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Evangelio y desarrollo

Dulce, testarudo, contracorriente, el padre Piero Gheddo, 73 años muy bien llevados y un despacho sin aire acondicionado en el segundo piso del Centro PIME de Milán, ha seguido siendo el mismo desde los años de Vietnan, cuando, periodista misionero en el frente, escribía documentadísimos artículos que contradecían los de los enviados democráticos y tenía silbadísimas conferencias donde denunciaba el engaño del Vietcong. Hablas con él de pobreza, evangelización, Tercer Mundo, desarrollo y asistes a una escabechina de lugares comunes. No por costumbre, no por espíritu de llevar la contraria, sino como homenaje a las lecciones de la experiencia y a la profundidad del don de fe recibido. Sus tesis, expuestas en unos cuarenta libros, se podrían resumir en las siguientes proposiciones. Lo que ha hecho rico a Occidente y pobre al sur del mundo no ha sido la rapiña, sino el anuncio cristiano que ha puesto en movimiento el dinamismo del desarrollo europeo mientras las demás culturas permanecían estáticas. Para ayudar al Tercer Mundo están bien las campañas para la cancelación de la deuda y las ayudas internacionales, pero no servirán para nada si no se apuesta -como en Corea- por la educación y el cambio de mentalidad. La mayor contribución que puede hacer Occidente es el don de la vida de tantos hombres y mujeres que van a los pobres por amor a Cristo. Mientras demasiado a menudo en los ambientes eclesiales se anuncia un Evangelio a medias, hecho sólo de compromiso social y de alineación con planteamientos que fueron alimentados por el ex PCI.

Padre Gheddo, en la primera mitad de julio hemos registrado una serie de noticias angustiosas: 136 chabolistas en Manila muertos sofocados bajo basuras, otros 50 muertos por un desprendimiento en Bombay, 300 quemados vivos en Nigeria en dos incidentes distintos mientras robaban petróleo de un oleoducto, después la conferencia internacional sobre el SIDA que ha mostrado que el continente más pobre -África- es también aquel en el que el SIDA golpea más. En suma, estamos en el 2000, las biotecnologías prometen milagros, pero se repite la pregunta frente a estas provocaciones: ¿qué podemos hacer por los pobres?

Creo que la mejor respuesta, la acción más radical y global que nosotros los cristianos podemos hacer por los pobres es anunciar a Cristo. Alguno dirá inmediatamente: bien, pero el mensaje de Cristo no da en absoluto de comer... Cierto, si la situación requiere una ayuda de emergencia, tenemos el deber de ofrecer esta ayuda, no hay la más mínima duda. Pero si queremos que los pobres en general salgan de su miseria convirtiéndose en protagonistas del propio desarrollo, no existe la más mínima duda de que debemos anunciar el Evangelio. Porque el desarrollo del hombre viene de Dios, el progreso del hombre viene de Dios.

El hombre y los pueblos avanzan y se desarrollan cuando conocen la verdad acerca de su relación con Dios, con los demás hombres y con la naturaleza. La revelación que Dios ha hecho a través de la Biblia y del Evangelio, y sobre todo a través de Jesucristo, no es algo que concierne únicamente a la vida del más allá, a la salvación del alma, sino algo que concierne al aquí y ahora. El Reino de Dios está en medio de nosotros, comienza aquí. ¿Y cómo comienza? Comienza cuando nosotros conociendo a Dios, rezando a Dios, siguiendo la ley de Dios, nos hacemos más hombres siguiendo el modelo de Jesús, es decir, avanzamos en humanidad -y esto significa desarrollo no sólo de la mente y del corazón, sino también desarrollo material de la sociedad, desarrollo económico-. Alguien nos dice a los misioneros: "¿Pero por qué vais a anunciar el Evangelio allá donde lo que necesitan es comer?". Vamos también a llevarles comida, y también a enseñarles a producir para comer más; pero sobre todo vamos a llevar el Evangelio, porque es la revelación de Dios que ayuda a progresar. De lo contrario todo permanece incierto: la relación con la naturaleza, la relación con los demás, la relación consigo mismo. Juan Pablo II en su primer discurso al comienzo de su pontificado dijo: "¡No tengáis miedo a Cristo! Sólo él sabe lo que hay en el hombre". Y después en la primera encíclica, la Redemptor Hominis de marzo de 1979: "Cristo revela el hombre a sí mismo".

