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La ignorancia

Una de las formas que existen de perder una guerra es la negación de su existencia

Decía Jean-François Revel que la principal fuerza que dirige el mundo es la mentira. No creo que sea exactamente así. Acaso la mayoría comparta la afirmación, pero seguro que discrepan en la determinación del lugar donde habita la mentira y, por tanto, de la fuerza que dirige el mundo.

Tal vez sea posible, a favor de la benevolencia, sustituir la mentira por la ignorancia.

La reacción dominante en los medios de comunicación españoles y, desde luego, en el Gobierno, ante el último episodio de la guerra de Oriente Medio, puede ser atribuida en parte a la mentira derivada de la ideología, entendida como falsa conciencia, y en parte, acaso mayor, a la pura ignorancia, eso sí, vencible y, por lo tanto, culpable. El error siempre se pone de parte del error. Por lo demás, como afirmó Popper, no es posible que alguien abandone mediante la evidencia o el razonamiento una tesis a la que no ha llegado mediante la evidencia o el razonamiento. Por eso la ceguera ideológica tiene fácil diagnóstico pero muy difícil tratamiento.

El veredicto progresista, que siempre se pone del lado del regreso y de la reacción, es contundente: Israel es culpable. Naturalmente, para llegar hasta él, es preciso realizar un intenso y prolongado ejercicio de ignorancia. Es preciso ignorarlo todo acerca de la situación del Líbano y de las fuerzas que allí se disputan el poder. Es preciso pasar de puntillas, cuando no pura y simplemente omitir, las agresiones perpetradas por el terrorismo de Hezbolá. Por supuesto, hay que cubrir con el velo de la ignorancia la responsabilidad de Siria e Irán, y la alianza entre Hamás y Hezbolá, organizaciones reconocidas como terroristas por la comunidad internacional. La cosa también se simplifica si se niega el derecho del Estado de Israel a su existencia y, por tanto, a su defensa.

Y todo resulta aún mucho más facilitado si uno opta a favor del islamismo radical y en contra de las democracias, o, más suavemente, si se niega la existencia de una amenaza y una guerra declarada entre el islamismo radical y las democracias occidentales, una de cuyas batallas principales se libra en Oriente Medio.

Mucho de todo esto ha tenido la reacción del Gobierno español ante el nuevo conflicto, especialmente en las palabras, preñadas de ideológica ignorancia, del presidente del Gobierno y del ministro de Asuntos Exteriores, al parecer empeñados en conducir nuestra política exterior más allá de los límites de la irrelevancia, e inscribirnos en la órbita de la marginalidad hostil a los valores y principios de Occidente.

Una de las formas que existen de perder una guerra es la negación de su existencia. Resulta patético cómo algunos combaten los principios occidentales en nombre de esos mismos principios. El problema no consiste sólo en optar por la causa equivocada sino en llegar a esa posición por la ignorancia.

Sólo después de reconocer la razón que le asiste a Israel para defenderse de unos enemigos que no le disputan meramente unas fronteras, sino que le niegan el derecho a la existencia; sólo después de condenar el criminal terrorismo de Hamás y de Hezbolá; sólo después de reconocer la superioridad política y moral de las sociedades democráticas sobre los grupos terroristas; sólo entonces es posible valorar y criticar la respuesta dada por el Gobierno israelí ante las agresiones sufridas. Y entonces, pero no antes, sí es posible criticar la licitud de una respuesta que está agravando el conflicto y está produciendo daños y víctimas a la población civil. Aunque también habrá que ponderar si existen otros medios de defensa y si el derecho internacional protege a los Estados de las agresiones perpetradas por organizaciones terroristas que se cobijan bajo otros Estados o se benefician de su complicidad o protección.

En cualquier caso, la condena de una respuesta o defensa injusta o desproporcionada no puede servir para justificar u ocultar la injusticia criminal de la previa agresión terrorista. Sólo entonces, superada la ignorancia, es posible criticar o condenar la respuesta israelí.

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