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Nuevas pedagogías y crisis del varón

En las últimas décadas se han impuesto una serie de tendencias pedagógicas que pretenden poner en práctica el absurdo consistente en tratar a los niños como una minoría oprimida que tiene la necesidad de liberarse[1]. Se traslada al profesor a una función subsidiaria y se sitúa a los alumnos en el centro del universo escolar, dotándoles de unas facultades exorbitantes que los convierten en pequeños tiranos. El niño es creador por naturaleza y el profesor tradicional un destructor o represor de las iniciativas creativas de los alumnos. Los métodos más utilizados han consistido en rebajar las exigencias para que el aprendizaje se vea casi como un juego o un placer. Según esta psicopedagogía, las reglas de comportamiento y el control de la adquisición de conocimientos son ejercicio de autoritarismo.

Esto que pudiera parecer el paradigma de la libertad, es un error pedagógico pues otorga a los alumnos una serie de facultades para las que no están preparados: los alumnos ni tienen libertad para elegir lo mejor (lo confunden con lo más fácil), ni saben todavía comportarse de manera independiente (pues no han desarrollado de manera suficiente su carácter)[2].

Estas tendencias pedagógicas, si bien no causan demasiados estragos en las niñas, por regla general más disciplinadas y autoexigentes, condenan a muchos chicos al fracaso y a la frustración, pues ignoran de forma absoluta su peculiar forma de aprender, basada en la necesidad de autoridad, disciplina, valoración del esfuerzo personal, competitividad, superación de retos y tensión. Como afirma Donna Lamframboise, en relación con las niñas todos estamos pendientes de los fallos del sistema educativo, del acoso en las escuelas, de la falta de estimulación de los padres, de los roles y estereotipos que la sociedad les impone. Pero en el caso de los niños se les echa la culpa a ellos de su propio fracaso, no a las circunstancias, al modelo educativo o a la sociedad[3]. Y esto es injusto.

El fracaso escolar. Fracaso masculino

De las estadísticas, documentos e informes más recientes se desprende una conclusión evidente: los varones están en crisis desde el punto de vista educativo[4]. En contra de lo que infundadamente piensa la mayoría de la sociedad y como demuestran los estudios, son las chicas las que están arrasando en los colegios. El chico tipo está un año y medio por detrás de la chica tipo en lectura y escritura; está menos comprometido en el colegio; su comportamiento es peor y es más improbable que acabe realizando estudios universitarios. Lejos de aparecer tímidas y desmoralizadas, las chicas de hoy ensombrecen a los chicos. Consiguen mejores calificaciones. Tienen aspiraciones educativas más altas. Siguen programas académicos más rigurosos y participan en clases de alto nivel en mayor porcentaje.

Muchas más chicas que chicos estudian en el extranjero. Las chicas se comprometen más académicamente. El estudio PISA 2003, realizado para el conjunto de los países de la OCDE, llega a la siguiente conclusión: a igualdad de edad y condiciones, el rendimiento escolar es superior entre las alumnas.

La escuela como lugar de socialización

El actual sistema educativo, tomando como inspiración la idea de Montaigne, según la cual no debe haber otro estímulo para la enseñanza que el placer del neófito, descarta cualquier imposición o contrariedad, y consagra la idea de que el colegio es un lugar de socialización donde el niño acude a divertirse y no a esforzarse, con la confianza, en la idea romántico-roussoniana, de que los conocimientos florecerán por sí solos. Los colegios se inclinan por ser centros de socialización y de expresión más que una institución donde aprender. Estamos ante lo que García Morente denominaba «pedagogías infantilistas», a las que consideraba «técnicas totalmente perjudiciales que lejos de favorecer la educación —la conducción de la infancia a la hombría— la obstaculizan, haciendo perdurar indebidamente la vida pueril»[5]. Las consecuencias comienzan a ser especialmente evidentes a partir de la adolescencia. El infantilismo provocado por la falta de esfuerzo hace del joven un ser incapaz de soportar situaciones en las que no consigue una satisfacción inmediata, reaccionando en muchos casos con violencia si no obtiene lo que quiere, cuando quiere y como quiere[6]. Este desprestigio del esfuerzo personal hace que tener un buen comportamiento y sacar buenos resultados se haya convertido en «cosa de niñas».

