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Cada vez son más los eslabones perdidos

¿Qué hallazgos recientes han provocado esta perplejidad en los especialistas?

En un principio, los trabajos recientemente publicados (y que tratan sobre descubrimientos de distintos fósiles humanos realizados en los últimos años) deberían facilitar nuestra comprensión de la historia evolutiva real del ser humano; sin embargo, no es así. Por el contrario, el hallazgo de nuevos restos de Homo erectus y Homo habilis en Kenia; el estudio del esqueleto postcraneal (es decir: de cuello para abajo) de cuatro humanos de Dmanisi (Georgia) que tenían 1,77 millones de años (m.a.); el estudio del hombro y la muñeca de Homo floresiensis, y el descubrimiento de unos fósiles humanos en Atapuerca (España) que podrían tener hasta un millón y medio de años de antigüedad, están dejando perplejos a los especialistas.

Esto es así hasta el punto de que se empieza a cuestionar si se pueden seguir manteniendo toda una serie de convicciones fuertemente arraigadas en nuestra visión tradicional de la evolución humana.

¿Qué preguntas se están haciendo los expertos a raíz de estos descubrimientos?

¿Verdaderamente desciende Homo erectus de Homo habilis? ¿Realmente el origen de Homo erectus está en África? ¿O quizás se originaron en Asia y desde allí pasaron al continente negro para que nuevamente migraran hacia el Lejano Oriente y el sudeste asiático? ¿De dónde procedían los humanos que vivían en Atapuerca hace más de 1,2 m.a.? ¿Acaso eran descendientes de los pobladores de Dmanisi? ¿Quiénes eran realmente estos primeros europeos que habitaron la península Ibérica en fechas tan tempranas? Después de los nuevos estudios que se han publicado, ¿se puede seguir dudando de que Homo floresiensis sea realmente una especie human distinta a la nuestra? ¿Tiene sentido seguir hablando de Homo ergaster como una especie humana diferente a todas las demás o acaso eran una población africana de Homo erectus?

Todas estas preguntas han cobrado plena vigencia en las últimas semanas. El debate se ha abierto y los próximos meses y años verán correr las propuestas, las críticas y las contracríticas.

¿Qué convicciones han quedado cuestionadas?

Hasta ahora se venía pensando que nuestro género se había originado en África centro-oriental hace entre 3 y 2,5 m.a., ignorándose, eso sí, el género y la especie de homínido prehumano a partir del cual habrían surgido los primeros representantes de nuestra estirpe. En cualquier caso, desde hace unos veinte años se viene opinando que los primeros humanos son los miembros de la especie Homo rudolfensis y Homo habilis.

De todas formas, hay quienes opinan que ni los unos ni los otros serían, en rigor, los primeros humanos, pues a los rudolfensis habría que incluirlos en el género de los Kenyanthropus (anunciado en 2002) y a los segundos se los coloca entre los Australopithecus. En cualquier caso, se supone que los Homo habilis habrían dado lugar en África centro-oriental (posiblemente en la región del Lago Turkana, en Kenia) a los Homo ergaster, quienes al abandonar África hace 1,8 m.a. se habrían transformado en Homo erectus durante su viaje a Indonesia.

Este paradigma clásico, que se venía imponiendo desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, empezó a ser ligeramente cuestionado a partir de los estudios que aparecían a principios de este siglo y que trataban sobre los humanos que poblaron Dmanisi. En efecto, el desconcertante tamaño diminuto de sus cráneos, así como otras características arcaicas, los emparentaban más con los Homo habilis que con los Homo erectus; aunque, en rigor, no se identificaban plenamente ni con unos ni con otros, por lo que sus descubridores decidieron asignarlos a una especie humana nueva: Homo georgicus.

¿Qué ha supuesto el descubrimiento de una nueva especie humana en la isla de Flores?

La visión de la evolución humana se complicó cuando en octubre de 2004 se anunció el descubrimiento de una nueva especie humana hallada en la isla de Flores (Indonesia) y que tenía como características principales una estatura muy baja (los adultos medían alrededor de un metro) y un cerebro muy pequeño (el cráneo recuperado en la cueva de Liang Bua, perteneciente a una hembra adulta que vivió hace 18.000 años, tenía un volumen endocraneal de 417 cm3). Su diminuto cerebro es menor incluso que el de los humanos de Dmanisi y el de los primeros miembros de nuestro género, los mencionados Homo habilis. De hecho, el cerebro de los floresiensis tiene un tamaño más parecido al de los australopitecinos de hace tres millones de años.

