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2. Panegíricos Sobre Constantino

En sus escritos sobre Constantino Magno, Eusebio, más que historiador, es un panegirista que puso incondicionalmente sus escritos y su persona al servicio del Emperador, lo mismo en vida de éste como después de su muerte. Consideraba su monarquía como la realización de las más grandes esperanza cristianas. Para Eusebio, Constantino era un enviado escogido por Dios para rescatar a la Iglesia de la persecución.

1. Vita Constantini

No ha habido quizás ninguna otra obra de Eusebio que haya provocado más críticas contra él como la llamada Vida de Constantino en cuatro libros. J. Burckhardt, por ejemplo, le llama "el primer historiador completamente mentiroso e injusto de la antigüedad." Esta condenación es estúpida, pues no tiene en cuenta la forma literaria de la Vita, que no es, en manera alguna, una biografía histórica, sino un encomium, con su tono eulogístico y exagerado. Eusebio afirma expresamente que se reserva el derecho que tuvieron todos los panegiristas imperiales para tratar en la Vita únicamente de los aspectos buenos de la carrera del emperador:

Contendrá una descripción de las acciones del magnánimo emperador que fueron agradables a Dios, Soberano del universo. ¿No sería vergonzoso que la memoria de Nerón y de otros tiranos impíos y ateos que fueron mucho peores que aquél haya encontrado escritores resueltos que adornaron con lenguaje elegante la relación de sus indianas acciones y las hicieron constar en historias voluminosas, y que, en cambio, nosotros, a quienes el mismo Dios ha concedido encontrarnos con un emperador como no recuerda otro igual la historia entera, llegar a su presencia y gozar de su conocimiento y compañía, guardemos silencio? Por consiguiente, es deber nuestro, si de alguno, proclamar ampliamente sus virtudes para todos aquellos a quienes el ejemplo de nobles acciones puede llevar al amor de Dios. Algunos que han escrito las vidas de hombres indignos y han descrito acciones que no sirven para mejorar las costumbres, bien por amistad, bien por odio hacia alguno, y quizás, en algunos casos, sin más objeto que el de exhibir su propia erudición, han exagerado más de lo debido en la descripción de acciones que son intrínsecamente bajas, por un refinamiento y elegancia de lenguaje, convirtiéndose de esta manera para los que el favor divino ha conservado lejos del mal, no ya en maestros del bien, sino en maestros de lo que debería haber quedado en silencio, olvido y oscuridad. Mi narración, en cambio, aunque quede muy por debajo de la grandeza del objeto que tiene que describir, puede recibir brillo de la mera narración de las buenas acciones. El recordar las acciones que han sido agradables a Dios no será vano, sino que proporcionará una lección útil para la vida para quienes tienen un alma bien dispuesta. Mi intención, por tanto, es pasar por alto la mayor parte de las acciones regias de este príncipe tres veces bendito..., siendo el propósito de esta empresa mía de ahora hablar y escribir solamente de las circunstancias de su vida que hacen referencia a la religión. Y como aun éstas presentan una variedad casi infinita, de todos los hechos que han llegado a mi conocimiento escogeré los que sean más convenientes y dignos de recordarse y trataré de narrarlos lo más concisamente que pueda. En adelante tenemos plena libertad para proclamarle en todos los estilos como verdaderamente bienaventurado, cosa que no podíamos hacer hasta ahora, porque se nos prohíbe declarar bienaventurado a ninguno antes de su muerte a causa de las vicisitudes inciertas de la vida (1,10-11).

Este reconocimiento explícito que hace aquí el autor de sus intenciones no ha sido tenido muchas veces en cuenta por los críticos, desorientados quizás por el título latino Vita Constantini con que se conoce comúnmente el panegírico. El título griego es: Eις τον βίον του μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως, que es más apropiado para el libro. No pretende dar una historia biográfica completa, sino que se limita a las acciones del emperador en cuanto que hicieron progresar a la religión cristiana. Por eso W. Telfer ha sugerido recientemente que el título griego se podría traducir por Reflexiones sobre la vida de Constantino (Studia Patristica I p.157).

