conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Segunda época.- Hostilidad a la Revelacion de la Ilustracion al Mundo Actual » Período segundo.- El Siglo XIX: la Iglesia Centralizada en Lucha con la Cultura Moderna » Capitulo Cuarto.- Las Iglesias Reformadas » §120.- El Protestantismo en Europa y en Norteamerica Desde el Siglo XIX

II.- Inglaterra y America

La importancia del mundo anglosajón en el desarrollo del protestantismo sigue siendo importante durante el siglo XIX.

1. La iglesia estatal anglicana, especialmente en su ala conservadora, teológica y políticamente, la llamada «High Church», cayó durante el siglo XVIII en peligro de anquilosamiento. Los sectores cultos sentían una notable inclinación al deísmo hasta bien entrado el siglo XIX. La mayoría de los espíritus religiosamente inquietos fueron expulsados de la iglesia como sectarios tras un breve combate por su reforma interna, como Wesley y sus partidarios. Este hecho tuvo consecuencias perjudiciales para la iglesia, si bien los impulsos que aportaron no fueron del todo estériles. El metodismo del Wesley suscitó el despertar en la iglesia estatal: el Evangelical Party, llamado también Low Church Party.

Un golpe de carácter político, a saber, el intento del Parlamento (1830) de hacerse con el dominio de la Iglesia, hasta entonces en manos del rey, fue lo que llevó a un resurgimiento del High Church Party. El nuevo espíritu caló en un primer momento en algunos clérigos y profesores de la Universidad de Oxford y así surgió el llamado «Movimiento de Oxford». Con un talante romántico, este movimiento intentaba aproximarse lo más posible en la doctrina y en el ritual a la Iglesia católica romana, aunque sin someterse a Roma. La forma actual de la Iglesia anglicana y, en todo caso, de su ala derecha, la High Church, está profundamente marcada por este «Movimiento de Oxford», aunque sus repercusiones se relacionan más con la praxis eclesial y con la liturgia que con la doctrina. Hay una importante excepción: en la doctrina sobre la cena eucarística pierde posiciones la concepción calvinista y las gana la concepción de la presencia real. Algunos representantes del Movimiento de Oxford, Newman entre ellos (§ 118), no continuaron dentro del anglo-catolicismo, sino que se pasaron a la Iglesia católica romana.

2. Sin embargo, por lo que se refiere al protestantismo anglosajón hasta la primera mitad del siglo XIX, debemos registrar otro hecho más importante aún que lo acaecido en la iglesia estatal anglicana: se trata del surgimiento de nuevas sectas.

La personalidad de mayor significación en este desarrollo es John Wesley († 1791). Ya en su juventud estudiantil fundó Wesley una asociación para el cultivo «metódico» de la oración (de ahí le vino la denominación de metodismo, que al principio era el mote de la asociación). En la piedad de Wesley habían influido esencialmente la introducción de Lutero a la carta a los Romanos (en su traducción de la Biblia) y la comunidad de Hermanos de Zinzendorf. Wesley no era solamente una personalidad religiosa, sino también un magnífico organizador. Por eso hizo de su movimiento espiritual una verdadera iglesia, que, en América especialmente, llegó a ser una de las organizaciones protestantes más fuertes.

Su doctrina se basa en la idea del «entusiasmo» y la conversión personal. Sus sucesores se dedicaron con especial intensidad a las conversiones masivas, brotando así del metodismo el «Ejército de Salvación». Al coincidir la preparación del metodismo con la primera revolución industrial, que se produce en Inglaterra en los primeros decenios del siglo XIX, tuvo mucha importancia la tendencia a actuar entre las masas incultas y entre la población decepcionada de la Iglesia oficial.

3. Junto a los metodistas señalaremos a los baptistas (propugnan el bautismo de los adultos), una de las denominaciones más importantes entre las iglesias libres. Este movimiento, que procede de los anabaptistas del siglo XVI experimentó un serio retroceso a lo largo del XVII. Únicamente se mantuvieron grupos reducidos en Holanda e Inglaterra (probablemente perteneció a alguno de ellos John Milton † 1674). En las colonias americanas (Roger Williams, fundador de la colonia de Rhode Island hacia 1639), el movimiento baptista se desarrolló hacia fines del siglo XVIII con tal fuerza que sólo en los Estados Unidos cuenta hoy con un número de casi diecinueve millones de seguidores. Los baptistas se encuentran divididos en numerosos grupos, que desde principios de siglo han llegado a vincularse en una asociación libre.

Por lo demás, las fuerzas de la Reforma en Estados Unidos están representadas también por toda una serie de iglesias provenientes de Europa. El «Sínodo de Missouri» intenta aproximarse al luteranismo genuino. La iglesia anglicana-episcopaliana admite la sucesión apostólica; la presbiteriana, en cambio, tiene impronta calvinista.

