conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (II): La edad de oro de la literatura patrística griega » 4. Los Escritores de Antioquía y Siria

Macario de Magnesia

Focio (Bibl. cod. 59) nos informa que en el sínodo de la Encina (403) Macario, obispo de Magnesia, se adelantó como acusador de Heráclides, a quien Crisóstomo había ordenado obispo de Efeso. Este Macario es, al parecer, Macario de Magnesia, apologista cristiano y autor, hacia el año 400, de una obra en cinco libros, que pretende recoger una discusión que duró cinco días entre él y un filósofo pagano. Conocida comúnmente bajo el nombre abreviado de Apocriticus, su título completo, Άποκριτικός ή Μονογενής προς Ελληνας, es oscuro y misterioso. Su significado parece ser ?Réplica o el Unigénito contra los griegos.? En cuanto apología de la fe, el Apocriticus no merece una atención seria, y, paradójicamente, su principal mérito consiste en la detallada presentación que hace del punto de vista pagano. Está comúnmente admitido que la forma de diálogo es simplemente un artificio literario que se solía adoptar para refutar alguna publicación contra la Iglesia, muy extendida. Las objeciones que propone el interlocutor infiel están todas tomadas al pie de la letra de esta obra, y, gracias al Apocriticus, su línea de ataque es la que mejor conocemos de los distintos tipos de propaganda anticristiana. Se critican algunos versículos de los Evangelios, de los Hechos y de las Epístolas paulinas. Una o dos objeciones tienen que ver con el Antiguo Testamento, mientras que algunas de la última parte tratan de cuestiones puramente doctrinales, como la Encarnación, la Monarquía de Dios y la Resurrección. En los Evangelios, el pagano pone en tela de juicio principalmente los milagros y las palabras de Cristo. Despliega una habilidad y un saber indudables. Duchesne pensó que sería el neoplatónico Hierocles, gobernador de Bitinia, el mismo que escribió los dos libros llamados Philalethes, o ?Amigo de la Verdad,? y fue instigador de la persecución de Diocleciano (cf. supra, p.348). Sin embargo, Wagenmann, Hauschildt y Harnack han aducido buenas razones para inducirnos a pensar que hay que identificarle con Porfirio y que sus objeciones están tomadas de su tratado en quince libros contra los cristianos, que se ha perdido (cf. supra, p.349). Esta teoría contribuiría a hacer aún más valioso el Apocriticus. Sin embargo, parece ser que Macario no utilizó la obra misma de Porfirio, sino una revisión abreviada de un escritor anónimo posterior.

Ha llegado hasta nosotros la mitad, poco más o menos, del texto, pero ni uno solo de sus manuscritos. La edición príncipe de C. Blondel (París 1876) se basa en un manuscrito del siglo XV descubierto en Atenas en 1867, que desapareció posteriormente. Estaba mutilado, empezando en el capítulo 7 del libro segundo y terminando en la mitad del capítulo 30 del libro cuarto. Un manuscrito de Venecia del que copió gran número de pasajes el jesuita F. Torres (Turrianus) en su controversia eucarística con los luteranos en el siglo XVI, ya no existe tampoco. Las citas de Torres no son solamente de los libros contenidos en la edición príncipe, sino también del libro quinto. En el siglo IX, los iconoclastas utilizaron el Apocriticus para apoyar su doctrina. Al probar que sus oponentes lo habían citado mal, Nicéforo, patriarca de Constantinopla, cita además otro pasaje del libro primero, que no se conserva en otras fuentes.

Los diez breves fragmentos de otra obra de Macario, sus Homilías sobre el Génesis, no son auténticos, a excepción del más largo, que trata de los vestidos de pieles (Gen 3,21) que dio Dios a los primeros padres después de la caída. Siguiendo a Orígenes, los entiende del cuerpo humano en su forma actual.

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