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Capítulo 20

En que trata la diferencia que hay de unión a arrobamiento. Declara qué cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene el alma que el Señor por su bondad llega a él. Dice los efectos que hace. Es de mucha admiración [1].

1. Querría saber declarar con el favor de Dios la diferencia que hay de unión a arrobamiento o elevamiento o vuelo que llaman de espíritu o arrebatamiento, que todo es uno. Digo que estos diferentes nombres todo es una cosa, y también se llama éxtasis [2]. Es grande la ventaja que hace a la unión. Los efectos muy mayores hace y otras hartas operaciones, porque la unión parece principio y medio y fin, y lo es en lo interior; mas así como estotros fines son en más alto grado, hace los efectos interior y exteriormente [3]. Declárelo el Señor, como ha hecho lo demás, que, cierto, si Su Majestad no me hubiera dado a entender por qué modos y maneras se puede algo decir, yo no supiera [4].

2. Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho [5], es tan copiosa que, si no es por no lo consentir la tierra, podemos creer que se está con nosotros esta nube de la gran Majestad acá en esta tierra. Mas cuando este gran bien le agradecemos, acudiendo con obras según nuestras fuerzas, coge el Señor el alma, digamos ahora, a manera que las nubes cogen los vapores de la tierra, y levántala toda de ella (helo oído así esto de que cogen las nubes los vapores, o el sol) [6], y sube la nube al cielo y llévala consigo, y comiénzala a mostrar cosas del reino que le tiene aparejado. No sé si la comparación cuadra, mas en hecho de verdad ello pasa así.

3. En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y así se siente muy sentido faltar de él el calor natural; vase enfriando, aunque con grandísima suavidad y deleite. Aquí no hay ningún remedio de resistir, que en la unión, como estamos en nuestra tierra, remedio hay: aunque con pena y fuerza, resistir se puede casi siempre. Acá [7], las más veces, ningún remedio hay, sino que muchas, sin prevenir el pensamiento ni ayuda ninguna, viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sentís levantarse esta nube o esta águila caudalosa [8] y cogeros con sus alas.

4. Y digo que se entiende y veisos llevar, y no sabéis dónde. Porque, aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace temer a los principios, y es menester ánima determinada y animosa -mucho más que para lo que queda dicho- [9] para arriscarlo todo, venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios e ir adonde nos llevaren, de grado, pues os llevan aunque os pese. Y en tanto extremo, que muy muchas veces querría yo resistir, y pongo todas mis fuerzas, en especial algunas que es en público y otras hartas en secreto, temiendo ser engañada. Algunas podía algo, con gran quebrantamiento: como quien pelea con un jayán fuerte, quedaba después cansada; otras era imposible, sino que me llevaba el alma y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener [10], y algunas toda el cuerpo, hasta levantarle.

5. Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese adonde estábamos juntas en el coro y yendo a comulgar, estando de rodillas, dábame grandísima pena, porque me parecía cosa muy extraordinaria y que había de haber luego mucha nota; [11] y así mandé a las monjas (porque es ahora después que tengo oficio de Priora), no lo dijesen. Mas otras veces, como comenzaba a ver que iba a hacer el Señor lo mismo (y una estando personas principales de señoras, que era la fiesta de la vocación [12], en un sermón), tendíame en el suelo y allegábanse a tenerme el cuerpo, y todavía se echaba de ver. Supliqué mucho al Señor que no quisiese ya darme más mercedes que tuviesen muestras exteriores; porque yo estaba cansada ya de andar en tanta cuenta [13] y que aquella merced podía Su Majestad hacérmela sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad servido de oírme, que nunca más hasta ahora lo he tenido; verdad es que ha poco [14].

6. Es así que me parecía, cuando quería resistir, que desde debajo de los pies me levantaban fuerzas tan grandes que no sé cómo lo comparar, que era con mucho más ímpetu que estotras cosas de espíritu, y así quedaba hecha pedazos; porque es una pelea grande y, en fin, aprovecha poco cuando el Señor quiere, que no hay poder contra su poder. Otras veces es servido de contentarse con que veamos nos quiere hacer la merced y que no queda por Su Majestad, y resistiéndose por humildad, deja los mismos efectos que si del todo se consintiese.

