos llamados «conversos», alcanzaron posiciones de importancia hasta cerca del mismo trono; se ocuparon de asuntos comerciales y financieros; y fueron hasta miembros de la Inquisición, tratantes de esclavos, sacerdotes, etc. [15]. Es un grave error ignorar esta continuidad hebrea en España, pues esta significativa característica de la historia española es, a menudo, ignorada en aras de concentrar la atención sobre las más sensacionales historias de torturas inquisitoriales o expulsiones en masa. Los judíos y otros escritores de tendencias antiespañolas, han preferido poner de relieve estos crímenes españoles como medio de demostrar su singular crueldad y fanatismo. El común denominador de estos criterios, estriba en aplicar ética moderna para medir y enjuiciar la moralidad de hechos acaecidos en los siglos XV y XVI, sin aplicar ese sentido de la justicia que es tan importante para la interpretación histórica. O, en algunos casos, puede venir, sencillamente, de la bien conocida propensión judía a la renovación cultural en las cenizas del martirio.

Aun el más superficial conocimiento de la influencia hebraica durante el siglo XV —y del modo como los cristianos europeos de aquel tiempo veían estas cosas— nos lleva a la conclusión inevitable de que el lado español en esta historia es respetable en alto grado.

Escritores judíos, tales como Cecil Roth y el influyente y abiertamente hispanofóbico Heinrich Graetz, exaltan con orgullo el singular poderío y prosperidad de su raza en la España de entonces. Otros muchos escritores, desde entonces hasta ahora, han dado testimonio de este hecho histórico [16]. [Equivalente aproximado en tiempos posteriores podría ser el poderío material y fuerza cultural de los judíos en Holanda durante el siglo XVII, cuando Amsterdam vino a ser conocido como la «Jerusalén holandesa», en Inglaterra, durante el XIX y el XX, y en los Estados Unidos y Alemania, en el siglo actual.]

Las palabras de Cecil Roth, en su Historia de los Marranos, ilustran este punto y acertadamente indican la necesidad, desde el punto de visto hispano-cristiano, que justifica la firmeza con que se intentó resolver el problema judío:

«[Los Conversos] formaban en el organismo de la nación un extenso cuerpo extraño, imposible de asimilar y muy difícil de abandonar … Fue, sin embargo, notorio que [los Conversos] eran cristianos sólo de nombre, observando en público un mínimo de la nueva fe y en privado un máximo de la antigua … De la misma manera, hubo una gran masa de Conversos dentro de la grey de la Iglesia Cristiana, trabajando insidiosamente por su propia causa dentro de las diversas ramas del cuerpo político y eclesiástico, condenando en forma abierta muchas veces la doctrina de la Iglesia y contaminando con sus influencias la masa total de los creyentes. El bautismo apenas hizo poco más que convertir a una considerable porción de judíos, de infieles fuera de la Iglesia, a herejes dentro de la misma. Era lógico y aun justificado, que desde todos los púlpitos se oyeran apasionados sermones llamando la atención sobre la mala conducta de los nuevos cristianos [es decir, cripto-judíos] y apremiando a la toma de medidas para desenmascararlos» [17].

Y Louis Israel Newman, en su obra Jewish Influence…, muestra la labor hebrea en este aspecto, que ciertamente inquietaría a la piadosa Isabel: «… los apóstatas y Marranos, solapadamente 'judaizaron' las doctrinas de la Iglesia desde dentro» [18].

La fuerza del judaísmo en la España del siglo XV fue una importante base para las críticas antiespañolas en otras partes de Europa, como ya se ha visto al comentar las actitudes italiana y alemana. Los ingleses, holandeses, franceses y el propio Vaticano se dieron cuenta de este fenómeno y lo utilizaron como apoyo racial y religioso de su desconfianza hacia España [19]. Un paralelo semejante en nuestros días se presenta con las bien conocidas críticas extranjeras acerca de la influencia cultural, política y comercial de los judíos en los Estados Unidos, críticas éstas que debieran ayudarnos a comprender mejor la similar situación española del siglo XV.

