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Decimo encuentro

Este es el último encuentro al cual soy obligado a tener contigo... Pero esto no quiere decir que no pueda haber cualquier otro decidido por mi propia iniciativa y sin ciertas cautelas impuestas por aquella odiosa tirana... Te podré siempre coger por sorpresa y cuando menos te lo esperes... Tienes ya demasiadas cosas que pagarme... No creas que he olvidado las rociadas de agua bendita que me has tirado encima para alejarme de aquél tal...

Este discurso explotó de improviso y amenazante, sin los acostumbrados signos premonitorios, mientras —ni que lo hubiera hecho aposta— estaba leyendo un pequeño libro titulado L'Era del diávolo de un autor alemán Antonio Bohm.

El tono de mi interlocutor era, como siempre, fuerte y arrogante; también esta vez hablaba con aire de gran señor que dispone de todo, aunque es apenas el miserable ejecutor de cuanto le es permitido.

—Es el último encuentro, has dicho, y espero que sea en verdad así. Mientras agradezco a Ella que ha estado siempre cercana a mí, como lo estará también en los encuentros por sorpresa con que amenazas prepararme. Para decirte la verdad, tenía ya demasiado con tus fanfarronadas y con todas tus bravuconadas con las que pretendes hacer temblar al mundo... también creo, y ya te lo he dicho, que el Señor podrá permitir un tiempo grande de prueba para su Iglesia...Pero sucederá todo bajo su dirección y para librarnos de la suciedad que has acumulado en ella...Serás, también esta vez, su encargado de limpieza...Si habrá víctimas, como es previsible, servirán para hacer más bella y más santa a su Iglesia.

Eres demasiado irónico y seguro, tu...espera a que sucedan los hechos. ¡Estoy preparando cosas terribles! ¡Escenas de destrucción y de sangre jamás vistas! Sobre los pináculos de vuestras iglesias, en vez de la cruz, ondeará mi estandarte.

—Ya nos lo han predicho también esto almas inspiradas. Pero quizás será tu último desfile como «príncipe de este mundo». Después intervendrá El y todo se derrumbará sobre ti y sobre tus secuaces.

Te equivocas. Sin embargo, empieza mi época. Triunfará mi poder de destrucción. Me presentaré a los hombres sin máscara; me presentará tal como soy, para que todos tiemblen ante mi presencia.

—¡Que va, bufón! Ni siquiera tú, como tantas otras veces, crees en lo que estás diciendo. Tú sabes bien quien es Dios. Tú sabes que El no abandonará jamás a la humanidad a tus diseños grandiosos de destrucción. Te permitirá solamente aquello que servirá para castigarla por sus traiciones, y purificarla de sus culpas en las que tú la has metido, pero no más de esto...

***

Ilusiónate, Ilusiónate... La humanidad se está preparando por si misma, gracias a mis inventos y a mis iniciativas, a este suicidio universal. La bomba de cobalto, la de uranio, los productos radioactivos de la energía atómica, pulverizarán todo, en pocos instantes; todo germen de vida será destruido...

—Así tú reinarás sobre un inmenso cementerio, serás el rey de los muertos; mientras el nuestro es el Dios de los vivos; por eso os deja vivir también a vosotros, ángeles rebeldes... Os deja porque debéis ser los testigos de su triunfo sobre vuestra loca rebelión...Os deja para que nos contempléis durante toda la eternidad a nosotros los hombres, —una naturaleza inferior a la vuestra pero Divinamente transfigurada por la gracia de Cristo— gozando de la bienaventuranza que vosotros perdisteis para siempre.

Este cambio os quema por la eternidad. Expulsados de la Civitas Dei, habéis trabajado duro para construir la civitas diaboli, una efímera construcción de papel pisoteado. Puestos en fuga por Cristo, os habéis dado un Anticristo, una caricatura del Hijo de Dios para destruir sus obras e imitar de manera ridícula su potencia

¿Por qué no dices antagonista?...

—¡Te daría demasiado honor! Antagonista es aquel que lucha con su adversario combatiendo a cara descubierta. Tú, con El, ni siquiera se te ocurre, porque sabes que es infinitamente más fuerte. Sin embargo, con nosotros tienes que recurrir al engaño, a la mentira; con los ingenuos te presentas como una superpotencia; con los inteligentes intentas borrar tus huellas, necesitas trabajar de incógnito, recurres a la astucia de no hacernos creer el ser maléfico que en verdad eres. Todo lo que consigue hacerte pasar desapercibido, lo pones en marcha recurriendo a mil astucias. También has logrado persuadir a las inteligencias más vigilantes para que no vean nada de malo en todo lo que el hombre puede hacer. El delito se manifiesta mediante un dinamismo progresivo. El psicoanálisis, presenta el pecado como una enfermedad, librando aparentemente al hombre de toda responsabilidad. Los escrúpulos de una conciencia turbada por las culpas intentan camuflarse como residuos de tabú provenientes de viejas prohibiciones no motivadas. Por otra parte, para convencer a los hombres de tu poder absoluto utilizas la propaganda del terror

***

Me doy cuenta, en todo este discurso tuyo, que te crees un especialista de bagatelas demonológicas con el añadido de que ni siquiera te percatas de las tonterías que tu presunción te hace decir.

—Quizás no logro decir todo sobre tu ser y tu naturaleza; pero tú sabes que te conozco bastante. Sé que para comprender tu obrar maligno tengo que recurrir a tu origen y a tu naturaleza, tal como nos son presentadas en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio, y en la tradición cristiana. Estas son para mí las únicas fuentes fidedignas: Las únicas para comprender el origen del mal; eras una criatura predilecta de Dios y has llegado a ser un rebelde; eras un ser de luz y ahora eres espíritu de las tinieblas. Esto eres tú. Puedes camuflarte con todas las artimañas. Tus características son éstas: Una criatura perdida para siempre, un ser sin redención.

¿Has dicho todo?.

—Creo, sin embargo, haber dicho demasiado poco. Ni me importa saber más. Tengo suficiente para odiarte y estar en guardia contra todas tus tretas. Y sobre todo para orar, orar mucho por todos los que ceden a tus engaños. Pero en esto sé que no estoy solo. Están conmigo millones de almas que luchan contra ti. Está con nosotros Jesús. Está también su Madre Bendita.

Tenemos, sobre todo, en nuestra mano la facultad de renovar cada día el sacrificio redentor de Cristo: Basta esto sólo para destruir totalmente tu efímera potencia. Basta una Misa para arrebatarte millones de almas.

Siempre las mismas tonterías. No me has permitido decirte todo lo que quería. Hablarán los hechos, te lo repito.

—Ya te lo he dicho: No te tengo miedo. Está con nosotros El, que es más fuerte que tú, y sólo para tu mayor castigo no te destruye totalmente. Si nos tocará sufrir, lo bendeciremos. A cambio de los sufrimientos de aquí, El nos prepara un premio que te hará temblar de envidia. Para ti será sólo el peso de tu condenación, el fuego inextinguible de tu orgullo y al final de los tiempos la trágica imposibilidad de poder continuar haciéndonos el mal y la envidia torturadora al sabernos bienaventurados para siempre en el paraíso, por ti perdido.

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