El autor pinta un retrato de Constantino lleno de vida; "fue el único, entre todos los que tuvieron en su mano el poder romano, que era amigo de Dios, Soberano del universo; apareció ante toda la humanidad como un ejemplo egregio de vida divina" (1,3); Dios le distinguió, "a la vez, como un luminar potente y un heraldo de voz clara de genuina piedad" (1,4); "como un nuevo Moisés," libró de los tiranos y de la esclavitud de los enemigos a la nueva raza del pueblo escogido (1,12). Describe con todo detalle (1,27-32) la visión de la Cruz que tuvo Constantino y afirma que el emperador le aseguró bajo juramento la verdad del hecho. Las dieciséis órdenes y cartas imperiales que Eusebio incorpora al encomium, Y que representan la cuarta parte de todo el conjunto, son valiosísimas en extremo. Su autenticidad ha sido defendida con éxito por I. A. Heikel en su edición de la Vita, después que A. Crivellucci y otros habían expresado sus dudas al respecto.

La forma actual de la Vita plantea unas interrogantes difíciles de contestar. G. Pasquali ha dejado demostrado que no se trata de la obra original, cuya revisión última quedó interrumpida por la muerte de Eusebio y sólo se publicó como obra póstuma. Lo que ha llegado hasta nosotros se presenta considerablemente ampliado por la inserción de unos documentos. J. Maurice pensó haber descubierto en varios pasajes una tendencia a justificar la política arriana de Constancio II, lo cual no podía atribuirse lógicamente a Eusebio. W. Seston pretendía que toda la narración de la visión de la Cruz es una interpolación que remonta a la época teodosiana. H. Grégoire sostuvo que durante todo el siglo IV no se conoció la Vida de Constantino y que contiene errores, falsificaciones e inexactitudes que, tal como están, no se pueden atribuir a un historiador de la categoría de Eusebio; que es posible la existencia de un núcleo obra de Eusebio, pero que la forma actual es de una época más reciente. P. Petit, P. Orgels y G. Downey han apoyado esta tesis y han señalado nuevas interpolaciones y falsedades. F. Scheidweiler fue aún más adelante, hasta poner en duda la existencia de un núcleo eusebiano, y dató toda la obra después del 430. En un estudio más reciente ha atribuido la mayor parte de la Vita a Eusebio y el resto a Gelasio. Sin embargo, N. H. Baynes ha refutado la mayor parte de los argumentos de Pasquali y de Maurice, mientras que P. Franchi de Cavalieri, F. Vittinghoff, J. Vogt y K. Aland han rechazado los de los demás. Nadie niega la probabilidad de una revisión posterior. Sin embargo, muchas de las razones que se han dado hasta ahora para probar que ha habido alteraciones en el original y sobre la fecha y finalidad de tales cambios, se contradicen y excluyen mutuamente. Las dificultades que presenta el texto en varios pasajes se han "resuelto" con demasiada avidez con la teoría de interpolaciones posteriores. El resultado ha sido que han surgido nuevas dificultades que hacen del Eusebio póstumo una figura aún más complicada que el viejo y original.

La Vita Constantini sigue siendo una obra genuina de Eusebio, aun cuando su plan y composición estén exigiendo una mayor clarificación. H. Kraft se ha propuesto examinar nuevamente la autenticidad de los documentos constantinianos incorporados en la Vita. Un papiro descubierto recientemente ha venido a confirmar de una manera sorprendente la autenticidad de uno de los edictos citados por Eusebio. Es el Papyrus London 878, que fue redactado poco después del año 320. El edicto copiado al dorso de la petición es parte de la carta que Constantino dirigió a los provinciales después de la derrota de Licinio y coincide al pie de la letra con Eusebio, Vita Constantini 2,27 y 28, más la terminación del 26 y el comienzo del 29. Así, pues, tenemos aquí, en el Papyrus London 878, una copia contemporánea de la carta del año 324, que se pensó fuera una falsificación. Escribe a este respecto A. Η. Μ. Jones: ?El papiro disipa todas las dudas razonables acerca de la autenticidad de uno delos documentos constantinianos citados por Eusebio en la Vita e implica otro tanto para los demás. No prueba, naturalmente, que la Vita en que se citan sea obra Eusebio, pero se me hace difícil creer que un falsario posterior se haya tomado la molestia de buscar los originales de documentos antiguos y copiarlos in extenso? (p.200).