Los monarcas medievales, luego Fernando e Isabel y aún algunos reyes posteriores, dieron muy claras pruebas de su favoritismo hacia los judíos y conversos, incluso cuando el cristianismo de los últimos era sospechoso [20]. Sin embargo, la mayoría de los españoles consideraban la situación con alarma, pues fueron testigos, día tras día, de su influencia: su empleo como recaudadores de impuestos; su abierta ostentación de riquezas; blasfemias y mofas de las prácticas cristianas; el ofensivo epíteto de «marrano» lanzado por extranjeros a los españoles; el indeleble recuerdo histórico de que fueron los judíos los que contribuyeron de manera significativa al éxito de la invasión islamita y de que frecuentemente se ligaban a este enemigo tradicional de España y de la Cristiandad; la acerba literatura y oratoria antijudaica de algunos de los nuevos cristianos; y su aumento de población, apreciable a simple vista. En ocasiones, esta alarma llegó a convertirse en ataques del pueblo contra ellos. Si hubo algo singularmente español en todo esto, no fue intolerancia ni fanatismo, sino más bien una notable paciencia en comparación con la forma en que fue tratado el problema judío en otras partes de Europa.

La Inquisición que Isabel estableció en Castilla en 1480, a pesar de todas las críticas —incluyendo censuras papales— contra dicha institución, pareció ser una necesaria y acertada solución, aunque la soberana la hubiese de establecer con repugnancia. Cualquier otro monarca en la Europa de aquel tiempo, enfrentado con similares condiciones, hubiera utilizado medidas mucho más duras [21]. La Inquisición castellana, tuvo entre sus objetivos eliminar la posibilidad o probabilidad de un «estado judío dentro del Estado» y, en este aspecto, la Inquisición fue un brazo de la monarquía y una defensa contra la traición. Con similares fines, la Inglaterra de los siglos XVI y XVII capturó, torturó y asesinó jesuitas y otros católicos; y monarcas del siglo XVIII, incluyendo los de España y Portugal, expulsaron a los jesuitas con la aprobación de muchos de los que formaban los prestigiosos círculos intelectuales. Los intentos de conspiración judaica contra el establecimiento de la Inquisición, tanto en Castilla como en Aragón, son el más elocuente testimonio de la necesidad de tal paso. La cristiandad europea aprobó de corazón la decisión de Fernando e Isabel y puso de relieve el hecho de que por fin se estaba haciendo algo positivo para extirpar la perniciosa influencia del juadísmo [22].

La Inquisición se creó para acabar con la subversión de la moral cristiana y de las costumbres religiosas por judíos ocultos que estaban presentes virtualmente en todos los niveles de la vida nacional. El Santo Oficio no fue creado para procesar o castigar a aquellos judíos que, en forma abierta, fueran fieles a su religión, o a los que aceptaran el cristianismo con sinceridad. Las secretas prácticas hebreas, bajo una falsa fachada de cristianismo, acompañadas de subversión, se consideró traición de una minoría contra la mayoría y oposición a las leyes vigentes. Este concepto de la acción de una minoría subversiva, sigue siendo respetable y legal en nuestro propio siglo y país [23]. No había nada extraño en la expulsión de los judíos o en el castigo de los cripto-judíos; la única diferencia estribaba en que el problema de España era mayor que el del resto del continente. De paso, anotemos que, el proceder de España en la resolución del problema fue jurídicamente más ajustado a derecho que el que seguramente se hubiera empleado en cualquier otra parte de Europa.

