conoZe.com » Leyendas Negras » Código Da Vinci » La verdad sobre El Código da Vinci. » La verdad sobre El Código da Vinci (Parte Tercera).- Lo que hay detrás (del velo de la diosa)

María Magdalena, mártir del gnosticismo

Según El Código, Santa María Magdalena habría sido la mujer de Jesús, al que habría dado descendencia; sus restos serían el auténtico Grial, cuya búsqueda consistiría en «el intento de arrodillarse ante los huesos de María Magdalena. Un viaje para orar a los pies de la descastada, de la divinidad perdida»[16]; su nombre fue perseguido por la Iglesia, que la difamó llamándola prostituta e incluso «prohibió su nombre»[17]; y además estaba llamada a encabezar el grupo de los apóstoles cuando faltara Jesús, cosa que no sucedió debido a que el apóstol Pedro urdió una conspiración machista contra la divinidad femenina. «La teoría que expongo ha sido susurrada durante siglos. No es mía»[18], dice el propio Brown.

En lugar de ir demostrando la falsedad de esas afirmaciones, una por una, basta con recordar que el único pretendido fundamento en que descansan son los llamados «evangelios gnósticos». Pero, mientras que los evangelios canónicos junto con los demás libros del Nuevo Testamento forman un cuerpo de doctrina coherente, cuando nos referimos a los evangelios gnósticos estamos hablando de un puñado de textos y numerosos fragmentos pertenecientes a obras distintas, cada una de las cuales está al servicio de una doctrina diferente. Son textos incoherentes entre sí, salvo en algunos rasgos generales, como por ejemplo el desprecio de la realidad material. Como dice el evangelio gnóstico de Felipe: «El mundo es el resultado de un error, pues el que lo creó quiso hacerlo inmortal y perdurable. Se quedó corto y no logró su deseo». Creo que Brown sabrá que no existe una doctrina gnóstica que se oponga a la doctrina católica: lo que existieron son decenas de doctrinas gnósticas que nacieron en confrontación con la fe ortodoxa, la de los católicos, pero absolutamente irreconciliables entre ellas. Es más, las obras polémicas de autores católicos (Ireneo, Tertuliano, Agustín...) siguen siendo unas de las principales fuentes para el conocimiento de las diferentes doctrinas gnósticas. En ellas, contra lo que dice Brown, «los vencedores» exponen detalladamente los sistemas gnósticos, uno por uno, para luego refutarlos según la doctrina católica. Cuando en 1945 se produjo el hallazgo de los textos gnósticos de Nag Hammadi[19], se pudo volver a comprobar lo que ya se sabía por hallazgos anteriores de manuscritos gnósticos: que los «vencedores» habían sido escrupulosos en la descripción de las doctrinas gnósticas que luego iban a refutar. Los errores parciales que puedan encontrarse en ellas se deben a alguna referencia inexacta, que no altera la visión de conjunto de los sistemas que exponen. No habían «escrito la historia» a su manera. Lo cual tiene además perfecta lógica, puesto que la motivación de los escritores eclesiásticos que polemizaban con el gnosticismo era destruir ante sus lectores la argumentación de sus oponentes. Si en sus libros hubieran presentado una caricatura de las teorías gnósticas para refutarlas con más facilidad, éstos hubieran resultado inútiles, puesto que en muchos casos los lectores tenían un buen conocimiento de primera mano de aquellas doctrinas o incluso eran adeptos.

Así que tenemos varias colecciones de textos gnósticos, la mayor parte irreconciliables entre sí. Por ejemplo, los Hechos de Juan, texto docetista[20] del siglo II, no tiene nada que ver con el evangelio de Tomás, hallado en Nag Hammadi y que Brown utiliza a su favor olvidándose de mencionar pasajes como éste: «Simón Pedro les dijo: "Que María se marche, pues las mujeres no son dignas de vivir". Jesús dijo: "Yo mismo la conduciré para hacer de ella un varón, para que también ella pueda convertirse en un espíritu viviente, como vosotros los hombres. Pues toda mujer que se convierta en varón entrará en el Reino de los cielos"». No parece que de estos textos se pueda extraer exactamente una teología feminista...

De nuevo, hay que concluir que, desde el punto de vista histórico científico, los relatos más próximos que tenemos acerca de los detalles de la vida de Jesús son las epístolas canónicas y los evangelios recogidos en el Nuevo Testamento. Los escritos gnósticos más antiguos proceden del siglo II, de modo que en ningún caso pueden considerarse la fuente más próxima a la vida de Jesús. Además de ser muy posteriores, esos documentos suelen ser una colección de máximas y no una narración de hechos, como sucede en los evangelios canónicos. Eso se explica por su desdén hacia las realidades materiales. Lo que salva, para el gnóstico, es conocer una doctrina superior, por lo tanto la historia no tiene relevancia.

