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Hace 200 años nació Claret

Era un hombre de su época, pero adelantado a su tiempo. Después de dos siglos, la estela luminosa que dejó sigue agrandándose, hasta alcanzar rango universal. Antonio M.ª Claret nace en Sallent (Barcelona) el 23 de diciembre de 1807. Al año siguiente, entra en España Napoleón para confirmar en el trono a su hermano Pepe Botella, tras la abdicación de Calos IV en su hijo Fernando el 19 de marzo, día de san José. Después de la masacre del 2 de mayo, se suprimen todas las órdenes monásticas y el Imperio se erige a sí mismo como el único dios.

Dos años después, se crean las Cortes de Cádiz, que no tardan en proclamar a bombo y platillo la efímera Constitución, nuevamente el día de san José de 1812 ¿Viva la Pepa! Se inaugura la libertad de expresión con un nuevo periódico: 'El Español'.

Claret ha cumplido 5 años, y ya sueña con la eternidad: más en el cielo que en el infierno, a pesar de la metralla que sobrevuela sobre las ciudades y los pueblos. En 1813 comienza el declive del Imperio y Napoleón, también en marzo, devuelve a los españoles su rey Fernando.

Claret se convierte a los 21 años al oír de pasada este mensaje: «¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si él mismo se pierde?». Dejó el telar y se puso a tejer bonitos sueños, que darán su fruto 21 años después en la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María (1849). Al año siguiente, deja a la criatura recién nacida en la ciudad de Vic y parte para Cuba como Arzobispo Misionero. Reinaba allí la esclavitud, abolida sólo a finales de siglo.

En 1830 nace Isabel II, aboliéndose la Ley Sálica que impide gobernar a la mujer: marzo, también. Hoy se puede repetir la historia con la pequeña y encantadora Leonor. El 33 muere Fernando y asumirá el poder la tutora de Isabelita, María Cristina. Matanza de los frailes en Madrid (julio del 34) acusados de envenenar el agua potable. Mendizábal, ministro de Hacienda, suprime de un plumazo las órdenes religiosas. Precisamente, este mismo año, el día de su santo, Antonio M.ª Claret se hace sacerdote. Seguirá soñando, en un ambiente completamente hostil, en una Congregación al servicio de la Palabra.

Claret marcha a Roma para enrolarse en la misión universal. En 1849, diez años después, tras intentar ser cartujo y luego jesuita, fundará sus propias congregaciones de Claretianos y Claretianas, y hasta una editorial o Librería Religiosa, fomentando el apostolado de la buena prensa. Claret se ha convertido en el Misionero Apostólico de toda España, incluidas las Canarias. Cuenta con 5 compañeros para dicha fundación. Solo no daba abasto para nada; y, más, si por donde pasaba le iban robando el corazón. Ahora cuenta con más de 3.000 corazones de repuesto: sus Misioneros repartidos por todo el mundo.

Recién fundada esta Familia el 16 de julio, día del Carmen y de la Cruz, antes del mes debe abandonarla a su suerte, nombrado por Pío IX arzobispo de Cuba; hasta que vuelve a pensar en él para confesor de la joven reina Isabel, cuando sólo tenía 22 años. De nuevo en marzo, por san José. El 58 en El Escorial (cuya biblioteca pacientemente organizó) concibió la feliz idea de reunir a seglares intelectuales y artistas famosos de la época en la Academia de San Miguel. Desentendiéndose, eso sí, de la política, se consagró a una febril predicación, hasta 8 y 10 sermones diarios de más de una hora de duración. Los primeros ejercicios espirituales para el clero reunieron, en varias tandas, no menos de 500 sacerdotes; los de hombres, 4.000; y mujeres, 6.000.

En tiempos tan difíciles de persecución religiosa, jamás se amilanó, antes buscaba toda clase de subterfugios para difundir por doquier la palabra que puede salvar a la humanidad: escribía para todo género de personas: colegialas, seminaristas, soldados, amas de casa; catecismos ilustrados por él mismo, asociaciones de seglares comprometidos; y acontecimientos punteros de la época, como el teléfono inalámbrico o el ferrocarril. ¿Un personaje realmente moderno, a pesar de los pesares!

Claret preside en el 59 el primer capítulo general de los Misioneros Claretianos, y comienza a extenderse la Congregación por todo el territorio español, principalmente, por Andalucía, saltando de inmediato a África (Guinea Ecuatorial) y América (Chile, la viña joven de allende el mar). Con la Eucaristía en una mano (mejor dicho, en el pecho) y en la otra el Rosario, pretende hacer frente a todos los males de España, incrementados al máximo en aquella década de los sesenta. Isabel caerá el 30 de septiembre del 68. Se había desatado la crisis de gobierno, acabando con la Monarquía e incluso con los Estados Pontificios.

Claret está bien curtido para defender su fe y el amor a la Iglesia: a un hombre como él nada le arredra. Salió ileso de 14 atentados mortales e infinidad de calumnias contra su persona y su obra. Estuvo a punto de morir en Holguín (Cuba) degollado por un sicario a sueldo, un pobre presidiario que él mismo había liberado poco antes de la prisión.

El 24 de octubre de 1870, a las nueve menos cuarto de la mañana, se durmió blanda y suavemente en el Señor -comenta uno de sus detractores, Azorín, tras reconocer su yerro-. Por haber amado la justicia, morirá en el exilio. Su espíritu, animador de la gran Familia claretiana, permanece aún vivo.

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