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Tolerancia

Desde hace varios siglos, la civilización europea ha valorado progresivamente la tolerancia. Aunque el concepto es ambiguo, y no todos lo entendemos por igual, no hay duda de que hemos ido aprendiendo a convivir más respetuosamente con gentes de culturas, tradiciones y religiones diversas. Realmente esta actitud no es un hallazgo de la Ilustración sino, como afirma Yepes, un crecimiento de la sensibilidad hacia la dignidad de la persona y su libertad, que en Europa ha existido desde el siglo V antes de Cristo y, en especial, desde que este predicó su mensaje de amor. Bastaría recordar estas palabras: "Amad a vuestros enemigos y rezad por vuestros perseguidores, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos".

El respeto al pluralismo forma parte de la cultura europea, y aun de toda verdadera cultura porque tiene sus raíces en la propia racionalidad humana. Sin embargo, el concepto es suficientemente vago como para que sea variadamente manipulable. Escribía Ana Marta González que tolerante es, en efecto, el talante moral del demócrata que, por otra parte, puede encargarse de señalar como fundamentalista al que se le opone. En efecto, quizá estamos en una sociedad con una tolerancia herida por muy variados motivos: existe verdaderamente el fundamentalismo religioso, hay laicismos que también lo son, a veces los respetos son insuficientes, se dan sectarismos, somos permisivos hasta puntos que tal vez ya no son tolerancia, etc. M. Hättich se ha hecho preguntas con estas: ¿domina la tolerancia en una sociedad, cuando los hombres, deseando ser tolerantes, ya no se atreven a manifestar una opinión firme sobre algún tema por temor a herir a otros?; ¿equivale tolerancia a indiferencia o a inexistencia de convicciones?; ¿hay algo razonablemente intolerable?; el objeto de la tolerancia, ¿son las personas o las opiniones? No es fácil responder cuando no se posee una idea clara de lo que se desea expresar al afirmarse tolerante.

Pienso que la tolerancia está íntimamente relacionada con tres conceptos importantes: libertad, verdad y bien común. Tres asuntos sobre los que existen opiniones muy diversas. Y de ahí surgen ideas distintas sobre el tema que nos ocupa, así como posibles deficiencias o insuficiencias del mismo. El respeto a la legítima diversidad es muy exigente, y no se resuelve con proclamas fáciles o demagógicas, tal vez ancladas simplemente en la moda o en lo políticamente correcto, pero no en la consideración que merece la persona y, con ella, la verdad, la libertad y el bien común.

Actualmente, va cristalizando un concepto de libertad ajeno a la verdad de las cosas y de las personas. En esta visión, la libertad es emancipación, es decir, independencia, autonomía respecto a Dios y a cualquier autoridad, que no pasa de ser un árbitro organizador de los intereses que los individuos eligen. Es el choice inglés: ser libres es elegir espontáneamente. Stuart Mill ha expresado su apasionada creencia de que el hombre se hace humano mediante su capacidad de elección, también cuando se equivoca. No deja de tener aspectos interesantes, pero omite la relación entre hombre y verdad, lo que sucede cuando las necesidades humanas se reducen a las materiales. Además, esta concepción olvida aquello —tan necesario para la convivencia— de que mi libertad termina donde comienza la de los demás. También desaparece todo reproche. Cierto que a la tolerancia se le opone el fundamentalismo, pero también es verdad que existen otros modos de malograrla que acaban siendo igualmente imposiciones.

Es necesario buscar puntos de encuentro, sin encastillamientos. El cardenal Ratzinger subrayó que es preciso superar malentendidos como el concepto individualista de la libertad. El hombre es un ser para convivir con los demás, lo que implica la no absolutización del yo, la vivencia de que su libertad es compartida, la existencia del derecho común y la autoridad. Decía el fundador del Opus Dei: "La humildad es la virtud que lleva a descubrir que las muestras de respeto por la persona —por su honor, por su buena fe, por su intimidad— no son convencionalismos exteriores, sino las primeras manifestaciones de la caridad y la justicia". Muy distinto de ese individualismo egoísta. Seguiremos.

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