Esto que tú dices no se oye decir tan a menudo cuando se oye hablar a hombres de Iglesia. Me parece que el "mainstream" eclesial pone el acento en el diálogo, y, por tanto, incita más bien a comprometerse con los hombres de buena voluntad de las demás religiones, o incluso no creyentes, sobre la base de valores comunes al servicio de la justicia y de la paz. ¿No es así?

La verdad es que el Evangelio es difícil de expresar en una síntesis extrema, es complejo, es de muchos matices. Por eso en la historia de la Iglesia en su momento se han puesto de relieve determinados aspectos. Hoy estamos en la época sociológica, tecnificada, laicizada y, por tanto, se ponen de relieve sobre todo los aspectos que tú has dicho. Pero no se debe perder -éste es el peligro de hoy- lo esencial de la visión cristiana de la vida y de la historia del hombre. El Papa lo dice claramente en la Redemptoris Missio28-. "No se puede dar una imagen reductora de la actividad misionera, como si fuera principalmente ayuda a los pobres, contribución a la liberación de los oprimidos, promoción del desarrollo, defensa de los derechos humanos. La Iglesia misionera está comprometida también en estos frentes pero su cometido primario es otro: los pobres tienen hambre de Dios y no sólo de pan y libertad y la actividad misionera ante todo ha de testimoniar y anunciar la salvación de Cristo, fundando las Iglesias locales que son luego instrumento de liberación en todos los sentidos" (n. 83). Es verdad que existe el peligro, como tú dices, pero también como recuerda el Papa, de que se reduzca la misión a los hechos sociológicos, culturales, económicos, políticos, lo cual no es justo, no corresponde al magisterio de la Iglesia. Que después el "mainstream" de una cierta opinión pública actual vaya en esta dirección, beh, no puedo hacer otra cosa que declararme contrario.

Para explicar la pobreza de los pobres se apunta siempre el dedo contra Occidente y contra los ricos. Se culpa al colonialismo, al neocolonialismo, y más recientemente a la globalización, a la deuda externa, a la economía de mercado. ¿Pero es justamente verdad que la riqueza de Occidente depende de la explotación del Tercer Mundo?

De ningún modo. Esta afirmación es históricamente y realmente equivocada. Riqueza y pobreza dependen de la capacidad de producir. Yo pongo siempre el ejemplo, muy banal pero concreto, de mi tierra, la provincia de Vercelli, donde se producen 70-75 quintales de arroz por hectárea. En África la agricultura tradicional produce 4-5 quintales de arroz por hectárea. ¿Por culpa del colonialismo? No, sino porque faltan las técnicas, no existen las semillas, falta el riego artificial, no hay abonos, no se conocen los ritmos de la producción del arroz. Y lo que digo sobre la agricultura con el ejemplo del arroz, vale también para la industria. Las fábricas de Occidente producen al 80-90% de las posibilidades de sus máquinas, las de los países pobres producen al 10-20%. Las capitales africanas son cementerios de máquinas que no funcionan, de industrias cerradas. Me decían hace algunos años que en el Chad, en la capital N Djamena, los franceses habían dejado algunas industrias: en pocos años todas han sido cerradas. Las dos únicas abiertas eran las fábricas de cerveza, porque si hubieran cerrado también éstas habría estallado la revolución. Y cuando se averiaban los coches el Presidente mandaba su avión presidencial a Bélgica por técnicos y piezas de recambio para repararlos.

