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Sobre las diversas misiones

El 1 de marzo se celebró la Jornada Misionera del día de Hispanoamérica.

La misión, en la América llamada latina, tiene tintes que rayan con la heroicidad porque muchos son los problemas de sectas y de introducción de las Iglesias evangélicas que desvirtúan el mensaje de Cristo.

Sin embargo, recordar la misión que en aquellas tierras se ha de llevar a cabo nos hace traer, al hoy mismo, aquellas misiones que, como cristianos, y, aquí, como católicos, tenemos que llevar a cabo.

La misión de la oración

Recoge el evangelista Mateo una frase de Jesucristo que resulta muy importante tener en cuenta: «Todo cuanto pidáis con fe en la oración lo recibiréis» (Mt 21,22)

Entonces, se nos presentan, para hacer uso de ellas, dos realidades espirituales: pedir y tener fe.

Cuando pedimos hacemos lo que Dios quiere que hagamos. En las necesidades ante las que nos encontramos tenemos que cumplir la ineludible misión de hacer que el Padre, con la viva voz de nuestro corazón, conozca qué es lo que nos pasa e, incluso (sobre todo) lo que sucede a nuestro prójimo.

Pero, además, no basta con pedir. Hay que hacerlo con fe.

Con fe oramos porque estamos en la seguridad de ser escuchados por Dios. Confiamos en el Creador y, por lo tanto, manifestamos nuestra fe porque en ella encontramos el antídoto para nuestra soledad espiritual.

Tal misión, orar, no es nada baladí, porque sin ella no existe conexión entre Dios y nosotros, su semejanza.

Por eso, en tanto en cuanto orar es fundamental para nuestra vida de hijos de Dios hemos de no caer en la trampa de preterir lo que tal fundamento ha de suponer para nosotros.

La misión de la predicación

Con la predicación se hace patente nuestra fe en Dios, la creencia que tenemos en su Hijo Jesucristo y la importancia que tiene, en nuestra vida, la concurrencia de ambos junto con el Espíritu Santo en nuestro devenir diario.

Predicar, pues, es transmitir aquello que es importante: la Palabra de Dios.

Tan importante es la predicación que, en su día, hiciera pronunciar a san Pablo aquella expresión de necesidad ineludible: ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! (1Cor 9,16)

¿Qué es predicar?

-No es decir lo que cada cual quiere oír sino la verdad.

-Es transmitir la Palabra de Dios de tal forma que llegue a todos los corazones, teniendo en cuenta las características de cada situación concreta.

Por otra parte, Jesús le dijo a sus discípulos «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido» (Mc 1:38)

Así les/nos transmitía la necesidad de predicación, la especial misión del discípulo: predicar.

Por otra parte, el cristiano tiene que cumplir dos misiones muy especiales a través de las cuales demuestra que es lo que dice ser:

La misión del perdón

Perdonar no es, siempre, fácil, porque nuestra naturaleza humana, básicamente egoísta, no permite que el corazón sea de carne y, las más de las veces, se manifiesta duro y pedregoso y, entonces, ni sabe ni puede perdonar.

Pero perdonar, la misión de perdonar y su exacto cumplimiento, identifica al cristiano.

Si de los primeros cristianos se decía aquello de «mirad como se aman» era porque, seguramente, veían, en sus actitudes, una que lo era de perdón y de comprensión hacia los errores que los demás podían cometer al igual que Jesucristo perdonaba los pecados a quien los tenía muy a pesar de las críticas que eso le acarreaba.

Por tanto perdonar es, sobre todo, encargo directo de Dios a su semejanza y no podemos, por eso mismo, dejar de cumplirlo.

La misión de la entrega y del servicio

Darse, entregarse, es algo que Jesucristo llevó a cabo desde que se conoce su vida, digamos, pública.

Si, ahora mismo, recordamos, el episodio de la Última Cena y el lavatorio de los pies, bien podemos llegar a la conclusión de encontrarnos ante la plasmación de la misión principal de Su vida: servir a los demás, llegando a hacer lo que sólo podía hacer la persona más humilde.

Por eso, la misión de servicio es esencial y la podemos llevar a cabo en multitud de circunstancias de nuestra vida. No es, pues, algo difícil de manifestar porque Dios no nos dice que hagamos algo que no sepa que podemos hacer.

Cada cual puede pensar, ahora mismo (recomiendo hacerlo) las ocasiones en las que puede servir a los demás y entregarse a los demás. Seguramente le saldrá una lista larga que, debidamente cumplida, estará dando forma a la misión que aquí se cita.

Entregarse...

Servir...

Expresiones son de cristianismo acendrado y no alejado de la verdad sino, al contrario, en contacto directo con ella.

Por eso, aunque pueda dar la impresión de que el Mensaje destinado a la América llamada latina pueda quedar lejos, no es menos cierto que, debidamente entendido, nos concierne a todos aquellos que, con razón, nos decimos hijos de Dios.

Ahora en...

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