7. A los que esto hace son grandes: lo uno [15], muéstrase el gran poder del Señor y cómo no somos parte, cuando Su Majestad quiere, de detener tan poco el cuerpo como el alma, ni somos señores de ello; sino que, mal que nos pese, vemos que hay superior y que estas mercedes son dadas de El y que nosotros no podemos en nada nada, e imprímese mucha humildad. Y aun yo confieso que gran temor me hizo; al principio, grandísimo; porque [16] verse así levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí y es con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido; al menos yo estaba de manera en mí, que podía entender era llevada. Muéstrase una majestad de quien puede hacer aquello, que espeluza los cabellos [17], y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios; éste, envuelto en grandísimo amor que se cobra de nuevo a quien vemos le tiene tan grande a un gusano tan podrido, que no parece se contenta con llevar tan de veras el alma a Sí, sino que quiere el cuerpo, aun siendo tan mortal y de tierra tan sucia como por tantas ofensas se ha hecho.

8. También deja un desasimiento extraño, que yo no podré decir cómo es. Paréceme que puedo decir es diferente en alguna manera, -digo, más que estotras cosas de sólo espíritu-; porque ya que estén cuanto al espíritu con todo desasimiento de las cosas, aquí parece quiere el Señor el mismo cuerpo lo ponga por obra, y hácese una extrañeza nueva para con las cosas de la tierra, que es muy penosa la vida.

9. Después da una pena, que ni la podemos traer a nosotros ni venida se puede quitar. Yo quisiera harto dar a entender esta gran pena y creo no podré, mas diré algo si supiere. Y hase de notar, que estas cosas [18] son ahora muy a la postre, después de todas las visiones y revelaciones que escribiré; y el tiempo que solía tener oración, adonde el Señor me daba tan grandes gustos y regalos, ahora, ya que eso no cesa algunas veces, las más y lo más ordinario es esta pena que ahora diré.

Es mayor y menor. De cuando es mayor quiero ahora decir, porque, aunque adelante diré de estos grandes ímpetus [19] que me daban cuando me quiso el Señor dar los arrobamientos, no tiene más que ver, a mi parecer, que una cosa muy corporal a una muy espiritual, y creo no lo encarezco mucho. Porque aquella pena parece, aunque la siente el alma, es en compañía del cuerpo; entrambos parece participan de ella, y no es con el extremo del desamparo que en ésta.

Para la cual -como he dicho- [20] no somos parte, sino muchas veces a deshora viene un deseo que no sé cómo se mueve, y de este deseo, que penetra toda el alma en un punto, se comienza tanto a fatigar, que sube muy sobre sí y de todo lo criado, y pónela Dios tan desierta de todas las cosas, que por mucho que ella trabaje, ninguna que la acompañe le parece hay en la tierra, ni ella la querría, sino morir en aquella soledad. Que la hablen y ella se quiera hacer toda la fuerza posible a hablar, aprovecha poco; que su espíritu, aunque ella más haga, no se quita de aquella soledad.

Y con parecerme que está entonces lejísimo Dios, a veces comunica sus grandezas por un modo el más extraño que se puede pensar; y así no [21] se sabe decir, ni creo lo creerá ni entenderá sino quien hubiere pasado por ello; porque no es la comunicación para consolar, sino para mostrar la razón que tiene de fatigarse de estar ausente de bien que en sí tiene todos los bienes.

10. Con esta comunicación crece el deseo y el extremo de soledad en que se ve, con una pena tan delgada y penetrativa que, aunque el alma se estaba puesta en aquel desierto, que al pie de la letra me parece se puede entonces decir (y por ventura lo dijo el real Profeta estando en la misma soledad, sino que como a santo se la daría el Señor a sentir en más excesiva manera): Vigilavi, et factus sum sicut passer solitarius in tecto; [22] y así, se me representa este verso entonces que me parece lo veo yo en mí, y consuélame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de soledad, cuánto más tales.

Así parece que está el alma no en sí, sino en el tejado o techo de sí misma y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior del alma me parece que está.

11. Otras veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo y preguntando a sí misma: ¿Dónde está tu Dios? [23] Es de mirar que el romance de estos versos yo no sabía bien el que era, y después que lo entendía me consolaba de ver que me los había traído el Señor a la memoria sin procurarlo yo. Otras me acordaba de lo que dice San Pablo, que está crucificado al mundo [24]. No digo yo que sea esto así, que ya lo veo; mas paréceme que está así el alma, que ni del cielo le viene consuelo ni está en él, ni de la tierra le quiere ni está en ella, sino como crucificada entre el cielo y la tierra, padeciendo sin venirle socorro de ningún cabo. Porque el que le viene del cielo (que es, como he dicho [25], una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que podemos desear), es para más tormento; porque acrecienta el deseo de manera que, a mi parecer, la gran pena algunas veces quita el sentido, sino que dura poco sin él.

