conoZe.com » Ciencia y Fe » Relativismo y Cultura » Laicismo » Iglesia-Estado

Cesaropapismo y papaterismo

Zapatero propugna el determinismo estatal en materia religiosa, erigiendo la espuria Constitución del 31

Un ambiente enrarecido denota la crispación que origina el uso indiscriminado de conceptos sesgadamente ideologizados. Que si Estado aconfesional o neutro, que si laicismo o laicidad, que si laicos o laicistas. ¡Qué más da! Se trata de términos válidos pero a la vez tan confusos, que sin la menor vergüenza son instrumentalizados por un puñado de intelectuales y políticos afanados en un proyecto sectario, que responde a consignas de ciertos grupos de poder. De la misma manera que hablamos de Estado de Derecho, Estado Social y Estado Democrático, ¿por qué no defendemos la noción de un Estado de Libertad Religiosa, esto es, de un Estado que consagre como valor supremo y norma de convivencia la libertad religiosa de sus ciudadanos? Huyamos, pues, de esta terminología compleja, turbia, camaleónica, que construye barreras separando en bandos antagónicos aquello que debería estar unido por la argamasa de la libertad.

Lamentablemente, desde tiempos inmemoriales, la religión ha estado unida al poder político. Que se lo pregunten si no a los primeros cristianos, que tuvieron que soportar en carne viva el salvaje despotismo imperial. Gran aportación —grandísima aportación— del Cristianismo fue superar esa simbiosis perversa que condujo al martirio de tantos inocentes. Testimonios no nos faltan. Y no sólo de la literatura cristiana. Me viene a la memoria la epístola escrita, hacia el año 112 d.C., por el emperador Trajano a Plinio el Joven, a la sazón procónsul en Bitinia, en la que lo exhortaba a castigar a los cristianos que no elevaran súplicas a los dioses romanos.

Conscientes de sus deberes ciudadanos, los mártires de la fe no se inclinaron ante el abuso del poder civil. Frente al rugir de los leones y el morbo de la multitud, los cristóforos sucumbieron confiados en la verdad de estas palabras eternas: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Fueron ya, al ser pronunciadas, motivo de escándalo. En un momento supremo, en el que el emperador estaba divinizado, un puñado de valientes se atrevió a desafiar el monismo existente que encadenaba —fundía— política y religión. Nació así, bendecido por la sangre de los mártires, el dualismo cristiano, que consagra la plena autonomía entre el orden político y el religioso. Esta gran conquista de la historia de la humanidad sería, con el tiempo, desfigurada por el prisma del racionalismo ilustrado y el fusil revolucionario.

Hoy, todo ello se ha olvidado. La frase evangélica ha sido tergiversada descaradamente. Vivimos en un mundo en el que damos al César lo que es de Dios (laicismo zapaterista) y a Dios lo que es del César (fundamentalismo islámico). Zapatero, como el buen Trajano, propugna el determinismo estatal en materia religiosa, intentando erigir la espuria Constitución del 31 en el paradigma de la libertad y la tolerancia. ZP entra en terreno minado, olvidando que el arcano que defiende se parece más al estalinismo y al apartheid que a las utopías de Moro y Campanella.

PARA muestra, el siguiente botón. El artículo 27 de la Constitución republicana, por ejemplo, consagra el estado de discriminación religiosa con este tenor: «Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno». A este edén socialista nos quiere llevar la política del PSOE, plasmada con claridad en ese panfleto obtuso y vengativo lanzado contra la religión católica.

Encuentro muy poca diferencia entre este vulgar manifiesto del socialista leonés y la pulcra carta del emperador de Itálica. Con distintos ribetes, ambos documentos persiguen un mismo fin: entronizar la dictadura del pensamiento único peleando contra una falsa desviación radical, fruto de una inexistente cuestión religiosa. En efecto, el gran error de Zapatero y de sus secuaces es el mismo que el de aquellos radicales, que se empeñaron, hace tiempo, en ligar los problemas de nuestra sociedad a la religión.

Tenemos que oponernos con todas nuestras fuerzas a dos enfermedades perniciosas y disolventes que podrían quebrar la convivencia: el viejo cesaropapismo y el incipiente «papaterismo». En el primero, el Estado se apodera de una religión trascendente, ajena a él, e intenta controlarla políticamente. En el segundo, por el contrario, el poder político crea su propia religión, su propia liturgia, su profesión de fe. El líder temporal se erige en papa de la nueva fe. Así, Zapatero se imagina Papatero. Por ello, rechaza cualquier manifestación religiosa que no responda a los dogmas del laicismo recalcitrante. Para el nuevo credo, a la religión del Estado, mejor, a la del Partido gobernante, corresponde imponer una ética coactiva, una cosmovisión, una utopía social. Si éste es el espíritu del 31, ¡déjenme bajarme, por favor!

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=6108 el 2007-01-12 13:55:19