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Las «Relaciones» (II)

Capítulo 5

1. Son tan dificultosas de decir, y más de manera que se puedan entender, estas cosas del espíritu interiores cuanto más con brevedad pasan, que si la obediencia no lo hace, será dicha atinar, especial en cosas tan dificultosas. Mas poco va en que desatine, pues va a manos que otros mayores habrá entendido de mí.

En todo lo que dijere, suplico a vuestra merced que entienda que no es mi intento pensar es acertado, que yo podré no entenderlo; mas lo que puedo certificar es que no diré cosa que no haya experimentado algunas y muchas veces. Si es bien o mal, vuestra merced lo verá y me avisará de ello.

2. Paréceme será dar a vuestra merced gusto comenzar a tratar desde el principio de cosas sobrenaturales, que en devoción y ternura y lágrimas y meditaciones que acá podemos adquirir con ayuda del Señor, entendidas están.

3. La primera oración que sentí, a mi parecer, sobrenatural (que llamo yo lo que con mi industria ni diligencia no se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponer para ello sí y debe hacer mucho al caso), es un recogimiento interior que se siente en el alma, que parece ella tiene allá otros sentidos, como acá los exteriores, que ella en sí parece se quiere apartar de los bullicios exteriores; y así, algunas veces los lleva tras sí, que le da gana de cerrar los ojos y no oír ni ver ni entender sino aquello en que el alma entonces se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas. Aquí no se pierde ningún sentido ni potencia, que todo está entero, mas estálo para emplearse en Dios. Y esto, a quien nuestro Señor lo hubiere dado, será fácil de entender; y a quien no, a lo menos será menester muchas palabras y comparaciones.

4. De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que no le parece le falta nada, que aun el hablar le cansa, digo el rezar y el meditar; no querría sino amar. Dura rato y aun ratos.

5. De esta oración suele proceder un sueño que llaman de las potencias, que ni están absortas ni tan suspensas, que se pueda llamar arrobamiento. Aunque no es del todo unión, alguna vez y aun muchas, entiende el alma que está unida sola la voluntad, y se entiende muy claro; digo claro, a lo que parece. Está empleada toda en Dios, y que ve el alma la falta de poder estar ni obrar en otra cosa; y las otras dos potencias están libres para negocios y obras del servicio de Dios. En fin, andan juntas Marta y María. Yo pregunté al Padre Francisco si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que muchas veces acaecía.

6. Cuando es unión de todas las potencias, es muy diferente, porque ninguna cosa puede obrar; porque el entendimiento está como espantado; la voluntad ama más que entiende, mas ni entiende si ama, ni qué hace, de manera que lo pueda decir; la memoria, a mi parecer, que no hay ninguna, ni pensamiento, ni aun por entonces son los sentidos despiertos, sino como quien los perdió para más emplear el alma en lo que goza, a mi parecer, que por aquel breve espacio se pierden. Pasa presto. En la riqueza que.queda en el alma de humildad y otras virtudes y deseos, se entiende el gran bien que le vino de aquella merced; mas no se puede decir lo que es, porque aunque el alma se da a entender, no sabe cómo lo entiende, ni decirlo. A mi parecer, si ésta es verdadera, es la mayor merced que nuestro Señor hace en este camino espiritual, a lo menos de las grandes.

7. Arrobamientos y suspensión, a mi parecer, todo es uno, sino que yo acostumbro a decir suspensión, por no decir arrobamiento, que espanta; y, verdaderamente, también se puede llamar suspensión esta unión que queda dicha. La diferencia que hay del arrobamiento a ella, es ésta: que dura más y siéntese más en esto exterior, porque se va acortando el huelgo de manera que no se puede hablar, ni los ojos abrir. Aunque esto mismo se hace en la unión, es acá con mayor fuerza, porque el calor natural se va no sé yo adónde; que cuando es grande el arrobamiento, que en todas estas maneras de oración hay más y menos, cuando es grande, como digo, quedan las manos heladas, y algunas veces extendidas como unos palos; y el cuerpo, si toma en pie, así se queda, o de rodillas.

