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Donde está la caridad está el amor

«Cáritas celebra 60 años de trabajo con los pobres».

Es un titular de noticia. Muestra el tiempo que ha pasado desde que una institución de la Iglesia católica está sembrando caridad por el mundo.

El Amor o, dicho de otra forma, la caridad, es la principal Ley del Reino de Dios. Es más, san Pablo, en la Primera Epístola a los Corintios dice (13, 13) que «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad».

Es más, en otro momento dice algo así como en el definitivo Reino de Dios de las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad) la Fe no nos hará falta (porque veremos a Dios), la Esperanza tampoco (porque nada más podremos esperar) y sólo subsistirá, precisamente, la Caridad.

A este respecto, Benedicto XVI, en su Carta Encíclica Deus Caritas Est dice, en cuanto a la caridad, que «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor» (20).

Por eso mismo, allí donde esté la caridad está el amor porque una no es más, ni menos, que el resultado del segundo y sin el cual no se entendería.

Por eso, como se ha recogido arriba según decía el titular de la noticia, se cumplen seis décadas desde que Caritas Internationalis inició su andadura. Y allí donde está la caridad está el amor.

Con motivo de tan magna celebración, el cardenal Tarcisio Bertone, a la sazón secretario de Estado del Vaticano, pronunció una homilía en la inauguración de la Asamblea General de Caritas Internacionalis, en la que dijo, por ejemplo, que «La acción caritativa de la Iglesia, como la de Cristo, nunca puede limitarse a socorrer las necesidades materiales de los hombres, aunque, a veces, éstas sean urgentísimas y no puedan esperar. Una asistencia humanitaria que prescinda habitualmente de la identidad cristiana y adopte un estilo, por así decir, «neutro»; un modo de actuar que quisiera complacer a todos, correría el riesgo de no prestar al hombre un servicio adecuado, a la altura de su plena dignidad, incluso en el caso de que lograse sus fines inmediatos. De este modo, aun sin quererlo, se acabaría por suscitar en las personas asistidas una mentalidad materialista, que ellas aplicarían a su vez a sus relaciones con los demás y a la hora de afrontar los problemas sociales. En una palabra: la Iglesia no solamente debe practicar la caridad, sino practicarla como Cristo.»

Por lo tanto, el amor que se refleja en la caridad no ha de consistir, como pudiera pensarse, en una mera filantropía sino que en aquel que Jesucristo vino a traer al mundo y que se resume en esto: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13) ha de ser la base del comportamiento del discípulo del Hijo de Dios.

A este respecto, el beato Juan Pablo II escribió, como era de esperar, sobre un tema tan crucial como es el de la caridad. Así, por ejemplo, en su carta encíclica Evangelium vitae dejó escrito que «El mandamiento de Dios para salvaguardar la vida del hombre tiene su aspecto más profundo en la exigencia de veneración y amor hacia cada persona y su vida. Ésta es la enseñanza que el apóstol Pablo, haciéndose eco de la palabra de Jesús (cf. Mt 19: 17-19), dirige a los cristianos de Roma: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud’ (Rom 3:9-19) (EV 41).

Amar al prójimo como a uno mismo… sí es expresión de Amor con mayúsculas porque es la forma extrema de comportarse y a la cual, muchas veces, no llegamos ni por asomo a alcanzar sino, muy al contrario, olvidamos tal virtud para mejor ocasión que, otras tantas ocasiones, nunca llega.

Y así han pasado 60 años desde que Cáritas Internacional fue Cáritas y fue Internacional o, lo que es lo mismo, universal y, así, católica. Y que así siga siendo.

De todas formas, no deberíamos olvidar que «Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16).

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