Por tanto, si he seguido bien tu razonamiento, la riqueza de Occidente proviene también de episodios históricos de explotación, pero la dinámica de su desarrollo presenta un nexo originario con la evangelización, porque en el fondo esta parte rica del mundo ha sido la primera en ser evangelizada.

No hay la más mínima duda. Quien diga que la riqueza y el desarrollo de Occidente vienen del colonialismo y de la explotación de los demás pueblos, no conoce la historia. Intenta pensar cuánto han explotado los chinos los territorios del Extremo Oriente: han colonizado y dominado Japón, Vietnam, Camboya, Mongolia durante siglos, pero no se han desarrollado. En Méjico los aztecas han dominado todo el país, los mayas, los toltecas, los zapotecas, no se han desarrollado. Lo mismo se puede decir de la India, del colonialismo árabe en África... Si el progreso de Occidente no viene como fuente de la Biblia, del Evangelio, de la Revelación de Dios -que, repito, revela las relaciones con Dios, con el hombre, con la naturaleza- entonces ¿de dónde viene? No nos queda más que la hipótesis racista: los occidentales son más astutos, más capaces, más inteligentes que los demás. Pero no es verdad. Los hombres son potencialmente todos iguales, todos han recibido de Dios cualidades. Un gran político indio, Pandit Nehru, en su autobiografía dice: "¿Por qué la India, que tiene una civilización de 5-000 años de antigüedad, ha permanecido bloqueada y cuando se han asomado los colonizadores había cristalizado desde hacía siglos en castas, mientras por el contrario en Europa fuerzas oscuras bullían dentro de los pueblos y una revolución sucedía a otra, y continuamente se descubrían y cambiaban ciencias y técnicas, modos de producción, se descubría que los hombres tienen derechos, la democracia... y todas estas cosas las han traído a la India?". No llega a decir que las "fuerzas oscuras" eran el cristianismo, pero intuye que Europa ha conocido algo que las demás civilizaciones no tienen.

La verdadera culpa de Occidente, entonces, no es tanto la de haber sustraído madera y petróleo a países más atrasados, sino el haber traicionado el mandato que Dios le había confiado haciéndonos recibir los primeros la Revelación: en lugar de presentarnos ante los demás pueblos como hermanos que han recibido la palabra de Dios, que han madurado en su historia las bases del progreso, nos hemos presentado con los cañones y con las armas para dominar a los demás.

¿Pero cómo se podría rechazar hoy esta responsabilidad sin hacer asistencialismoP Por ejemplo, al hablar de África has sugerido una hipótesis que a los oídos de muchos desentona, la de una nueva colonización...

La palabra "nueva colonización" a decir verdad yo no la he usado nunca. Es una equivocación utilizarla porque suscita rápidamente reacciones de rechazo. Yo digo: entre ricos y pobres del mundo, desarrollados y subdesarrollados, tecnificados y analfabetos existe un abismo no tanto económico cuanto cultural, y esto no se ha entendido todavía. Si fuese un abismo únicamente económico, o principalmente económico, bastaría con decir: mandamos a África una cierta cantidad de recursos financieros, y el problema está resuelto. No, el problema es que los pueblos africanos -pero podría decir también los indios de América Latina y algunos pueblos de Asia- viven en una época histórica mucho pero mucho más atrasada que la nuestra. Por eso a los pueblos africanos llegan la radio, la televisión, las bombas de agua, el automóvil, pero la mentalidad, lo mismo que las estructuras sociales, son todavía las prehistóricas. ¿Cómo superar este abismo cultural? Con la educación recíproca. Por tanto, el interés de Occidente hacia los pueblos pobres iría orientado sobre todo en el sentido del diálogo, del encuentro cultural, de la educación. En lugar de mandar máquinas y dinero deberíamos mandar hombres y mujeres, como hacemos los misioneros. Pongo por ejemplo los misioneros porque, como dice la Redemptoris Missio en el n. 58: "La Iglesia siempre ha sabido suscitar en las poblaciones que ha evangelizado un impulso hacia el progreso y ahora mismo los misioneros, más que en el pasado, son conocidos también como promotores de desarrollo por gobiernos y expertos internacionales, los cuales se maravillan del hecho de que se consigan notables resultados con escasos medios".