Y es tanto lo que se emplea en el gozo de lo que el Señor le representa, que parece se olvida de animar en el cuerpo y le deja desamparado, y si dura, quedan los nervios con sentimiento.

8. Paréceme que quiere aquí el Señor que el alma entienda más de lo que goza que en la unión, y así se le descubren algunas cosas de Su Majestad en el rapto muy ordinariamente; y los efectos con que queda el alma son grandes y el olvidarse a sí por querer que sea conocido y alabado tan gran Dios y Señor. A mi parecer, si es de Dios, que no puede quedar sin un gran conocimiento de que ella allí no pudo nada y de su miseria e ingratitud de no haber servido a quien por solo su bondad le hace tan gran merced. Porque el sentimiento y suavidad es tan excesivo, que todo lo que acá se puede comparar, que si aquella memoria no se le pasase, siempre habría asco de los contentos de acá, y así viene a tener todas las cosas del mundo en poco.

9. La diferencia que hay de arrobamiento y arrebatamiento, es que el arrobamiento va poco a poco muriéndose a estas cosas exteriores y perdiendo los sentidos y viviendo a Dios. El arrebatamiento viene con una sola noticia que Su Majestad da en lo muy íntimo del alma, con una velocidad que la parece que la arrebata a lo superior de ella, que, a su parecer, se le va del cuerpo; y así es menester ánimo a los principios para entregarse en los.brazos del Señor, llévela a do quiere. Porque, hasta que su Majestad la pone en paz adonde quiere llevarla (digo llevarla, que entienda cosas altas), cierto es menester a los principios estar bien determinada a morir por El; porque la pobre alma no sabe qué ha de ser aquello, digo a los principios.

10. Quedan las virtudes, a mi parecer, de esto más fuertes, porque deséase más y dase más a entender el poder de este gran Dios para temerle y amarle, pues así, sin ser más en nuestra mano, arrebata el alma, bien como Señor de ella. Queda gran arrepentimiento de haberle ofendido, y espanto de cómo osó ofender tan gran Majestad y grandísima ansia porque no haya quien le ofenda, sino que todos le alaben. Pienso que deben venir de aquí estos deseos tan grandísimos de que se salven las almas y de ser alguna parte para ello y para que este Dios sea alabado como merece.

11. El vuelo de espíritu es un no sé cómo le llame, que sube de lo más íntimo del alma. Sola esta comparación se me acuerda, que puse adonde vuestra merced sabe que están largamente declaradas estas maneras de oración y otras, y es tal mi memoria, que luego se me olvida. Paréceme que el alma y el espíritu debe ser una cosa, sino que, como un fuego, que si es grande y ha estado disponiéndose para arder, así el alma, de la disposición que tiene con Dios, como el fuego, ya que de presto arde, echa una llama que llega a lo alto, aunque tan fuego es como el otro que está en lo bajo, y no porque esta llama suba deja de quedar el fuego. Así acá en el alma, parece que produce de sí una cosa tan de presto y tan delicada, que sube a la parte superior y va donde el Señor quiere; que no se puede declarar más, y parece vuelo, que yo no sé otra cosa cómo compararlo. Sé que se entiende muy claro y que no se puede estorbar.

12. Parece que aquella avecica del espíritu se escapó de esta miseria de esta carne y cárcel de este cuerpo, y así puede más emplearse en lo que le da el Señor. Es cosa tan delicada y tan preciosa, a lo que entiende el alma, que no le parece hay en ello ilusión, ni aun en ninguna cosa de éstas, cuando pasan. Después eran los temores, por ser tan ruin quien lo recibe, que todo le parecía había razón de temer, aunque en lo interior del alma queda una certidumbre y seguridad con que se podía vivir, mas no para dejar de poner diligencias para no ser engañada

13. Impetus llamo yo a un deseo que da al alma algunas veces, sin haber precedido antes oración, y aun lo más continuo; sino una memoria que viene de presto de que está ausente de Dios, o de alguna palabra que oye, que vaya a esto. Es tan poderosa esta memoria y de tanta fuerza algunas veces, que en un instante parece que desatina; como cuando se da una nueva de presto muy penosa que no sabía, o un gran sobresalto, que parece quita el discurso al pensamiento para consolarse, sino que se queda como absorta. Así es acá, salvo que la pena es por tal causa, que queda al alma un conocer que es bien empleado morir por ella.

