» Baúl de autor » Eleuterio Fernández Guzmán » Eleuterio - 2011
Rocas sobre las que crecer
Recoge el evangelista que fuera publicano antes de seguir a Jesús, entre los versículos 21 y 27 de su capítulo 7, una verdad que no podemos olvidar porque supone, además, la piedra angular sobre la que construir nuestra vida.
Dice lo siguiente:
«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’ ‘Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina’».
Tenemos, pues, que construir nuestra vida sobre roca firme porque es la única manera de sobrevivir espiritualmente al mundo en el que nos ha tocado vivir. Porque no gusta Dios del hipócrita, nuestra existencia tiene que sostenerse sobre diversas rocas sin las cuales nuestra fe es pura hojarasca y cumpli-miento.
La roca Cristo
Sobre Cristo, roca firme con la que se salva y sostiene el mundo, la construcción de nuestra casa espiritual está asegurada y con ella nunca desfalleceremos en el intento de llevar una vida de la que se pueda predicar una verdadera filiación divina.
Sobre Cristo nada puede fallar porque Él sostiene, con su entrega misma, al mundo, a veces, con pies de barro.
La roca esperanza
Quien se considera hijo de Dios no puede perder eso que siempre se dice que es lo último que se pierde. Sostenemos nuestra vida en la esperanza de ver al Creador en su definitivo Reino y la misma nos sirve de roca sobre la que fundamentar una existencia verdaderamente cristiana y cercana a Dios.
La roca Amor
La caridad, que es la primera Ley del reino de Dios, no debe ser olvidada por quien quiera crecer hacia el Creador. Crecimiento que sólo se entiende desde el cumplimiento exacto de lo que la caridad supone para con el prójimo e, incluso, también para con nosotros mismos, tan dados, a veces, a perjudicarnos por tener una visión equivocada de nuestra realidad y nuestra relación con el Padre.
La roca camino
Si Cristo es, además de la Verdad y la Vida, el camino es porque tal senda quedó enderezada como quería que se enderezase Juan cuando bautizada en el Jordán y se acercó a él, humilde, el Hijo del Hombre para que lo limpiara (para dar ejemplo) de sus imposibles e inexistentes pecados.
La roca vida eterna
El ansia por la vida eterna, por alcanzarla y por, en definitiva, gozar de las estancias que Cristo nos está preparando, es otra roca firme sobre la que construir nuestra vida espiritual. Roca que, además, es para siempre, siempre, siempre y que no podemos dejar de lado como si, por lo imposible que parece sea alcanzada, tuviéramos que prescindir de tal creencia.
Junto a estas rocas seguramente cualquiera podría citar otras porque, al fin y al cabo, a cada cual el Espíritu le puede soplar lo que tenga por conveniente. Sin embargo, no es menos cierto que todas ellas nacen, derivan y surgen de la más importante de todas: Cristo que, como bien dice el texto del evangelio de san Mateo, sólo quien construye sobre ella no podrá ser considerado necio por haber sabido reconocer Quién es importante en su vida de creyente.
Precisamente, el lema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, a celebrar en Madrid el próximo agosto, es, tomando la idea de un texto de la Epístola a los Colosenses (2,7) «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» porque, precisamente, la raíz cristiana sólo puede ser el Mesías y sobre Él edificamos nuestra existencia y sobre Él nos sostenemos y existimos.
Por eso, ahora que el mundo parece que pretende que caigamos en la trampa de construir sobre las arenas movedizas de la mundanidad, debemos, sin duda alguna, ser puro desarrollo de los cimientos que Cristo puso, con su vida y ejemplo, entre nosotros.
Sobre tal roca segura es nuestra victoria.
Del director
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