Teniendo en cuenta la datación tardía y la no historicidad de los manuscritos gnósticos, podemos observar que el pretendido argumento del matrimonio entre Jesús y María Magdalena se cifra en un pasaje del evangelio gnóstico de Tomás: «La quería más que a los otros discípulos y solía besarla en la boca». Este texto, del siglo II o III se comprende a la luz de un pasaje previo de la misma obra: «Pues es por un beso como el perfecto concibe y da a luz. Por esa razón nosotros también nos besamos unos a otros. Recibimos la concepción de la gracia que está entre nosotros». En otras obras gnósticas Jesús solía besar a Tomás o a otros apóstoles del mismo modo.

En resumen: los textos gnósticos son muy posteriores a los libros de Nuevo Testamento, luego no es de recibo aducidos como fuente histórica de la vida de Jesús contra los evangelios ortodoxos; las obras gnósticas no dan valor a la fidelidad histórica, sino a una iniciación interior; entre los fantasiosos rituales gnósticos, el beso en la boca parece que ocupaba un lugar eminente como cuasi sacramento. Con ese «beso místico», lo mismo que con otros fantasiosos ritos, el maestro hacía ascender en la escala del conocimiento a sus discípulos. Ese beso, que en muchos textos gnósticos Jesús prodiga a otros seguidores, pierde el valor distintivo que quiere darle Brown y otros teóricos de la divinidad de la diosa.

¿Qué decir en cuanto a la supuesta persecución de la Iglesia contra Santa María Magdalena? En la segunda parte ya se ha mencionado cómo no sólo no se «suprimió» su nombre sino que su culto ha sido habitual, y cómo su presencia privilegiada en los momentos centrales de la Crucifixión y en la Resurrección indican una gran proximidad con Jesucristo. La Iglesia siempre la ha honrado como la gran santa que es. La cuestión de si María Magdalena, la «pecadora pública»[21] y la hermana de Santa Marta y de Lázaro[22] son o no la misma persona no tiene nada que ver con una pretendida difamación. Al contrario, desde antiguo existía una piadosa tradición entre los católicos latinos que afirma que María Magdalena es la hermana de Lázaro y de Marta, y también la pecadora pública, tradición poco difundida entre los griegos, que tendían a considerarlas tres personas diferentes. La tradición occidental, lejos de menospreciar a Santa María Magdalena la ha tenido siempre por ejemplo esperanzado de cómo el pecador puede convertirse y amar a Cristo hasta la santidad. Es la santa de la confesión y del arrepentimiento, lleno de amor. Esta tradición adquirió mayor fuerza tras el pontificado de San Gregorio Magno, en el siglo VII. Es falso que San Gregorio o ningún otro Papa manifestara que los «siete demonios»[23] que Jesús expulsó de ella se correspondieran con una supuesta actividad de prostitución. Sólo sabemos lo que dice el texto, suficiente para entender que Jesús obró en ella un gran milagro y que la liberó de la esclavitud del pecado[24].

Hay que resaltar una contradicción más en la teoría de Brown. Continuamente mantiene una ambigüedad respecto a la relación entre María Magdalena y la diosa, pero al final queda claro que para él se identifican: hay que «arrodillarse ante los huesos de María Magdalena. Un viaje para orar a los pies de la descastada, de la divinidad perdida». Parecería que la diosa se encarnó en María Magdalena, pero entonces estaríamos ante una teología de la trascendencia, la diosa no era el universo y cada uno de nosotros, sino que existe fuera de nosotros, si puede encarnarse...

Notas

[16] Epílogo.

[17] Capítulo 60.

[18] Hannah Wettig. «Lebanese authorities ban The Da Vinci Code». Daily Star Lebanon. 16 de septiembre de 2004.

[19] En 1945, dos hermanos egipcios estaban excavando en su tierra de labranza, en la base de un monte, cuando dieron con una gran vasija que contenía trece códices o libros, que agrupan cincuenta y dos textos. Los jóvenes llevaron los documentos a casa, donde su madre no encontró mejor uso para ellos que el de prender el fuego en el horno familiar. Los que fueron salvados de la quema están guardados en el Museo Copto de El Cairo, y forman la Biblioteca de Nag Hammadi. Son textos en copto, al parecer, traducciones de originales griegos del siglo II o III d.C. Aunque la mayor parte son textos gnósticos, no todos pertene cen a la misma escuela. La mayoría refleja la doctrina de la secta de Valentiniano.

[20] Herejía gnóstica que negaba la Encarnación del Verbo. Jesús era «aparentemente» un hombre, pero no en realidad. La Pasión y la muerte en la cruz no fueron más que «aparien cias», porque el Verbo eterno no se mezcló con la realidad carnal.

[21] Lc 7, 36-50.

[22] Lc 10, 38-42, y Jn 11.

[23] Mc 16, 9 y Lc 8, 1-3.

[24] Ben Withemngton III. The Gospel Code. Downers Grove. InterVarsity Press. 2004, p. 72.

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