14. Ello es que parece que todo lo que el alma entiende entonces es para más pena, y que no quiere el Señor que todo su ser le aproveche de otra cosa, ni acordarse es su voluntad que viva; sino parécele que está en una tan gran soledad y desamparo de todo, que no se puede escribir. Porque todo el mundo y sus cosas le dan pena y que ninguna cosa criada le hace compañía, ni quiere el alma sino al Criador, y esto velo imposible si no muere. Y como ella no se ha de matar, muere por morir, de tal manera que verdaderamente es peligro de muerte, y vese como colgada entre cielo y tierra, que no sabe qué se hacer de sí. Y de poco en poco, dale Dios una noticia de sí para que vea lo que pierde, de una manera tan extraña, que no se puede decir; porque ninguna hay en la tierra, a lo menos de cuantas yo he pasado, que le iguale. Baste que de media hora que dure, deja tan descoyuntado el cuerpo y tan abiertas las canillas que aun no quedan las manos para poder escribir, y con grandísimos dolores.

15. De esto ninguna cosa siente hasta que se pasa aquel ímpetu.

Harto tiene que hacer en sentir lo interior, ni creo sentiría graves tormentos, y está con todos sus sentidos y puede hablar y aun mirar; andar no, que la derrueca el gran golpe del amor. Esto, aunque se muera por tenerlo, si no es cuando lo da Dios, no aprovecha. Deja grandísimos efectos y ganancia en el alma. Unos letrados dicen que es uno; otros, otro; nadie lo condena. El Maestro Avila me escribió era bueno, y así lo dicen todos. El alma bien entiende es gran merced del Señor. A ser muy a menudo, poco duraría la vida.

16. El ordinario ímpetu es que viene este deseo de servir a Dios con una gran ternura y lágrimas por salir de este destierro; mas como hay libertad para considerar el alma que es la voluntad del Señor.que viva, con eso se consuela, y le ofrece el vivir, suplicándole no sea sino para su gloria. Con esto pasa.

17. Otra manera harto ordinaria de oración es una manera de herida, que parece al alma como si una saeta la metiesen por el corazón, o por ella misma. Así causa un dolor grande que hace quejar, y tan sabroso, que nunca querría le faltase. Este dolor no es en el sentido, ni tampoco es llaga material, sino en lo interior del alma, sin que parezca dolor corporal; sino que, como no se puede dar a entender sino por comparaciones, pónense estas groseras, que para lo que ello es lo son, mas no sé yo decirlo de otra suerte.

Por eso, no son estas cosas para escribir ni decir, porque es imposible entenderlo sino quien lo ha experimentado. Digo adonde llega esta pena, porque las penas del espíritu son diferentísimas de las de acá. Por aquí saco yo cómo padecen más las almas en el infierno y purgatorio que acá se puede entender por estas penas corporales.

18. Otras veces parece que esta herida del amor sale de lo íntimo del alma. Los efectos son grandes, y cuando el Señor no lo da, no hay remedio aunque más se procure, ni tampoco dejarlo de tener cuando El es servido de darlo. Son como unos deseos de Dios, tan vivos y tan delgados, que no se pueden decir; y como el alma se ve atada para no gozar como querría de Dios, dale un aborrecimiento grande con el cuerpo, y parécele como una gran pared que la estorba para que no goce su alma de lo que entiende entonces, a su parecer, que goza en sí, sin embarazo del cuerpo. Entonces ve el gran mal que nos vino por el pecado de Adán en quitar esta libertad.

19. Esta oración, antes de los arrobamientos y los ímpetus grandes que he dicho, se tuvo. Olvidéme de decir que casi siempre no se quitan aquellos ímpetus grandes si no es con un arrobamiento y regalo grande del Señor, adonde consuela el alma y la anima para vivir por El.

