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La familia como equipo o Ideas para empresarios, políticos y gobernantes (y II)

Seguimos e insisto: Está pensado para la dinámica familiar, pero puede ser muy adecuada su aplicación para conseguir la tan buscada eficacia, empatía y proactividad en cualquier quehacer humano. Como dije la semana pasada, sin intención de trivializar nada, la imaginación la pones tú, lector. Seguro que te será fácil cambiar donde dice padre o madre, por alcalde o empresario, y donde dice adolescente, hermano mayor o alumno, ver clara la figura de un concejal, consejero o ejecutivo responsables, pero a veces necesitados de comprensión, mejora y apoyo.

¿También los mayorcitos?

¡Por supuesto! Les encanta participar en las decisiones sobre la organización familiar y la distribución de encargos. Las responsabilidades les proporcionan a los adolescentes un sentimiento de importancia. Tienen voz, e incluso voto de calidad. Los encargos fomentan la preocupación por los demás, el espíritu de servicio y la conciencia de ser útil a los otros, por eso tienen un gran valor formativo. La adolescencia será un tiempo estupendo para mejorar esas tareas, pues hay mil y un detalles nuevos que descubren a diario en sus encargos, y así mejoran ellos mismos.

Valdrá la pena hablarles de trabajo bien hecho, responsabilidad, confianza, servicio, empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad,... Y de que, esos encargos familiares que a veces nos vienen tan cuesta arriba, son ocasión estupenda para concretar los grandes ideales que despiertan en ellas y ellos. Sabemos que nuestros adolescentes necesitan responsabilidades que sean orientadas hacia otras personas. En el cuarto y último artículo indicaremos algunas tareas específicas como ejemplo, aunque si se os ocurren o queréis explicar vuestra experiencia, comentadlo para todos, por favor.

Animemos a nuestros hijos y alumnos a que piensen de manera independiente. Sentemos las bases para que formen su propio criterio, resaltemos el valor de su opinión personal. Apliquemos la cuestión de: «Tú me has dicho lo que la familia está haciendo o pensando, ahora dime lo que tú piensas.»

A los hijos mayorcitos les irá bien tener encargos de especial responsabilidad, como hacer pequeños arreglos en la casa, mejorar el jardín (¡con un presupuesto previo, claro!), ir a llevar o a buscar una documentación oficial, hacer gestiones administrativas diversas, acompañar alguna larga tarde de invierno a la abuelita indispuesta, etc.

Evaluar

Siempre, tanto para los grandes como para los pequeños, será bueno pedirles resultados de su encargo cada cierto tiempo. Eso es más eficaz y menos agotador que estar recordando cada día el cumplimiento del mismo. Se les tiene que enseñar a evaluar el final de su esfuerzo. Que vean que de nada sirve decir: «Fui a comprar fruta y estaba cerrado», «Esta semana no he limpiado zapatos porque tenía exámenes de evaluación». Ellos mismos tienen que aprender a encontrar las soluciones.

Las tablas de doble entrada, tipo gráfica semanal, puede ser muy adecuada, pero no para presumir de una hoja impecable u obsesionarse por el «cumpli-miento». Más bien les ayudará a conocerse ellos mismos y saber dónde es preciso que pongan un esfuerzo mayor. Esas cuadrículas o tablas nos servirán para sistematizar el seguimiento de esas pequeñas tareas, personalizadas para cada miembro de la familia, y poder incidir en concreto en las prioridades marcadas para las criaturas y hasta para nosotros mismos.

Asimismo, será preciso ser muy prudentes e intentar evitar «pagos». Según como se planteen, pueden acostumbrar a las criaturas a compensaciones meramente materiales por el hecho de hacer lo que es bueno. Además, es crucial que muchas cosas las hagan por puro amor a los demás.

A través de los encargos el niño descubre que un trabajo exige preparación y adiestramiento, y que cada día puede superarse haciéndolo mejor y más rápido. Además, también es una lección importante el magnífico hecho de reconocer las propias limitaciones a la hora de cumplir con un encargo.

