conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Primera época.- Fidelidad a la Revelacion Desde 1450 Hasta la Ilustracion » Período primero.- (1450-1517) los Fundamentos: Renacimiento y Humanismo

§74.- Situacion Politica y Social Antes de la Reforma

1. El marco político de una época no es un mero ropaje externo de la vida interior, sino que ejerce sobre ella un influjo directo e importante; es, en suma, una parte de ella.

2. La característica más importante de la situación política general anterior a la Reforma ya nos es conocida desde la baja Edad Media: A una con la pérdida de importancia del Imperio, en el que se registró una progresiva descentralización, surgieron en el Occidente, por encima de la multitud de pequeñas unidades políticas, grandes estados monárquicos gobernados de forma centralista. A los ya existentes se sumó en seguida la creciente gran potencia de España, a raíz de la unión de Aragón y Castilla por el matrimonio de Fernando e Isabel en 1469 (los «Reyes Católicos»). Estos monarcas consiguieron expulsar definitivamente a los moros de la península Ibérica: en 1492 cayó Granada. El mismo año Cristóbal Colón tomó posesión del «Nuevo Mundo» en nombre de España. La lucha secular contra los moros colocó a este país en una situación de vanguardia y le infundió espíritu combatiente. Así se comprende su fuerte conciencia eclesial y su entrega sacrificada a la empresa nacional (cf. § 78).

3. En cambio, ni Alemania ni Italia consiguieron concentrar sus fuerzas para alcanzar una verdadera unidad.

a) Italia padeció en su suelo constantes luchas fratricidas y sucesivas dominaciones extranjeras. Tras el retroceso del imperio, se formaron múltiples ciudades-estado, las más importantes de las cuales fueron Génova, Milán (bajo el gobierno de los Sforza), Ferrara (bajo los de Este), Mantua (bajo los Gonzaga) y sobre todo Venecia y Florencia (bajo los Médici). En el centro de Italia, el papa Alejandro VI (1492-1503) y después (tras las peligrosas empresas acometidas por su hijo César Borja) sobre todo Julio II (1503-1513) lograron convertir los Estados de la Iglesia en una verdadera potencia política. Julio II logró someter a los inquietos y ambiciosos barones de Roma y expulsar de Italia a los franceses con ayuda de la «Santa Liga». A propósito de esto, a punto estuvo de producirse un cisma por la intervención de Luis XII: el concilio de Milán-Pisa (1511), al que Julio II respondió convocando el quinto Concilio Lateranense (1512-1517). Este concilio fue completamente incapaz de dar solución a la tarea que le había sido encomendada: la reforma de la Iglesia.

b) En Alemania persistió la gran división política que ya había imperado en toda su historia anterior: el emperador y el imperio por un lado y los territorios por otro. Pero también siguió manteniéndose la múltiple desunión de los territorios entre sí. El poder del emperador y del imperio se basaba, como antes, más en la pura idea que en derechos expresos y bases reales. De todas formas, aun en esta época tardía, el emperador siguió siendo (idealmente) la cabeza temporal de toda la cristiandad.

El emperador -que desde 1437 perteneció a la casa de los Habsburgo- sólo pudo sostenerse consolidando el poder de su propia casa. Y esto lo consiguieron los Habsburgo mediante una acertada política matrimonial.

Federico III (1439-1493) fue el último emperador coronado en Roma. Su hijo Maximiliano (1493-1519) se esforzó, por desgracia inútilmente, por llevar a cabo una reforma del imperio (ap. II, 2). Su matrimonio con María, heredera de Borgoña (1477), y el de su hijo Felipe con la futura heredera de España fueron la base del poder universal de los Habsburgo. Junto a los Electores, adquirió gran influencia en el imperio el ducado de Baviera. El desgarramiento de la situación política y eclesiástica dio lugar a que apareciesen sucesivos escritos de protesta (gravamina) y proyectos de reforma. Desde las propuestas hechas por la nación alemana en el Concilio de Constanza (§ 66, 3), no cesaron un solo momento las llamadas a la reforma. En ellas se reclamaba a la par la reforma de la Iglesia y la reforma del Imperio. Pero tales llamadas a la reforma no adquirieron importancia decisiva para la historia de la Iglesia hasta la aparición de Lutero. (Por primera vez en Augsburgo en 1518; allí se repitieron las viejas acusaciones contra las exacciones fiscales por parte de Roma; lo nuevo fue que los estados o estamentos, de acuerdo con la revolución social en ciernes, apelaron a la opinión pública).

c) En Francia, la monarquía se consolidó. Luis XI (1461-1483) quebrantó definitivamente el poder de los grandes vasallos y su hijo Carlos VIII continuó esa política (1483-1489). Incluso llegó a trasladarse a Italia para defender sus dudosos derechos sobre Nápoles. Hizo también planes para restaurar el Imperio bizantino. Pero poco después de la conquista de Nápoles se ve obligado a retroceder a causa de una coalición del emperador con las potencias (sobre todo) italianas.

d) En Inglaterra, el término de las disputas por el trono (guerras de las rosas) llevó igualmente al reforzamiento de la posición del rey.

Enrique VII (1485-1509) pudo reinar de manera casi absoluta; su influjo sobre la Iglesia de Inglaterra fue muy grande.

4. El desarrollo social lo llevaron adelante en primer término las ciudades. Su forma de vida tan peculiar y pujante y su creciente poder político, pronto tan importante, influyeron en buena medida en el nacimiento y el triunfo de la moderna cultura laica. Sobre su suelo se desarrolló la moderna economía del dinero y, muy pronto, el puro negocio monetario del primitivo capitalismo, del incipiente gran capital y de la economía monopolizada (los Fugger, los Welser, los Médici, la Curia).

El campo quedó empobrecido y descontento. Esto vale tanto para los caballeros venidos a menos (caballeros-bandidos)[1] como para los campesinos, explotados de mil maneras (la figura del campesino «bobo» aparece constantemente en la literatura de entonces). Unos y otros constituyeron un terreno abonado para las corrientes revolucionarias en el ámbito político, eclesiástico, social y religioso. Por ello, unos y otros tuvieron también gran importancia como precursores de la Reforma y primeros propagadores de la misma (Sickingen; Hutten; movimientos socialistas de las sectas; iluminismo; guerra de los campesinos).

Notas

[1] Es decir, salteadores de caminos con un extraño código de honor, en el cual, dentro del marco de la rapiña, cabían la lealtad, la fe y la piedad. Cf. la autobiografía de Götz de Nerlichingen. La campaña legal del Imperio contra ellos comenzó con la «eterna Tregua de Dios» de 1495 (bajo Maximiliano I).

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