conoZe.com » Ciencia y Fe » Relativismo y Cultura » Laicismo » Laicismo de baja estofa (PSOE-2006)

Vuelta a las andadas

El PSOE ha saludado el aniversario de la Constitución con un papelito que muchos consideran irritante. El documento es breve, y está afectado de un rasgo no infrecuente en la literatura generada por la izquierda durante los últimos tres o cuatro años. Me refiero al didactismo insuficiente. Es decir, a las ganas de enseñar cuando parece evidente que todavía no se sabe.

El síndrome se ha manifestado, a mansalva, en la redacción del estatuto andaluz. Aquí se percibe en algunas líneas candorosas. Verbigracia, en ésta: «Los fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos».

Intriga poderosamente que se haya adornado «fundamentalismos» con el adjetivo «monoteístas». ¿Qué necesidad había de hacer esa precisión pedante, cuando el contexto, como se verá dentro de un rato, deja claro que los fundamentalismos a que se alude son el católico y el islámico?

Mi conjetura es que el redactor ha cogido al vuelo una idea que circula insistentemente por las cafeterías de la universidad. La idea es que las religiones politeístas fueron más tolerantes que las monoteístas. De aquí, los antropólogos improvisados de la religión deducen que las sociedades politeístas eran también más tolerantes que las monoteístas. La cosa es para morirse de risa, como no podrá por menos de hacer quien haya leído «La historia de la Guerra del Peloponeso» de Tucídides.

Estos detalles confirman que nuestros políticos combinan la ligereza con la inmodestia, tanto dentro como fuera de la especulación intelectual. Pero no quiero seguir divagando. ¿Por qué ha irritado tanto a la derecha el documento conmemorativo del PSOE?

Por dos razones buenas... y una mala. El argumento malo, es que el Partido Socialista celebra el multiculturalismo. Esto no es así. Aunque se dice de paso que la nuestra es una sociedad multicultural, el mensaje nuclear es palmariamente antimulticulturalista. Lean si no: «... el cultivo del derecho a la libertad de conciencia y la autonomía moral, ideológica o religiosa de los individuos, debe conciliarse con la potenciación del mínimo común ético constitucionalmente consagrado integrado por el conjunto de valores que constituyen las señas de identidad del Estado Social y Democrático de Derecho».

La elocución es horrenda, pero la tesis es clara: no se admitirán conductas que entren en colisión con la ley de todos. El multiculturalismo, no se olvide, no consiste en permitir, qué sé yo, que una musulmana se cubra la cabeza con un velo. Lo propio del multicultarismo es tolerar que un musulmán europeo pueda regirse por la ley coránica, si no completamente, sí hasta el punto de introducir un equívoco en la cuestión de si está o no exento de ciertos artículos del Código Civil o Penal. El papel liquida este contencioso de modo contundente.

Vayamos a los reproches acertados. La invocación de la Constitución republicana del 31 no es de recibo. ¿Por qué? Primero, porque no es cierto que la del 78 «recupere» una tradición democrática inaugurada en el 31. La República, por desgracia, no generó una tradición democrática, por los motivos que todos conocemos. En segundo lugar, la broma de la República como precedente del régimen actual vuelve a dejar fuera de juego a la derecha. Lo que se está dando a entender, es que la última se enganchó por falta de alternativas a una estructura cuyo propietario natural es la izquierda. Todo esto es mendaz, sectario, y peligroso.

El otro argumento gira en torno al maltrato de que se hace objeto a la Iglesia. La sensación de agravio está justificada. Es notorio —recuerden la frase que cité al principio— que se ha buscado establecer un empate entre el fundamentalismo cristiano —léase «Iglesia Católica»—, y el fundamentalismo islámico. Aun admitiendo que existan tensiones potenciales entre un orden democrático, y un orden católico vinculado a la Palabra Revelada, el paralelo entre ambas militancias es grotesco.

El inventario de horrores fundamentalistas que viene a continuación acentúa la impertinencia. La ablación del clítoris y el maltrato de la mujer dan cuenta de los excesos islamistas, y la condena del aborto y la censura del matrimonio homosexual, de los simétricos desafueros católicos. Se trata de una simetría... obviamente espuria. Mientras que las razones para oponerse a la ablación del clítoris o al maltrato de la mujer son abrumadoras, el aborto o la legalización del matrimonio homosexual suscitan dudas genuinas.

El último fue dificultado por el Consejo de Estado, cuyo presidente, Francisco Rubio- Llorente, ostenta una ejecutoria impecablemente democrática, e incluso progresista. ¿Es Francisco Rubio-Llorente un fundamentalista fanático? De ninguna manera. Lo que pasa, es que Rubio Llorente no siempre está de acuerdo con lo que hace el Gobierno. O alternativamente, lo que pasa es que el Gobierno considera muy astuto tildar de fundamentalistas a los que no están siempre de acuerdo con él. La cosa no da más de sí.

Se podía haber conmemorado la Constitución con un texto más ecuánime. Mientras la Carta Magna siga siendo un espacio que los partidos pretenden ocupar como una finca, no saldremos de pobres.

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