4. Todos estos grupos tratan de enraizarse en el Nuevo Testamento. A su lado se han ido formando en el transcurso del siglo XIX numerosas sectas en ese mundo de habla anglosajona. La mayoría de ellas tienen una orientación casi exclusivamente escatológica y con frecuencia ponen en primer plano el Antiguo Testamento. Los más conocidos, y actualmente con peso no sólo en América, sino también en Europa, son los «Testigos de Jehová» (fundados hacia 1872 por un joven americano, Charles Russel, con el nombre de «investigadores de la Biblia»). Su labor está cimentada en una organización cuidada hasta los más mínimos detalles y cuenta con grandes ayudas pecuniarias. Esta organización cree así llenar a sus representantes de un espíritu proselitista verdaderamente activo, aunque no siempre muy agradable. Próximos a los Testigos de Jehová están los «Apostólicos», fundados por Edward Irving hacia 1824, y de los que procede en Alemania la «Nueva Comunidad Apostólica». Ideas similares defienden los «Adven tistas», fundados por William Miller († 1849). Todas estas tendencias se remiten a una serie de afirmaciones bíblicas relativamente reducida, elegidas con gran arbitrariedad, pero que ellos repiten e inculcan de modo infatigable. Todas comparten la concepción del próximo fin del mundo, cuya fecha exacta calculan constantemente a base de los datos numéricos de la Escritura (sobre todo del Antiguo Testamento), y parten igualmente de la salvación segura de sus partidarios, salvación que a menudo presentan como exclusiva.

En estas sectas se habla mucho del espíritu, pero su predicación vive en realidad de una adoración pertinaz e impetuosa de la letra.

5. Todavía más lejos del cristianismo se encuentran los «Mormones», fundados por Joe Smith en 1830, si bien en ellos se dan rasgos milenaristas y algunos de sus nombres y conceptos están tomados de la Biblia. Pero la base de su fe no es la Biblia, sino el Libro de Mormón, la revelación privada del fundador. En un principio la secta se vio hostilizada y perseguida, sobre todo por la poligamia que propagaban en sus seguidores. Pero su jefe (Brigham Young, sucesor de Smith) consiguió fundar un estado mormón en el interior de Norteamérica. Tras renunciar a costumbres especialmente llamativas[7], este estado (Utah) se incorporó a los Estados Unidos. Hoy es tal vez una de las últimas formas político-sociales teocráticas que existen en el mundo.

6. Tampoco se puede decir que sea propiamente cristiana la «Christian Science», fundada por Mrs. Baker Eddy a finales del siglo XIX. El principio fundamental de esta doctrina es la negación de la realidad de la materia, es decir, del cuerpo humano y de sus enfermedades, que implica también la negación de la encarnación.

7. Junto a estas denominaciones hay en América un número incontable de otras sectas. La mayoría de ellas se basa en una especie de «idea del entusiasmo» de tipo individual y espiritualista y, por tanto, se remonta a ideas baptistas o metodistas. También entre ellas se advierte recientemente un impulso unificador. Las grandes Iglesias evangélicas de los Estados Unidos sostienen una lucha especialmente dura contra el «entusiasmo» tradicional y difundidísimo de las sectas. Esta lucha ha originado un fuerte interés en fomentar el movimiento ecuménico.

8. Los «Cuáqueros» merecen un lugar aparte.

a) Los cuáqueros (= «los temblorosos»[8]; se autodenominaban «Sociedad de los amigos») constituyen un movimiento que surge como una erupción de la iglesia estatal, al mismo tiempo que como ruptura con las costumbres burguesas corrientes en la época. Su iniciador y propagador fue el religiosísimo zapatero Georg Fox (1624-1691). El movimiento cuáquero llegó a ser una expresión radical de todas las posibilidades espiritualistas subjetivas que encerraba la piedad de la Reforma, pero unida a un fuerte impulso hacia la autodisciplina moral y la ayuda social en amplios sectores.

Viviendo todavía el fundador llegó el movimiento a las colonias americanas, siendo organizado por William Penn en Pennsylvania, donde vive actualmente un número aproximado de las cuatro quintas partes de la secta (aproximadamente 170.000 seguidores).

En sus primeros tiempos los cuáqueros aparecían como perturbadores sociales (se negaban al juramento y al servicio militar, así como al culto oficial), siendo por ello perseguidos.

b) Por alternarse en su desarrollo histórico las frecuentes altas y bajas, la unidad interna del movimiento se vio muy afectada, sin conseguir una forma definitiva. Salieron entonces a la luz concepciones dogmáticas contrapuestas. Sin embargo, a pesar de estos fenómenos disolventes, los cuáqueros han conseguido en casi todo el mundo un peso extraordinario después de la Primera Guerra Mundial por su caridad operativa y eficaz.

c) El principio fundamental de su doctrina es la «luz interior», que quita los pecados y une al hombre con Cristo. Como lo que ilumina a todo hombre es esta «luz interior», los cuáqueros rechazan la Iglesia, el magisterio, el sacerdocio, los sacramentos -incluido el bautismo- y hasta la Biblia (sobre todo su tratamiento científico) como fuentes de la fe. Entre ellos actúan los ancianos, los predicadores y los que tienen a su cargo la juventud, pero no hay propiamente un ministerio ni un ordenamiento eclesiástico. El culto consiste, sobre todo, en un silencio de adoración. La búsqueda personal bajo la guía de la luz interior lo es todo. Se subraya el prestigio en el aspecto moral y en las buenas obras (movimiento de abstinencia, prohibición puritana del baile y diversiones similares).

El movimiento cuáquero no por ello se puede calificar de quietista, sino que está lleno de empuje misionero y posee escuelas y universidades prestigiosas. Los cuáqueros trabajan, sobre todo, en favor de la dignidad del hombre y por lo mismo trabajan también por la paz, como se vio especialmente en la Primera Guerra Mundial.

Notas

[7] El artículo 13 de fe reza así: «Los mormones han de esforzarse por ser honrados, fieles, castos, bienhechores y virtuosos».

[8] El nombre les viene de originarias manifestaciones de posesión profética, que hoy se han hecho raras.

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