LA COMPETENCIA. UN FACTOR ESENCIAL EN EL APRENDIZAJE MASCULINO

Tal situación, lejos de conseguir la felicidad de nuestros hijos, provoca aburrimiento y frustración. La sensación de falta de control, sumada a la ausencia de tensión, de exigencia o de alicientes, origina en los muchachos la necesidad de buscar «acción», lo que encuentran con facilidad insultando o molestando a sus compañeros o al profesor.

Los chicos precisan de un elemento esencial, en la actualidad absolutamente ausente en nuestras escuelas: la competencia. Como afirmaba Charles Dickens: «El hombre es rival de otros hombres. Disfruta con la competencia». Las clases estructuradas en torno al sistema de la exigencia y de la competencia personal son un éxito para los varones que se sienten estimulados por la tensión y confrontación. Vince Lombardi, entrenador de fútbol americano, decía: «Para los chicos ganar no lo es todo; es lo único». Los niños necesitan alcanzar metas. Esto constituye para ellos un incentivo para su mejora personal. Es preciso explotar la competitividad natural de los chicos para así promover logros académicos. Se trata de convertir la típica «combatividad» masculina en una sana y efectiva competitividad.

Dejemos a los chicos ser chicos

Diversos estudios de psicología, psiquiatría, neurología y pedagogía demuestran que los chicos tienen una forma de aprender y comportarse diferente a la de las niñas. Michael Gurian, autor del libro, A Fine Young Man, mantiene que debemos saber con certeza «cómo son los niños» para tratarlos con justicia y comprensión, así como para optimizar las potencialidades propias de su sexo y encauzarlas en lugar de intentar exterminarlas.

Según la antropóloga Hellen Fisher, «durante millones de años, los hombres y las mujeres han hecho trabajos distintos, quehaceres que exigían habilidades diferentes. A medida que los días fueron sumando siglos el tiempo fue esculpiendo sutiles diferencias en el cerebro masculino y el femenino..., hombres y mujeres salen del útero materno con algunas tendencias e inclinaciones innatas generadas en las praderas de África hace varios milenios. Los sexos no son iguales. Cada uno tiene ciertas dotes naturales. Cada uno es un archivo viviente de su propio pasado»[7].

Los chicos españoles son cada vez más analfabetos que las chicas. Nuestro sistema educativo está dando a los muchachos mucho menos de lo que merecen académicamente hablando. Las soluciones propugnadas desde ámbitos gubernamentales sugieren sin embargo la eliminación de la masculinidad de los jóvenes en el desarrollo de programas de igualdad de «género» y otras medidas «contra el sexismo» en las aulas que no hacen sino ahondar aún más en una postura radicalmente errónea que pretende negar unas características propias a los varones, provocándoles una auténtica crisis de identidad. Los chicos no necesitan que se les «rescate» de su masculinidad sino que se les comprenda y se les apliquen modelos pedagógicos adaptados a su peculiar forma de aprender y comportarse. Dejemos a los chicos «ser chicos» y reencontrarán su identidad. Ayudémosles a convertirse en «caballeros » y ellos solos cerrarán el abismo educativo que les separa de las chicas.

La difusión de nuevos resultados en la investigación debería constituir una llamada de atención para tratar de ser más justos con las aptitudes de los chicos, sus peculiares características y sus tareas vitales específicas, especialmente a través de modelos más adecuados de enseñanza[8]. Este será sin duda un importante paso en la lucha contra el actual fracaso escolar.

Notas

[1] Hannah Arendt, La crisis de la educación, Between past and future; Viking Press, Nueva York, 1968.

[2] Vid. al respecto, Inger Enkvist, La educación en peligro; Madrid, 2000.

[3] Donna Lamframboise, Global and Mail, 7/3/98.

[4] Datos y cifras de la educación en España 2005/2006, Ministerio de Educación y Ciencia; Una mirada a la educación 2005, OCDE.

[5] Manuel García Morente, «El mundo del niño», Rev. de Pedagogía; 74-75, 1928, pp. 1-21.

[6] Vid. Nicolas Revol, Sale Prof!, Fixot;1999.

[7] Hellen Fisher, El primer sexo, Punto de Lectura, 2001, pp. 15 y 16.

[8] Vid. al respecto, Christa Meves, «Las chicas son diferentes y los chicos más», en la obra colectiva Educación diferenciada, una opción razonable, Eunsa, Pamplona, 2005.

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