Una de las tragedias de los judíos es que, con frecuencia, sus mayores injurias han procedido de su propia gente, y esto es lo que sucedió en la España del Santo Oficio. Hombres de sangre hebrea eran no sólo miembros de la Inquisición misma, sino también activos al fomentar por todas partes el odio antijudío, y ocupaban puestos de poder en el reino, tanto cuando la Inquisición fue creada, como durante las épocas de su mayor actividad e influencia. Se ha dicho, con considerable lógica, que cualquier «singular» intolerancia de los españoles (una fama a menudo basada en la historia de su trato a los judíos) fue primordialmente un acaecimiento del siglo XV que, al menos en parte, se debió a la intransigencia de los judíos mismos.

En este aspecto, nótense las palabras perspicaces de Salvador de Madariaga, uno de los más cultivados intelectuales de España, que difícilmente podría ser tildado de «antisemitismo».

«Para muchos judíos y no judíos, la afirmación de que la intolerancia española pudo muy bien ser en parte de origen judaico parecerá, sin duda alguna, paradójica; ¿a qué entonces la Inquisición? se preguntarán. Y si la respuesta fuera que la Inquisición española fue en gran parte de inspiración judía, la paradoja sería completa. Que la intolerancia, sin duda, no fue una típica característica española antes del siglo XV puede probarse fácilmente. El español de entre los años 800 al 1400 no era intolerante.

«No, a lo menos, en el grado que más tarde había de distinguirlo. La intolerancia no llega a ser general o persistente hasta el siglo XV. Y estas dos características las toma de los judíos.

«Pues lo que de hecho los judíos aportaron al carácter español, durante ese siglo, cuando empezaron a influirlo profundamente, fue una 'consistencia' y 'perseverancia' que jamás había tenido… El español no necesitó influencia judía para su agresividad o propensión a las luchas civiles. Sin embargo, pese a ideas tradicionales, quizás copió de los judíos su dogmática motivación, y desde luego, la persistente necesidad de mantener firmes instituciones a tal fin» [24].

Al aproximarse el término de la resistencia político-militar musulmana, a fines de la década de 1480, Isabel empezó a darse cuenta, cada vez con más claridad, de que le sería necesario intervenir en el problema del juadísmo ortodoxo, así como con los cripto-judíos. La afinidad de judíos y musulmanes era demasiado estrecha y tradicional y ponía en peligro la seguridad española; la caída de Granada, probablemente sería seguida por intentos musulmanes de una nueva invasión (de hecho hubo incursiones de represalia en la costa) y los judíos, con seguridad, servirían de espías y colaboradores de los ataques musulmanes, cosa que, asimismo, ocurrió. Y hubo en todo momento un clamor popular contra los israelitas, sin olvidar la constante preocupación de la piadosísima Isabel, quien desde hacía mucho tiempo se sentía afligida por el gran número de los seguidores de la Ley Mosaica en sus dominios. Este estado de cosas dio lugar, en 1492, al Edicto de Expulsión de todos los judíos que se negasen a recibir las aguas del bautismo.

Una infinidad de inexactitudes y exaltadas exageraciones, se han escrito y comentado sobre este tema de la expulsión de los judíos de España. De un lado, el número de los que fueron expulsados es, con frecuencia, exagerado [25]. De otro, se agranda demasiado este hecho, calificándolo de causa principal del declive de España [26]. En tercer lugar, la expulsión ha sido a menudo explotada como evidencia de un insólito fanatismo e intolerancia española, sin molestarse en estudiar las condiciones de la Península en ese momento histórico, o en hacer comparaciones con las opiniones y hechos acaecidos antes y después en otros territorios europeos. Aun una escasa objetividad en el estudio y valoración de este asunto, nos lleva inevitablemente a un prudente enjuiciamiento de esta actuación española y, hasta una cierta simpatía hacia la misma, aunque bajo el prisma humanitario del siglo xx no sea fácil justificar y menos perdonar ciertas injusticias originadas por esta orden de expulsión. Pero un juez del siglo XX, debe también analizar los crímenes de su propio tiempo con similar perspectiva. En este mismo aspecto, no hace falta en ningún caso recordar horrores tales como las acciones genocídicas rusas y alemanas. Recordemos únicamente nuestro estado de ánimo y mentalidad al enjuiciar la supuesta existencia de una «quinta columna japonesa» (la Nisei) cuando entramos en la Segunda Guerra Mundial. Algo parecido y con tonalidades bien irónicas, se encuentra en una noticia publicada con fecha 7 de noviembre de 1961: «No a los árabes, el Parlamento israelí ha rechazado de nuevo el retorno de los refugiados árabes de la guerra de 1948 como impracticable y como equivalente a la readmisión de una posible Quinta Columna» [27]. Este fue precisamente el peligro que los españoles vieron en los judíos y la simple historia del trato israelí a los árabes palestinos puede conducirnos a la conclusión de que España se comportó con sus judíos de manera más moderna que medieval.