Estamos de acuerdo en que todo esto exige constancia y responsabilidad por parte de los hijos, y también exige paciencia y flexibilidad por parte de los padres: tal vez a los niños no les quede tan bien hecha la cama, pero si han puesto todo de su parte, eso tiene mucho valor.

Los padres debemos ser comprensivos para cambiar un encargo establecido, siempre que no sea por capricho. Con imaginación y creatividad —las madres tienen una especial visión de la jugada— pensaremos en otra tarea en la que pueda esforzarse igualmente y que no tenga una dificultad desproporcionada para las capacidades de esa chica o chico.

En el momento de la valoración final es muy importante, como decíamos antes, evitar la mentalidad del «cumpli-miento».

Es preciso hacer hacer, pero también hacer pensar

Hablábamos de adaptarnos al niño y poder observar su mejora, según sus posibilidades reales y sus circunstancias. Pues bien, no os parece que la mejor motivación para evaluarse y comenzar una nueva tarea es que se de cuenta que en otra ocasión ya fue capaz de sacar adelante una responsabilidad similar. Creo que los hijos y alumnos recordarán nuestra supervisión positiva y entusiasta que les animó a realizar, con cariño y muy bien, las tareas encomendadas.

Puede ser discutible, pero ¿No os parece que educar es fácil si ponemos lucha —ejercitar el entendimiento y la voluntad, negarnos a lo más cómodo—, que es muestra clara del amor que ponemos en nuestros quehaceres? Y al revés. ¿No os parece que una estima verdadera por los demás será la que moverá realmente nuestra voluntad, esfuerzo diario, y así hacer lo mejor, aun cuando tengamos motivos razonables para relajarno?

A todos nos toca ahora allanar el camino de nuestro entendimiento y acompañar y estimular el de los demás...»

Creo que en esa doble relación —junto con el tesoro del tiempo que papá y mamá entregan cada día a los hijos— está la clave del éxito en la organización básica de nuestros hogares y la distribución de tareas como medio de mejora personal y familiar.

Hacer pensar y hacer hacer

La familia ofrece a todos sus miembros algo que necesitan para desarrollarse: la oportunidad de aportar, de «construir» la casa con sus esfuerzos, de aprender a auto-dominarse. Ello supone el uso de las facultades específicamente humanas: la inteligencia y la voluntad.

Necesitamos todos un pequeño cambio, porque a veces no tratamos a los hijos o alumnos como seres capaces de darse a los demás, como personas que pueden aportar algo, sino como seres de necesidades, proporcionándoles muchos bienes materiales que no siempre les hacen falta y privándolos de ayudar y de comunicar sus iniciativas.

Por eso es importante que la participación de los hijos ponga a prueba dichas facultades, por medio del pensamiento y de la puesta en práctica de sus ideas.

Como dice un amigo: «No basta hacer hacer. Es necesario, también, hacer pensar».

Y una manera sencilla de hacer pensar a niños y mayores es explicarles a cada una y a cada uno, personalmente, las consecuencias que podría tener no cumplir con su respectivo encargo: Si tú no dejas a secar las toallas por la mañana..., si tú no abres el buzón de las cartas..., si tú no preparas el desayuno..., si tú no dejas el abrigo en su sitio..., si tú no vas a comprar el pan a primera hora de la mañana,...

En todo caso, comprobaremos como, poco a poco, ganan en ver mejor lo que necesitan los demás, en saber qué pueden hacer para ayudar a ser más felices a los otros y hacerlo efectivamente, en la medida de sus posibilidades pero sin temer el qué dirán.

Así, todos encontramos en las pequeñas tareas familiares un gran medio de afirmación propia y de autoestima. Entonces, se ve el «sitio» claro de cada uno en el hogar, se saben valorados, necesarios y muy queridos. Estará clarísimo que, sobre ese «asunto», la casa depende de ese hijo o hija y los demás se han de fiar y evitar interferencias o pequeñas invasiones de «territorio».

¿Qué y cuándo?

