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Las mentiras de Hizbolá sobre Jerusalén

En 1997, el Papa Juan Pablo II, uno de los líderes de religiones monoteístas más importantes de los tiempos modernos, realizó una visita pastoral al atormentado país del Líbano. El viaje fue el primero a esa tierra por parte del Papa desde los tiempos de san Pedro. El movimiento armado libanés chií Hizbolá, que raramente pasa por alto una oportunidad propagandística, dirigió al Pontífice una declaración pública. El documento, difundido a través del canal de televisión vía satélite de Hizbolá El-Manar, era notable por su insolencia: Hizbolá advertía a Juan Pablo II, conocido correctamente como el mejor amigo de la Casa de Israel de los últimos Papas, que «las declaraciones positivas (de Su Santidad) concernientes a los judíos han dejado una impresión negativa entre los pueblos de la región y el mundo islámico». Pero en esa ocasión, Hizbolá tuvo la extraordinaria cara de exigir el apoyo del Papa a «la liberación de al-Quds», es decir, de Jerusalén. La agresiva milicia chií afirmaba que «el tema palestino... amenaza la propia al-Quds (Jerusalén). Esta ciudad es vista con santidad por parte de los musulmanes... La ciudad es vista con reverencia y santidad también por los cristianos. Hay aquéllos, sin embargo, que quieren verla convertida en la capital eterna de una entidad agresiva racista que posee un historial lleno de persecución de los fieles de otros credos».

Hizbolá amputa la herencia judía de Jerusalén empezando por la historia de la ciudad, que es la nodriza de todos los monoteístas. Esto es una negación de la realidad tan ultrajante que es sobrecogedora. Pero los radicales chiíes que hoy hacen llover terror incandescente sobre el norte de Israel representan otras mentiras flagrantes. En primer lugar, mientras que al-Quds (la sagrada) es en la práctica una ciudad sagrada para los musulmanes igual que para judíos y cristianos, no requiere de ninguna liberación. Los enclaves musulmanes de culto en Israel están protegidos por el Estado judío, bajo regulaciones ampliamente heredadas de la mayor entidad islámica de la historia, el Imperio Otomano. Por ejemplo, el Monte del Templo, conocido para los musulmanes como Haram ash-Sharif o santuario noble, es una zona vetada a los judíos religiosos. Esto significa que el enorme perímetro que incluye la Cúpula de la Roca, el primer gran logro de la arquitectura musulmana, y la mezquita de al-Aqsa, un templo de belleza sobrecogedora con ventanas de cristal de colores, se encuentra por completo bajo el control de un «waqf» islámico o institución religiosa. ¿Cómo podría necesitar tal espacio liberación y de qué? ¿Preferiría Hizbolá su transformación de su actual serenidad y privacidad en una atracción turística? (No existe, a propósito, ninguna audiencia chií para Hizbolá entre los árabes israelíes o los palestinos, entre los cuales casi todos son suníes). Fundaciones islámicas administran numerosos lugares sagrados en Israel, incluyendo la tumba del profeta Samuel, que es considerada valiosa de honor tanto por los musulmanes como por los judíos. En una reciente visita a Jerusalén fui a la tumba de Samuel y dispensé un sermón en la mezquita que se sostiene sobre su estructura principal; a continuación accedí a la sinagoga y el sarcófago que hay debajo. Israel nunca ha actuado contra musulmanes o cristianos como entidad de religión. Pero Hizbolá decía al Papa Juan Pablo II: «Esta ciudad que es sagrada en la conciencia cristiana y que siempre ha provocado el celo de los pueblos cristianos está siendo vaciada silenciosa y constantemente -como usted sabe- de la presencia árabe, ya sea musulmana o cristiana; esa presencia está siendo reducida masivamente a través de una política sistemática adoptada contra sus representantes como particulares e instituciones».

La mentira se compone así. Israel ha institucionalizado el Islam como credo reconocido dentro de las fronteras del país. Israel mantiene tribunales religiosos islámicos (sharia) como opción en casos personales y familiares, junto con la ley judía y cristiana, además del código civil secular. Israel protege la seguridad de los activos restantes pertenecientes a religiones monoteístas, a excepción de la pérdida de algunas estructuras fruto de los desastres de la guerra. En la práctica, uno no debe olvidar que mientras que algunas propiedades musulmanas fueron demolidas por los israelíes en Jerusalén Este, la tumba del patriarca José en Nablús, otro lugar de peregrinación tanto para los musulmanes como para los judíos, fue destruida en la pesadilla de sangre por un tumulto árabe en el 2000. No obstante, para aquéllos que tienen fe, la esperanza persiste. Mientras estaba en Jerusalén, fui inspirado por el modo único en el que elementos judíos, musulmanes y cristianos de la ciudad representan costumbres universales y entrelazadas. Camino de la plaza Umar ibn ul-Jattab, en el barrio musulmán, pude escuchar rumores, típicamente asociados en Occidente con mujeres musulmanas, llegar desde el Muro Occidental próximo, donde las marroquíes y otras mujeres judías de cultura árabe expresan así su alegría en lo sagrado del lugar. Una procesión de judíos bujarianos se aproximó al muro, en conmemoración de un «bar mitzvah», con el soplo de las mismas trompetas largas y adornadas que uno escucha por toda Asia Central entre los tibetanos e incluso en Pekín, en tiempos pasados.

El movimiento terrorista de financiación saudí Hamás predica que toda la tierra de Israel es propiedad islámica. La moribunda Organización para la Liberación de Palestina bautizó sus escuadrones suicidas copiados a Hamás como Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, sugiriendo que su campaña criminal estaba motivada por una furiosa lucha por la libertad en Haram ash-Sharif. El Yihad Islámico palestino, un grupo terrorista suní apoyado por el Irán chií, también bautiza sus bandas criminales como Brigadas de Al-Quds.

Esto revela que el verdadero significado de la frase «liberación de al-Quds» es la destrucción de Israel. Pero ha llegado el momento de que los musulmanes moderados y espirituales que creen en un futuro de estabilidad y respeto para su comunidad global acepten la legitimidad de Israel y pasen página hacia la democracia, la prosperidad, el progreso, la cooperación global y el renacimiento intelectual de las tierras musulmanas y la fe de Mahoma.

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