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Yo fui embrión, tú fuiste embrión, él fue embrión, nosostros fuimos....

El próximo jueves, en el Congreso de los Diputados, se debatirá el polémico Proyecto de Ley de Investigación en Biomedicina. Y, como viene siendo habitual en este tipo de leyes en las que se mezclan lo científico con lo éticamente moral, los expertos plantean sus discrepancias a sabiendas de que el gobierno ignorará sus propuestas. Éste es el caso de más de 200 científicos y profesores universitarios que esta semana han hecho público un manifiesto «desde el punto de vista estrictamente científico» en el que muestran su discrepancia con algunos de los artículos que se van a debatir.

No soy una experta en el tema, pero el contenido de la Ley merece que me lance a la piscina para intentar poner un poco de sensatez ante las aberraciones semánticas que probablemente confunden y adulteran la realidad.

La utilización de conceptos como pre-embrión, por ejemplo, es una forma burda de enmascarar la realidad para tranquilizar alguna que otra conciencia y poder así jugar con seres humanos sin ningún tipo de responsabilidad ética.

Según el manifiesto de los expertos antes mencionado, el embrión es «un organismo individual de la especie Homo sapiens, ciertamente en estado incipiente de desarrollo, pero no por ello merecedor de un estatuto biológico distinto al del adulto».

Decir que el embrión no es un ser humano y por tanto se puede manipular sin violar su dignidad es no querer asumir la verdad. «La ciencia nos dice que el desarrollo del ser humano comienza con la fertilización, cuando un gameto o un esperma masculino (espermatozoide) se une con un gameto u ovocito femenino para formar una célula nueva llamada zigoto. Esta nueva célula totipotente marca el principio de cada uno de nosotros como individuo único. Cuando el esperma y el óvulo se funden, comienza la vida de un nuevo, único, ser humano genéticamente completo y distinto. Mientras que ninguno de nosotros fuimos alguna vez esperma u óvulo, cada uno de nosotros fuimos una vez un embrión, o más correctamente, un humano en estado embrionario, de la misma forma que cada uno de nosotros fuimos una vez un adolescente, un niño, un bebé, y un feto. Estos términos se refieren no a diversas clases de seres, sino a las etapas en el desarrollo natural de un ser humano. Los embriones, los fetos, los bebés, los adolescentes, y los adultos se diferencian no en su clase (o sustancia), sino en su madurez o etapa del desarrollo». (Derechos humanos para todos, Próvida)

Lo que me lleva a poner sobre la mesa una serie de dudas que me inquietan:

¿Por qué se empeñan en relegar a algunos seres humanos a la condición de masa corpórea «destruible» para impedir que se desarrollen?

¿Valoramos al ser humano en base al ciclo vital en el que se encuentra dando por supuesto que un embrión no vale nada frente a un adulto autónomo?

¿El fin de investigar para curar enfermedades justifica ejecutar embriones al estilo de la eliminación de discapacitados por el mero hecho de no ser servibles para la sociedad?

¿En qué se diferencian estas prácticas del exterminio judío en el holocausto?

¿No será que los intereses económicos de las clínicas de reproducción asistida valen más que una vida humana?

¿Qué quieren que les diga? Quizás una ignorante en temas biomédicos como yo deba fiarse más de estos prestigiosos científicos que hacen «un llamamiento para que la discusión científica se lleve a cabo con ánimo abierto, de modo que, basándose en argumentos científicos, cada uno pueda emitir rectamente un juicio ético sobre los diversos modos de actuar en la investigación biomédica", que de nuestra Ministra de Sanidad, Elena Salgado, que ha sido rechazada con un «no apto» para dirigir la Organización Mundial de la Salud.

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