Parecen unos tránsitos de la muerte, salvo que trae consigo un tan gran contento este padecer, que no sé yo a qué lo comparar. Ello es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le puede representar al alma de la tierra, aunque sea lo que le suele ser más sabroso, ninguna cosa admite; luego parece lo lanza de sí.

Bien entiende que no quiere sino a su Dios; [26] mas no ama cosa particular de El, sino todo junto le quiere y no sabe lo que quiere. Digo «no sabe», porque no representa nada la imaginación; ni, a mi parecer, mucho tiempo de lo que está así no obran las potencias. Como en la unión y arrobamiento el gozo, aquí la pena las suspende.

12. ¡Oh Jesús! ¡Quién pudiera dar a entender bien a vuestra merced [27] esto, aun para que me dijera lo que es, porque es en lo que ahora anda siempre mi alma!

Lo más ordinario, en viéndose desocupada, es puesta en estas ansias de muerte, y teme, cuando ve que comienzan, porque no se ha de morir; mas llegada a estar en ello, lo que hubiese de vivir querría en este padecer; [28] aunque es tan excesivo, que el sujeto le puede mal llevar, y así algunas veces se me quitan todos los pulsos casi, según dicen las que algunas veces se llegan a mí de las hermanas que ya más lo entienden, y las canillas [29] muy abiertas, y las manos tan yertas que yo no las puedo algunas veces juntar; y así me queda dolor hasta otro día en los pulsos y en el cuerpo, que parece me han descoyuntado [30].

13. Yo bien pienso alguna vez ha de ser el Señor servido, si va adelante como ahora, que se acabe con acabar la vida, que, a mi parecer, bastante es tan gran pena para ello [31], sino que no lo merezco yo. Toda la ansia es morirme entonces. Ni me acuerdo de purgatorio, ni de los grandes pecados que he hecho, por donde merecía el infierno. Todo se me olvida con aquella ansia de ver a Dios; y aquel desierto y soledad le parece mejor que toda la compañía del mundo.

Si algo la podría dar consuelo, es tratar con quien hubiese pasado por este tormento; y ver que, aunque se queje de él, nadie le parece la ha de creer, 14 también la atormenta; [32] que esta pena es tan crecida que no querría soledad como otras, ni compañía sino con quien se pueda quejar. Es como uno que tiene la soga a la garganta y se está ahogando, que procura tomar huelgo. Así me parece que este deseo de compañía es de nuestra flaqueza; que como nos pone la pena en peligro de muerte (que esto sí, cierto, hace; yo me he visto en este peligro algunas veces con grandes enfermedades y ocasiones, como he dicho, y creo podría decir es éste tan grande como todos), así el deseo que el cuerpo y alma tienen de no se apartar es el que pide socorro para tomar huelgo y, con decirlo y quejarse y divertirse [33], buscar remedio para vivir muy contra voluntad del espíritu o de lo superior del alma, que no querría salir de esta pena.

15. No sé yo si atino a lo que digo o si lo sé decir, mas, a todo mi parecer, pasa así. Mire vuestra merced qué descanso puede tener en esta vida, pues el que había -que era la oración y soledad, porque allí me consolaba el Señor- es ya lo más ordinario este tormento, y es tan sabroso y ve el alma que es de tanto precio, que ya le quiere más que todos los regalos que solía tener. Parécele más seguro, porque es camino de cruz, y en sí tiene un gusto muy de valor [34], a mi parecer, porque no participa con el cuerpo sino pena, y el alma es la que padece y goza sola del gozo y contento que da este padecer.

No sé yo cómo puede ser esto, mas así pasa, que, a mi parecer, no trocaría esta merced que el Señor me hace (que bien de su mano [35] -y como he dicho- nonada adquirida de mí, porque es muy muy sobrenatural) por todas las que después diré; no digo juntas, sino tomada cada una por sí. Y no se deje de tener acuerdo que es después de todo lo que va escrito en este libro y en lo que ahora me tiene el Señor.

Digo que estos ímpetus es después de las mercedes que aquí van, que me ha hecho el Señor [36].

16. Estando yo a los principios con temor (como me acaece casi en cada merced que me hace el Señor, hasta que con ir adelante Su Majestad asegura), me dijo que no temiese y que tuviese en más esta merced que todas las que me había hecho; que en esta pena se purificaba el alma, y se labra o purifica como el oro en el crisol [37], para poder mejor poner los esmaltes de sus dones, y que se purgaba allí lo que había de estar en purgatorio.

