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Qué Dios (III)

Conclusión

La filosofía puede afirmar de Dios que es el Ser por eminencia en quien se agota la realidad de las cosas y no mentiría; pero en la afirmación se puede encontrar el origen de la dificultad de la filosofía: si Dios agota en sí la realidad, no se comprende cómo puede existir y de hecho existe cosa distinta a Él. Entramos así en una alternativa: o es una afirmación de la suficiencia de la razón en sí misma y una negación de Dios o una afirmación de la suficiencia de Dios en sí mismo y la negación del hombre; es insostenible la coexistencia de Dios y otra cosa. Tendríamos que apelar nuevamente a los problemas límite que no pueden ser dominados por la razón. Todo ser se agota en Dios y Dios determina todas las cosas, es verdad, pero lo que caracteriza a los problemas-límite no es sólo que no pueden ser dilucidados por la razón, sino que obligan a abandonar el orden moral del razonamiento, constituyen para el espíritu un interrogarse a sí mismo en el terreno de la existencia y obligan a una conversión. En estas problemáticas lo único que Dios nos pide es que nos dejemos amar por Él pero es precisamente a esto a lo que el hombre se opone porque esa aceptación significaría confesar su total indigencia, una total desposesión de todo cuando reconocer la propia dependencia radical no es otra cosa que ratificar la existencia individual. Y esta ratificación individual es recordar nuestra condición de criaturas creadas gratuitamente por amor con una dignidad y una posibilidad altísima, la de hijos de Dios, la de poder acceder por gracia gratis dada al nuestro Creador.

Recapitulación a la luz del punto de la revelación

Hemos tratado de precisar el estado de la cuestión en lo que se refiere al conocimiento filosófico de Dios dentro de la mentalidad cristiana y heºmos afirmado que «La razón puede llegar a conocer la existencia de Dios cuando opera en el único terreno real, el del ser existente, y que, partiendo de una existencia contingente, la relaciona con Dios, en cuanto existencia personal. Esto implica una relación existencial que la razón puede percibir; en tanto que la razón reflexiona sobre sí misma en cuanto sujeto existente, llega a reconocer su relación con un sujeto existente trascendente que es Dios. Pero aún así no llega a posesionarse de lo que Dios es realmente. Dios es objeto de una afirmación, no de una intuición[35]. Se puede afirmar su existencia, pero su ousía continúa desconocida» [36]. El Dios verdadero «es el de la fe real. La fe está orientada hacia Cristo como el ojo hacia el color y el oído hacia el sonido»[37].

Es así que después de haber dicho que no podemos decir nada de él, podemos decir de Dios infinidad de cosas: es ésta la fusión de teología negativa y positiva. Conocer a Dios por medio de la razón es, en expresión de Danielou, «afirmar la existencia del incognoscible, es decir, la existencia de algo que trasciende el conocimiento». Pretender conocer «lo que es» ese incognoscible significaría la negación de su esencia. Reconocemos unas fronteras del conocimiento y de la incognocibilidad de Dios en tanto que muchos de los modernos filósofos se reducen a conciliar la infinitud de la perfección divina con la limitación que parece implicar la noción de persona que, las más de las veces, suelen decantar en excesos y degeneraciones ya antes abordados.

La importancia de la postura del cardenal Daniélou radica en el realismo cristiano del Dios persona (garantía de los valores humanos) contra el idealismo griego del Dios-naturaleza; «la distinción entre Dios-Persona y Dios-Naturaleza se reduce a distinguir dos modos de atribución de las perfecciones divinas, que son los dos que distingue santo Tomás al comienzo de la Suma?[38]» . El jesuita francés recuerda que la revelación ha permitido a la metafísica descubrir verdades nuevas pero que no dejan de ser estrictamente metafísicas. Danielou ofrece una reflexión nada convencional sobre el carácter personal de Dios y sobre la coexistencia de Dios y las criaturas, es decir, la Creación, con la que enriquece la visión de la realidad. «Al tratar del Dios de la fe Daniélou introduce en la relación de Dios salvador -el Dios vivo, «el Dios de Abraham, Isaac y Jacob»- con el mundo. Este Dios es el que se revela en la palabra y en la historia, y pide ser acogido por el hombre en la fe. En el capítulo siguiente «El Dios de Jesucristo» se completará esta exposición con lo que se refiere a la manifestación de la Trinidad de las personas a través de sus obras.

La presentación que Daniélou hace de la fe y de la revelación ofrece explicaciones que hoy forman parte de la doctrina comúnmente aceptada. Pero es necesario tener en cuenta la fecha en que fue escrita para hacerse cargo de lo que suponía esa forma de afrontar los temas clásicos de la revelación de Dios y de la fe con la que el hombre responde. Con sencillez, sin establecer tensiones con la forma tradicional de presentar la fe como asentimiento, Daniélou afirma que «la fe se refiere esencialmente a hechos divinos». La revelación entonces forma parte de la historia de la salvación. De todos modos, Daniélou no trata de ofrecer una reflexión detenida sobre la naturaleza de la revelación y de la fe, sino sobre todo de presentar al Dios que se revela y con el que el hombre se encuentra en la fe.

Más allá de la creación, el Dios bíblico es conocido en su relación con el mundo a través de la Alianza. «La Alianza nos introduce así en la revelación del Dios vivo con todo su misterio y toda su paradoja». En la Biblia, los rasgos fundamentales con los que Dios se presenta son la verdad, la justicia y el amor. Nuestro autor expone de forma original y profunda el sentido que esos temas centrales tienen en las Escrituras» [39].

