conoZe.com » Historia de la Iglesia » Papas y Antipapas » Benedicto XVI » Viajes » Valencia - V Encuentro Mundial de las Familias (8-9 de julio de 2006)

De papas, pianos y familias

Dicen que Josef Ratzinger, al día siguiente de aquel cónclave bien temperado del que surgió Papa, hizo una visita sorpresa a su viejo piso de cardenal en Cità Leonina, principalmente para tocar a sus predilectos, Bach y Mozart -que, de haber podido, seguramente también le habrían elegido a él-. Qué le vamos a hacer, los Papas no están exentos de la popular prelación del cocinero antes que el fraile. Pero si un Papa pianista puede tener su interés, un pianista Papa es, con mucho, algo bastante más interesante.

Benedicto XVI, naturalmente, tiene las virtudes del músico. Y me alegro, particularmente porque no conozco a músico alguno que no sea progresista: convertir unos trozos de madera, unas planchas de metal o unas cuerdas en el espíritu de Mozart o Bach exige una confianza poco común en el progreso, en el sentido más general: consiste en confiar en que del casi nada se puede progresar al casi todo, si nos ponemos casi metafísicos. Si la vida moderna, con sus anestesias y parques temáticos mentales, no nos tuviera tan amodorrados, seríamos plenamente conscientes del inconsciente acto de fe que hacemos -como oyentes o como músicos- cada vez que una mujer o un hombre se sientan ante el piano: el hecho de que de los dedos de alguien que comparte el noventa y pico de sus genes con los grandes simios surja Mozart, supone un progreso que, de entrada, no se puede dar alegremente por supuesto. Y si esto no se entiende, o nunca se ha convivido con algún homo sapiens, o nunca se ha escuchado a Mozart, o nunca se ha visitado un zoo. O todo un poco.

Otra de las virtudes fundamentales que me fascina en los músicos es la personalidad y la libertad. Todo músico sabe que la expresión de lo personal y único surge si se respetan las leyes que rigen la partitura -eso si se consigue entenderla-. La libertad de interpretar a Mozart con creatividad no consiste en saltarse la partitura, sino en tener la capacidad musical suficiente de poder escoger a Mozart. Aquí el músico, como cualquier otro mortal, escoge lo que puede a través de un arduo trabajo de preparación personal, y no siempre lo que le gustaría. Así como no conozco dos interpretaciones iguales de Mozart, tampoco conozco dos familias iguales, pero sí conozco interpretaciones deficientes, e interpretaciones donde Mozart no sonaba ni por el forro. Para asegurar la continuidad de la mejor música, necesitamos maestros que interpreten, que ratifiquen la partitura, las condiciones de interpretación y el aporte de personalidad y creatividad. ¿Se imaginan un mundo donde ya fuera imposible escuchar a Mozart?: yo sí, sería un mundo privado de interpretaciones magistrales. Desgraciadamente, el nuestro, el del futuro inmediato que dependerá de nuestros jóvenes, se le va pareciendo, pues es un mundo donde se les puede hacer creer que se puede tocar el piano haciendo el pino, donde alguien puede llegar y dar un impune puntapié a la banqueta en el momento más sublime de la interpretación, donde se puede poner la partitura al revés o plantar tomates entre las cuerdas. Evidentemente, cada uno puede hacer con su piano lo que quiera, pero entonces llámenlo de otro modo, no digan que es Mozart. Hablando de maestros, una de las partituras más difíciles que ha interpretado Benedicto XVI es la del amor, llamó a su interpretación Dios es amor , y este superventas se puede encontrar en cualquier buena tienda de discos.

Con todo, y en medio de estos tiempos de parnaso balompédico, me sigo preguntando por qué entendemos estas cualidades muy bien en el ámbito de nuestra mitología futbolística de cada día -y unimos el buen juego al respeto a las normas, a la creatividad, a la libertad y al progreso por la banda-, y se nos atragantan entre las neuronas cuando un humilde pianista que ha sido elegido Papa las ejemplifica con maestría, para temas menos mediáticos.

Qué quieren que les diga, me gusta el Papa. Y como en lo musical esta ciudad goza de una larga tradición de traer intérpretes del más alto nivel, yo sí espero esa interpretación de Benedicto XVI para el 9 de julio en la Ciudad de las Artes: un programa sólo para los grandes virtuosos, la familia, y con banqueta, partitura y el genio del mejor de sus intérpretes.

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