Bien entendía yo era gran merced, mas quedé con mucha más seguridad, y mi confesor me dice que es bueno. Y aunque yo temí, por ser yo tan ruin, nunca podía creer que era malo; antes, el muy sobrado bien me hacía temer, acordándome cuán mal lo tengo merecido. Bendito sea el Señor que tan bueno es. Amén.

17. Parece que he salido de propósito, porque comencé a decir de arrobamientos y esto que he dicho aun es más que arrobamiento, y así deja los efectos que he dicho [38].

18. Ahora tornemos a arrobamiento, de lo que en ellos es más ordinario.

Digo que muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero, que toda la pesadumbre de él me quitaba, y algunas era tanto, que casi no entendía poner los pies en el suelo. Pues cuando está en el arrobamiento, el cuerpo queda como muerto, sin poder nada de sí muchas veces, y como le toma se queda: si en pie, si sentado, si las manos abiertas, si cerradas [39]. Porque aunque pocas veces se pierde el sentido, algunas me ha acaecido a mí perderle del todo, pocas y poco rato. Mas lo ordinario es que se turba y aunque no puede hacer nada de sí cuanto a lo exterior, no deja de entender y oír como cosa de lejos.

No digo que entiende y oye cuando está en lo subido de él (digo subido, en los tiempos que se pierden las potencias, porque están muy unidas con Dios), que entonces no ve ni oye ni siente, a mi parecer; mas, como dije en la oración de unión pasada [40], este transformamiento del alma del todo en Dios dura poco; mas eso que dura, ninguna potencia se siente, ni sabe lo que pasa allí.

No debe ser para que se entienda mientras vivimos en la tierra, al menos no lo quiere Dios, que no debemos ser capaces para ello. Yo esto he visto por mí.

19. Diráme vuestra merced que cómo dura alguna vez tantas horas el arrobamiento, y muchas veces. Lo que pasa por mí es que -como dije en la oración pasada- [41] gózase con intervalos. Muchas veces se engolfa el alma o la engolfa el Señor en sí, por mejor decir, y teniéndola así un poco, quédase con sola la voluntad. Paréceme es este bullicio de estotras dos potencias como el que tiene una lengüecilla de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el sol de justicia [42] quiere, hácelas detener.

Esto digo que es poco rato. Mas como fue grande el ímpetu, y levantamiento de espíritu, y aunque éstas tornen a bullirse, queda engolfada la voluntad, hace, como señora del todo, aquella operación en el cuerpo; [43] porque, ya que las otras dos potencias bullidoras la quieren estorbar, de los enemigos los menos: no la estorben también los sentidos; y así hace que estén suspendidos, porque lo quiere así el Señor. Y por la mayor parte están cerrados los ojos, aunque no queramos cerrarlos; y si abiertos alguna vez, como ya dije [44], no atina ni advierte lo que ve.

20. Aquí es mucho menos lo que puede hacer de sí, para que cuando se tornaren las potencias a juntar no haya tanto que hacer. Por eso, a quien el Señor diere esto, no se desconsuele cuando se vea así atado el cuerpo muchas horas, y a veces el entendimiento y memoria divertidos. Verdad es que lo ordinario es estar embebidas en alabanzas de Dios o en querer comprender y entender lo que ha pasado por ellas; y aun para esto no están bien despiertas, sino como una persona que ha mucho dormido y soñado, y aún no acaba de despertar.

21. Declárome tanto en esto, porque sé que hay ahora, aun en este lugar [45], personas a quien el Señor hace estas mercedes, y si los que las gobiernan no han pasado por esto, por ventura les parecerá que han de estar como muertas en arrobamiento, en especial si no son letrados, y lastima lo que se padece con los confesores que no lo entienden, como yo diré después [46]. Quizá yo no sé lo que digo. Vuestra merced lo entenderá, si atino en algo, pues el Señor le ha ya dado experiencia de ello, aunque como no es de mucho tiempo, quizá no habrá mirádolo tanto como yo.

Así que, aunque mucho lo procuro, por buenos ratos no hay fuerza en el cuerpo para poderse menear; todas las llevó el alma consigo. Muchas veces queda sano -que estaba bien enfermo y lleno de grandes dolores- y con más habilidad, porque es cosa grande lo que allí se da, y quiere el Señor algunas veces -como digo- lo goce el cuerpo, pues ya obedece a lo que quiere el alma. Después que torna en sí, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un día o dos y aun tres tan absortas las potencias, o como embobecida [47], que no parece anda en sí.

