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Frutos de la Fe

Desde el miércoles de ceniza al domingo de Resurrección, las Sagradas Escrituras nos ofrecen la posibilidad de reconocernos en sus palabras. Es más, para un discípulo de Cristo es en ellas donde mejor se ha de ver reflejado o, mejor, visto como en un espejo.

Por eso, una vez que Jesucristo ha resucitado se abre un tiempo nuevo. Como todos los años, tras la Resurrección los discípulos del Maestro se ven con las fuerzas suficientes (¡Ahora lo ven todo claro!) de transmitir aquello que han visto y han oído. Y son, por eso, ciertos los frutos que se obtienen y derivan de unos días en los que Nuestro Señor se ha visto abocado a la muerte sin, por eso, dejar de perdonar y ser misericordioso.

1er domingo de Cuaresma

"No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". (Lc. 4,4)

Un fruto muy poderoso para el alma y para el creyente es el de comprender que la Palabra de Dios es algo más que unas letras puestas en un texto hace mucho tiempo. Supone, para los que tienen en la filiación divina una razón de su existencia, la esencia misma del ser cristiano. Por eso, no deberíamos desdeñar, nunca, el valor que, para nosotros, tiene lo que en los Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis se contiene porque, en efecto, el pan material no es suficiente para el creyente.

2º domingo de Cuaresma

"Jesús, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Y he aquí que dos varones hablaban con Él: Moisés y Elías…" (Lc. 9, 28-30)

Del episodio de la Transfiguración podemos recordar que Dios dijo, en aquel momento, que debíamos escuchar a Jesús. El Hijo del hombre no vino al mundo para hacer que se cumpliera la Ley de Dios que es Ley y, también, es del Creador. Por eso mismo escuchar a Cristo es algo más que, simplemente, oírlo y ha de suponer una transformación de nuestro corazón, quizá ahora de piedra, por uno que sea de carne como ya dijo Dios, siglos atrás que haría con el de sus criaturas.

3er domingo de Cuaresma

"Y Jesús les dijo esta parábola: tenía uno plantada una higuera en su viña y vino en busca del fruto y no lo halló" (Lc. 13, 6)

No es poco cierto que Dios nos entrega unos talentos para que los hagamos rendir. Está de nuestro lado, por así decirlo, que así sea o, por el contrario, dejarlos escondidos en un lugar lejano de nuestro corazón sin hacer nada con ellos. Así, no damos fruto alguno y, como pasó en la parábola, podemos ser cortados por nuestros pies del alma y que dar suspendidos en el vacío y en el olvido, por nuestra parte, de Dios.

4º domingo de Cuaresma

"Volviendo en sí, dijo: 'Me levantaré, volveré junto a mi Padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo'". (Lc. 15, 17-18)

Un fruto grande de este periodo llamado «fuerte» en el que lo es litúrgico, debería ser el darnos cuenta, si tal es el caso, de que somos pecadores y de que debemos volver junto a Dios pidiendo perdón por nuestros errores y pecados. Sabemos, además, que el Padre siempre está dispuesto a abrazarnos y a perdonarnos y, por eso mismo, no podemos hacer como si ignoráramos eso.

5º domingo de Cuaresma

"Se fue Jesús al Monte de los Olivos… los escribas y fariseos trajeron una mujer sorprendida en adultero… El que de vosotros esté sin pecado que le arroje al primera piedra… Yo tampoco te condeno, vete y no peques más". (Jn. 8, 1-3-7-11).

Si somos capaces de comprender que no podemos arrojar piedras contra nadie por el hecho de que, a lo mejor, han pecado, y nos vemos como realmente somos (viendo la viga en nuestro propio ojo antes que la paja en el ajeno) la Cuaresma-Semana Santa nos habrá servido de mucho porque así nos veremos tal cual somos y no como, idealmente, queremos vernos.

Domingo de Ramos

"Llevaron el pollino a Jesús y echando sus mantos sobre el animal, montaron a Jesús". (Lc. 19, 35)

Conociendo nuestra naturaleza humana, el ser humildes debería ser comprendido como algo importante que no podemos olvidar. Así, si Cristo era «humilde de corazón» hasta tal punto como para servirse de un humilde animal para entrar, triunfante, en la Ciudad Santa, tal forma de ser ha de ser imitada por sus hermanos que, en esto, no pueden ser menos que el Maestro.

Domingo de Resurrección

Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. (Col 3, 1-3)

Es muy importante lo que dice el texto de la Epístola a los Colosenses que no es otra cosa que reconocernos salvados por Cristo. Desde tal momento de reconocimiento sólo podemos tener en cuenta, sobre todo, aquello que nos une con Dios y que, digamos, nos «tira» hacia arriba. Tal forma de ser, a partir de ahora mismo, ha de ser prioritaria en nuestro comportamiento porque así ha de actuar un hijo que se considera tal de Dios al haber muerto al mundo y nacido en Dios.

Y así, haciendo efectivos los frutos aquí apenas citados, podremos decir que, en efecto, somos hijos de Dios y, como dijo Juan ¡Lo somos! (1 Jn 3, 1).

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