Muy cierto, y hay ejemplos maravillosos. En 1985, durante la gran sequía del Sahel, visité el norte de Burkina Faso y vi terribles realidades, ciudades invadidas por la arena, gente que huía, nada de agua, nada verde, todo quemado. Después fui a las regiones de las dos fincas agrícolas de Goundi y Nanoró, puestas en marcha por los hermanos de la Sagrada Familia de Chieri (Turín) en los años 50. La zona estaba verde, había pequeños lagos y canales, bombas que funcionaban, plantas contra el viento y la zona estaba verde todavía, con cultivos. ¿Cómo era posible? Porque desde hace 40 años en aquel lugar están educando a los jóvenes y muchachos (cada finca agrícola tenía 30 muchachos y 30 muchachas) que mandaban después a los pueblos a enseñar estas técnicas agrícolas y de gestión del agua.

Por tanto no basta con mandar miles de millones de liras en forma de ayudas... mandémoslas, por el amor de Dios, pero hay que darse cuenta que el motor del progreso son las ideas del hombre, todo parte de la cabeza, de las ideas: si el hombre no tiene un concepto justo de relación con la naturaleza no se desarrolla nada. Desgraciadamente estas cosas ya no se dicen. Incluso en la prensa católica, incluso en la animación misionera, en las revistas misioneras, cuando se habla de los pueblos pobres se habla siempre y sólo de relaciones comerciales, de tasas de interés, de bancos, Sin embargo, el progreso comienza en la cabeza. El Papa dice en la Redemptoris Missio: "Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y promotora de desarrollo, precisamente porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad, ayuda a reconocer la dignidad de cada persona, dispone a la solidaridad, al compromiso y al servicio de los hermanos" (n. 59). Por eso, el reproche que yo hago al mundo católico de hoy es que ya no dice estas cosas o las dice poco o las da por supuestas.

En efecto, he notado que has concedido alguna entrevista donde ponías los puntos sobre las "íes" respecto a la condonación de la deuda externa.

Yo digo: muy bien, hagamos también las campañas para la condonación de la deuda, cancelémosla. Pero digo también: pensad que condonando la deuda tampoco cambia nada en esos países; si las cosas permanecen como están y no hay un trabajo de educación, dentro de 5-10 años esos países volverán a las andadas. Cuando leo que buena parte de los países africanos destinan el 4-5% del mísero presupuesto nacional a la escuela, y el 30-35% a las fuerzas armadas, ¡digo que no se desarrollarán nunca! Seguirán siendo pueblos ignorantes, dominados por las clases militares y políticas que devoran las ayudas del exterior. Porque ¿cómo ha sido acumulada la deuda externa que queremos condonar? Lo sabemos todos: comprando armas, haciendo guerras, adquiriendo máquinas que no sirven para nada porque nadie sabe usarlas, que en cuanto ser rompen quedan abandonadas porque nadie es capaz de repararlas...

Mientras hay países endeudados, como Corea del Sur, que, sin embargo, se han desarrollado...

Porque en Corea del Sur se ha dado el máximo desarrollo a la escuela. En efecto, encontramos un porcentaje de alfabetizados igual al 98-99%. Existe un sistema universitario que en relación con el número de habitantes produce más licenciados que la universidad italiana. El presupuesto de la educación es igual al 25-28% del presupuesto estatal. Entonces sí que llega el desarrollo.

Acabamos de tener la lección del ex Zaire. Había un dictador que se llamaba Mobutu y durante años todos gritaron contra él diciendo que era la causa de la miseria, porque saqueaba el país y depositaba el dinero en cuentas en el extranjero. Todo verdad. Después Mobutu fue depuesto, y llegó Laurent Kabila, y al comienzo los periódicos lo saludaron con entusiasmo: por fin llega Kabila, el progresista, el socialista que combatió siempre por el pueblo... pasados tres meses comprendieron que era peor que Mobutu. A la fuerza, con un pueblo en aquellas condiciones, sin escuelas, sin asistencia sanitaria, sin alguna institución de base capaz de mantener la democracia, ¿qué se puede pretender?