22. Aquí es la pena de haber de tornar a vivir. Aquí le nacieron las alas para bien volar. Ya se le ha caído el pelo malo [48]. Aquí se levanta ya del todo la bandera por Cristo, que no parece otra cosa sino que este alcaide de esta fortaleza se sube o le suben a la torre más alta a levantar la bandera por Dios. Mira a los de abajo como quien está en salvo. Ya no teme los peligros, antes los desea, como quien por cierta manera se le da allí seguridad de la victoria. Vese aquí muy claro en lo poco que todo lo de acá se ha de estimar y lo nonada que es. Quien está de lo alto, alcanza muchas cosas. Ya no quiere querer, ni tener libre albedrío no querría [49], y así lo suplica al Señor. Dale las llaves de su voluntad.

Hele aquí el hortelano hecho alcaide [50]. No quiere hacer cosa, sino la voluntad del Señor, ni serlo él de sí [51] ni de nada ni de un pero de esta huerta, sino que, si algo bueno hay en ella, lo reparta Su Majestad; que de aquí adelante no quiere cosa propia, sino que haga de todo conforme a su gloria y a su voluntad.

23. Y en hecho de verdad pasa así todo esto, si los arrobamientos son verdaderos, que queda el alma con los efectos y aprovechamiento que queda dicho. Y si no son estos, dudaría yo mucho serlos de parte de Dios, antes temería no sean los rabiamientos que dice San Vicente [52]. Esto entiendo yo y he visto por experiencia: quedar aquí el alma señora de todo y con libertad en una hora y menos, que ella no se puede conocer. Bien ve que no es suyo, ni sabe cómo se le dio tanto bien, mas entiende claro el grandísimo provecho que cada rapto de estos trae [53].

No hay quien lo crea si no ha pasado por ello; y así no creen a la pobre alma, como la han visto ruin y tan presto la ven pretender cosas tan animosas; porque luego da en no se contentar con servir en poco al Señor, sino en lo más que ella puede. Piensan es tentación y disparate. Si entendiesen no nace de ella sino del Señor a quien ya ha dado las llaves de su voluntad, no se espantarían.

24. Tengo para mí que un alma que allega a este estado, que ya ella no habla ni hace cosa por sí, sino [54] que de todo lo que ha de hacer tiene cuidado este soberano Rey. ¡Oh, válgame Dios, qué claro se ve aquí la declaración del verso, y cómo se entiende tenía razón y la tendrán todos de pedir alas de paloma! [55] Entiéndese claro es vuelo el que da el espíritu para levantarse de todo lo criado, y de sí mismo el primero; mas es vuelo suave, es vuelo deleitoso, vuelo sin ruido.

25. ¡Qué señorío tiene un alma que el Señor llega aquí, que lo mire todo sin estar enredada en ello! ¡Qué corrida está del tiempo que lo estuvo! ¡Qué espantada de su ceguedad! ¡Qué lastimada de los que están en ella, en especial si es gente de oración y a quien Dios ya regala! Querría dar voces para dar a entender qué engañados están, y aun así lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones. Tiénenla por poco humilde y que quiere enseñar a de quien [56] había de aprender, en especial si es mujer. Aquí es el condenar -y con razón-, porque no saben el ímpetu que la mueve, que a veces no se puede valer, ni puede sufrir no desengañar a los que quiere bien y desea ver sueltos de esta cárcel de esta vida [57], que no es menos ni le parece menos en la que ella ha estado.

26. Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra y en el engaño que traía de creer que era honra lo que el mundo llama honra; ve que es grandísima mentira y que todos andamos en ella; entiende que la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, teniendo en algo lo que es algo, y lo que no es nada tenerlo en nonada, pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a Dios.

27. Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros y codicia de ellos, aunque en ésta nunca creo -y es así verdad- confesé culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se pudiera comprar el bien que ahora veo en mí, tuviéralos en mucho; mas ve que este bien se gana con dejarlo todo. ¿Qué es esto que se compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es cosa durable? ¿O para qué los queremos? Negro descanso se procura, que tan caro cuesta. Muchas veces se procura con ellos el infierno y se compra fuego perdurable y pena sin fin. ¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra sin provecho, qué concertado andaría el mundo, qué sin tráfagos! [58] ¡Con qué amistad se tratarían todos si faltase interés de honra y de dineros! Tengo para mí se remediaría todo.

