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Bautizados y Cuaresma

El mensaje del Papa para la Cuaresma de este año, parte del sacramento del Bautismo, a través del cual se nos transmitió la vida nueva en Cristo el Señor y que el hecho de que en la mayoría de los casos se reciba en la infancia, pone de relieve que se trata de un don de Dios.

Los bautizados que mediten este mensaje entenderán, sin duda, que su vida como cristianos empezó en su bautismo. Pero hay también muchos bautizados, que aunque fueron catequizados, no participan en la vida de la Iglesia, ni en sus sacramentos y en la práctica han abandonado la fe.

En las últimas generaciones muchos niños reciben el bautismo, pero después no son evangelizados ni en su familia, ni en su colegio, ni en su parroquia. El bautismo de estos niños es tan solo una costumbre, un acto de celebración social que, incluso hay quien lo promociona al margen de cualquier sentido religioso: un bautismo civil.

Administrar el sacramento del bautismo a los niños tiene sentido cuando los padres lo piden como algo que ellos mismos consideran valioso, pero si viven alejados de la Iglesia, a la que ven con indiferencia o incluso con animadversión, no existe ninguna garantía de que vayan a ser formados en la fe de su bautismo.

Si en otros tiempos se realizaba la catequesis en un largo catecumenado para recibir el bautismo, ahora, los que reciben el bautismo necesitarían ser evangelizados a través de una acción preferente de la comunidad eclesial, para incorporarlos plenamente a ella.

La catequesis que se imparte en parroquias o colegios, a menudo sin una decidida colaboración familiar, es insuficiente para que estos niños, al llegar a su adolescencia y juventud, puedan enfrentarse a un ambiente laicista hostil.

Por otro lado hay muchos bautizados que se dicen cristianos pero piensan en la iglesia como un supermercado del que se pueden elegir unas cosas y rechazar otras. Aceptan la acción asistencial y caritativa y algunas devociones como valiosas, pero rechazan o ignoran las enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual, el matrimonio o el aborto. Tampoco saben nada de la doctrina social de la Iglesia, ni de sus obligaciones en materia profesional y económica, por lo que no llegan a tener ninguna conciencia de pecado en estas materias, aunque actúen con codicia y egoísmo.

El relativismo se va abriendo paso en sus vidas y aceptan como bueno o malo lo que deciden «democráticamente» los políticos de turno. Todo aquello que desde los medios de comunicación se presenta como «progresista» es aceptado con facilidad, lo que lleva a rechazar a la Iglesia y sus enseñanzas como anticuadas y reaccionarias y tratar de expulsarla de la vida pública.

La necesidad de una nueva evangelización se acuciante, aunque haya que realizarla en unas condiciones políticas adversas, pero sobre ello ya estamos advertidos por el mismo Jesús. El mundo no lo aceptó a Él ni nos va a aceptar a nosotros, pero el mayor peligro es querer hacer una iglesia aceptable al mundo, que nos tienta diciendo: «todo esto te daré si me adoras».

Sobre las tentaciones de Jesús en el desierto y las nuestras tenemos la oportunidad de meditar en esta Cuaresma y sacar el compromiso de ponernos a evangelizar porque solo a Dios, no al mundo, hemos de rendir culto.

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