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¿El universo necesita una causa?

La primera galardonada con el Templeton Prize Progress Toward Research of Discoveries about Spiritual Realities (Premio Templeton para el progreso de la religión. Así fue llamado hasta 2001) fue la madre Teresa de Calcuta en1973.

Desde entonces, cada año se ha concedido este prestigioso reconocimiento, monetariamente más cuantioso que el mismo Nobel (1, 170, 000 euros), a grandes personalidades como el hermano Roger de la comunidad de Taizé, Chiara Lubich, Alexander Soljenitzin, Michael Novak o Charles Taylor, entre muchos otros, quienes han contribuido a la investigación o descubrimiento de las realidades espirituales.

La fundación se debe a Sir John Templeton, un empresario estadounidense de origen británico y confesión presbiteriana interesado en la armonización y diálogo entre la fe y la razón.

El pasado 17 de marzo, la «John Templeton Fundation» anunció en una rueda de prensa desde el Church Center de la ONU el nombre del premiado 2008.

Ordenado sacerdote católico en 1959, el padre Michael Heller desempeña a la par de su ministerio pastoral la labor como docente de filosofía en la Pontificia Academia de Teología de Cracovia desde 1985. Ha sido profesor visitante en el Instituto de Astrofísica y Geofísica de la Universidad Católica de Lovaina y ha impartido cursos en el Instituto de Astrofísica de la Universidad de Oxford así como en el departamento de física y astronomía de la Universidad de Leicester. Desde 1986 colabora también con el Observatorio Vaticano en Castel Gandolfo donde conoció a los renombrados jesuitas George Coyne y William Stoeger junto a los cuales ha publicado algunos ensayos.

El padre Heller, de 72 años (Tarnow, Polonia, 12 de marzo de 1936), cuenta con una prolífica obra que incluye una treintena de libros, la mayoría en polaco y unos pocos en inglés («Theoretical Foundations of Cosmology», obra técnica de cosmología desde el punto de vista de los modelos matemáticos que dan pie a la física y a la cosmología teóricas; «Some Mathematical Physics for Philosophers», obra para filósofos donde expone una visión estructuralista de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica; y «The New Physics and New Theology» y «Creative Tenson: Essays on Sciense and Religion» donde pone en relación a la nueva física y a la cosmología con la cuestión de Dios, la teología y la religión) y unos cuatrocientos artículos de carácter divulgativo y de investigación.

Pero más que a la trayectoria o al conjunto general de su amplia obra, la fundación ha querido centrar el reconocimiento en un punto más concreto del discurso intelectual del padre Heller. Ese motivo lo ha resumido la misma fundación en la interrogante «¿Necesita una causa el universo?». En buena medida, la concesión del premio estuvo motivada por los agudos enfoques y los conceptos originalmente desarrollados por el padre Heller sobre la causalidad y el origen del universo con su clara vinculación teísta.

Este hecho a quedado remarcado en la declaración que el mismo padre Michael hizo recientemente y que resume parte de su pensamiento: «...siempre quise hacer las cosas mas importantes. ¿Y qué puede ser mas importante que la ciencia y la religión? La ciencia nos brinda el conocimiento y la religión nos da el significado y ambas son prerrequisitos de una existencia decente. Y la paradoja es que esos dos grandes valores parecen siempre estar en conflicto. A menudo me preguntan «¿cómo puedo reconciliarlas?» Y cuando tal pregunta me es formulada por un científico o un filósofo, invariablemente me pregunto: «¿cómo es posible que personas bien educadas estén tan ciegas para no ver que la ciencia no hace mas que explorar la Creación de Dios...»

El padre Michael Heller parece admitir el enfoque de la metafísica tomista clásica que exige, para la explicación del universo, una causa primera no creada y necesaria identificada con Dios ya que el mundo no puede atribuirse la necesidad. Siendo así, sólo Dios puede ser entendido como esa primera causa, fundamento del ser y único ser necesario.

Esto se evidencia aún más al repasar una reciente declaración a la prensa: «Al contemplar el universo se impone una pregunta: ¿necesita el universo tener una causa? Es claro que las explicaciones causales son una parte vital del método científico. Variados procesos en el universo pueden ser expuestos como una sucesión de estados, de tal manera que el estado precedente es causa del que le sucede. Si observamos con más profundidad estos procesos vemos que hay siempre una ley dinámica que prescribe cómo un estado debe producir el otro. Pero las leyes dinámicas se expresan en forma de ecuaciones matemáticas y si preguntamos acerca de la causa del universo deberíamos preguntar acerca de la causa de las leyes matemáticas. Al hacerlo así nos situamos en el gran plan maestro de Dios al pensar el universo. Al hacerlo nos, ante la pregunta de la causalidad definitiva: ¿por qué existe algo en lugar de no existir nada? Al hacer esta pregunta, nosotros no estamos preguntando por una causa como todas las otras causas. Nosotros estamos preguntando por la raíz de todas las posibles causas. La ciencia no es sino el esfuerzo colectivo de la mente humana para leer la mente de Dios desde las preguntas de las cuales nosotros y el mundo parecemos estar hechos».

La ceremonia de premiación tendrá lugar el próximo 7 de mayo en el Palacio de Buckingham. Será otorgado por el Duque de Edimburgo, Su Alteza Real, el príncipe Felipe.

El padre Heller pretende invertir el dinero del reconocimiento en la creación del «Centro Copérnico», en conjunto con la Universidad Jagellonica y la Academia Pontificia de Teología de Cracovia, para seguir investigando y educando exhaustivamente en la ciencia y teología como disciplinas académicas.

El valor monetario del Premio Templeton que excede, como ya dijimos, al Nobel, busca subrayar que la importancia de los adelantos en los beneficios espirituales es mayor que la de otros avances del ser humano.

Es significativo que el premio haya sido asignado a un sacerdote católico quien, además, es un experimentado científico. Una vez más queda plasmada la complementariedad fe y razón que, en la religión católica, siempre ha sido posible y ha constituido un reflejo fiel de lo que una religión preñada de la verdad es capaz de ofrecer al hombre de hoy.

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