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Usos, costumbres, maltrato y violencia en familia

La violencia y el maltrato intrafamiliares son tema de todos los días, sea por reportes de casos o por abordarse el asunto en foros, mesas redondas y otros medios. Nadie puede prácticamente decir que no ha oído hablar del asunto, sólo quizá en poblaciones incomunicadas. Pero el mundo no ve mejora alguna ¿qué pasa?

Creo que si preguntamos a cualquier persona "en frío", si está de acuerdo con la violencia intrafamiliar en todas sus formas, de leves a graves, nos dirá que está mal, que no debe ser. Si ahondamos en el tema, acerca del castigo a los hijos, muchos dirán que está bien, que eso sí, que se debe regañarlos y que una buena nalgada arregla muchas cosas.

El mundo real es diferente. Las personas practican el maltrato intrafamiliar y llegan incluso a altos grados de violencia sin mucho o ningún remordimiento; más bien parecen sentirse satisfechas, sea por desahogar su enojo o hasta por verdadero sadismo. Las causas son muchas y los intentos de corrección no funcionan.

Una solución más bien inútil a nivel macro-social es la penal. Meter a la cárcel al golpeador no ha servido a la sociedad en general. Quizá al salir sienta miedo de volver tras las rejas y se controle, pero si aprendió algo más está por verse. El caso particular está por el momento resuelto, pero no el uso y costumbre sociales.

Esto no significa que debe abrogarse la ley, no, sino simplemente medir su alcance. Sabemos bien que mucha violencia intrafamiliar no se denuncia, así que esta medida es muy limitada. El maltrato que amerita más bien multas y reparación de daños en su caso, tampoco ha resuelto el problema.

El fondo del asunto parece ser que la gente, consciente o subconscientemente lo ve como costumbre; así se usa, ni modo. ¿Por qué habría yo de ser distinto? Sabemos que la gente maltratada en la infancia o que atestiguó maltratos en casa tiende a repetirlos. Igual pasa con pederastas que dicen hacerlo porque a ellos se lo hicieron; desquite en cuerpo ajeno, es la costumbre.

Veamos un ejemplo de película. En "El Padrino", el marido golpea a la hija de este Capo, para enfurecer al hermano y poder, como lo hicieron, acribillarlo a tiros. Pero el asunto es la respuesta paterna ante la furia del hijo por su hermana: "no te metas, ya está casada, es asunto suyo, no nuestro". ¿De veras? Mucha gente, demasiada, tiene ideas semejantes en la vida real.

Esto es lo grave del asunto, y lo que complica hasta casi la inutilidad los esfuerzos de iglesias, escuelas, organismos oficiales y gente responsable. Mientras se piense que es así, y además que puede hacerse impunemente, que si insulto, agredo o golpeo no me pasa nada y me siento bien, la sociedad seguirá viendo mucha violencia intrafamiliar. Las ideas fijas de que "así es, ni modo" o "si a mí me lo hicieron ahora me toca el desquite", es la costumbre, el uso, pues, ello impide que se reduzca esa violencia.

Mucho tiene que ver el silencio "prudente" de quienes tienen ocasión de opinar contra el maltrato familiar y no lo hacen, y creo que se abstienen de reprender, protestar o aconsejar en caso de maltrato atestiguado o conocido, precisamente porque creen que es una costumbre y que no hay nada que hacer.

Otro problema es creer que los conceptos de maltrato y violencia equivalen a golpes, manazos, patadas y hasta balazos. Ignoran o deciden ignorar que las palabras también dañan, que la violencia verbal lastima. Pero cuando después de insultar, menospreciar y humillar a un familiar (generalmente más débil) se sienten bien: "le dije lo merecido", "a ver si así aprende" y otros auto-mensajes más, su costumbre prevalecerá. Mucho debe insistirse en lo inaceptable de la violencia verbal.

Como sociedad, sabemos qué está bien y qué está mal (hay una moral), que el uso y costumbre del maltrato y la violencia deben acabarse, pero no somos eficientes en ello. Creo que el camino de solución está en las campañas masivas y permanentes sobre ello. Una persona familiarmente violenta, sea poco o mucho, debería tener un verdadero bombardeo que le diga que está mal, que "no se vale".

Comunidades enteras han logrado modificar hábitos de vida, como cuidar el agua, no ensuciar las calles y mantenerse alertas ante el peligro, para comunicarlo a los demás. No enviar a las hijas a la escuela porque se van a casar, es costumbre superada. Si la prensa escrita, la radio y la televisión, los mensajes en las calles y en medios de transporte repitieran continuamente los males del actuar violento, de palabra y de obra en la familia, podríamos llegar a influir en las personas.

Mientras se vean esos usos y costumbres de maltratar a la familia, por la razón que sea como "normal", seguiremos con personas maltratadas y que pueden convertirse en maltratantes. Debemos repetir sin descanso que todo ello es injustificable, inaceptable y que debe cambiarse el patrón de conducta.

De hecho, alguna campaña en ese sentido ya se ha hecho contra el maltrato verbal a los niños, pero la verdad es que debe ser permanente. Las personas deben poder acostumbrarse a hablar del asunto, a aconsejar contra el maltrato y la violencia, como si aconsejaran dejar el tabaco que mata o adelgazar por la diabetes. Eso solamente se logra tras muy largos esfuerzos comunitarios.

"La letra con sangre entra", principio base de que un maestro podía maltratar físicamente al alumno reprobado o que no hizo una tarea o deber, fue aceptable hace cien años; ya no, el maestro que da un reglazo será amonestado al menos. Pero mientras se aceptaba como "uso y costumbre", esta mala práctica existía.

El maltrato familiar, la violencia, como todas las malas costumbres humanas, nunca desaparecerán, pero sí puede reducirse su incidencia, y solamente con un gran esfuerzo colectivo de reeducación masiva, no con algunos castigos penales o reportajes de televisión.

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