Decíamos que según las peculiaridades de cada hijo buscaremos unos u otros encargos. Antes de pasar a relacionar una larga lista de ellos, vale la pena recordar que, incluso cuando ya son adolescentes, hay un tipo de actividades o tareas que podemos denominar «de autonomía personal» en las que todos han de poner un pequeño esfuerzo diario.

Desde peinarse por la mañana o atarse bien los zapatos, hasta lavarse los dientes antes de ir a descansar o dejar en lugar fijo sus carpetas de trabajo.

Eso, como también hacer lo que toca sin distraer ni molestar a los demás, facilitará la organización familiar y el buen ambiente de convivencia. Habrá tiempo para el descanso y tiempo para el trabajo. Y todo con mucha paz; será la tranquilidad y la seguridad que da el saber que no estamos solos en el esfuerzo, somos un equipo y en caso de debilidad tenemos a alguien de la familia siempre cerca nuestro.

Tareas que pueden hacer los hijos, siempre y todos los días

  • Hacer su cama.
  • Ordenar su habitación y el baño.
  • Ordenar sus juguetes, ropa y escritorio.
  • Avisar de los desperfectos de su ropa y material de trabajo; pedir ayuda para arreglarlos (coser un botón, comprar lápices o libretas,...).
  • Apagar las luces que no son necesarias.
  • Dejar en su lugar el DVD que vio, el disco que escuchó, o el diario que leyó.
  • Colocar en el lugar previsto las carpetas y mochilas de la escuela.
  • Dejar la habitación o el salón bien ordenados después de jugar.
  • Ir a comprar el pan o el diario.
  • Ayudar en las tareas de cocinar.
  • Contestar el teléfono.
  • Poner o quitar la mesa.
  • Vaciar el lavavajillas cuando haya terminado.
  • Sacar la basura.
  • Cepillar zapatos de todos.
  • Preparar el desayuno a sus hermanos.
  • Despertar a sus hermanos pequeños.
  • Acostar a los peques, o cuidar de ellos, cuando los padres están fuera.
  • Barrer el comedor o la terraza.
  • Hacer las camas de los pequeños.
  • Retirar el correo del buzón y dejarlo en casa.
  • Tender la ropa, o bien ponerla en la secadora.
  • Cuidar y alimentar al perro, gato o canario.
  • Abrir y cerrar ventanas y persianas cuando sea necesario.
  • Bendecir la mesa en las comidas.
  • Repartir la ropa limpia a sus hermanas y hermanos.
  • Dirigir y acompañar en los juegos a otros hermanos más pequeños.
Para hacer cada semana, o en el tiempo que se concrete
  • Pequeñas tareas en la cocina como preparar y aliñar las ensaladas, batir huevos, rayar zanahorias, etc.
  • Ayudar a confeccionar el menú de comidas y cenas, semanal.
  • Administrar el antivirus y las actualizaciones del ordenador familiar.
  • Ordenar el armario de juguetes.
  • Ordenar los murales de horarios, anotaciones, dibujos, etc.
  • Regar las plantas y/o el jardín.
  • Explicar matemáticas o inglés a un hermano pequeño.
  • Ordenar las estanterías de los libros.
  • Hacer compañía a la abuelita.
  • Hacer algún arreglo sencillo en la casa.
  • Ayudar a limpiar el coche.
  • Poner la lavadora.
  • Enseñar a utilizar el ordenador, a otros hermanos.
  • Planchar o doblar la ropa.
  • Orden y revisión de la despensa.
  • Preparar lista de la compra.
  • Acompañar a papá y mamá a comprar y a hacer gestiones diversas. Etc, etc, ...

En fin, seguro que se os ocurren muchos encargos más. Pero, ¿no os parece que una buena organización familiar y una buena distribución de tareas es, sobre todo, un medio de amor, de mejora personal y unidad familiar?

Como dice un buen amigo, el amor es como los idiomas, que si no los cultivas cada día, se olvidan. Pues actualicemos el amor en detalles concretos y cotidianos.

¡Que en eso estemos todos, sea cual sea nuestra ocupación!

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