20. Todo esto que está dicho no puede ser antojo, por algunas causas que sería largo de decir. Si es bueno o no, el Señor lo sabe.

Los efectos y cómo deja aprovechada el alma no se puede dejar de entender, a todo mi parecer.

21. Las Personas veo claro ser distintas, como lo veía ayer, cuando hablaba vuestra merced con el Provincial, salvo que no veo nada, ni.oigo, como ya a vuestra merced he dicho; mas es con una certidumbre extraña, aunque no vean los ojos del alma, y en faltando aquella presencia, se ve que falta. El cómo, yo no lo sé, mas muy bien sé que no es imaginación; porque, aunque después me deshaga para tornarlo a representar, no puedo aunque lo he probado; y así es todo lo que aquí va, a lo que yo puedo entender.

Que como ha tantos años, hase podido ver para decirlo con esta determinación.

22. Verdad es, y advierta vuestra merced esto, que la Persona que habla siempre, bien puedo afirmar la que me parece que es; las demás no podría así afirmarlo. La una bien sé que nunca ha sido.

La causa jamás lo he entendido, ni yo me ocupo más en pedir de lo que Dios quiere; porque luego me parece me había de engañar el demonio, y tampoco lo pediré ahora, que habría temor de ello.

23. La principal paréceme que alguna vez; mas como ahora no me acuerdo bien, ni lo que era, no lo osaré afirmar. Todo está escrito adonde vuestra merced sabe, y esto muy más largamente que aquí va, aunque no sé si por estas palabras. Aunque se dan a entender estas Personas distintas por una manera extraña, entiende el alma ser un solo Dios. No me acuerdo haberme parecido que habla nuestro Señor, si no es la Humanidad, y ya digo, esto puedo afirmar que no es antojo.

24. Lo que dice vuestra merced del agua, yo no lo sé, ni tampoco he entendido adónde está el paraíso terrenal. Ya he dicho que lo que el Señor me da a entender, que yo no puedo excusar, entiéndolo porque no puedo más. Mas pedir yo a su Majestad que me dé a entender ninguna cosa, jamás lo he hecho, que luego me parecería que yo lo imaginaba y que me había de engañar el demonio; y jamás, gloria a Dios, fui curiosa en desear saber cosas, ni se me da nada de saber más. Harto trabajo me ha costado esto, que sin querer, como digo, he entendido, aunque pienso ha sido medio que tomó el Señor para mi salvación, como me vio tan ruin, que los buenos no han menester tanto para servir a su Majestad.

25. Otra oración me acuerdo, que es primero que la primera que dije, que es una presencia de Dios que no es visión de ninguna manera, sino que parece que, cada y cuando (al menos cuando no hay sequedades) que una persona se quiere encomendar a su Majestad, aunque sea rezar vocalmente, le halla Plega a El que no pierda yo tantas mercedes por mi culpa y que haya misericordia de mí.

Capítulo 6

1. ¡Oh, quién pudiera dar a entender bien a vuestra señoría la quietud y sosiego con que se halla mi alma!; porque de que ha de gozar de Dios tiene ya tanta certidumbre, que le parece goza el alma que ya le ha dado la posesión aunque no el gozo; como si uno hubiese dado una gran renta a otro con muy firmes escrituras para que la gozara de aquí a cierto tiempo y llevara los frutos; mas hasta entonces no goza sino de la posesión que ya le han dado de que gozará esta renta. Y con el agradecimiento que le queda, ni la querría gozar, porque le parece no ha merecido, sino servir, aunque sea padeciendo mucho, y aun algunas veces parece que de aquí al fin del mundo sería poco para servir a quien le dio esta posesión.

Porque, a la verdad, ya en parte no está sujeta a las miserias del mundo como solía; porque aunque pasa más, no parece sino que es como en la ropa, que el alma está como en un castillo con señorío, y así no pierde la paz, aunque esta seguridad no quita un gran temor de no ofender a Dios y quitar todo lo que le puede impedir a no le servir, antes anda con más cuidado, mas anda tan olvidada de su propio provecho, que le parece ha perdido en parte el ser, según anda olvidada de sí. En esto todo va a la honra de Dios y cómo haga más su voluntad y sea glorificado.

