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Marosa Montañés
Ministras «prohibitivas» porque prohiben todo
No necesitan identificación, ni cipol, ni dni selectivo, porque van sobradas por la vida y pretenden hacernos la vida imposible: prohiben el vino, el coche, el pitillo, el agua, —odos ellos, elementos imprescindibles, unos más que otros—, más un largo etcétera de aficiones nada perjudiciales y aconsejan algunos lujos o alternativas ostentosas como sustitutos; viajar en barco o en tren siempre ha sido más caro que en coche porque en el vehículo familiar caben todos y en los demás hay que pagar billetes personalizados, no colectivos: y eso suma, no resta en el bolsillo.
La mayoría de los españoles considera estos disparates como enajenaciones mentales y no piensa hacerles caso; pero sin recurrir a la política-ficción, podemos preguntarnos por qué hemos llegado a esta situación y analizar una de sus claves: el «prohibicionismo» como una mentalidad instaurada en los sectores del poder. Si todas las terminaciones en «ismos» —como el relativismo, el permisivismo, el hedonismo, el materialismo, el capitalismo salvaje, el liberalismo extremo, el socialismo, o el terrorismo, entre otros—, indican «infección, algo negativo» y aplicamos este significado al «prohibicionismo ministerial» nos encontramos con una realidad aplastante: es el totalitarismo en su globalidad el que busca —a través de los más variados y sofisticados mecanismos de poder— controlar las mentes y los cuerpos de los españoles para conseguir el llamado «pensamiento único», ese que nos convierte en borregos, en esclavos de su amo, y en súbditos manejables para los intereses gubernamentales.
Pero nuestra verdad es otra: somos personas, somos libres, somos inteligentes, tenemos una voluntad por la buscamos el Bien Común y no entramos al trapo ministerial. Pero no siempre tenemos esto tan claro porque nos cuesta pensar, criticar y construir con nuestros análisis positivos, y evaluar las diferentes situaciones con rigor e inteligencia emocional: eso es lo que hay que conseguir, superar la mentalidad de evasión ante tantos problemas que todos tenemos con el pensamiento positivo, reaccionar ante las injusticias y disparates con sentido común, rechazar de raíz las imposiciones totalitarias —como la educación para la ciudadanía—, con objeción de conciencia y reprimir las actuaciones de las ministras prohibitivas con la verdad sobre nosotros mismos, sobre nuestros hogares, sobre nuestras familias y sobre nuestras opciones. Contra «prohibicionismo», libertad, buen humor y protección —no proteccionismo— de nuestra identidad.
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