28. Ve de los deleites tan gran ceguedad, y cómo con ellos compra trabajo, aun para esta vida, y desasosiego. ¡Qué inquietud! ¡Qué poco contento! ¡Qué trabajar en vano!

Aquí no sólo las telarañas ve de su alma y las faltas grandes, sino un polvito que haya, por pequeño que sea, porque el sol está muy claro; y así, por mucho que trabaje un alma en perfeccionarse, si de veras la coge este Sol, toda se ve muy turbia. Es como el agua que está en un vaso, que si no le da el sol está muy claro; si da en él, vese que está todo lleno de motas. Al pie de la letra es esta comparación. Antes de estar el alma en este éxtasis, parécele que trae cuidado de no ofender a Dios y que conforme a sus fuerzas hace lo que puede; mas llegada aquí, que le da este sol de justicia [59] que la hace abrir los ojos, ve tanta motas, que los querría tornar a cerrar; porque aún no es tan hija de esta águila caudalosa, que pueda mirar este sol de en hito en hito; [60] mas, por poco que los tenga abiertos, vese toda turbia. Acuérdase del verso que dice; ¿Quién será justo delante de Ti? [61].

29. Cuando mira este divino sol, deslúmbrale la claridad. Como se mira a sí, el barro la tapa los ojos: ciega está esta palomita. Así acaece muy muchas veces quedarse así ciega del todo, absorta, espantada, desvanecida de tantas grandezas como ve.

Aquí se gana la verdadera humildad, para no se le dar nada de decir bienes de sí, ni que lo digan otros. Reparte el Señor del huerto la fruta y no ella, y así no se le pega nada a las manos. Todo el bien que tiene va guiado a Dios. Si algo dice de sí, es para su gloria. Sabe que no tiene nada él [62] allí y, aunque quiera, no puede ignorarlo, porque lo ve por vista de ojos, que, mal que le pese, se los hace cerrar a las cosas del mundo, y que los tenga abiertos para entender verdades.

Notas

El tema del capítulo puede formularse con la palabra «éxtasis». Dentro del estado místico (= unión: cuarta agua), se produce un fenómeno exaltante: arrobamiento o éxtasis. La exposición pasa de lo doctrinal a lo autobiográfico y testifical: es la situación que está viviendo «ahora» (nn. 9 y 12). Lugares paralelos en sus escritos: Moradas 6, cc. 4-5; Conceptos c. 6; Rel. 5, 7-11; los textos cronológicamente más cercanos a Vida son: Rel. 1, 2 s.; Rel. 3, 10. Por esas fechas escribió uno de los letrados asesores de la Santa un «Dictamen» sobre ella: «En oyendo hablar a Dios con devoción y fuerza, se suele arrebatar muchas veces, y con procurar resistir, no puede, y queda entonces tal a los que la ven, que pone grandísima devoción» (BMC, t. 2, p. 132).

[1] En el autógrafo está borrada esta última cláusula por uno de los letrados asesores.

[2] Nueva insinuación de que la autora recurre a la nomenclatura usada por los autores espirituales. - Merece ser recordado aquí el elogio que de esta doctrina teresiana hace SAN JUAN DE LA CRUZ: «Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer. Mas, porque mi intento no es sino declarar brevemente estas canciones..., quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales espero en Dios saldrán presto impresas a la luz». (Cántico A 12, 6, pasaje trasladado intacto al Cántico B 13, 7). - De hecho el propio San Juan de la Cruz había promovido la edición de las obras de la Santa en el Definitorio de 1 de septiembre de 1586 (cf. JERONIMO DE SAN JOSÉ, Historia del Carmen Descalzo, t. I, L. 5, c. 13, p. 878 s.).

[3] El sentido es: «así» como estotros fines (arrobamiento, vuelo de espíritu, etc.) son en más alto grado, así hacen efectos más aventajados que la simple unión.

[4] Recuérdense los testimonios del c. 16, 2 y 18, 14.

[5] La «cuarta agua» de que tratan estos cc. 18-21. Cf. c. 18, 1.19; c. 19, 1.

[6] La frase entre paréntesis fue añadida por la Santa al margen del autógrafo. Fray Luis la omitió (p. 225).

[7] Acá: en los arrobamientos.

[8] Aguila caudalosa: águila caudal.

[9] Lo que queda dicho: alude a las gracias místicas de los cc. anteriores. - Arriscar: arriesgar (cf. 16, 7-8).

[10] Tener: equivale a detener o sostener (como en el n. 7).

