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II. La Teología De Novaciano

La obra De Trinitate sentó la reputación de Novaciano como teólogo. Evitando todo vestigio de platonismo, adopta el método silogístico y dialéctico de los estoicos y aristotélicos, empleado también por sus adversarios monarquianos. Este procedimiento resultó eficaz, sobre todo por lo que atañe a sus abundantes y bien seleccionadas citas de la Escritura, que dan a la obra la ventaja de una mayor seguridad y de un mayor poder de convicción. El desarrollo de la doctrina trinitaria llega aquí a una meta de perfección para el período preagustiniano, y se lee como un manual de cristología occidental.

En la exposición de la doctrina trinitaria sigue el camino trazado por Justino, Teófilo. Ireneo, Hipólito y, sobre todo, Tertuliano. Así, afirma con todos sus predecesores que el Legos estuvo siempre con el Padre, pero que fue enviado por El en un momento determinado del tiempo con el fin de crear el mundo:

El Hijo, por ser engendrado del Padre, está siempre en el Padre. Cuando digo "siempre," no quiero decir que es ingénito. Afirmo, por el contrario, que nació. Pero el que nació antes de todo tiempo, debe decirse que existió siempre en el Padre, puesto que no se le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. El está eternamente en el Padre, pues de otra suerte el Padre no sería siempre Padre. Por otra parte, el Padre es anterior a El, pues el Padre debe ser necesariamente antes que el Hijo, como Padre; puesto que El no conoce origen, debe existir necesariamente antes que el que tiene un origen. El Hijo, pues, es necesariamente anterior al Padre, porque reconoce El mismo que existe en el Padre; tiene un origen, puesto que nació, y por el Padre de una manera misteriosa; con todo, a pesar de haber nacido y tener así origen, es en todo semejante (vicinus) al Padre, precisamente debido a su nacimiento, puesto que nació del Padre, el cual es el único que carece de origen. El, pues, cuando el Padre quiso, procedió del Padre, y el que estaba en el Padre, porque procedía del Padre, no siendo otra cosa que la Substancia divina. Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a El, pues vienen de El, y, consiguientemente, El es anterior a todas las cosas (pero después del Padre), considerando que todas las cosas fueron hechas por El. Procedió del Padre, por cuya voluntad todas las cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda Persona después del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la divinidad (De Trin. 31).

Novaciano intenta seguir un camino medio entre las dos tendencias opuestas del monarquianismo, el dinámico o adopcionista, que consideraba a Cristo como a un hombre colmado de poder divino o revestido posteriormente de la dignidad divina, y el modalista o patripasianista, según el cual Cristo no era sino una nueva manifestación del mismo Padre. Está tan empeñado en hacer resaltar la unidad de la divinidad, que no se atreve a usar el vocablo trinitas, empleado por Teófilo, Hipólito y Tertuliano. Por eso, comete el mismo error, haciendo al Hijo subordinado al Padre:

Y puesto que recibe la santificación del Padre, se sigue que no es el Padre, sino el Hijo. Porque, de haber sido el Padre, no habría recibido la santificación, antes bien la habría dado. En cambio, El sostiene que ha recibido la santificación del Padre. Al recibir esta santificación, prueba que es inferior al Padre, y demuestra con eso que es el Hijo, no el Padre. Afirma, además, que fue mandado por el Padre. Así, pues, el Señor Cristo vino porque fue enviado por obediencia; lo cual prueba también que no es el Padre, sino el Hijo, el cual habría ciertamente sido el que envía y no el enviado, de haber sido el Padre. Mas no fue el Padre el enviado; de haberlo sido, el hecho de ser enviado probaría que el Padre está sometido a otro Dios (ibid. 27).

Cristo permanece sometido por siempre a su Padre. Es su mensajero, el ángel del gran consejo:

La única explicación plausible es que El (Cristo) es a la vez ángel y Dios. Mas esa descripción no puede convencer ni referirse al Padre, quien es solamente Dios; pero se puede aplicar con propiedad a Cristo, de quien ha sido revelado que no es solamente Dios, sino también ángel. Es evidente, pues, que no fue el Padre quien habló a Agar en este pasaje (Gen. 21,17), sino Cristo, que no es solamente Dios, sino Aquel a quien se aplica con propiedad el título de ángel, en virtud de haber sido hecho "el ángel del gran consejo" - ángel, porque manifiesta la intención escondida en el seno del Padre, como declara Juan (lo. 1,18) -. Y considerando que Juan dice que esta Persona, que revela los planes ocultos del Padre, se hizo carne, a fin de poder manifestar esos planes, se sigue que Cristo no es solamente hombre, sino también ángel; y, además, las Escrituras nos lo presentan no solamente como ángel, sino como Dios. Esta es nuestra fe cristiana. Puesto que, si rehusamos reconocer que fue Cristo quien habló a Agar en este pasaje, debemos o hacer a un ángel Dios o colocar a Dios Padre entre los ángeles (ibid. 18).