2. Ad coetum sanctorum

En su Vida de Constantino (4,29) cuenta Eusebio que el emperador pasaba mucho tiempo componiendo y pronunciando sermones en que exponía el error del politeísmo y probaba que las supersticiones de los gentiles eran puro fraude: "Se dedicaba entonces a afirmar la soberanía absoluta de Dios; disertaba luego sobre la providencia, tanto general como particular. Descendía luego a la economía de la salvación y demostraba que era necesaria y se había realizado conforme a razón. Entraba seguidamente en la doctrina del juicio de Dios... Les recordaba que fue Dios quien le dio el imperio del mundo, y que él mismo, a imitación de Dios, les había confiado a ellos el gobierno de unas porciones del Imperio, y que todos serían llamados igualmente a su debido tiempo para dar cuenta de sus acciones al supremo Soberano." Agrega Eusebio:

El emperador componía sus discursos en lengua latina; los traducían al griego unos intérpretes nombrados para ello. A modo de ejemplo, agregaré al fin del presente trabajo uno de estos discursos traducidos, a saber: aquel que él mismo tituló A la asamblea de los santos y dedicó a la Iglesia de Dios, para que nadie piense que nuestro testimonio acerca de estas cosas sea alabanza huera (4,32).

En efecto, los manuscritos de la Vita Constantini tienen un apéndice al libro cuarto: Discurso que el emperador Constantino dirigió a la asamblea de los santos. El manuscrito mejor le llama libro quinto de la Vita. Su texto empieza con las palabras Κωνσταντίνος Σεβαστός τω των αγίων συλλόγω. Es una apologνa de la religión cristiana. La introducción (1-2) contiene el saludo y se refiere al día de la Pasión como preludio de la Resurrección. La parte primera (3-10) trata de Dios, Padre de Cristo, como Creador y único Señor del universo. Refuta el error de la idolatría (4), los falsos conceptos de los paganos, las creencias supersticiosas en el destino y en la suerte (6), así como las erróneas nociones de los filósofos (9). Determina es lo que debe admitirse y qué se debe rechazar en las doctrinas de Platón. Se repudian las fantasías mitológicas de los poetas (10).

La segunda parte (11-15) es más positiva. Trata de la doctrina cristiana de la Redención por medio de Cristo crucificado, que es Dios e Hijo de Dios. El autor prueba luego (16-17) que la venida de Cristo había sido anunciada por los profetas del Antiguo Testamento. Se aducen hasta oráculos paganos como prueba en favor de la naturaleza divina de Cristo (18). por ejemplo, se cita a la sibila de Eritrea: "Sin embargo, en cierta ocasión, avanzando al interior del santuario de su vana superstición y llena realmente de la inspiración de Dios, anunció en verso los acontecimientos futuros acerca de Dios, indicando claramente la historia de la venida de Jesús con las letras iniciales de estos versos, que forman lo que se llama un acróstico: Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador, Cruz" (cf. Vol.1 p.164). Se da una detallada interpretación, verso por verso, de la égloga 4 de Virgilio, como de una profecía que predice la Encarnación y la Redención (19-21).

En la tercera parte (22-25), el emperador atribuye sus victorias a Cristo, describe el desastroso final de los gobernantes que persiguieron a la Iglesia, y en el último capítulo (26) pone de relieve el deber de dar gracias al Salvador por todas las bendiciones que ha otorgado a su gobierno y a su persona.

Aunque este Discurso a la asamblea de los santos lo traen todos los manuscritos y Eusebio declara explícitamente su intención de inserirlo en la Vita como apéndice, son serias las dudas que se han formulado acerca de su autenticidad. Además de J. P. Rossignol y A. Mancini, especialmente I. A. Heikel, después de haber examinado cuidadosamente sus fuentes y haberlo comparado con los discursos y cartas auténticas del emperador, negó enfáticamente su autenticidad. Por otra parte, sin embargo, el número de los estudiosos decididamente partidarios de la paternidad de Constantino no es exiguo en manera alguna. Entre sus defensores destacan A. v. Harnack (Chronol. 2,116) y E. Schwartz (PWK 6,1427). J. M. Pfättisch llegó a la conclusión de que el discurso es un sermón de Viernes Santo, compuesto entre los años 313 y 325, de gran interés para conocer las convicciones religiosas del primer emperador cristiano. Opinaba que en parte es traducción del latín y en parte una paráfrasis en griego preparada por algún secretario teólogo del emperador a base de un esquema o borrador de Constantino. A. Kurfess mantuvo la autenticidad en una serie de artículos que dedicó a estudiar la base latina del texto griego, su relación con los oráculos sibilinos y su fecha. El creía que el sermón fue pronunciado el Viernes Santo del año 313, mientras que A. Piganiol prefería la fecha del 7 de abril del 323. Este último considera a Constantino autor del discurso, pero cree que fue revisado por Lactancio. Más recientemente, después de comparar nuevamente las ideas y el estilo del discurso con los de los documentos imperiales auténticos, llegó a la conclusión de que sería más fácil resolver las dificultades que suponer que se trata de una falsificación.