Estos nuevos humanos, cuyos restos fosilizados abarcan un rango temporal que va desde los 90.000 años hasta los 12.500, se asignaron a Homo floresiensis. Naturalmente, la pregunta que más intriga a los científicos es la relativa a su origen.

¿De quién desciende y de dónde procede esta especie humana tan misteriosa?

En un principio se pensó que eran descendientes de los Homo erectus que habían llegado a la isla de Flores hace 840.000 años. Pero, en estos momentos, sus descubridores son más bien del parecer de que estos humanos ya habían llegado a la isla con su reducido tamaño. Esto significaría que el proceso de enanismo se debería de haber iniciado en otras islas. Tampoco se puede descartar que, en lugar de descender de Homo erectus, desciendan de los humanos de Dmanisi o del propio Homo habilis, o de alguna especie relacionada con estas pero aún no descubierta.

Naturalmente, la polémica no puede estar ajena a este personaje tan singular. De ahí que algunos investigadores sostengan que Homo floresiensis no es sino un puñado de individuos enfermos pero de nuestra propia especie. Concretamente serían ejemplares de Homo sapiens que habían padecido microcefalia, enanismo y otras patologías como la ausencia de barbilla.

Sin embargo la publicación de dos trabajos, uno en agosto[1] y otro en septiembre[2], el primero sobre la estructura del hombro y el segundo sobre la de la muñeca, concluyen que la arquitectura ósea de estas partes anatómicas de los humanos diminutos de Flores tenían una morfología muy arcaica y bien diferente de la de los humanos modernos de hoy en día, lo que representaría dos nuevas pruebas a favor de la afirmación de Homo floresiensis como una especie humana distinta a nosotros. De hecho Lordkipanidze y colegas ven en Homo floresiensis algunas de las características físicas de los humanos de Dmanisi[3].

¿Qué aportan al registro fósil mundial los nuevos descubrimientos sobre el Homo erectus?

Gracias a la publicación en agosto y septiembre de 2007 de una serie de trabajos, las polémicas en torno a estas cuestiones se ha reavivado.

Efectivamente, el 9 de agosto la revista Nature publicaba un artículo firmado por Fred Spoor, Meave Leakey y otros, en el que se informaba del hallazgo, en el año 2000, de una calota de Homo erectus y de un fragmento de maxilar derecho de Homo habilis, ambos hallados en la localidad keniana de Ileret, en la orilla oriental del Lago Turkana.

En principio estos hallazgos no parecían tener nada de excepcional. Al fin y al cabo, en la zona ya se habían encontrado anteriormente otros muchos fósiles de ambas especies. Pero lo cierto es que cada uno de ellos tenía una peculiaridad que los convertía en únicos en todo el registro fósil mundial.

En efecto, la calota de Homo erectus era la más pequeña de todas las descubiertas hasta ahora y atribuida a esa especie. Su volumen endocraneal es de 691 cm3 y su antigüedad de 1,55 m.a., lo que plantea una doble cuestión.

Por un lado se trata de un volumen cerebral tan pequeño que no puede evitarse la comparación y (posiblemente) la relación con los humanos de Dmanisi, que también tenían un cerebro de tamaño similar (los menores 600 cm3 y el mayor 780 cm3). ¿Significa esto que los Homo erectus del Turkana tenían algo que ver con los humanos de Dmanisi? ¿Es posible que, en vez de ser dos especies humanas distintas, sean dos poblaciones diferentes de una misma especie?

Ahora parece que, contra lo que se creía, Homo erectus no desciende de Homo habilis.

Esta cuestión está relacionada con el descubrimiento de la mandíbula de Homo habilis en Ileret. Tiene una antigüedad de 1,44 m.a.[4], lo que significa que los Homo habilis y los Homo erectus coexistieron en el mismo espacio durante 200.000 años más de lo que se venía suponiendo hasta ahora. Spoor, Leakey y colaboradores han interpretado este hecho como una prueba a favor de que Homo erectus no puede descender de Homo habilis, tal como se propone en el paradigma clásico, sino que ambas especies deberían proceder de un antepasado común y, a partir de él, sufrir una divergencia que les llevaría a seguir historias evolutivas paralelas. Habrían compartido un mismo espacio pero sin competir por los mismos recursos, lo que habría posibilitado esta coexistencia durante tantos centenares de miles de años.

¿Estamos ante especies distintas o ante poblaciones distintas de una misma especie?