Cristo es el siervo del Padre, cuyos preceptos siempre obedece:

Es, pues, parte de la misma verdad que El (Cristo) no hace nada según su propia voluntad, ni nada lleva a cabo según su propio consejo, ni viene de sí mismo, sino que obedece todo mandato y orden del Padre. Su nacimiento prueba que es el Hijo, mas su obediencia sumisa declara que es el ministro de la voluntad del Padre, de quien tiene el Ser. Y así tributa la debida sumisión al Padre de todas las cosas, aunque sea Dios, además de ser ministro; y así, por su obediencia demuestra que el Padre, de quien toma su origen, es un solo Dios (ibid. 31).

Novaciano, ante el temor de ser acusado de diteísmo, acentúa aún más el subordinacionismo de sus predecesores. Le parece que puede salvar mejor la unidad de la divinidad concibiendo al Logos como una manifestación personal, pero temporal y pasajera, del Padre. A El devolverá el Logos al final toda autoridad, y a El volverá, como vuelven las olas al mar. De ahí, pues, que todas las cosas estén colocadas bajo sus pies y entregadas al que es Dios, y el Hijo reconoce que todas las cosas le están sujetas como un don recibido del Padre; así El restituye al Padre toda la autoridad de la Divinidad. El Padre aparece como el único Dios verdadero y eterno; El es la única fuente de este poder de la Divinidad. Aunque es transmitida al Hijo y concentrada en El, vuelve de nuevo al Padre a través de su comunidad de Substancia. El Hijo aparece corno Dios, porque evidentemente la divinidad le ha sido comunicada y conferida; eso no obstante, el Padre se revela como único Dios, ya que progresivamente esa misma majestad y divinidad, como una grande ola que vuelve sobre sí, remitida de nuevo por el mismo Hijo, vuelve y desanda el camino hacia el Padre, que la dio (ibid.).

Si el Hijo es inferior al Padre, el Espíritu Santo es a su vez inferior al Hijo:

El Paráclito recibió su mensaje de Cristo. Mas si lo recibió de Cristo, Cristo es superior al Paráclito, pues el Paráclito no habría recibido de Cristo de no ser inferior a Cristo. Esta inferioridad del Paráclito prueba que Cristo, de quien recibió su mensaje, es Dios. Aquí tenemos, pues, un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo. Vemos, en efecto, que el Paráclito es inferior a El, y recibe de El el mensaje que entrega al mundo (ibid. 18).

De la personalidad del Espíritu Santo, Novaciano trata con brevedad y sin precisión. No describe las relaciones del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo, como lo hace de las relaciones entre estos dos últimos, a pesar de que Tertuliano, a quien sigue, hizo al menos un ensayo en este sentido (Adv. Prax. 4 y 8). Es curioso observar que llama al Hijo secundam personam post Patrem (10), mas no se atreve a llamar al Espíritu Santo tertiam personam, como lo había hecho Tertuliano (Adv. Prax. 11).

Novaciano hace, sin embargo, afirmaciones interesantes sobre las relaciones entre el Espíritu Santo y la Iglesia. Dice que, prometido desde tiempos muy remotos y debidamente concedido en el momento previsto, el Espíritu Santo operaba en los profetas de una manera temporal y que en los Apóstoles actuaba de una manera permanente:

Así, pues, es uno e idéntico Espíritu el que está en los profetas para hacer frente a una situación particular, y en los Apóstoles permanentemente. En otras palabras, está en unos, pero no para quedar en ellos para siempre, en los otros para morar siempre en ellos; en los unos como distribuido con moderación, en los otros como derramado en su plenitud; en los unos como dado parcamente, en los otros como concedido generosamente. Pero no fue otorgado antes de la resurrección del Señor, sino dispensado por la resurrección de Cristo... Supuesto que el Señor debía entonces irse al cielo, no podía menos de dar el Paráclito a sus discípulos, pues de otra suerte los habría dejado, de modo imposible de justificar, en la posición de huérfanos y los habría abandonado sin una persona que fuera su abogado y guardián. Porque es El (el Paráclito) quien fortaleció sus almas y espíritus, quien les manifestó claramente los misterios del Evangelio, quien les iluminó para que entendieran las cosas divinas, quien les dio la fuerza de no temer ni las cadenas ni la cárcel por el nombre del Señor. Aún más, hollaron bajo sus pies las mismas potencias y los tormentos del mundo, solamente porque estaban armados y fortalecidos por El, porque poseían dentro de sí mismos los dones que este mismo Espíritu distribuye y concede, como adornos, a la Iglesia, la Esposa de Cristo (29).

El Espíritu Santo hace que la Iglesia sea perfecta y completa por esos dones y la conserva incorrupta e inviolada en la santidad de una virginidad y de una verdad perpetuas.

