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Aborto: sus Defensas

Los partidarios del aborto usan argumentaciones en defensa de su posición. El objetivo de lo que sigue es examinar una serie de esas argumentaciones y revisarlas críticamente.

Cada punto siguiente contiene el argumento utilizado a favor del aborto, a lo que sigue su examen y crítica.

Aunque la ley no lo permita, se harán abortos

Esta justificación del aborto tiene base en el razonamiento de aceptar la realidad: muchas personas quieren abortar y lo harán incluso si la ley lo prohibe, en condiciones insalubres, por lo que, se dice, es mejor que la ley autorice los abortos y que ellos se hagan bajo condiciones médicas vigiladas.

Esta justificación es quizá la más débil de todas —justificar la legalización de un acto porque de todas maneras se hará, puede ser reducido al absurdo de que se legalice todo acto por el simple hecho de que está realizándose. No tiene sentido. La ley prohibe los fraudes porque pueden ser realizados y son dañinos a las personas —sería absurdo autorizar los fraudes basándose en el hecho de que efectivamente suceden.

Este argumento suele acudir a los sentimientos de las imágenes que evoca un aborto realizado ocultamente, en un cuartucho sucio, lleno de probabilidades de infección —una situación que quiere remediar realizando abortos en salas quirúrgicas limpias. Es una justificación superficial, y que sería sujeta fácil de burlas: se permite asesinar a otros, pero la ley pediría al asesino que el cuchillo con que mate deba estar desinfectado.

Permitir el aborto va de acuerdo con la opinión pública.

Este argumento en favor del aborto se sustenta en número de opiniones, sean de una mayoría o un número importante de personas —e incluso en la opinión de intelectuales. El sustento central radica en suponer que lo que la mayoría haga o piense es lo correcto e inapelable.

Es uno de los argumentos más ingenuos que se usan —y que puede funcionar en contra si es que acaso la opinión mayoritaria es opuesta al aborto. Pero lo central es la extrema debilidad de suponer que las mayorías tienen la razón inevitablemente; o que la tienen los intelectuales que están a favor del aborto, pero no los que están en contra.

«Yo sí creo en el aborto y tú no. Déjame libre»

Este argumento a favor del aborto se basa en la tolerancia a diversas opiniones —cada persona hace lo que ella cree que debe hacer y nadie debe intervenir en sus decisiones. Es un argumento relativista, sustentado en la creencia de que no hay absolutos morales y todas las opiniones tienen igual legitimidad.

Contiene todos los errores ilógicos del relativismo —los que ya no trato aquí. Pero añado que contiene un error adicional, el de aplicar una creencia personal en otra persona a la que no se pide su opinión: matar a otra persona por creer que es permitido, sin tomar en cuenta la opinión de quien es asesinado. Tolerar las opiniones de otros obligaría a considerar la opinión de aquél a quien se va a matar.

La prohibición del aborto es una opresión capitalista, liberal, conservadora, etc

Más que un argumento lógico, esta defensa del aborto es objeción basada en ideología —se coloca a la prohibición del aborto dentro del contexto general de luchas políticas y económicas, y se le convierte en una defensa de doctrinas ideológicas.

No tiene mucho sentido agrupar al aborto dentro de causas o movimientos políticos y económicos, cuando es perfectamente posible examinarlo con más lucidez si se mantiene separado de otras cuestiones. Además, comete el desacierto de convertirlo en una causa de conflicto que así deja de ser examinada con la razón. Es un error considerable convertir al tema del aborto en una bandera de conflicto ideológico y luchas sociales.

Esta defensa del aborto no es en realidad un argumento en sí mismo, sino un aprovechamiento de conveniencia ideológica —el marxista, por ejemplo, defiende el aborto no con razones, sino por considerar que es parte de la superestructura ideológica de la clase capitalista la que debe desaparecer. En realidad es un mecanismo de defensa retórica que descalifica a quienes no piensan como él.

