conoZe.com » Baúl de autor » Eleuterio Fernández Guzmán » Eleuterio - 2007

Iluminados por los ojos del corazón

El apóstol converso, nacido en Tarso, Pablo, conocedor de la importancia de la revelación y del conocimiento del mundo que le rodeaba, dejó dicho, en la Epístola a los Efesios (1, 17-23) que «para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la iglesia, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál es la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos». Y este texto, aunque algo extenso, por eso, dice mucho sobre el tema que nos toca. Oraba por los de Éfeso, pero también a nosotros nos mueve a algo.

El 20 de mayo se celebra la 41ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. La celebración de la misma surgió a raíz de que el punto 18 del Decreto Inter Mirifica (Sobre los medios de comunicación social), en el ámbito del Concilio Vaticano II, dejara escrito que «para mayor fortalecimiento del apostolado multiforme de la Iglesia sobre los medios de comunicación social, debe celebrarse cada año... una jornada en la que se ilustre a los fieles sobre sus deberes en este materia...». Así, desde aquel 4 de diciembre de 1963 en que el Pontífice Pablo VI firmara aquel documento, se viene celebrando este día. Obligación, pues, cumplida.

Sin embargo, quedan, nos quedan, los deberes a los que hace referencia el documento conciliar. Deberes que corresponden, sobre todo, a los medios de comunicación, los que están obligados, en cuanto cristianos, a transmitir el mensaje que es base de su misma constitución, pues bien sabemos que los receptores de esos medios no pueden, casi nunca, hacer un justo, adecuado y apropiado a sus circunstancias, discernimiento de lo que reciben por las pantallas (todas ellas posibles, digitales y analógicas)

Sin embargo, no vaya a pensarse que se trata, únicamente, de la responsabilidad de los emisores, sino, al contrario, de «todos aquellos que tienen un sentido de responsabilidad cívica» (palabras de Benedicto XVI contenidas en el Mensaje para esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales)

La Instrucción Pastoral sobre los medios de comunicación social Communio et Progressio (CP desde ahora), de 18 de mayo de 1971, elaborada por la Pontificia Comisión para los Medios de Comunicación Social, dice (punto 101) que «el Concilio Vaticano II, exhorta e invita a los católicos a que, guiados por la fe, consideren cuidadosa y atentamente las nuevas exigencias y responsabilidades que les imponen los avances en la comunicación social».

Es por eso que a todos los que, de una manera o de otra, recibimos información o colaboramos a transmitirla, nos corresponde formar un juicio adecuado, moral y éticamente hablando, por más que, como también dice el Santo Padre en el mensaje citado se reconozca que «los comunicadores se enfrentan con frecuencia a «presiones psicológicas y especiales dilemas éticos» (esto último contenido en Aetatis novae, 19, Instrucción Pastoral elaborada en conmemoración del vigésimo aniversario de la citada con anterioridad CP) Por lo tanto, se han de obviar esas formas que lo políticamente correcto tiene de influenciar en el pensamiento colectivo para que el contenido de lo transmitido sea correctamente entendible desde un punto de vista cristiano.

Una vez se ha podido escapar de lo «correcto» que, sin embargo, casi siempre está muy alejado del pensamiento cristiano, católico, y teniendo en cuenta «el influjo penetrante de estos medios en nuestro mundo», como bien dice Benedicto XVI (en el mensaje citado para esta Jornada) cabe conocer cuál es el campo de actuación de los medios de comunicación que, en su ideario o en su constitución, actuación y fines, se dicen cristianos y, más aún, si son católicos, por lo que nos corresponde.

«Es necesario, pues, que los católicos sean plenamente conscientes de que poseen esa verdadera libertad de expresar su pensamiento, que se basa en la caridad y en el sentido de la fe» (CP, 116) Con esto queda definido, con bastante claridad, hacia dónde deben, debemos encaminarnos aquellos que, conscientes de nuestra fe, iluminados por los ojos del corazón (como dijo san Pablo a los Efesios) nos consideramos hijos de Dios, desde los que administran páginas web pasando por las personas que dirigen otros medios audiovisuales o radiofónicos o de la especie que sean y que, atendiendo aquella llamada del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales que hace bastante más de treinta años supo ver, con notable claridad, el panorama que había entonces y el que se aproximaba, se encuentran en esa responsabilidad.

Además, por si fuera poco esta advertencia, sencilla y clara, en el mensaje para este día, el Santo Padre dice que exhorta «a los responsables de la industria de estos medios para que formen y motiven a los productores a salvaguardar el bien común, a preservar la verdad, a proteger la dignidad humana individual y a promover el respeto por las necesidades de la familia». Si, donde habla de «responsables de la industria» y «productores» nosotros entendemos todos aquellos que, de una manera o de otra, intervienen, intervenimos, en los medios de comunicación, pues tendremos unas instrucciones que seguir, un respeto que promover, algo a lo que acogernos en caso de que no sepamos dónde mirar y qué defender.

Si nos dejamos iluminar por el corazón; si nos dejamos vencer por el amor y por la caridad que éste contiene; si nos vemos inmersos en la Palabra de Dios y en el influjo que tiene para nuestras vidas y, sobre todo, para la vida de aquellos que la desconocen o para la vida de aquellos que, aún conociéndola, no acaban de sentirse concernidos por ella; si nos vemos obligados, por nuestras creencias, a defender la belleza intrínseca de la Ley de Dios... pues entonces, si formamos parte, a nivel que sea, de esos medios de comunicación que tanta importancia tienen, hoy día, muchos años después de que la Iglesia manifestara su opinión sobre esto, pues entonces, digo, haremos lo posible para que, como bien dice el Decreto Inter Mirifica antes citado contribuyamos a «descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el Reino de Dios».

Cabe, por eso, llevar a cabo ese mucho trabajo que hay que hacer porque el empuje, en todos esos documentos citados ya se nos ha dado, ya se nos dio, ya se nos da. Tan sólo queda, día a día, responder a Dios con el pensar, a Dios con el hacer, hacer lo que nos toca.

Ahora en...

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