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4. Tratados exegéticos

Al igual que su contemporáneo Orígenes, Hipólito compuso numerosos comentarios sobre los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. También tiene de común con el alejandrino que en la interpretación de las Escrituras sigue el método alegórico y tipológico. Hay, sin embargo, una notable diferencia en las aplicaciones: las de Orígenes son místicas; las de Hipólito, más sobrias. De su producción exegética nos queda muy poco.

a) El Comentario sobre Daniel.

Es el que se conserva en mejor estado. El texto íntegro nos ha llegado en una traducción en eslavo antiguo, y la mayor parte del texto original griego, en fragmentos. Existe una divergencia de opiniones en cuanto a la fecha de su composición. Según P. Nautin, es probablemente posterior al año 235, ciertamente posterior a 222. Sin embargo, muchos pasajes dan a entender que Hipólito lo compuso estando todavía bajo la impresión causada por la persecución de Septimio Severo, que empezó el año 202. Por ésta y otras razones se ha creído hasta aquí que la obra fue compuesta hacia el 204; M. Richard ha sostenido esta misma fecha recientemente. En este caso, el Comentario sobre Daniel sería el primer tratado exegético conocido de la Iglesia cristiana que poseemos.

El Comentario está dividido en cuatro libros. Como base para su comentario, el autor usa la versión griega de Teodoción, que incluye las secciones deuterocanónicas. El primer libro trata de la historia de Susana. El autor ve en ella la figura de la Esposa inmaculada de Cristo, la Iglesia, perseguida por dos pueblos, los judíos y los paganos:

Susana era figura de la Iglesia, y Joaquín, su esposo, de Cristo. El jardín "que estaba cerca de su casa" figuraba la sociedad de los santos, plantados cual árboles fructíferos en medio de la Iglesia. Babilonia es el mundo. Los dos ancianos representan en figura a los dos pueblos que conspiran contra la Iglesia, el de la circuncisión y el de los gentiles. Las palabras "fueron constituidos en jueces, que parecían gobernar al pueblo" significan que en este mundo ellos ejercen la autoridad y el poder, juzgando a los justos injustamente... ¿Cómo pueden, en efecto, juzgar rectamente los enemigos y destructores de la Iglesia, cómo pueden mirar al cielo con corazón puro, siendo esclavos del príncipe de este mundo?... Estos dos pueblos, instigados por Satán, que obra en ellos, no cesan de maquinar persecuciones y tribulaciones contra la Iglesia. Buscan la manera de destruirla, pero no se entienden entre sí (1,14-15)... Cuando la bienaventurada Susana oyó estas palabras (de los ancianos), sintió gran dolor en su corazón y mantuvo cerrada su boca, pues no quería ser deshonrada por viejos perversos. Ahora bien, como se puede ver en toda verdad, lo que acaeció a Susana lo ves realizado todavía hoy en la Iglesia. Porque cuando los dos pueblos se unen para seducir a los santos, están al acecho, esperando una ocasión propicia; entran entonces en la casa de Dios, cuando todos están orando y cantando himnos a Dios; toman a algunos de ellos, los sacan fuera y les hacen violencia, diciendo: "Venid, tened comercio con nosotros y adorad a los dioses. Si no consentís, daremos testimonio contra vosotros." Y cuando ellos rehúsan, los arrastran a los tribunales y los acusan de obrar contra los decretos del César, y los hacen condenar a muerte (ibid. 20).

El libro segundo identifica los cuatro reinos mencionados en Daniel, 2 y 7, con los imperios babilonio, persa, griego y romano. El tercero trata de la cuestión crucial de su tiempo: las relaciones de los cristianos con el Estado. En el libro cuarto (c.23) aparece por primera vez en la literatura patrística el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo y el 25 de marzo como la de su muerte. El autor afirma que Cristo nació en miércoles, 25 de diciembre, el año 42 del emperador Augusto. De ser auténtico este pasaje, sería de suma importancia para la historia de la fiesta de Navidad; pero parece ser una interpolación, aunque muy antigua.

b) El Comentario sobre el Cantar de los Cantares.

El texto completo se conserva sólo en georgiano, pero existen fragmentos en griego, eslavo, armenio y siríaco. A pesar de que en la versión georgiana el Comentario llega solamente hasta Cant. 3,7, puede, con todo, representar el tratado entero. Esta traducción se conserva en un manuscrito del siglo X, pero data de una época mucho más antigua. Es traducción literal de una versión armenia, hecha directamente sobre el original griego.

