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100 causas para conocer la Fe

Esta semana tengo la obligación de escribir para agradecer muchos gozos y muchas alegrías porque cumplo, por así decirlo, 100 causas para conocer la Fe.

El primer artículo publicado en conoZe.com tenía un título, digamos, casi profético: «Sobre el interés por ciertos temas» y, en realidad, no he tratado, sino, de que el pensamiento discurriera sobre la Fe fijando el acento sobre aquello que, en cada momento, me ha parecido importante.

Y tales han sido las causas que han determinado los, hasta ahora, y con éste, 100 primeros artículos.

Pero, antes de seguir, me veo en la obligación de agradecer algo porque, como sabemos, de bien nacidos es ser agradecidos.

Agradezco al Director-Editor-Administrador-etc. de conoZe.com que no es otro que Juanjo Romero, que me diera la posibilidad de poder escribir en su criatura. Entonces, el que junta estas cuatro letras tenía poca experiencia en la publicación internáutica y fue una oportunidad de la que nunca, nunca, estaré lo suficientemente agradecido.

Aquello me abría una puerta grande.

Yo no sé si mi participación en conoZe.com ha producido algún tipo de beneficio a la página de JJR. Al menos me sirve saber que a mí sí me ha producido un gran beneficio espiritual participar entre las muchas e importantes personas e instituciones (700 autores) que dejan su pensamiento, por escrito, en el ancho mundo de conoZe.com.

Pero para que todo esto haya sido posible han tenido que haber unas razones de fe que han procurado, para mi corazón, una solución pronta: sólo Dios basta.

Existen, para eso, pruebas de que Dios, con sus huellas dejadas en nuestras vidas, nos muestra, con una lucidez que sólo puede venir de Él, esas razones:

  • en la naturaleza, en el silencio en el que oímos la brisa suave (como le sucedió a Elías en su huida) en la que sabemos está el Creador,
  • en las mociones del Espíritu Santo que nos guía,
  • en la sonrisa de un niño o en las lágrimas de un necesitado,
  • en la caricia de un ser querido,
  • en el amor sin condiciones de la inocencia infantil, esa que tanto quiere Jesús,
  • en la dulzura de unas manos que se entregan al otro,
  • en el acompañar, en la soledad, al triste,
  • en ser cayado donde el atribulado sostenga la carga de su vida,

Y, más que nada:

  • en ser corazón que acoja, incluso, sobre todo, al que desconoce y maltrata nuestra fe.

Estas, quizá, sean, aún, pocas razones de fe para convencer al que no quiere dejarse convencer pero, también, son dones, ciertos carismas del amor que Dios nos dona.

Por eso con ellas podemos dar muestra de su ser en nosotros porque son como esos talentos que, a veces, no dejamos producir por egoísmos y otras malas razones.

Pero, además, es como si acudiera a nosotros el Padre para ser mostrado al otro y ser, así, ejemplo en el que mirarse, luz que seguir, instrumento vital para nuestra existencia; es como si, queriendo serlo, demostráramos indubitablemente que la Verdad es la Verdad y que no hay más salida que aceptarla para que nuestra vida concuerde con el sueño de eternidad que tanto quiso el pueblo elegido por Dios y que tanto anhelamos nosotros, sus herederos, nuevo pueblo.

Y así han transcurrido las 99 causas que han favorecido que la fe sea, si eso es posible en un corazón pecador, mejor conocida, traída desde las lontananzas del alma hasta la presencia vida del Espíritu de Dios.

Y ahora acabo el artículo diciendo lo mismo que con lo que he empezado: «Esta semana tengo la obligación de escribir para agradecer muchos gozos y muchas alegrías»

Y es, eso, una semana más, una causa más para agradecer, a Dios la parte que le toca de gloria (que es toda) y a Juanjo Romero (JJR) la parte que le toca de paciencia (que es mucha)

Múltiples gracias sean dadas desde un humilde corazón.

Ahora en...

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