La prohibición del aborto es una imposición religiosa

Este argumentación en favor del aborto, similar a la anterior, supone que el tema es uno de imposición de creencias religiosas, por lo general cristianas. Su razonamiento es primitivo en sí mismo ya que su justificación única es la de ir en contra de una creencia religiosa que puede ser compartida por varias iglesias.

Al reducir todo a una cuestión de imposiciones, este argumento se acusa a sí mismo de lo que culpa al otro: impondré el aborto porque no quiero que se imponga su prohibición. Cuando un tema se reduce a una cuestión de imposición, se hace de lado la posibilidad de analizarlo y razonarlo.

No tiene tantos tintes ideológicos, como el argumento anterior, pero suele usar frases que más que razonar en favor del aborto, son ataques sentimentales a iglesias, generalmente la católica.

Reduce el tema a una cuestión religiosa, que pone de lado las posturas de no creyentes que se oponen al aborto con razonamientos que nada tienen que ver con creencias religiosas, ni con revelación divina.

Reduce también la argumentación a un conflicto de poder e imposición, que pone de lado discusiones centrales como el momento de consideración como persona y sus consecuencias. Es vociferante, pero no tiene base importante.

La legalización del aborto confirma la propiedad de la mujer sobre su propio cuerpo

Quien esto sostiene, suele afirmar que todo se reduce al tema central, uno de propiedad —las personas son dueñas de su cuerpo y están en su total derecho de expulsar de ese cuerpo a quien sea que lo invada.

De la misma manera que se toman medicinas para deshacerse de virus y bacterias que han invadido el cuerpo, el que lo quiera puede deshacerse de la persona que ha invadido su cuerpo: el niño dentro del vientre materno. Es un argumento de invasión que se legitima con un derecho de propiedad —se tiene perfecto derecho de matar al invasor.

El argumento es interesante y diferente al resto por poner todo su énfasis en un derecho absoluto de propiedad: puede matarse a quien la invade. El argumento tiene fallas considerables.

Supone que la persona que está dentro del vientre materno ha entrado allí por su propia voluntad —una hipótesis en extremo falsa: ha entrado allí no por voluntad propia, sino como consecuencia de una acción que dos personas han realizado y de cuyas consecuencias estaban conscientes. La entrada al cuerpo propiedad de la madre, su cuerpo, no ha sido una invasión, sino una invitación.

Ignora el tema de la dignidad humana y de facto crea una categoría de personas inferiores a las que puede matarse con legitimidad —aunque tenga una apariencia exagerada, pero es en su base la misma hipótesis que justifica la inferioridad de grupos humanos sobre la que se hace permisible su eliminación.

Reduce la discusión a un tema específico, el de la propiedad del cuerpo femenino —ignora aspectos básicos que también tienen influencia en el tema, como la dignidad de todas las personas.

Introduce la posibilidad de dejar la decisión del aborto a la opinión subjetiva de la madre —lo que equivale a aceptar un relativismo moral sustentado en reglas absolutas, una contradicción lógica. Dependería de la madre el evaluar a su hijo como un parásito o no.

Presupone que la persona dentro del vientre materno no tiene propiedad sobre su cuerpo, lo que niega su hipótesis básica de propiedad personal. Y niega la realidad de la manera en la que los humanos se reproducen —no hay otra manera que la de tener un embarazo.

Si la ley lo permite, el aborto es moral y ético

Este argumento asevera que la ley que permite realizar abortos es un justificante válido para realizarlos, sin que tenga que acudirse a otra fuente que legitime el permiso. Es un argumento que hace a la ley humana el origen de lo moral y ético.

Este argumento es más complejo y adolece al menos de un defecto menos sencillo de explicar que los anteriores.

La ley como una creación humana tiene siempre un origen externo a ella, del que deriva consecuencias lógicas que establece con detalle —es decir, una ley no puede ser su propio origen y fundamento. Necesariamente parte de supuestos, creencias y principios que están fuera de ella.

Una ley prohibe y castiga acciones como el asesinato, los robos y otras más, incluso penaliza la desobediencia a las señales de tránsito, porque parte de creencias acerca de las personas: valor de la vida, derechos de propiedad, libertades, dignidad y demás.

