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Diez razones por las que EpC sí adoctrina a los escolares

En el último Debate sobre el estado de la Nación, el presidente del Gobierno ha retado al jefe de la Oposición a que «coja un libro de texto de Educación para la Ciudadanía —por ejemplo, el de SM— y diga en qué está Usted en contra o qué hay de adoctrinamiento» en la nueva asignatura. LIBERTAD DIGITAL recoge el guante e identifica diez ideas concretas del libro de José Antonio Marina que conculcan la libertad educativa y de conciencia reconocidas por la Constitución española.

El pasado 3 de julio, desde la Tribuna del Congreso, el presidente enarboló un ejemplar del libro de texto de Educación para la Ciudadanía (EpC) de SM, escrito por José Antonio Marina. La asignatura empezará a impartirse en septiembre en segundo o tercero de la ESO —según comunidades autónomas—, y desde ahí, se extenderá a Primaria y a Bachillerato, impregnando ocho años de la formación de niños y adolescentes, entre los 10 y los 18. José Luis Rodríguez Zapatero prometió entregar su exclusivo ejemplar del libro de Marina —aún no está a la venta, según ha podido comprobar LIBERTAD DIGITAL, consultando en tres establecimientos especializados de Madrid— al final del Debate sobre el estado de la Nación a Mariano Rajoy, al que retó a leerlo e indicar en qué adoctrina o recorta la libertad de las familias.

«Es inaceptable, una mentira intolerable», espetó exactamente Zapatero. «Y si Usted no sube aquí, se habrá demostrado claramente que todos son infundios, insidias y visiones apocalípticas», desafió a su oponente.

LD recoge el guante lanzado por el presidente —casi una semana después, el PP no lo ha hecho aún— e identifica diez ideas del libro de José Antonio Marina, moldeadas por el decreto de contenidos y objetivos de la asignatura aprobado en diciembre de 2006 por el Gobierno, que chocan frontalmente con la libertad educativa y de conciencia consagradas por la Constitución Española.

Los excesos de la obra de Marina pueden servir de referencia a las familias del contenido y el enfoque ideológico concreto de la nueva materia, ya que se trata —según la promoción que del libro hacen SM, su autor y hasta el Ministerio de Educación—, de la versión más moderada de los manuales que se aplicarán en las aulas, frente a las aproximaciones a más doctrinarias de editores como Octaedro, Akal, Laberinto o Santillana.

1) Programando el «Gran Proyecto Ético»

José Antonio Marina no oculta lo ambicioso de su experimento con las mentes de los escolares. Su libro pretende inculcarles el «Gran Proyecto Ético», basado en «las características y necesidades de los seres humanos».

«La idea matriz» del manual es que «estamos intentando realizar el Gran Proyecto Humano —que permita a todos los seres humanos alcanzar cinco bienes: los bienes materiales imprescindibles, la libertad, la igualdad, la seguridad y la paz—», apunta el autor de EpC para SM.

Marina da por hecho que es posible determinar las «características y necesidades» o «los bienes materiales imprescindibles» de una persona y construir, a partir de estas necesidades previamente determinadas por el pedagogo —por delegación del Estado—, un sistema universal de valores que siempre tendrá la última palabra en los «conflictos» entre valores subalternos, como los transmitidos por la familia.

Una de las «necesidades» de los niños —aunque ellos no lo sepan, ni sus padres— es «determinar su personalidad», avisa Marina a las familias que recibirán el nuevo programa de formación en valores desde el próximo curso.

Marina anuncia que su libro de texto forjará un nuevo molde de «identidades múltiples» o «concéntricas», en el que se enseñará al niño que «tiene que elaborar varias identidades: la identidad de género, la identidad religiosa o ideológica, la identidad nacional, la identidad humana, es decir, el sentimiento de pertenencia a la humanidad».

No hay nada nuevo en esta visión, que ya fue formulada por Marx en el núcleo de su programa político colectivista: «A cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad».

En otro momento de la exposición de intenciones de su manual, Marina admite que «me dan de vez en cuando ataques de megalomanía educativa que debo controlar», aunque no cree «exagerar» cuando atribuye a la nueva asignatura —en línea con lo manifestado este domingo por la ministra de Educación— el poder de mejorar «no sólo nuestra convivencia, sino el sistema educativo entero».

2) Un individuo al servicio del «Gran Proyecto Humano»

Que EpC es un experimento pedagógico que sobrepasa la simple instrucción en preceptos constitucionales lo demuestra la declaración de Marina sobre el impacto que se persigue en la mente de los niños:

«Del individuo al Gran Proyecto Humano» y «Del Gran Proyecto Humano al individuo» resumen los dos recorridos del programa doctrinario, según los define el propio autor del manual de SM.

«Se estudia como ese Gran Proyecto abre el campo de juego de las expectativas privadas de felicidad. Indica los modos de identidad nacional, religiosa, o de género que son compatibles con el Gran Proyecto Ético. En ese sentido no puede negar ninguna de ellas —ni religión, ni patriotismos, ni modelos de género—, sino solamente indicar los que resultan imposibles o difíciles de compaginar con el mundo de la dignidad y de los derechos que queremos construir».