2. Conque esto es así, de lo que toca a su salud y cuerpo me parece se trae más cuidado y menos mortificación en comer, y en hacer penitencia no los deseos que tenía, mas al parecer todo va a fin de poder más servir a Dios en otras cosas, que muchas veces le ofrece como un gran sacrificio el cuidado del cuerpo, y cansa harto, y algunas se prueba en algo; mas a todo su parecer no lo puede hacer sin daño de su salud, y pónesele delante lo que los prelados la mandan. En esto y el deseo que tiene de su salud, también debe entremeterse harto amor propio. Mas a mi parecer, entiendo me daría mucho más gusto, y me le daba, cuando podía hacer mucha penitencia, porque siquiera parecía hacia algo y daba buen ejemplo y andaba sin este trabajo que da el no servir a Dios en nada.

Vuestra señoría mire lo que en esto será mejor hacer

3. Lo de las visiones imaginarias ha cesado; mas parece que siempre se anda esta visión intelectual de estas tres Personas y de la Humanidad, que es, a mi parecer, cosa muy más subida. Y ahora entiendo, a mi parecer, que eran de Dios las que he tenido, porque disponían el alma para el estado en que ahora está, sino como tan miserable y de poca fortaleza íbala Dios llevando como veía era menester; mas, a mi parecer, son de preciar cuando son de Dios, mucho.

4. Las hablas interiores no se han quitado, que cuando es menester, me da nuestro Señor algunos avisos, y aun ahora en Palencia se hubiera hecho un buen borrón, aunque no de pecado, si no fuera por esto.

5. Los actos y deseos no parece llevan la fuerza que solían, que aunque son grandes, es tan mayor la que tiene el que se haga la voluntad de Dios y lo que sea más su gloria, que como el alma tiene bien entendido que Su Majestad sabe lo que para esto conviene y está tan apartada de interés propio, acábanse presto estos deseos y actos, y a mi parecer no llevan fuerza. De aquí procede el miedo que traigo algunas veces, aunque no con inquietud y pena como solía, de que está el alma embobada, y yo sin hacer nada, porque penitencia no puedo. Actos de padecer y martirio y de ver a Dios, no llevan fuerza, y lo más ordinario no puedo. Parece vivo sólo para comer y dormir y no tener pena de nada, y aun esto no me la da, sino que algunas veces, como digo, temo no sea engaño; mas no lo puedo creer, porque a todo mi parecer no reina en mí con fuerza asimiento de ninguna criatura ni de toda la gloria del cielo, sino amar a este Dios, que esto no se menoscaba, antes, a mi parecer, crece y el desear que todos le sirvan.

6. Mas con esto me espanta una cosa, que aquellos sentimientos tan excesivos e interiores que me solían atormentar de ver perder las almas y de pensar si hacía alguna ofensa a Dios, tampoco lo puedo sentir ahora así, aunque, a mi parecer, no es menor el deseo de que no sea ofendido.

7. Ha de advertir vuestra señoría que en todo esto ni en lo que ahora tenga, ni en lo pasado, puedo poder más ni es en mi mano; servir más sí podría si no fuese ruin; mas digo que si ahora con gran cuidado procurase desear morirme, no podría, ni hacer los actos como solía, ni tener las penas por las ofensas de Dios, ni.tampoco los temores tan grandes que traje tantos años, que me parecía si andaba engañada, y así ya no he menester andar con letrados ni decir a nadie nada, sólo satisfacerme si voy bien ahora y puedo hacer algo. Y esto he tratado con algunos que había tratado lo demás, que es fray Domingo y el Maestro Medina y unos de la Compañía. Con lo que vuestra señoría ahora me dijere acabaré, por el gran crédito que tengo de él. Mírelo mucho por amor de Dios.

Tampoco se me ha quitado entender están en el cielo algunas almas que se mueren, de las que me tocan; otras, no.