La visión sobre la persona humana es una que se refiere a su dignidad y su valor intrínseco —la base sobre la que se sustentan leyes que prohiben la esclavitud, el abuso infantil, el tráfico de blancas y otros actos considerados contrarios a la dignidad humana. La ley no es el origen de esos valores, sino una manifestación de ellos.

Bajo esta consideración, se hace incongruente que el aborto sea aceptado —sería el equivalente a realizar un asesinato con agravantes (que los proponentes del aborto sólo podrían legitimar suponiendo que no existe vida dentro del vientre materno, o hasta después de cierto período —y si no existiese vida, no tendría que realizarse un aborto).

Si una ley autoriza la realización de abortos, ella tendría que ser legitimada por una fuente externa —un valor, creencia o principio sobre la persona humana. No existe tal posibilidad y, por tanto, la ley que autoriza abortos carece de legitimidad externa.

La prohibición del aborto va en contra de la libertad femenina

El argumento establece que la maternidad es opresiva para la mujer, pero no para el hombre, y que ya que es inevitable que el embarazo suceda, la liberación femenina sólo puede darse permitiendo el aborto.

Varias críticas pueden hacerse a tal razonamiento. La más clara de ellas es la falta de reconocimiento de la realidad que diferencia a los dos sexos —si se quisiera esa liberación y ella fuera posible, el hombre tendría que tener un útero, o bien la mujer próstata. De esta manera, ambos serían iguales en cuanto a las enfermedades que pueden sufrir en ese sentido.

Otra, algo menos obvia, es el presuponer que el tener hijos no acarrea obligaciones masculinas —es obvio que lo hace por el principio que establece la aceptación de las consecuencias de los actos propios. El hombre que embaraza a una mujer es absolutamente responsable de lo que eso acarrea. Es inexacto suponer que sólo la mujer lleva responsabilidades.

Más aún, este argumento en favor del aborto quiere evitar la aceptación de las consecuencias de la libertad —es decir, va en contra de la misma libertad y con eso altera la dignidad humana. Fomenta la irresponsabilidad humana al crear un medio por el cual esa responsabilidad puede ser evitada.

Otra consecuencia indeseable del argumento es el crear un ambiente de conflicto, lucha y combate entre hombres y mujeres —no muy diferente a la lucha de clases en la concepción marxista y que sólo puede tener una salida: la victoria de uno sobre otro.

La prohibición del aborto es una violación de los derechos de la mujer

El argumento es uno muy básico e incluso primitivo: consiste en afirmar sin mayor justificación que terminar un embarazo es un derecho humano, que en este caso es aplicable a la mujer. Ella tiene derecho a su vida y como parte de ese derecho, se argumenta, ella puede abortar para vivir como ella quiere.

Esto puede ser negado con mucha facilidad, dada la debilidad del argumento: si se cree que la persona tiene derecho a vivir su vida como quiera, necesariamente se presupone que el resto gozan de los mismos privilegios y que por tanto, ninguna persona puede afectar a otra. El que yo quiera vivir mi vida como deseo, no puede darme la facultad de robar dinero de otros.

La prohibición del aborto no reconoce la diferencia entre potencial y realidad

Este argumento sostiene que el aborto debe estar justificado porque quien está dentro del vientre materno es sólo el potencial del ser humano y no un ser humano real —entonces, se sigue razonando, es inaceptable que un ser humano que sólo lo es en potencia tenga derechos.

Esta argumentación toca un tema central, el de la discusión sobre el momento en el que se es persona —si desde el instante de la concepción, o en algún momento posterior. El uso de términos como «ser humano potencial» y «ser humano real» es un artificio y sólo admite definiciones arbitrarias o circulares que se dan la razón a sí mismas.

Pero, fuera de esos términos sin sentido, el mérito del argumento es poner la atención sobre el centro de la discusión —el momento en el que existe la vida y por tanto, un aborto significaría realizar un asesinato. Ya que no es posible determinar con certeza para todos el momento en el que se es una persona, la mejor decisión es la del principio de precaución y aceptar que es mejor cometer el error de pensar que es una persona real y no debe ser matado.

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