De nuevo, el pedagogo habla por boca de ganso del Estado, que se reserva el derecho a decidir que valores y que «identidades» son compatibles con el «Gran Proyecto» que se está programando cuidadosamente en la mente de los jóvenes.

¿El aborto? ¿La eutanasia? ¿El diálogo con terroristas? ¿La poligamia? ¿La familia abierta? ¿La libertad de consumir? ¿La propiedad privada? Todo encaja, o no, en el «Gran Proyecto» según lo que dictamine el Estado en cada momento.

El «Gran Proyecto» determina las necesidades del individuo y éste se pone al servicio del «Gran Proyecto», que no es otro que lo que indica el Estado.

3) El Estado como formador moral

Marina insiste en que el Estado, a través del currículo educativo, debe suplantar a las familias cuando éstas no transmiten de manera «eficaz» valores a los hijos.

«¿Tienen razón los padres que reclaman su derecho a educar moralmente a sus hijos? Sin duda. Y si todos los hicieran con una maravillosa eficacia, la escuela podría dedicarse a otra cosa», afirma Marina en la exposición de los principios que le han guiado en la escritura del manual de texto de SM.

El pedagogo asigna al Estado un papel típicamente despótico: decidir cuándo son, o no eficaces las familias al transmitir valores y sustituirlas para impartir su propia moral de Estado.

En segundo lugar, atribuye a la escuela un papel de formador moral de la juventud, una filosofía pedagógica que choca con la tradición liberal en la que la escuela instruye en conocimientos y respeta el libre albedrío de las familias para formar en valores a sus hijos.

Al respecto, escribe Jean-François Revel en La traición de los profes, uno de los capítulos de El conocimiento inútil:

«El profesor puede enseñar o adoctrinar. Cuando la enseñanza prima sobre el adoctrinamiento, la educación cumple su función principal, en el interés de los que la reciben y en el interés de la democracia bien entendida. En cambio, cuando es el adoctrinamiento el que se impone, se convierte en nefasta, abusa de la infancia y sustituye la cultura por impostura»

4) «Un test de inteligencia del consumidor»

Uno de los capítulos del libro de José Antonio Marina está dedicado a la idea de «consumo responsable». De nuevo, el pedagogo —al servicio del Estado— va más allá de la descripción de conceptos y entra en elección de valores: «Consumo responsable».

Al definirlo, Marina sostiene que «es posible hacer un test de inteligencia del consumidor. Es inteligente el que compra sólo lo que necesita y no algo innecesario porque está rebajado».

Este simple enunciado contiene todo un programa ideológico. En primer lugar, ¿quién dice cuándo un consumidor compra por necesidad y cuándo lo hace por «vicio» —siguiendo la lógica de esta pedagogía, en la que todo lo que no sea necesidad en las decisiones de la gente es una desviación inmoral—? Por otra parte, ¿quién decide lo que cada persona necesita y aquello de lo que puede prescindir?

De nuevo, EpC tiene una respuesta infalible como la de un catecismo: el Estado.

5) La globalización genera «profundas desigualdades»

¿Una asignatura neutral? El Gobierno insiste en que EpC se dedicará sólo a enseñar valores constitucionales y Derechos Humanos.

El presidente Rodríguez Zapatero, el pasado 3 de julio, durante el Debate sobre el estado de la Nación, dijo:

«No adoctrina, no obliga a asumir ningún criterio, no impone ninguna ortodoxia. Ya tuvimos bastantes décadas de ortodoxia».

Sin embargo, basta un vistazo superficial a algunos de los capítulos del libro de José Antonio Marina citado por Rodríguez Zapatero como ejemplo de asepsia pedagógica, para darse cuenta de que contienen ideología concentrada.

Al hablar de la Globalización, por ejemplo, el manual de Marina —como el resto de libros de texto: se trata de un enfoque claramente prescrito en el decreto de contenidos mínimos aprobado por el Ministerio— hace suyo el consenso progresista sobre la injusta distribución de la riqueza causada por la globalización, en contra de todas las evidencias que indican su impacto en una significativa reducción de la pobreza.

Así define Marina la integración del mundo en el capitalismo:

«Es el proceso, fundamentalmente económico, que consiste en la creciente integración de las economías nacionales en un mercado mundial. Genera riqueza, pero también da lugar a profundas desigualdades».

6) Una religión de Estado

«Sin duda alguna», apunta José Antonio Marina al exponer los principios de su manual, «las familias pueden educar a sus hijos en su religión y en su moral; pero el Estado debe encargarse de facilitar a todos nuestros jóvenes aquella educación que la sociedad considera necesaria para el desarrollo de los proyectos personales, la buena convivencia, la justa resolución de los problemas y el progreso económico».