[11] Haber mucha nota: llamar la atención. Quizás con cierta connotación negativa: «nota» en Cobarruvias, indica «infamia en alguna persona». - Después que tengo el oficio de priora: en el carmelo de San José de Ávila, es priora desde principios de 1563.

[12] Fiesta de la vocación: fiesta de la advocación o titular de la casa, «San José» (véase el mismo vocablo en Fund. pról. n. 5). - La gracia mística aquí insinuada por la Santa se identifica, muy probablemente, con una de las dos descritas en el Proceso de Ávila por la M. Petronila Bautista: «Otra vez, estando el padre fray Domingo Báñez, dominico, grave religioso y catedrático de la Universidad de Salamanca y confesor de la Santa Madre, haciendo una plática a las religiosas de este convento al locutorio, la santa Madre se quedó arrobada; y el dicho Padre se quitó la capilla, y dejó la plática y puso gran silencio hasta que volvió en sí, y así lo oyó decir luego que esta declarante entró en este convento... Tuvo muchos arrobamientos en diversas partes, y uno fue tan grande, día del bienaventurado San José, estando oyendo misa a la red del coro de este convento, que sintiendo ella que la parecía que la levantaban, se asió a la red del coro y dijo a una hermana que la tuviese, procurando no se echase de ver, y más por estar allí una persona muy espiritual que tenía licencia de Su Santidad para poder entrar en este convento, y entonces esta persona estaba junto a la Santa Madre» (BMC. t. 19, p. 582).

[13] Andar en tanta cuenta: andar con tantas cautelas y cuidados.

[14] Hace poco que han cesado las formas exteriores del éxtasis. Escribe a fines de 1565 (2ª redacción de Vida). Volvió a tenerlos más tarde: cf. Rel. 15 (éxtasis de Salamanca, 1571), Rel. 35 (comunión de manos de san Juan de la Cruz, 1572) y carta a Lorenzo de Cepeda: 17.1.1577, poco antes de escribir las Moradas.

[15] Lo uno: en primer lugar. (Seguirá la enumeración de «efectos» en los nn. 8 y 9). - El enunciado inicial: «son grandes los efectos (del éxtasis) en aquellos a quienes el Señor hace esta gracia».

[16] Porque: equivale a «por».

[17] Espeluza: como despeluza o espeluzna (cf. 38, 19; y 39, 3).

[18] Estas dos cosas, había escrito la Santa, aludiendo al «desasimiento extraño» (n. 8) y a la «pena» (n. 9). Luego borró la palabra «dos», dando mayor alcance a la afirmación. - De visiones y revelaciones, escribirá en los cc. 27, 28, 29, 32, 38, 39, 40.

[19] De estos ímpetus grandes hablará en el c. 29, 8-14.

[20] Lo ha dicho en este mismo número: «pena que no la podamos traer a nosotros», es decir no la podamos inducir.

[21] No se sabe: así en el autógrafo. La deformación de la edición facsímil (1873) ha provocado en los editores la falsa lectura «me se sabe». Fray Luis leyó correctamente: «no» (p. 230).

[25] Lo ha dicho en el n. 9.

[26] Ya lo ha afirmado en el c. 16, 5.

[27] Sigue dialogando con el P. García de Toledo. Y luego los nn. 15 y 19. - Nótese la hondura de la confidencia. El diálogo apunta igualmente a lo hondo de la vida del P. García (ver la alusión del n. 21).

[28] Morir/padecer: tema persistente hasta el final del libro: c. 40, 20. El sujeto le puede mal llevar: el físico, o la persona, apenas lo puede soportar («sujeto»: como «nuestro natural» del n. 4).

[29] Los pulsos... las canillas: los latidos... las articulaziones. - Comentando este pasaje de la Santa, escribe el «Diccionario de Autoridades»: «También se llama canillas a los huesos de que se compone el brazo, desde la espaldilla hasta la mano».

30Descoyuntado: como tras el paroxismo de sus años jóvenes (cf. c. 6, 1).

[31] Lo repetirá en Moradas 6, 11, 11.

[32] Puntuación dudosa. Fray Luis cierra la frase en «creer» (p. 133).

[33] Divertirse: distraerse.

[34] Muy de valor: muy valioso.

[35] Desde fray Luis los editores han leido: «que viene de su mano» (p. 234). - Alude a lo dicho en el n. 9 (nota 20).

[36] Toda esta frase fue añadida por la Santa al margen de su autógrafo. Fray Luis la retocó para introducirla en el texto (p. 235). - Recuérdese que está escribiendo en 1565.