El es quien designa a los profetas en la Iglesia, el que instruye a los doctores, distribuye las lenguas, obra actos de poder y curaciones, hace milagros, concede el discernimiento de espíritus, asigna los puestos de gobierno, sugiere consejos y dispone en su propio lugar y con el debido orden todos los demás dones de la gracia. Así, pues, El hace perfecta y completa a la Iglesia del Señor, en todo lugar y en toda cosa... Concede a los Apóstoles ser verdaderos testigos de Cristo, manifiesta en los mártires la fe inquebrantable de la religión, encierra en el pecho de las vírgenes la maravillosa continencia de una inviolada castidad, conserva en los demás hombres, sin corrupción ni mancha, las leyes de la doctrina de Cristo; destruye a los herejes, corrige a los descarriados, convence a los incrédulos, descubre a los impostores y reprende a los malvados; El guarda a la Iglesia incorrupta e inviolada en la santidad de una virginidad y de una verdad perpetuas (29).

Nosotros recibimos el Espíritu Santo de Cristo, sobre quien descendió en su bautismo:

Solamente en Cristo habitó plena y enteramente, no menguado en medida o porción alguna, sino dispensado y enviado en toda su desbordante abundancia, de manera que las personas pueden disfrutar lo que yo llamaría un primer sorbo de gracia, que brota de Cristo. Porque el manantial del Espíritu Santo en la plenitud de su Ser permanece siempre en Cristo, a fin de que de El puedan salir los ríos de dones y de obras, porque el Espíritu Santo vive en El en rica abundancia (ibid.).

El Espíritu Santo es el autor de nuestro nuevo nacimiento en el bautismo:

El es quien realiza nuestro segundo nacimiento del agua. Así, pues, El es, como si dijéramos, la semilla de la generación divina, el consagrante del nacimiento celestial, la garantía de la herencia prometida, el documento escrito, por decirlo así, de eterna salvación, para hacernos templos de Dios y establecer en nosotros su morada... Nos ha sido dado para que viva en nuestros cuerpos y obre nuestra santificación, para preparar nuestros cuerpos por su acción en nosotros, para la vida eterna y para la resurrección de la inmortalidad. Al mismo tiempo acostumbra nuestros cuerpos en Sí mismo a mezclarse con las potencias celestiales y a asociarse a la eternidad divina del Espíritu Santo. Porque, en El y por El, nuestros cuerpos aprenden el camino de la inmortalidad, al aprender a conducirse con templanza de acuerdo con sus decretos. Porque El es quien tiene "tendencias contrarias a la carne," pues "la carne tiene tendencias contrarias a las del Espíritu" (Gal. 5,17); El es el que refrena los apetitos insaciables de la lujuria, el que domina los deseos irrefrenables, el que extingue las pasiones ilícitas, el que vence los asaltos furibundos, el que rechaza la embriaguez, aleja la avaricia, pone en fuga el libertinaje; El es quien realiza la unión de los seres humanos en el amor y los une por el afecto; el que hace desaparecer las sectas, explica las reglas de la verdad, disipa a los herejes, arroja a los malvados lejos de las puertas y guarda los Evangelios (ibid).

Por ser el De Trinitate de Novaciano el primer tratado teológico de origen romano escrito en latín, su terminología y sus fórmulas dogmáticas precisas poseen particular interés. Han influido profundamente en el pensamiento latino y han capacitado al Occidente para disputar con los griegos en igualdad de condiciones en las controversias cristológicas.

Cristo es Deus y homo (11), es dei filius (9) y tiene anctoritas divinitatis (31) y no hay inaequalitas o dissonantia divinitatis (31) entre El y el Padre. La marcada distinción que él hace entre la humanidad y la divinidad en Cristo no impide usar las siguientes expresiones para explicar la unión de las dos naturalezas en Cristo: Concretio permixta (11) in unam foederasse concordiam (13), ex verbi et carnis coniunctione concretus (14), utrumque in Christo confoederatum, coniunctum, connexum (16), deum et hominem sociasse (16), divinitatis et humilitatis concordia (16), concordia terrenorum atque caelestium (18), deum homini et hominem deo copulare (18), connexione et permixtione sociata (19), ex utroque connexum, contextum atque concretum (19) in eadem utriusque substantiae concordia (19), foederis confabulatione sociatum (19), societatis concordia (22), concordiae unitatem cum personarum tanen distinctione (22). Estas citas demuestran que Novaciano no se contentó con adoptar las fórmulas de Tertuliano para expresar la unión y distinción de las dos naturalezas, sino que forjó nuevas expresiones y dio un significado más amplio a la terminología de Tertuliano. Toma de éste las fórmulas: Una substantia, tres personae - ex substantia dei - semper apud patrem - duae substantiae - una persona, pero por su parte introdujo los verbos incarnari y se exinanire. Así, habla del verbum dei incarnatum (24), e influenciado por Phil. 2,6-11, emplea para el nacimiento de Cristo quo tempore se etiam exinanivit (22) y dum in nativitatem secundum carnem se exinanisse monstratur (22). Fue el primero en usar en sentido cristiano praedestinatio, palabra destinada a jugar un papel tan importante en la historia de la teología. Comparte con Tertuliano el concepto de la obra divina economía, traduciendo la palabra griega oΙκονομία por dispositio, y con Cipriano el uso más antiguo de praefigurare (14; 23), que no se halla en Tertuliano.

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