8. La soledad que hace pensar no se puede dar aquel sentido a «el que mama los pechos de mi madre». La ida de Egipto .

9. La paz interior y la poca fuerza que tienen contentos ni descontentos por quitarla de manera que dure . Esta presencia tan sin poderse dudar de las tres Personas, que parece claro se experimenta lo que dice San Juan, «que haría morada con el alma», esto no sólo por gracia, sino porque quiere dar a sentir esta presencia, y trae tantos bienes, que no se pueden decir, en especial que no es menester andar a buscar consideraciones para conocer que está allí Dios.

Esto es casi ordinario, si no es cuando la mucha enfermedad aprieta; que algunas veces parece quiere Dios se padezca sin consuelo interior, mas nunca, ni por primer movimiento, tuerce la voluntad de que se haga en ella la de Dios.

Tiene tanta fuerza este rendimiento a ella, que la muerte ni la vida se quiere, si no es por poco tiempo cuando desea ver a Dios; mas luego se le representa con tanta fuerza estar presentes estas tres Personas, que con esto se ha remediado la pena de esta ausencia y queda el deseo de vivir, si El quiere, para servirle más; y si pudiese, ser parte que siquiera un alma le amase más y alabase por mi intercesión, que aunque fuese por poco tiempo, le parece importa más que estar en la gloria.

Teresa de Jesús

Capítulo 7

A diecisiete días de noviembre, octava de San Martín, año de 1569, vi para lo que yo sé haber pasado 12 años. Para 33, que es lo que vivió el Señor, faltan 21.

Es en Toledo, en el monasterio del glorioso San José del Carmen.

Yo por ti y tú por mí.

Vida 33.

Doce por mí y no por mi voluntad se han vivido.

Capítulo 8

Estando en el monasterio de Toledo y aconsejándome algunos que no diese el enterramiento de él a quien no fuese caballero, díjome el Señor: «Mucho te desatinará, hija, si miras las leyes del mundo.

Pon los ojos en mí, pobre y despreciado de él. ¿Por ventura serán los grandes del mundo, grandes delante de mí? ¿O habéis vosotras de ser estimadas por linajes o por virtudes?».

(Esto era sobre que me aconsejaban que no diese el enterramiento de Toledo, de que no era caballero).

Capítulo 9

Acabando de comulgar, segundo día de cuaresma en San José de Malagón, se me representó nuestro Señor Jesucristo en visión imaginaria como suele, y estando yo mirándole, vi que en la cabeza, en lugar de corona de espinas, en toda ella -que debía ser adonde hicieron llaga- tenía una corona de gran resplandor.

Como yo soy devota de este paso, consoléme mucho y comencé a pensar qué gran tormento debía ser, pues había hecho tantas heridas, y a darme pena. Díjome el Señor que no le hubiese lástima por aquellas heridas, sino por las muchas que ahora le daban. Y yo le dije que qué podía hacer para remedio de esto, que determinada estaba a todo. Díjome que no era ahora tiempo de descansar, sino.que me diese prisa a hacer estas casas, que con las almas de ellas tenía él descanso; que tomase cuantas me diesen, porque había muchas que por no tener adónde no le servían, y que las que hiciese en lugares pequeños fuesen como ésta, que tanto podían merecer con deseo de hacer lo que en las otras, y que procurase anduviesen todas debajo de un gobierno de prelado, y que pusiese mucho que por cosa de mantenimiento corporal no se perdiese la paz interior, que El nos ayudaría para que nunca faltase; en especial tuviesen cuenta con las enfermas, que la prelada que no proveyese y regalase a las enfermas era como los amigos de Job, que El daba el azote para bien de sus almas, y ellas ponían en aventura la paciencia; que escribiese la fundación de estas casas.

Yo pensaba cómo en la de Medina nunca había entendido nada para escribir su fundación. Díjome que qué más quería de ver que su fundación había sido milagrosa. Quiso decir que haciéndolo sólo El, pareciendo ir sin ningún camino, y determinarme yo a ponerlo por obra.

Ahora en...

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