[37] Frase tópica, de origen bíblico: Prov. 27, 21; Sab. 3, 6.

[38] Comenzó a decir de arrobamientos en el n. 1..., hasta tratar de la levitación corporal en el n. 6: y esto que he dicho -el «desasimiento extraño» y «la pena infusa»- en los nn. 9-16. - En el n. siguiente reanudará el tema de la «levitación».

[39] Elipsis: «si en pie le toma, en pie se queda, etc. - Fray Luis leyó equivocadamente: «y como le toma se queda siempre, si tentado...» (p. 236), seguido por todos los editores.

[40] En el c. 18, 12.

[41] Ib. - La frase siguiente: «muchas veces se engolfa el alma» -en suspensión de todas las potencias- un poco de tiempo, y luego sigue suspendida «sola la voluntad».

[42] Sol de justicia: expresión bíblica (Mal 4, 2), incorporada a la liturgia navideña.

[43] La voluntad hace aquella operación en el cuerpo: la suspensión de las funciones somáticas y la ligereza de la levitación de que habló en el n. 18.

[44] En el c. 18, n. 10.

[45] En este lugar: en Ávila.

[46] Lo tratará en los cc. 23 y 24.

[47] Como embobecida: como aturdida. En el resto del libro preferirá la expresión «como embobada» (cf. 25, 4; 29, 14; 34, 11; 37, 7; 38, 11).

[48] Regresa de nuevo a la «avecica», imagen del alma (c. 13, 2; 18, 9).

[49] Por los acostumbados escrúpulos teológicos, Báñez tachó en el autógrafo: «libre albedrío no querría», y lo sustituyó por «otra voluntad, sino hacer la de nuestro Señor». Fray Luis acogió la corrección de Báñez (p. 239). - Estaba de por medio la contienda entre católicos y protestantes sobre el «de libero (o «de servo») arbitrio». Y quizás la sombra de los alumbrados.

[50] Hortelano / alcaide: la Santa funde las dos imágenes del «huerto» y de la «fortaleza militar» (c. 18, 4). «Alcaide es el castellano de un castillo o fuerza con gente y guarnición» (Cobarruvias).

[51] Ni ser él señor de sí...

[52] En el Tractatus de vita spirituali escribió San Vicente Ferrer: «Et scias pro certo quod maior pars raptuum, immo rabierum, nuntiorum antichristi venit per istum modum» (c. 14). «...abhorreas earum visionem... tamquam stultas dementias et eorum raptus sicut rabiamenta» (c. 15. Cito por la edición de la B.A.C., 1956, pp. 517 y 519). La Santa pudo leer estos pasajes en la edición castellana publicada por Cisneros (Toledo, 1515). El mismo juego de palabras («arrobamientos como si tuvieran rabiamientos») pudo leerlo en OSUNA, Tercer Abecedario, t. 5, c. 2.

[53] Rapto: como éxtasis (cf. 21, 8). Término de procedencia bíblica (2 Cor 12, 2: rapto de San Pablo, que ella recordará más adelante (38, 1).

[54] Que ya ella... sino que: frase borrada en el autógrafo, quizás por el mismo P. Báñez, cuya corrección anterior (n. 22, nota 49) hacía que se repitiese esta frase tres veces casi seguidas. Fray Luis reprodujo fielmente el autógrafo (p. 241).

[55] La declaración del verso: el significado del versículo que cita a continuación, del Salmo 54, 7.

[56] Es decir: quiere enseñar «a aquellos» de quienes había de aprender.

[57] Recurre nuevamente la imagen de «vida-cárcel» (cf. 16, 8, nota 28; y en el c. 21, 6). - Aquí con probable reminiscencia del texto de San Pablo (Rom. 7, 27: cuerpo-cárcel), alegado expresamente en c. 21, 6.

[58] Qué sin tráfagos: cuán sin enredos, con cuánta quietud. «Tráfago... es término de mercaderes y vale tanto como trato, comercio» (Cobarruvias). En Vida, cf. 21, 1.

[59] Sol de justicia: Dios. Imagen bíblica (Mal 4, 2). Cf. n. 19, nota 42.

[60] Probable alusión a la fábula popular del águila real (imagen utilizada en el n. 3) que enseña a sus polluelos a mirar fijamente al sol (Cf. L. DE GRANADA, Introducción al Símbolo de la fe, l. I, c. 17. - Obras, t. 5, Madrid 1908, p. 158).

[61] Verso (versículo) del Salmo 142, 2.

[62] El: el hortelano o el alma de la frase anterior.

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