Perdóname si te hago hablar de un hermano tuyo, pero recientemente ha aparecido esta noticia; el padre Alex Zanotelli, comboniano, ha rechazado un donativo de 500 millones de liras para sus pobres de la ciudad de las chabolas de Korogocho en Kenia, diciendo que él no quiere limosnas, sino justicia para todos. ¿Tú harías lo mismo?

No quiero juzgar a un misionero que da un bello testimonio personal. Me permito, sin embargo, observar que, desde mi punto de vista, no apruebo este modo de actuar, porque con esa contribución se podía ayudar a mucha gente, sobre todo se podía educar a mucha gente, crear estructuras. No entiendo qué sentido tiene este comportamiento, a no ser el de dar que hablar a los periódicos y llamar la atención sobre esos pueblos. Pero me parece que ya existe la atención por parte del mundo occidental. Tan es verdad que cuando se lanza alguna iniciativa para ayudar a los niños, los afamados, los leprosos, etc., la respuesta económica existe. Lo que falta es la respuesta de personas disponibles a dar la propia vida. Recuerdo que cuando la carestía del Sahel encontré en un país africano al ministro Francesco Forte, que era responsable del FAI, el Fondo de Ayudas Italianas que tenía a disposición 1 billón 900.000 millones de liras para los países más pobres. Y él me preguntó: "Explíqueme cómo es posible: el gobierno italiano no logra encontrar en Italia 30 agrónomos con experiencia de trabajo dispuestos a venir a estos países con un salario mensual -si recuerdo bien- de 8-10 millones de liras, con todos los gastos pagados. Después llego a saber que en estos mismos países africanos trabajan 600-700 misioneros italianos que vienen gratis y por toda la vida. ¿Cómo hacen?". "Precisamente -le respondo- usted estimula el factor económico y uno, incluso si yendo a África gana un poco más, prefiere permanecer tranquilo en Italia sin poner en peligro la vida y la salud. Nosotros estimulamos otros valores. Uno da la vida por los pobres no para ganar más o para hacerse conocer, sino por amor a Cristo, para imitar a Jesucristo que ha dado su vida por nosotros". Estoy convencido que los jóvenes italianos de hoy, a pesar de las derivas morales, tienen una potencialidad de bien que no está explotada. Si se presentasen a los jóvenes, en términos actuales y con modelos personales concretos, la belleza y la grandeza de la vocación misionera, estoy convencido que entre ellos se encontrarían muchas personas que irían. Mientras por el contrario se implica a los jóvenes haciéndoles participar en el comercio justo y solidario, en la campaña contra la deuda externa, en la campaña por la banca ética... cosas bellas, pero no nos paremos ahí.

Nosotros tenemos un gran ideal: la imitación de Cristo por amor a Cristo, que nos hace amar a los hombres. Hoy falta una propuesta voca-cional en estos términos, en las campañas misioneras a favor del Tercer Mundo no se habla ya de esto, y esta situación me duele, me escandaliza. Viene a mí un párroco de un pueblo de Brianza, donde he dado una conferencia subrayando estas cosas, y me dice: nuestras familias ya dan los donativos para los misioneros, están también dispuestas a participar en el comercio justo y solidario, firman las campañas para la condonación de la deuda externa... después se quedan en casa como burgueses tranquilos. Bien, ésta no es la educación. Hay que dar a los jóvenes un gran ideal: ¡dar la propia vida, imitar a Cristo!