El tono del Comentario es oratorio y hay varios pasajes que dan la impresión de que el autor se está dirigiendo a una asamblea. Parece, pues, que el tratado es una colección de homilías. La interpretación es alegórica y recuerda un comentario de Orígenes sobre el mismo libro. El Rey del Cantar es Cristo, y su Esposa, la Iglesia. Pero, a veces, igual que en Orígenes, la esposa del Cantar representa al alma enamorada de Dios. Esta alegoría influyó poderosamente en toda la exégesis posterior del Occidente, hasta en el misticismo de la Edad Media. San Ambrosio, en su comentario al salmo 118. utilizó ampliamente la obra de Hipólito.

c) Sobre las bendiciones de Isaac, Jacob y Moisés.

Los comentarios sobre Génesis 27 y 49, que contienen las bendiciones de Isaac y de Jacob, se conservan en el original griego y en una traducción armenia y en otra georgiana.

El comentario sobre Deuteronomio 33 (la bendición de Moisés j se conserva en una traducción armenia, en otra georgiana y en dos cortos fragmentos del texto griego original. Desde el principio hasta el fin, la exégesis de estos comentarios es tipológica. Difiere de la de Orígenes, contemporáneo de Hipólito, como también difiere de la exégesis de la futura escuela de Antioquía; muestra, en cambio, numerosos puntos de contacto con la exégesis de Justino, Ireneo y Tertuliano.

d) La Historia de David y Goliat.

Es una homilía sobre 1 Reyes 17, que se conserva en una traducción armenia y en otra georgiana.

e) Homilía sobre los Salmos.

El manuscrito Brit. Mus. syr. 860 (add. 12154) contiene bajo el nombre de Hipólito una introducción bastante extensa al Salterio, que publicó P. de Lagarde y tradujo al alemán H. Achelis. Éstos dos autores consideraban perdido el texto original. Recientemente se ha identificado este texto con una homilía sobre los títulos de los salmos, descubierta en las Catenae griegas sobre los salmos y editada el año 1887 por Pitra. Como las Catenae no mencionan el autor, se echó en olvido la sugerencia hecha por Pitra en el sentido de que esta homilía podría ser de Hipólito, hasta que la recordó el cardenal Mercali y P. Nautin consiguió establecer la paternidad de Hipólito.

El contenido indica que a la homilía precedía la lectura litúrgica de los salmos 1 y 2. El autor explica en su introducción que se cree obligado a hablar primeramente de los salmos en general, para demostrar que tienen un significado profundo y sólido. Y esto con tanta más razón cuanto que un salmo ha sido echado a perder por una nueva herejía, cuyo error no ha sido reconocido todavía. Así, pues, la homilía comprende dos partes, la primera sobre el salterio en general, la segunda sobre los salmos 1 y 2.

La primera prueba, contra esta nueva herejía, que David es el autor del salterio, aun cuando no todos los salmos hayan sido compuestos por él. Demuestra también que los títulos de los salmos tienen un sentido espiritual y forman una unidad con los correspondientes salmos. El autor combate, pues, la teoría de quienes suponen que esos títulos fueron añadidos más tarde y que están desprovistos de toda inspiración.

La segunda parte comenta los dos salmos que se acaban de leer. El autor explica por qué son los dos primeros del salterio y no llevan título. Son los primeros porque tratan de Cristo, y Cristo es el principio de todas las cosas. El salmo 1 describe su nacimiento, y el salmo 2, su pasión. Tratándose de dos acontecimientos que los profetas anunciaron suficientemente, David no creyó necesario indicar con encabezamientos especiales el contenido de estos salmos. La brevedad de la segunda parte da pie a pensar que el texto original era probablemente más extenso y que ha desaparecido la terminación de la homilía. La ausencia de toda doxología invita a pensar lo mismo. La estatua de Hipólito, en la lista de sus escritos, menciona un tratado sobre los salmos (els το\>$ ψαλμούς), y San Jerónimo (De vir. ill. 61) conoce esta obra, que él titula De Psalmis. Queda por resolver la cuestión: ¿Quién es el hereje que Hipólito quiere refutar en esta homilía? P. Nautin vuelve aquí a su teoría y supone que Hipólito se refería al antipapa Josipo, a quien el mismo Nautin atribuye la estatua mencionada más arriba. Esta teoría no ha encontrado hasta el momento bases suficientes.

Las siguientes obras exegéticas se han perdido, a excepción de algunos fragmentos: Los seis días de la creación, Qué siguió a los seis días, La bendición de Isaac, La bendición de Balaam, El cántico de Moisés, El libro de Rut, Elcana y Ana, La pitonisa de Endor, Los Proverbios, Eclesiastés, parte de Isaías, partes de Ezequiel, Zacarías, partes de Mateo, Los dos ladrones, La parábola de los talentos, El Apocalipsis.

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