conoZe.com » bibel » Documentos » Juan Pablo II » Encíclicas de Juan Pablo II » Redemptoris missio » Capítulo VII.- La Cooperación en la Actividad Misionera

Animación y formación del Pueblo de Dios

83. La formación misionera del Pueblo de Dios es obra de la Iglesia local con la ayuda de los misioneros y de sus Institutos, así como de los miembros de las Iglesias jóvenes. Esta labor ha de ser entendida no como algo marginal, sino central en la vida cristiana. Para la misma «nueva evangelización» de los pueblos cristianos, el tema misionero puede ser de gran ayuda: en efecto, el testimonio de los misioneros conserva su atractivo incluso para los alejados y los no creyentes, y es transmisor de valores cristianos. Las Iglesias locales, por consiguiente, han de incluir la animación misionera como elemento primordial de su pastoral ordinaria en las parroquias, asociaciones y grupos, especialmente los juveniles.

Para conseguir este fin, es valiosa ante todo la información mediante la prensa misionera y los diversos medios audiovisuales. Su papel es de gran importancia en cuanto ayudan a conocer la vida de la Iglesia universal, las voces y la experiencia de los misioneros y de las Iglesias locales donde ellos trabajan. Conviene que en las Iglesias más jóvenes, que no están aún en condiciones de poseer una prensa y otros instrumentos, los Institutos misioneros destinen personal y medios para estas iniciativas.

Para esta formación están llamados los sacerdotes y sus colaboradores, los educadores y profesores, los teólogos, particularmente los que enseñan en los seminarios y en los centros para laicos. La enseñanza teológica no puede ni debe prescindir de la misión universal de la Iglesia, del ecumenismo, del estudio de las grandes religiones y de la misionología. Recomiendo que sobre todo en los Seminarios y en las Casas de formación para religiosos y religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de las ciencias misionológicas.

Las actividades de animación deben orientarse siempre hacia sus fines específicos: informar y formar al Pueblo de Dios para la misión universal de la Iglesia; promover vocaciones ad gentes; suscitar cooperación para la evangelización. En efecto, no se puede dar una imagen reductiva de la actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está comprometida también en estos frentes, pero su cometido primario es otro: los pobres tienen hambre de Dios, y no sólo de pan y libertad; la actividad misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la salvación en Cristo, fundando las Iglesias locales que son luego instrumento de liberación en todos los sentidos.

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