Quisiera concluir provocándote todavía respecto al tercermundismo católico y a las revistas misioneras. Las políticas de izquierda aplicadas en el Tercer Mundo no han aportado -es un dato real- muchas ventajas a los pobres; sin embargo, se tiene un poco la impresión de que la mayor parte de los cristianos comprometidos, incluso en las fuerzas misioneras, simpatiza sobre todo con los gobiernos de izquierda, como Cuba y Eritrea; con las guerrillas anti-imperialistas, como los zapatistas o los kurdos; con los movimientos de opinión pública anticapitalistas y antiglobalistas, como el de Seattle o como el movimiento contra los OGM. ¿Por qué en los últimos treinta años existe un poco la tendencia a repetir este esquema, a pesar de la caída del comunismo?

No diré los últimos treinta años, sino desde el final de la guerra en adelante la política internacional, sobre todo el tema de las relaciones con el Tercer Mundo, ha estado ampliamente dominada por la propaganda del PCI. Yo lo he visto claramente porque trabajo en periodismo misionero desde 1953, por tanto, he participado siempre en congresos y encuentros, he hecho entrevistas y he visto cómo, cuando surgía cualquier problema relativo al Tercer Mundo, el primero en moverse y en dar una línea de interpretación, una clave de lectura era siempre el PCI, cosa que el mundo católico no sabía hacer. Se tratase de las independencias africanas, de la guerra en Argelia, de Sudáfrica, de Cuba, automáticamente surgía siempre por un lado un análisis marxista de la pobreza, de la sociedad y del mundo, por otro un alineamiento, en las diferentes crisis, en posiciones filosoviéticas y, al comienzo, filochinas. Y el pequeño mundo misionero que escribía de estas cosas, faltando una política cultural respecto al Tercer Mundo en el campo religioso por parte de la Iglesia y en el campo político por parte de la DC, acababa siendo profundamente influido por esta hegemonía cultural del PCI. El caso más clásico es el del Vietnam, pero el esquema ya había sido ensayado desde los primeros años cincuenta, desde el avenimiento del maoísmo en China. Porque al comienzo de los años cincuenta eran expulsados de China centenares de misioneros italianos, y en los periódicos italianos, incluidos los burgueses, se leía que los misioneros italianos no respetaban la cultura, dominaban la población, etc., y era, por tanto, justo que China conquistase su libertad. Estos juicios eran escritos en los periódicos italianos, incluso en los burgueses: el comunismo era tanto más aceptado cuanto más lejano estaba de Italia. Por tanto, todos los periódicos burgueses condenaban el comunismo en Checoslovaquia y el comunismo en Istria, pero respecto a Mao se decía: "En China todos tienen lo suficiente para comer, cada uno tiene su escudilla de arroz". Era la frase que se leía en todos los periódicos, pero no era en absoluto cierto: en los años de la crisis, en 1963-64, murieron 12 millones de personas por hambre. E incluso los cristianos aprobaban muchas de estas posiciones.

El comunismo, sin embargo, acabó hace 10 años y también acabó el PCI...

Sí, pero la mentalidad de fondo es todavía aquélla: no se ha hecho un examen de conciencia. La crisis del PCI, cuando ya había caído el muro de Berlín, ha consistido únicamente en cambiar el nombre, primero PDS, después DS (se está refiriendo al Partido Comunista italiano, ndf). Pero no han dicho nunca: nos hemos equivocado sobre Cuba, sobre China, sobre Vietnam, hemos hecho análisis que no eran justos. Tampoco lo ha hecho el mundo católico que apoyó esas tesis. Han cambiado, ahora se hacen llamar todos liberales y buenas noches. No es un buen sistema. Es verdad que, como ha dicho Montanelli, "El comunismo no volverá más a Italia". Estoy de acuerdo. Pero la mentalidad profunda, el análisis de las situaciones sigue siendo en el fondo aquél: la culpa de la pobreza es de la explotación por parte del exterior, de las multinacionales, de la economía de mercado, etc. Fingiendo no saber que mientras tanto China y Cuba invitan a las multinacionales a su casa.

Notas

[28] La encíclica sobre la misión Ad Gentes de Juan Pablo II, publicada el 7 de diciembre de 1990.

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