Nos hemos preguntado antes por la relación entre los humanos de Dmanisi y los del Turkana. Pues bien, el 20 de septiembre la revista Nature publicaba un trabajo[5] en el que David Lordkipanidze y colaboradores exponían las conclusiones del estudio que habían realizado de 32 restos postcraneales de tres adultos y un adolescente que habían existido hace 1,77 m.a.

La conclusión a la que llegaban era que medían en torno al metro y medio y pesaban entre 40 y 50 kg, presentando una combinación de características arcaicas (un cerebro pequeño, baja estatura y caminar con las palmas de las manos mirando hacia delante en vez de hacerlo hacia el muslo de la pierna), junto a otras modernas que les asemejaban a nosotros (como las proporciones existentes entre las extremidades superiores y las inferiores o la estructura de los pies, que les permitía recorrer larga distancias).

Vistos los descubrimientos de Dmanisi y de Kenia, Daniel E. Lieberman (paleoantropólogo de la universidad de Harvard) sostiene que aquellos humanos prehistóricos de Georgia y los primeros Homo erectus de África pertenecen a poblaciones distintas (o hipodigmas) de una misma especie que tendría una alta variabilidad morfológica[6].

¿Homo erectus nació en el Cáucaso o en África?

Ann Gibbons recoge, en un artículo aparecido en Science, el parecer de diversos especialistas que discrepan de las nuevas propuestas que se están haciendo en relación a los posibles primeros pasos de nuestro género. Ante la sugerencia de que Homo erectus arcaico se hubiera originado en el Cáucaso o en algún otro lugar de Oriente Próximo y que desde allí hubiera emigrado a África para dar lugar a los erectus que habrían emigrado luego a Extremo Oriente y al sudeste asiático, el paleoantropólogo Alan Walter (de la Universidad Estatal de Pensilvania y codescubridor del Niño de Nariokotome, un esqueleto bastante completo de Homo erectus de hace 1,5 m.a.) opina que es un escenario improbable.

Según su parecer, lo más plausible es que Homo erectus se originara en África y emigrara desde allí hacia otros lugares (Dmanisi, Java, China, etc...), donde las poblaciones locales evolucionarían separadamente, dando lugar a grupos distintos, pero todos ellos de la misma especie madre.

Da la impresión de que cuanto más sabemos sobre la evolución humana todo se hace más complejo.

Sí, por si este tema no estuviera suficientemente enmarañado, hay especialistas que se cuestionan si realmente los homínidos de Dmanisi son humanos o no. Así el antropólogo Bernard Wood (Universidad George Washington, en Washington D.C.) opina que los citados especímenes de Georgia son en realidad formas intermedias entre homínidos prehumanos y los primeros Homo [7].

La conclusión que se puede sacar de todo esto es que a medida que vamos conociendo más cosas sobre las primeras fases de la evolución humana ésta se nos va mostrando mucho más compleja de lo que pensábamos hasta ahora. En este sentido son muy atinadas las palabras de Ian Tattersall cuando afirmaba que: «En los últimos años se ha hecho evidente que las postreras etapas de la evolución humana fueron mucho más accidentadas de lo que convino en aceptarse durante largo tiempo. Pero eso también es aplicable para las primeras etapas»[8].

Notas

[1] Susan G. Larson et al., «Homo floresiensis and the evolution of the hominin shoulder»; Journal of Human Evolution (2007), doi:10.1016/j.jhevol.2007.06.003, pp. 1-14.

[2] M.W. Tocheri et al., «The primitive wrist of Homo floresiensis and its implications for hominin evolution»; Science, vol. 317, 21-09-2007, pp. 1743-1745.

[3] D. Lordkipanidze et al., «Postcranial evidence from early Homo from Dmanisi, Georgia»; Nature, vol. 449, 20-09-2007, pp. 305-309.

[4] F. Spoor, M.G. Leakey, I. McDougall et al., «Implications of new early Homo fossils from Ileret, east of Lake Turkana, Kenya»; Nature, vol. 448, 9-08-2007, pp. 688-691. Esta antigüedad tan corta le convierte en el fósil de esta especie que resulta más próximo en el tiempo a nosotros.

[5] D. Lordkipanidze et al.: op. cit.

[6] D.E. Lieberman, «Homing in on early Homo»; Nature, vol. 449, 20-09-2007, p. 290.

[7] A. Gibbons, «A new body of evidence fleshes out Homo erectus»; Science, vol. 317, 21-09-2007.

[8] Ian Tattersall, «De África ¿una ... y otra vez?»; Investigación y Ciencia, junio de 1997, p. 20.

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