De nuevo, el Estado como prescriptor coactivo de lo que necesitan las personas. Basta con que el Estado diga lo que está bien y lo que está mal, para que las familias depongan su resistencia moral. Se trata de una obsesión del autor a lo largo de toda su obra y la base filosófica de su enfoque de la asignatura, «modélico» para Rodríguez Zapatero.

7) El salario del alumno

Al definir el concepto de «escuela», Marina indica en su manual del buen ciudadano:

«Los adultos van a trabajar, y los niños y los jóvenes también. La escuela es el lugar de trabajo de la gente joven. Estos últimos podrían replicar que no se les paga un sueldo, pero esto no es verdad. Todos los ciudadanos se comprometen a pagar a cada estudiante de enseñanza secundaria 4.000 euros al año. Lo que ocurre es que no se lo pagan en dinero sino en clases, profesores, libros».

De nuevo, la idea de un Estado providencial capaz de dar «a cada uno su necesidad» y de esperar, a cambio, «de cada uno su capacidad».

En este ideal de la escuela va implícita la legitimación del adoctrinamiento, esfuerzo este —el de la justificación— al que Marina dedica su mayor energía a lo largo de las páginas que dedica a explicar su pedagogía de la asignatura a profesores y padres. Quien paga, manda. Si el Estado paga, el estado decide qué valores se enseñan.

Por lo demás, la descripción de Marina es sutilmente manipuladora, lo que lo desacredita como el pedagogo neutral que promete ser y al que elogia Zapatero:

«Todos los ciudadanos se comprometen a pagar a cada estudiante...» ¿Seguro? ¿Se trata de un compromiso, es decir, de un contrato voluntariamente contraído, o de una vulgar coacción del Estado para recaudar impuestos? ¿Se les ha preguntado a los padres si preferiría disponer de sus recursos para educar libremente a sus hijos, en el colegio que eligieran, en vez de ese compromiso forzoso por el que el Estado, además de recaudar, se otorga a sí mismo el derecho de adoctrinar en valores?

No hay una sola línea neutral en el proyecto educativo del Gobierno socialista y, en consecuencia, tampoco puede neutralidad en los manuales que resultan de sus decretos, como el de José Antonio Marina.

8) Un mundo feliz

Para que el individuo sea feliz, la sociedad debe serlo antes que él, dicta Marina.

Concretamente, dice el autor del manual de EpC para la editorial católica SM:

«Todo lo que hacemos, lo hacemos para ser felices. La felicidad personal es un estado de satisfacción personal y de plenitud en el que podemos desarrollar nuestro proyecto de vida».

«Para conseguirla» —continúa— «necesitamos vivir en un ambiente que no lo impida y, a ser posible, que la facilite. Necesitamos que la sociedad sea feliz».

La primacía de la sociedad sobre el individuo y del Estado sobre la familia es una constante a lo largo de toda la obra. El programa educativo socialista no concibe la plenitud de la persona sin la aquiescencia de la sociedad y sin el marco ético —ese «Gran Proyecto» del que habla Marina— impuesto por el Estado.

Siguiendo la lógica del pensamiento de Marina, ¿Cómo se mide el estado de felicidad de una sociedad? ¿Debe ser feliz, por ejemplo, un disidente viviendo en la feliz sociedad nacionalista vasca? ¿Puede aspirar a la felicidad un padre que no puede escolarizar a su hija en castellano en una pletórica sociedad catalanista?

9) El «buen ciudadano»

José Antonio Marina sostiene en su libro la idea de que «el buen ciudadano es el que piensa bien, tiene los sentimientos adecuados y obra rectamente».

Obsérvese la intromisión del pedagogo en la esfera del pensamiento. Al «buen ciudadano» no sólo hay que juzgarle por lo que haga —jurisdicción del Derecho y, por lo tanto, sobrante en un programa educativo—, sino por cómo piense y por lo que sienta —jurisdicción del Estado, para el pedagogo citado por Zapatero en el Congreso—.

10) ¿Alguna objeción?

«La Constitución española —que es una constitución laica—», indica Marina, incluye un sistema de valores éticos fundamentales que son, fundamentalmente (sic), los derechos humanos. Y estos son el criterio básicos para determinar los contenidos de la EpC. ¿Hay algún padre que tenga inconveniente en que sus hijos reciban esta enseñanza?

Un inconveniente no menor a lo que ofrece Marina puede ser la mentira.

Porque ni el decreto de contenidos de EpC ni el manual del pedagogo predilecto de Zapatero son lo que el autor de SM y el Gobierno dicen que son.

Ni la asignatura se limita a transmitir preceptos constitucionales, ni es un simple recitativo de la Declaración de los Derechos Humanos, tareas para las que no se necesitaría crear una asignatura específica.

Como se ha demostrado —recogiendo el guante del reto lanzado por Rodríguez Zapatero a Mariano Rajoy durante el reciente debate sobre el estado de la Nación—, EpC encierra un calculado proyecto para adoctrinar a toda una generación en la ideología socialista.

Se comprende que la ministra haya dado a la asignatura la misma importancia que a las Matemáticas o las Humanidades.

¿Alguna objeción?

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