Los pros y contras del trato español a los judíos, son casi hipnóticamente fascinadores, tanto hoy como ayer. Existe una fuerte corriente de romanticismo en esta historia, como Cecil Roth acertadamente observa. Las relaciones entre los dos pueblos se caracterizaban por considerable pasión (ya que judíos y españoles son gente apasionada); con tensiones seculares entre ambos pueblos, resultado de haber vivido juntos durante tanto tiempo, de forma que cada uno influenció fuertemente la cultura del otro. Esta tensión es como el antagonismo entre hermanos o primos que, instintivamente, saben dónde los insultos son más dolorosos, circunstancia que sin duda mantiene vivo el interés judío en la cultura hispánica y en la nación española. También cuenta en la reiteración de sus prejuicios antiespañoles. El hecho de que la persistencia de los funcionarios inquisitoriales en la persecución y castigo de los enemigos judíos, puede ser atribuido a la explotación hispano-judía de conocimientos combinados sobre costumbres, creencias y hasta trucos (tales como el uso de nombres ficticios por los judíos), sin duda realza la congoja, la tragedia y el drama de esta historia.

Lo más significativo de todo esto, en relación con el tema de la Leyenda Negra, es que en el siglo siguiente a 1480, se produjo o intensificó la hispanofobia entre el pueblo judío. Coincidió esta época, con la iniciación por el pueblo hebreo del uso y rápido desarrollo de la imprenta y de las industrias editoriales [28]. Al salir de España, muchos judíos se fueron a Italia, los dominios musulmanes, los Países Bajos, Alemania y Francia, lugares donde iba aumentando la receptividad a la propaganda y acción antiespañola. En sus nuevos lares, los judíos hicieron afanosamente cuanto estuvo a su alcance para dañar el comercio español, y dieron ayuda a los proyectos musulmanes de desquite por la derrota de Granada. Y la erudición judía y dialéctica reconocida en materias teológicas, fueron puestas a veces al servicio de la Revolución Protestante, que proporcionó a España tanta angustia [29].

Este siglo de crisis en las relaciones hispano-judías, que dio lugar a importantes restricciones en el poder e influencia de estos, fue época en que España estaba creando el mayor imperio del mundo, con perspectivas comerciales virtualmente ilimitadas. Los judíos jamás han perdonado a España la imposición de estas restricciones a sus oportunidades. Fue ésta la razón principal de su animadversión, que se tradujo en tendenciosa literatura, poniendo de relieve la participación judía en el extraordinario auge del capitalismo holandés e inglés, competidores de España en el comercio. Y muestran una clara satisfacción en hacer resaltar las actividades de su pueblo (generalmente Marranos) en ayudar o estimular las campañas políticas, militares o comerciales con que los holandeses, franceses, ingleses y turcos atacaban a España [30].

