conoZe.com » Vida de la Iglesia » Nuevos Movimientos » Comunión y Liberación

La huella profunda de Don Giussani

Hace ahora dos años, el cardenal Joseph Ratzinger subió las escaleras del impresionante púlpito del Duomo de Milán y, sin papeles, pronunció la más conmovedora glosa de la vida y la obra del sacerdote Luigi Giussani, cuyo cuerpo reposaba a los pies del altar mayor, rodeado de una multitud agradecida por su testimonio y su paternidad de muchos años. El cardenal, que había conocido de cerca al fundador de Comunión y Liberación, destacó al comienzo de su homilía cómo Don Giussani había comprendido que «el cristianismo no es un sistema de intelectual, un conjunto de dogmas, ni un moralismo, sino un encuentro, una historia de amor, un acontecimiento». Meses después, al escribir su primera encíclica como Benedicto XVI, escribiría que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un horizonte nuevo a la vida, y con ello, una orientación decisiva».

La verdad es que no se podría resumir mejor la insistencia educativa de este sacerdote lombardo, que abandonó muy joven una prometedora carrera académica para dedicarse a comunicar a los jóvenes el cristianismo como el camino de la plenitud humana, el único capaz de satisfacer el deseo de su corazón, exaltando la razón y la libertad que les constituía. El propio cardenal Ratzinger ha reconocido en varias ocasiones la sorpresa que le cautivó, al encontrar un modo de vivir la fe que por un lado implicaba una vuelta al origen (una recuperación de los elementos esenciales del cristianismo), pero al mismo tiempo demostraba una extraordinaria desenvoltura para medirse con los desafíos de la modernidad.

En la inolvidable homilía de su funeral, Ratzinger evocó los complicados años del post sesenta y ocho, cuando muchos católicos se debatían en medio de la marejada ideológica y sentían la tentación de sustituir la fe por un nuevo moralismo, y confiaban la liberación del hombre a una revolución política. Ese huracán también diezmó las filas de la comunidad que había surgido de la paternidad de Don Giussani, pero él permaneció firme proclamando la centralidad de Cristo, y así el pequeño resto que continuó bajo su guía pudo acuñar el más rompedor de los lemas que podían leerse aquellos días en los pasillos universitarios: la liberación que esperáis no puede esperarse de ningún proyecto ideológico, sólo de la comunión cristiana. De ahí el nombre que a partir de entonces iba a identificar a los seguidores de Don Giussani, Comunión y Liberación (CL).

Esa centralidad de Cristo, sostenida contra viento y marea, jamás significó para Don Giussani un repliegue espiritualista o una invitación a vivir fuera de la historia. Por el contrario, la experiencia cristiana que surgía de la educación en CL implicaba siempre una verificación dentro del ambiente. De ahí nació el esfuerzo por elaborar un juicio cultural sobre las diversas vicisitudes sociales, el compromiso libre de algunos en la política, y sobre todo, la multitud de obras sociales, educativas y de caridad, que han caracterizado la madurez de su Movimiento, especialmente a partir de los años ochenta. En una carta dirigida a Juan Pablo II con motivo de los 50 años de este camino, Don Giussani decía que «dentro del gran cauce de la Iglesia, y de la fidelidad al Magisterio y a la Tradición, hemos querido siempre llevar a la gente a descubrir cómo Cristo está presente. [...] La experiencia de ese encuentro está en la raíz de tantas vocaciones cristianas que nacen entre nosotros -al matrimonio, al sacerdocio, a la virginidad- y del florecimiento de personalidades seglares comprometidas con una creatividad que entra en la vida cotidiana conforme a las tres dimensiones educativas que siempre hemos señalado desde los comienzos: la cultura, la caridad y la misión».

Y ciertamente la historia de CL está llena de iniciativas culturales, de obras de caridad, y de entusiasmo misionero, pero nada de eso procede de una estrategia o de un plan, sino del ardor de la razón y de la libertad que Don Giussani supo comunicar a sus hijos. La homilía del cardenal Ratzinger de hace dos años también recordaba las dificultades que toda novedad conlleva para encontrar su lugar en el conjunto pacífico de la gran comunión de la Iglesia universal. «El amor de Don Giussani por Cristo fue también amor por la Iglesia», y así es como pudo, por un lado, superar las incomprensiones y, por otro, purificar y corregir el propio camino.

En la homilía que nos ha servido de guía para este recuerdo agradecido, el futuro papa Benedicto XVI subrayaba la intuición de Don Giussani de reconocer al cristianismo como belleza total. Su sucesor al frente de CL, el sacerdote español Julián Carrón, ha dicho recientemente que un discurso cristiano puede ser ciertamente derrotado, pero ningún poder de este mundo podrá derrotar al cristianismo entendido y vivido como belleza. Porque frente al acontecimiento de esa belleza, que sigue presente, el corazón humano no puede dejar de vibrar.

Este es, sin duda, uno de los principales acentos que aporta CL a la misión de la Iglesia en este momento complejo y apasionante.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=6453 el 2007-02-26 23:52:35