3. Laudes Constantini

En los manuscritos de la Vita a la Oratio ad coetum sanctorum sigue la Laus Constantini. El título desorienta, pues en realidad se trata de dos obras distintas.

a) Los capítulos 1-10 representan el panegírico que pronunció Eusebio en el palacio de Constantinopla el 25 de julio del 335, en el trigésimo aniversario del reinado de Constantino. Empieza Eusebio afirmando que tiene intención de evitar todo alarde de retórica. Cree que el emperador es un hombre distinto de todos los demás seres humanos, en cuanto que es "perfecto en sabiduría, en bondad, en justicia, en valor, en piedad en devoción a Dios; el emperador es en verdad, y sólo él, un filósofo, porque se conoce a sí mismo y tiene conciencia de que sobre él han llovido de fuera, mejor, del cielo, abundantes bendiciones de toda clase" (5). Eusebio le compara con el sol: "Nuestro emperador, al igual que la luz del sol, ilumina a los súbditos más distantes de su Imperio por medio de la presencia de sus cesares, a modo de rayos de su propio resplandor, que transmite hasta muy lejos" (3). Su Imperio es "imitación del poder monárquico del cielo" (5), porque él mismo lo ha organizado según el modelo del gobierno celeste:

Investido de la imagen de la soberanía celeste, y dirigiendo su mirada hacia arriba, organiza su gobierno terreno en conformidad con el modelo del original divino, encontrando fuerza en esta conformidad con la soberanía de Dios. De todas las criaturas de esta tierra, sólo a la naturaleza del hombre concede esto el Soberano del universo; porque ésta es la ley del poder soberano: que todos se sometan a la autoridad de uno solo. Ciertamente, la monarquía supera a las demás constituciones o formas de gobierno, pues el gobierno de muchos con igual poder, que se le opone, es más bien anarquía y desorden (3).

En el resto del discurso se alaba a Constantino por sus realizaciones y por las bendiciones que resultan de la paz que concediera a la Iglesia. En el último capítulo, Eusebio se refiere otra vez a los sermones del mismo Constantino: "A oídos de todas las naciones llegan discursos, preceptos y exhortaciones a una vida virtuosa y santa y es el mismo emperador el que los proclama. Es, en efecto, admirable sobremanera que tan gran príncipe levante su voz hasta hacerse oír por todo el mundo como un intérprete de Dios, Soberano del universo, invitando a todos sus súbditos al conocimiento del Dios verdadero" (10).

b) En los capítulos 11-18 de los Laudes Constantini tenemos no ya un discurso, sino el tratado que Eusebio presentó al emperador con ocasión de la dedicación de la iglesia de; Santo Sepulcro (335). Aunque en su conjunto sea un opúsculo apologético, su intención principal es justificar la erección del magnífico edificio: "No todos conocen la causa que te ha movido a levantar alrededor de la tumba del Salvador, de eterna memoria, estos nobles, magníficos y bellísimos edificios, monumentos imperiales de un espíritu imperial... Los que ignoran las cosas de Dios, por ceguera espiritual, hacen mofa y se ríen de estas obras, considerando impropio e indigno de un príncipe tan poderoso que se ocupe de tumbas y monumentos de muertos... Plenamente convencido de contar con tu aprobación y agrado, poderosísimo emperador, quiero proclamar ante todos en este discurso las razones y los motivos de tus piadosas (11,2.3.7). Con todo, esta finalidad particular la combina Eusebio con otra más vasta y general, puesto que en la Iglesia del Santo Sepulcro ve un símbolo de la misión divina del emperador:

Quiero constituirme en intérprete de tus proyectos y en mensajero de tu alma religiosa. Me propongo enseñar a todos lo que deberían conocer todos los que se preocupan de comprender los principios que guían a nuestro Dios y Salvador en el empleo de su poder, las razones que tuvo el que existía desde un principio y gobernaba el universo para descender, al fin, del cielo hasta nosotros, para asumir nuestra naturaleza, para someterse a la muerte, y las razones de la vida inmortal que vino luego y de su resurrección de entre los muertos. Además de eso, aduciré pruebas y argumentos convincentes en beneficio de quienes todavía necesitan de esta clase de testimonios. Pero es hora ya de que dé comienzo a mi tarea (11,7).

Así, pues, ofrece el autor una introducción a la fe cristiana para lectores paganos; en su mayor parle, es un resumen de los tres primeros libros de su Teofanía (cf. infra, p.347), acomodado a esta ocasión particular.

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