Es, desde luego, absolutamente inútil discutir si los judíos o los españoles estaban en lo cierto en cualquier momento dado de estos hechos. La Inquisición y expulsión fueron, sin duda, funestas para los judíos que rechazaron convertirse al cristianismo, pero no está nada claro si esta forma de resolver el problema fue, vistas las alternativas, perjudicial para España o factor serio en su declive. Es asimismo inútil entrar en semejantes disquisiciones sobre el origen y desarrollo de la Leyenda Negra en Italia y Alemania. Considerémoslos como simples sucesos históricos, acciones y reacciones de diverso signo, comprensibles de sobra, dentro del entramado de sus tiempos y que nos ayudan a explicar la existencia y fuerza de actitudes antiespañolas en diversas partes de Europa durante la segunda mitad del siglo XVI, cuando los holandeses e ingleses se lanzaron contra España.

Notas

[14] La declaración oficial de Israel, tal como apareció en nuestra prensa, fue más o menos así: «España misma no persiguió a los judíos, pero se asoció con naciones [por ejemplo Alemania e Italia] que sí lo hicieron». Cuán irónico es el reconocimiento dado más tarde por los judíos a España por la protección prestada a ellos para ayudarles a escapar de la persecución del Eje. Así, «Label A. Katz, presidente de la Jewish International B'nai B'rith Society, ayer le dio las gracias al Jefe del Estado, Generalísimo Franco, por el asilo que España brindó a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente hay 5.000 judíos en España» (Santa Bárbara News-Press[febrero 14, 1963]: A-2).Newsweek, marzo2,1970, publicó un interesante recuento de la investigación del Rabino Chaim. Lips- chitz, del Torah Vodrath y Mesivta Rabbinical Seminary de Brooklyn, acerca del auxilio que Franco prestó a los judíos durante la persecución del Eje.

[15] Acerca de este tema hay una sustanciosa bibliografía, pero únicamente mencionaré unas cuantas obras que son fácilmente obtenibles. Cecil Roth, The History of the Marranos(hay una edición de bolsillo de 1959, publicada por Meridian Books y The Jewish Publication Society of America); José Amador de los Ríos, Historia de los judíos de España y Portugal(la edición de Buenos Aires en 1943); Américo Castro, The Structure of Spanish History(Princeton University Press, 1954) habla mucho acerca de las influencias judías en España, especialmente de naturaleza literaria; Salvador de Madariaga, «Spain and the Jews» (en su Essays with a Purpose, Londres, 1954) —-un corto ensayo intrigante de aguda perspicacia, que es un buen comienzo para los confundidos en estas materias.

[16] William Thomas Walsh, en su Isabella of Spain, da un extenso sumario del poder y prosperidad judíos a finales del siglo XV en España; consultar también a Amador de los Ríos,

[17] Cecil Roth, History of the Marranos, pp. 27, 30 y 31.

[18] Newman, Jewish Influence, p. 392.

[19] Por ejemplo, el Papa Adriano VI habló de la nación española como «los judíos» (Walsh, Philip II,p. 90). «… El poder, la riqueza, la libertad y el prestigio obtenidos por los judíos en la España cristiana entre los siglos X y XV, no tienen paralelo en la historia de Israel… Más de una vez el Papa amonestó a los monarcas españoles por su política a favor de los judíos… La tradición de los reyes, ya sea de Aragón-Cataluña o Castilla, fue definitivamente pro-judía» (Madariaga, «Spain and the Jews»,Essays with a Purpose,pp. 139-141).

[20] Neuman, The Jews in Spain, especialmente la parte II, capítulo 2; Walsh, Philip II, pp. 89-90 y su Isabella, pp. 274-275.

[21] Recordemos que en ese tiempo los judíos estaban expulsados de Inglaterra, y que cuando se les permitió volver, en pequeños grupos (siglos XVI y XVu), esta inmigración no era oficial (Hyamson, Sephardim of England,especialmente pp. 2-13). La History of the Jews in Russia and Polandde Dubnow, cuenta algunas de las tribulaciones judías que hacen parecer a la historia de España muy moderada. Y la historia completa de las persecuciones hebreas en Francia, sobre las cuales hay una extensa literatura, es interesante para cualquier persona que trate de formarse un juicio objetivo de la acción oficial española.