Podemos recapitular: la filosofía conoce de manera distinta la personalidad divina, sólo como posibilidad; en ella no es posible concluir que la esencia de Dios sea comunicable por lo que nos ponemos de frente a un problema-límite. La afirmación filosófica de Dios consistirá en decir de Dios todo lo que es y en afirmar que posee en sí de forma eminente el valor de todo lo que es. El cristianismo no es espiritualismo que identifica lo divino con la esfera del espíritu; el cristianismo lleva consigo un aspecto materialista pero no al modo marxista. Dios es inmutable (que no es dar la impresión de que Dios se estabilice en una completa inmovilidad, en una seguridad sin riesgos y que sea contrario a la invención, a la creación y al movimiento pues en Él el movimiento se da en su valor más eminente, en cuanto al acto puro); no hay ninguna realidad que no se dé en Dios de manera eminente, suficiente (existente con plenitud absoluta) y trascendente (lo posee de manera distinta de todas las formas creadas); lo que amamos en toda criatura no es más que un reflejo de Dios.

Ante la dificultad que presentan algunos cuando aplicamos el concepto de «persona» a Dios reduciéndole, según creen, a un ser finito, Danielou responde afirmando en qué consiste la perfección de la Personalidad que atribuimos a Dios. Al antropomorfismo que podría suponer representarse a Dios como persona con las imperfecciones que la personalidad humana conlleva, responde con la necesidad de despojarla del lastre para comprenderla en todo su alcance. Y es verdad: no se puede negar al espíritu el derecho a formarse ideas positivas del ser infinito mientras las nociones no impliquen limitación. Así, la crítica no tiene razón de ser[40]. Estamos en derecho a formarnos un concepto de personalidad divina partiendo de la única personalidad que conocemos: la humana; y esto de dos maneras: gnoseológicamente podemos formarnos idea partiendo del conocimiento que tenemos de la persona humana y metafísicamente porque a Dios pertenece primaria y propiamente la personalidad de la que participamos. «Fe y ciencia. "A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero" (Cc. Vaticano I: DS 3017). "Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nuca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son" (GS 36,2)»[41].

Dios es una Persona. ¿Hay que ver aquí la causa por la que los sabios del mundo no le tributen el respeto debido, en este caso la adoración? A la luz de persona aparece claramente la noción de bien y de mal y se pone en claro el abismo que separa a Dios de sus criaturas. Sí, Dios es persona; habla, conoce y ama: se comunica. El Dios de la verdadera filosofía prepara, se opone al Dios impersonal del idealismo e incluso al Dios desligado del mundo de Aristóteles y Plotino y prepara al Dios de Abraham que «habla» a su pueblo, lo gobierna y lo hace objeto de su amor. Hablar y amar significan comunicarse y esta es la característica de la personalidad en Dios. Cuando decimos que Dios es personal decimos no sólo que nos trasciende sino que nos conoce y ama. La personalidad divina es fundamento de la moralidad, fundamento de la religión y lazo que une al hombre con Dios.

La filosofía se ve obligada a reconocer a Dios y no puede conocerlo. Su acto más importante es proyectar sobre sí misma un punto de interrogación y demostrar que ese interrogante es una exigencia de la razón. En este plano, el reconocimiento de una revelación se presentará como un acto razonable. Un Dios dominado por la razón no sería ni un Dios personal ni un Dios trascendente. Al afirmar que Dios existe y supera las posibilidades de la razón, le reconoce en cuanto Dios y esto es lo que llamamos revelación.

Bibliografía

CORTÉS J. - MARTÍNEZ RIU A., Diccionario de filosofía en CD-ROM, Herder ed., Barcelona.

DANIELOU J., Dios y nosotros, Cristiandad ed., Madrid 2003.

JUAN PABLO II, Encíclica Fides et Ratio, en Encíclicas de Juan Pablo II. Primera edición mundial de todas las encíclicas del Papa, Edibesa, Madrid 2003, 5ª ed.

RATZINGER J., Introduzione al cristianesimo. Lezioni sul simbolo apostolico, Queriniana ed., Brescia 1996.

RATZINGER J., El Dios de la fe y el Dios de los filósofos en http://es.catholic.net/conocetufe/623/2170/articulo.php?id=25789.

BLAIS P., Pensamientos, n. 474-479, Orbis ed., Barcelona 1984.

GUARDINI R., El Señor, tomo II, Ed. Rialp, Madrid 1958, 3ª. ed.

Notas

[35] "Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina (cf. Cc. Vaticano I: DS 3015). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo". Catecismo de la Iglesia Católica n. 50.

[36] J. DANIELOU, Dios y nosotros?, p. 75.

[37] R. GUARDINI, El Señor?, p.423.

[38] J. DANIELOU, Dios y nosotros?, p. 82.

[39] C. IZQUIERDO, introducción al libro "Dios y nosotros" en http://www.arvo.net/documento.asp?doc=141002d.

[40] "Entre el antropomorfismo y el agnosticismo hay una cierta analogía, y precisamente toda la dificultad de los modernos para comprender la personalidad divina radica en ese desprecio intelectual que les empuja a rechazar como antropomórfica toda tentativa que tiende a conocer a Dios sirviéndose del hombre". J. DANIELOU, Dios y nosotros?, p. 85.

[41] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica n. 159.

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