conoZe.com » Historia de la Iglesia » Papas y Antipapas » Benedicto XVI » Viajes » Valencia - V Encuentro Mundial de las Familias (8-9 de julio de 2006)

Por qué esperamos al Papa

Refiriéndose al primero de los Papas -el Apóstol Pedro-, escribió San Agustín que este pescador de Galilea era, por su naturaleza, simplemente un hombre; por la gracia, un cristiano; por una gracia más abundante, uno y, a la vez, el primero de los Apóstoles. La Iglesia Católica ha conservado intacta esa sucesión apostólica del heredero de Pedro, aunque en ocasiones haya ocurrido en medio de no pequeñas marejadas. También la ha conservado cada obispo para gobernar la porción del pueblo de Dios que le ha sido encomendada bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice y en comunión con él.

Nuestra ciudad tiene el privilegio de recibir, con su cordial y reconocida hospitalidad, a Pedro en la persona de su sucesor, Benedicto XVI. Los últimos Papas, sobre todo Juan Pablo II, han estado en multitud de lugares -incluida la ONU-, muchos de los cuales no eran de mayoría cristiana. Nuestro país lo es, al margen de alejamientos o escasa vivencia de la fe de algunos. Nuestra matriz cristiana está incluso en la cabeza de los que no lo saben. Por ejemplo, me atrevo a afirmar que los Derechos Humanos, universalmente reconocidos, tienen substancialmente ese origen, aunque evidentemente son anteriores al cristianismo y éste los haya asumido, elevado, y difundido, lo que no obsta para que algunos cristianos los violen. Toda la cultura occidental está empapada de la fe en Cristo.

Los católicos recibimos, pues, al que es padre común. Pero todos podemos ver no ya al jefe del Estado Vaticano, sino a un referente mundial necesario. Los católicos sabemos que, al margen de nuestras opiniones, el Papa es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles, como recordó el Concilio Vaticano II; y tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda ella, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad. Así lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, evocando también al último concilio. Algunos se molestan por la expresión Vicario de Cristo, pero así fue creado el primado de Pedro y de sus sucesores. Aparece en diversas ocasiones, y de modo claro, en el Evangelio. Por citar sólo una, recordemos la entrega del primado junto al lago de Genesaret: como para curar a Pedro de sus tres negaciones, el Señor le repite tres veces la misma pregunta: ¿Me amas? Y ante las respuestas positivas, le encarga otras tantas veces el pastoreo de su rebaño. Mucho antes, le había anunciado que sería la piedra sobre la que edificaría la Iglesia, sin que fuera derrotada por los poderes del infierno.

Es Vicario para atender a la gran familia de los hijos de Dios. Ha de ser el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que las conoce, carga con la herida sobre sus hombros y avisa donde está el lobo. Y las ovejas oyen su voz, reconociendo en ella al mismo Cristo. Esto no es papolatría, sino recuerdos de doctrina católica para el que la quiera seguir. La fe es unitaria, es decir, o se cree todo lo que enseña el Magisterio de la Iglesia, fiados de la autoridad de Dios revelante, o se cree por motivos humanos, por convencimientos personales, y se elige, se selecciona y se hace una religión a la carta, que ya no esta enraizada en la fe. Pues bien, Cristo ha colocado a Pedro a la cabeza del colegio episcopal para custodiar ese invariable depósito. A esta tarea universal de solicitud por todas las iglesias -como decía San Pablo-, hemos de corresponder con oración, con sacrificio, con cariño, con el apoyo de nuestra fidelidad a Dios. En una carta al Papa Dionisio, escribía San Jerónimo: «No sigo más primado que el de Cristo; por eso me pongo en comunión con tu Beatitud, es decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia».

Un referente mundial necesario, dije antes. Así me lo parece observando el mundo que vivimos, un mundo que combina grandes avances con grandes miserias, un mundo que parece exaltar al hombre y, a la vez, lo destruye con guerras, vejaciones, terrorismo, hambre...; y quizá aún peor: lo destruye porque buena parte de esta aldea global desconoce qué es el hombre, para qué está cada uno en la tierra, por qué son disolventes determinadas conductas o leyes, etc. Ya sé que afirmar todo esto puede parecer una especia de soberbia cristiana. Creo que no lo es porque lo tenemos como algo recibido, porque lo ofertamos en libertad y porque, si se estudia serenamente, es difícil encontrar en la doctrina de la Iglesia algo que vaya contra el hombre. Sí se puede hallar en la conducta de los cristianos que, a lo largo de la historia, no la han vivido. Justamente por eso llama la atención y produce escándalo.

Parece delicado, pero es real, aludir a lo que supone la venida del Papa para vender nuestra ciudad al mundo entero y, en particular, a un público que no vendrá para emborracharse, utilizar droga o causar actos vandálicos. Por todo esto, y por muchas más razones que aquí no caben, nos disponemos a recibir al Papa, a los obispos que nos visiten, a la multitud de gente que atraerá el evento, a los muchísimos millones de personas que lo seguirán a través de los medios de comunicación, con los brazos, el corazón y la mente bien abiertos. En una época dura para el pontificado, Santa Catalina de Siena escribía: «¡No durmáis más, desechemos el sueño de la negligencia, porfiando con humildad y continuas oraciones por el Cuerpo Místico de la Santa Iglesia y por el Vicario de Cristo! ¡No ceséis de rezar por él!; que Dios le dé luz y fortaleza para resistir los golpes!». Acabo con otras sencillas palabras de un santo español y universal: «Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón» (Camino).

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=4478 el 2006-06-21 00:16:18