[22] Jerome Münzer, después de sus viajes por España durante 1494-95, escribió que «los judíos y los marranos, fueron antiguamente los amos de España, porque ellos obtuvieron los principales empleos y explotaron a los cristianos», pero ahora Dios, a través de los Reyes Católicos, ha curado este mal. «Repetidamente, registra el servicio que el rey Fernando rindió a la cristiandad por la derrota de los infieles y demolición del ghetto judío de Granada… y castigando duramente a los cristianos renegados…» (citado en Arnoldsson, p. 113).
Adviértase también este perspicaz comentario: «Mientras las víctimas de la Inquisición eran católicos de descendencia judía, a los cuales se les había comprobado que eran falsos cristianos, saboteadores clandestinos durante la cruzada pro-independencia contra los mahometanos, en Inglaterra o Alemania nunca hubo tanto alboroto contra la institución. Pero fue un gran golpe de suerte para los enemigos internacionales de España, cuando podían representar a alguno de sus propagandistas en la Península, como mártires del Luteranismo» (Walsh, Philip II,p. 237).

[23] Obsérvese a Rousseau en el siglo XVIII, en su Contrato Social:«Hay una profesión de pura fe cívica, cuyos artículos son determinados por el soberano. El no puede forzar a nadie a creer en ellos, pero puede desterrar a todos aquellos que no lo hacen, Y después de publicar estos dogmas, si alguno se comportase como si no creyese en ellos, dejad que sea castigado con la muerte; ha cometido el peor de los crímenes: ha mentido ante las leyes» (citado por Madariaga, en su «Spain and the Jews», Essays,p. 153).
Téngase presente que hoy día está establecida en los Estados Unidos la deportación por perjurio (al entrar al país); y conspirar por la caída de nuestro gobierno, puede ser castigado con el encarcelamiento. La ejecución de Julio y Ethel Rosenberg, el 19 de junio de 1953, es una advertencia de que la traición se castiga con la pena de muerte en nuestro país, de la misma manera que en siglo XVI se podía castigar la disidencia religiosa en España, Inglaterra y Francia, y en cualquier otro país de Europa.

[24] Madariaga, «Spain and the Jews»,Essays, pp. 148-152.

[25] Por ejemplo, en 1474, solamente había 12.000 familias judías en Castilla (Merriman, II, p. 91). «El número total entre desterrados, muertos y aquellos que obtuvieron el bautismo para escapar de la expulsión, era probablemente menor de 200.000» (Ibid II, p. 93; basado en Lea, I, p. 142). Véase también a Olagüe, I, capítulo 4.

[26] Como ejemplo de erudición moderna concerniente a la decadencia de España, en términos mensurables más que generalizaciones no comprobadas, consultar a Earl J. Hamilton, «The Decline of Spain»,EconomicHistory Review,VIII (1937-1938), pp. 168-179. Consultar también los cuatro volúmenes de Olagüe,Decadencia.

[27] Santa Bárbara News-Press,noviembre 7, 1961, A-2.

[28] «Los judíos españoles, a pesar de la Inquisición, fueron un factor importante en el desarrollo de la imprenta en ese país» (MacMurtrie,The Book, p. 194).

[29] Newman, especialmente los libros III y IV deJewish Influence. Consultar también mi capítulo IV.

[30] Por ejemplo: Roth, Marranos, pp. 233-34 y 285-86. Los trabajos de Hyamson , Graetz, Wolf y otros historiadores judíos proporcionan muchos datos acerca de este tema. El de Madariaga, Fall of the Spanish Empire, pp. 245-254, es un accesible y valioso resumen de la acción internacional de los judíos contra España. Walsh,Philip II,también contiene gran cantidad de comentarios sobre el asunto. Véase también el Capítulo V, pp. 132-135 de este libro.

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